
Es hora de que Ruanda le dé una oportunidad a la no violencia
Una larga historia de ejercicio de la violencia política mantiene a Ruanda atrapada en un ciclo imposible

Viví en carne propia la violencia política de Ruanda. Cuando regresé al país en 2010, con la intención de postularme a la presidencia, me pusieron presa. Pasé ocho años en prisión, cinco de ellos en régimen de aislamiento. Hoy, ocho de mis partidarios siguen en la cárcel por comprar un libro y asistir a una sesión de formación en línea sobre la filosofía de la no violencia.
Según las organizaciones de derechos humanos, el gobierno de Ruanda ejerce habitualmente la violencia física y estructural. Los reportes con denuncias incluyen asesinatos de opositores políticos tanto dentro como fuera del país. Críticos del gobierno, YouTubers, periodistas independientes y aspirantes al poder político desaparecen por la fuerza o son encarcelados.
El uso de la violencia para acceder al poder político y mantenerse en él no es nuevo en Ruanda. La historia del país, desde la monarquía hasta la república, ha estado marcada por la violencia.
Una larga historia de violencia
Podría decirse que la tradición de derramar sangre en aras del poder la inició en el siglo XVIII el rey Kigeri VI Rwabugiri, con una política expansionista que lo llevó a atacar a los países vecinos al menos 20 veces durante sus 40 años de reinado. En el siglo XIX, en lo que se denominó el "golpe de estado de Rucunshu", el rey Rutarindwa fue derrocado y asesinado junto con toda su familia y allegados.
El periodo que condujo a la independencia del dominio colonial belga también estuvo marcado por la violencia. Culminó con la revolución de 1959, que obligó al rey y a muchos otros ruandeses a exiliarse. En 1961, Ruanda se convirtió en una república. Y en 1962, obtuvo la independencia.
El primer gobierno republicano, que no consiguió el regreso voluntario y seguro de los ruandeses obligados a exiliarse durante la revolución de 1959, se vio asediado por ataques de grupos armados de estos exiliados hasta finales de la década de 1960. Finalmente fue derrocado, y sus líderes asesinados, en el golpe de estado de 1973. Más ruandeses debieron exiliarse.
El segundo gobierno republicano instauró un régimen político de partido único y condujo el país durante más de dos décadas, violando los derechos humanos y afianzando la violencia estructural en la gestión social, política y económica de Ruanda.
En la década de 1990, poco después de que el FPR llegó al poder por primera vez, encabezó una consulta nacional para decidir cómo se gobernaría Ruanda, y finalmente se decantó por lo que se dio en llamar "democracia consensuada". Pero esta devino gradualmente en un sistema en el que el FPR gobernante dicta las condiciones a los demás partidos políticos, en tanto domina los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
Mientras tanto, el ambiente político evoluciona. Las voces disidentes, que ofrecen perspectivas nuevas y diferentes sobre cómo debe gobernarse el país, van en aumento, aunque aquellas que se atreven a destacar son silenciadas rápida y agresivamente.
La "democracia consensuada" de Ruanda necesita un reajuste. Necesitamos un nuevo diálogo interno no violento, que incluya las voces disidentes y las organizaciones de la sociedad civil que existen dentro y fuera de Ruanda.
Como dijo Mahatma Gandhi, pionero de la filosofía y la estrategia de la no violencia, en una entrevista hace casi 100 años, "nada duradero puede construirse sobre la violencia".
Ese régimen tampoco resolvió el problema de los refugiados. Entre 1990 y 1994, los refugiados, encabezados por el Frente Patriótico Ruandés (FPR) lanzaron una guerra contra el régimen de Kigali, en parte para presionar por su regreso al país.
En 1993 se firmó un primer acuerdo de paz entre el FPR y el gobierno de Kigali. Unos meses más tarde, el presidente Juvénal Habyarimana murió cuando el avión en el que viajaba fue derribado en la noche del 6 de abril de 1994. La guerra civil se reanudó y culminó con el genocidio de 1994 contra la población tutsi. Más ruandeses se exiliaron.
En los últimos 28 años, tras el genocidio y la guerra que ganó finalmente el FPR, los ruandeses siguieron recurriendo a la violencia política. El FPR intentó repatriar por la fuerza a los refugiados que se encontraban en la República Democrática del Congo, invadiendo ese país a fines de la década de 1990. Miles de estos refugiados y de habitantes locales perdieron la vida en este conflicto. El FPR consiguió el retorno de algunos refugiados, pero no de todos.
Ahora, nuevos grupos armados de refugiados ruandeses quieren derrocar a las autoridades en funciones, en un conflicto que es fuente de tensión constante entre Ruanda y los países vecinos, que acogen a estos refugiados. No hay dudas de que esta situación contribuye a la inestabilidad de la región de los Grandes Lagos de África Oriental.
Avanzar hacia la no violencia
Mientras la ONU celebraba el Día Internacional de la No Violencia (el 2 de octubre, fecha de nacimiento de Mahatma Gandhi), yo reflexionaba sobre cómo podría Ruanda adoptar un sistema de gobierno pacífico y alejarse de esta larga trayectoria de violencia.
En el centro de esta violencia está la falta de consenso interno – no nos ponemos de acuerdo sobre los valores y objetivos comunes de la nación, ni sobre cómo garantizar una buena gobernabilidad.
Por lo tanto, el primer paso hacia la no violencia requiere que Ruanda busque un nuevo consenso sobre gobernabilidad, basado en un relato común de nuestra historia y en una cultura de tolerancia y respeto mutuo hacia opiniones diferentes y diversas.

Mahatma Gandhi en un sello postal de Ruanda
Peregrine / Alamy Stock Photo
En la década de 1990, poco después de que el FPR llegó al poder por primera vez, encabezó una consulta nacional para decidir cómo se gobernaría Ruanda, y finalmente se decantó por lo que se dio en llamar "democracia consensuada". Pero esta devino gradualmente en un sistema en el que el FPR gobernante dicta las condiciones a los demás partidos políticos, en tanto domina los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
Mientras tanto, el ambiente político evoluciona. Las voces disidentes, que ofrecen perspectivas nuevas y diferentes sobre cómo debe gobernarse el país, van en aumento, aunque aquellas que se atreven a destacar son silenciadas rápida y agresivamente.
La "democracia consensuada" de Ruanda necesita un reajuste. Necesitamos un nuevo diálogo interno no violento, que incluya las voces disidentes y las organizaciones de la sociedad civil que existen dentro y fuera de Ruanda.
Como dijo Mahatma Gandhi, pionero de la filosofía y la estrategia de la no violencia, en una entrevista hace casi 100 años, "nada duradero puede construirse sobre la violencia".
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