Cárceles superpobladas
El estado de excepción hizo de El Salvador el país con la tasa de encarcelamiento más alta del mundo. Según la ONG local Fespad, al menos 83.000 personas están entre rejas, pero la capacidad del sistema penitenciario es inferior a 30.000, lo que provoca un hacinamiento desastroso e insostenible.
En respuesta, Bukele acaba de anunciar la apertura de una nueva megacárcel conocida como "Centro de Contención del Terrorismo", que, según dijo, "tiene capacidad para 40.000 terroristas, que estarán aislados del mundo exterior".
En virtud de sus medidas de emergencia, el gobierno ha denegado a los grupos de derechos humanos el acceso a las prisiones.
Montti, de Cristosal, dijo: "Antes del estado de excepción, sabíamos que había bloques penitenciarios específicos para mujeres embarazadas o con hijos. Con el hacinamiento, tememos que estos espacios dejen de existir. También hemos recibido informes de problemas graves, especialmente con los recién nacidos, que no reciben luz solar porque están encerrados durante largos periodos”.
Una de las pocas organizaciones a las que se permite visitar a los transexuales detenidos es Concavitrans, un grupo de defensa de los derechos LGBTQ. Su directora, Bianka Rodríguez, afirma que han documentado 28 casos de personas LGBTQ encarceladas durante el estado de excepción, entre ellas Keiry Molina. "Ha sido muy difícil garantizar el acceso a la atención sanitaria para estas personas, y no tienen comunicación con sus familias", dijo Rodríguez.
Concavitrans, que acusa a la policía de violar los derechos humanos al detener a personas trans, ha documentado abusos, burlas y malos tratos por parte de agentes de policía en el último año. Dos mujeres trans, detenidas el pasado mes de abril, fueron expuestas en las redes sociales con nombres que no coincidían con su identidad de género.
Empobrecidos y marginados
Se afirma que las maras (que se originaron en Los Ángeles en los años 80 y se extendieron a Centroamérica tras la deportación de salvadoreños una década después) actúan en el 94% de los municipios del país.
En los barrios abandonados y empobrecidos, donde el gobierno salvadoreño no proporciona seguridad, las bandas intervienen y toman el control de todos los aspectos de la vida. Históricamente, las mujeres y las niñas han sido objetivo de las pandillas, que abusan de ellas sexual y psicológicamente. Algunas mujeres se convierten en integrantes de las bandas, pero rara vez ocupan puestos de alto rango.
Las comunidades LGBTQ suelen ser blanco de la violencia de las bandas, especialmente las mujeres transexuales, que se ven obligadas a trabajar en la industria del sexo y el tráfico de drogas. Rodríguez, de Concavitrans, afirma que suelen ser forzadas a participar en estas actividades, en lugar de incorporarse voluntariamente.
Ahora, las personas que viven en barrios pobres o que están relacionadas con miembros de bandas deben temer a la policía, según los grupos de derechos humanos.
"Lamentablemente, algunas personas se ven obligadas a convivir con estos grupos , pero eso no significa que formen parte de las pandillas, ni que sean responsables de... los comportamientos abusivos de las bandas, como los homicidios, el reclutamiento de menores y la violencia sexual", afirmó Pappier.
Los grupos marginados, especialmente las personas de color y/o con tatuajes (los tatuajes están fuertemente asociados a las pandillas en El Salvador), también son objeto de ataques y acusaciones, incluso si han sido víctimas del comportamiento de las pandillas, dijo Montti.
Los grupos de derechos humanos también están preocupados por la prevalencia de las denuncias anónimas que conducen a detenciones sin pruebas ni investigación, como ocurrió con Keiry Molina, extremo permitido en virtud del estado de excepción.
Comentarios
Animamos a todo el mundo a que haga comentarios, Por favor, consulte las intrucciones de openDemocracy para comentarios