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Brasil: Lula vence y no habrá golpe

Lula va a tener difícil gobernar para todos en un Brasil roto por la mitad pero, a pesar de la alta tensión, ganó la esperanza y la transición ha comenzado.

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Francesc Badia i Dalmases
1 noviembre 2022, 10.15pm

El candidato Lula da Silva en una visita electoral a Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, durante la campaña para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2022

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Brasil es un país fuertemente emocional y ha vivido el resultado electoral casi como una final de campeonato de futbol entre dos equipos irreconciliables. La tensión que ha presidido la campaña se ha trasladado a la calle, y el bloqueo de centenares de carreteras por parte de grupos radicales bolsonaristas en clara actitud golpista ha puesto en jaque al país entero. Pero finalmente, y después de más de dos día de tenso silencio, Bolsonaro habló unos instantes para decir que actuaría según la constitución, aunque no tuvo la dignidad democrática de reconocer explícitamente su derrota.

Pero el resultado de la elección fue incontestable. Al final, fueron 2.148.645 (el los votos que decantaron la victoria de Lula, que obtuvo un 50,90% frente al Bolsonaro 49,10% de Bolsonaro. Este resultado, aunque representa una divergencia en votos mucho menor que el de la primera vuelta, donde la diferencia a favor de Lula fue de 6.187.159 votos, resultó lo suficientemente amplia como para ser incontestable.

Ciertamente, recortar más de 4 millones de votos en el mes que separa la primera de la segunda vuelta es un gran resultado para la agresiva campaña de desinformación de Bolsonaro, que puso todos los medios, lícitos e ilícitos, y el peso de la maquinaria del gobierno a su favor, pero que al final no logró el objetivo de sobrepasar a Lula.

No fueron banales los incidentes que perjudicaron su campaña, como la detención de un exdiputado amigo y aliado de Bolsonaro que recibió a la policía disparando un fusil automático y lanzando granadas cuando iban a detenerle por delito electoral, o la actuación de una destacada senadora bolsonarista, que persiguió en plena calle, apuntándole con una pistola, a un partidario de Lula que la había increpado. El hecho de que el perseguido a punta de pistola fuera negro no pasó desapercibido para tantas víctimas de la violencia racista que pervive en Brasil y que Bolsonaro encarna.

Pero la victoria de Lula es una victoria heroica de la democracia y de los valores de la diversidad y de la justicia social, sobre todo teniendo en cuenta que hace cuatro años Lula era un personaje encarcelado y destruido, y que su partido, el PT, luchaba por sobrevivir.

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A cuatro días de la segunda vuelta electoral en Brasil, Lula da Silva mantiene una pequeña pero consistente ventaja sobre Jair Bolsonaro, mientras éste se prepara para denunciar un fraude en caso de salir derrotado

En su discurso de la noche electoral, Lula exhibió su perfil más moderado y afirmó que no hay dos Brasil sino uno. Esto suena bien, pero en realidad, tras la votación, el país aparece dividido por algunas líneas gruesas entre derecha e izquierda, como norte y sur, áreas rurales y centros urbanos, evangelistas y católicos, clases medias y altas y clases populares.

Lula va a tener que gobernar para todos en este Brasil roto por la mitad. Eso no va a ser fácil después de cuatro años de división y odio fomentado por Bolsonaro y su programa neofascista, su incompetencia y su talante provocativo, despótico y mesiánico. Su dolorosa derrota electoral (es el primer presidente que no consigue renovar mandato desde la restauración de la democracia en 1988) hace que el resentimiento sea una de las emociones con las que tendrá de lidiar Lula en los próximos tiempos en su empeño por la reconciliación.

El presidente saliente, en una actitud inédita, ha tardado más de 48 horas en pronunciarse sobre el resultado, alimentando todo tipo de especulaciones mientras partidarios suyos bloqueaban carreteras en todo el país. Se desataron protestas coordinadas que han buscado movilizar a los bolsonaristas para contestar la elección de Lula, con una clara intención golpista. Afortunadamente, tras alguna vacilación por parte de la policía federal de carreteras, esta actitud no contó con el respaldo de los hombres fuertes del bolsonarismo, ni de las autoridades judiciales . la policía o el ejército, quienes presionaron al presidente para que imponga la ley y restablezca el orden en el país.

Finalmente, en un discurso vago y de apenas dos minutos y medio, claramente fruto de una larga negociación interna, Bolsonaro aludió al sentimiento de injusticia e indignación sobre cómo transcurrió el proceso electoral para justificar las movilizaciones y alentar su golpismo. Incluyéndose entre los que protestas, dijo que ellos iban a adoptar los métodos radicales que atribuyó a la izquierda, y afirmó que no se podía violar “el derecho a ir y venir”. También dijo, y esto fue quizás lo más importante, que iba a cumplir sus responsabilidades constitucionales. Le sobró cobardía y le faltó el coraje y la decencia de reconocer explícitamente su derrota electoral, aunque pareció que daba por buenos los 58 millones de votos que obtuvo y, en un brindis al sol, apeló a los colores verde y amarillo, al lema “orden y progreso”, y al eslogan de “Dios, patria, familia y libertad” que define su movimiento.

El tan temido golpe quedó descartado, y se produjo un enorme alivio en todo el país

Acto seguido, Ciro Nogueira, cuyo cargo de ministro de la Casa Civil equivale al de jefe de gabinete, manifestó que estaba autorizado por el presidente para iniciar el proceso de transición, y que se pondría en contacto con Geraldo Alckmin, vicepresidente de Lula, para activar la maquinaria del traspaso de poderes, que deberá culminar el día 1 de Enero. Con esto, el tan temido golpe quedó descartado, y se produjo un enorme alivio en todo el país.

La noche de su victoria, Lula desgranó una intensa agenda social y de educación, puso el acento en la lucha contra la crisis climática (prometió deforestación cero en el Amazonas) y una vuelta de Brasil a la escena mundial con vocación de liderazgo. Pero para llevar a cabo sus propósitos Lula va a tener que forzar las costuras de un equilibrio fiscal roto por su adversario político en su afán de resultar elegido.

Este será el tercer mandato de Lula al frente del país, y presumiblemente el más difícil. Más allá de la división social existente, el gobierno de Lula tendrá que enfrentarse a una situación económica compleja, con un entorno internacional oscuro y determinado por la salida de la pandemia y por la guerra de Rusia contra Ucrania, lo que ha provocado importantes tensiones inflacionistas y una subida generalizada de los tipos de interés que auguran un período de inestabilidad de dimensiones aún inciertas.

Además de inventar la fórmula para financiar su agenda social, Lula buscará frenar la degradación acelerada de la región amazónica que se encuentra en una situación crítica tras décadas de una sobreexplotación que se aceleró notablemente en los últimos cuatro años, amparada en la luz verde a la depredación que concedió el gobierno Bolsonaro. La deforestación, la minería ilegal, la expansión del agronegocio y la ocupación de tierras son problemas que necesitarán atención urgente.

En este frente, Lula podrá contar con la solidaridad de la comunidad internacional y, previsiblemente, muchos de los fondos para la protección del Amazonas que se retiraron ante la elección de Bolsonaro van a regresar al país. La vuelta de Marina Silva, la líder ambientalista que ya fue ministra con Lula en su primer gobierno y que puso en marcha un potente paquete de medidas para la protección del Amazonas sus pobladores, es una buena noticia.

Otro frente importante para Lula será el regreso de Brasil a la escena internacional, donde intentará recuperar su papel de liderazgo regional y su apuesta por un sistema multilateral latinoamericano muy debilitado y desnortado. También deberá revisar la posición de Brasil en los llamados BRICS, ante las acentuación del autoritarismo militarista en Rusia y China y la deriva antidemocrática en la India, y deberá además repensar qué significa el Sur Global y las relaciones Sur-Sur.

La vuelta de Brasil a la escena global en estos momentos críticos es una gran noticia, y si la bandera es la defensa de los valores democráticos y de una Amazonía a punto de ser destruida completamente, el mundo ha salido ganando en esta elección crucial.

La tensión en la calle y la división en el país se va a prolongar todavía unos días, si no unos meses. Pero el efecto euforizante de la victoria sobre el fascismo bolsonarista y la energía positiva que Lula es capaz de desatar, trae un aire de optimismo a Brasil, a la región y al mundo que, sin duda, refuerza nuestra esperanza de poder ser algo felices.

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