Acto seguido, Ciro Nogueira, cuyo cargo de ministro de la Casa Civil equivale al de jefe de gabinete, manifestó que estaba autorizado por el presidente para iniciar el proceso de transición, y que se pondría en contacto con Geraldo Alckmin, vicepresidente de Lula, para activar la maquinaria del traspaso de poderes, que deberá culminar el día 1 de Enero. Con esto, el tan temido golpe quedó descartado, y se produjo un enorme alivio en todo el país.
La noche de su victoria, Lula desgranó una intensa agenda social y de educación, puso el acento en la lucha contra la crisis climática (prometió deforestación cero en el Amazonas) y una vuelta de Brasil a la escena mundial con vocación de liderazgo. Pero para llevar a cabo sus propósitos Lula va a tener que forzar las costuras de un equilibrio fiscal roto por su adversario político en su afán de resultar elegido.
Este será el tercer mandato de Lula al frente del país, y presumiblemente el más difícil. Más allá de la división social existente, el gobierno de Lula tendrá que enfrentarse a una situación económica compleja, con un entorno internacional oscuro y determinado por la salida de la pandemia y por la guerra de Rusia contra Ucrania, lo que ha provocado importantes tensiones inflacionistas y una subida generalizada de los tipos de interés que auguran un período de inestabilidad de dimensiones aún inciertas.
Además de inventar la fórmula para financiar su agenda social, Lula buscará frenar la degradación acelerada de la región amazónica que se encuentra en una situación crítica tras décadas de una sobreexplotación que se aceleró notablemente en los últimos cuatro años, amparada en la luz verde a la depredación que concedió el gobierno Bolsonaro. La deforestación, la minería ilegal, la expansión del agronegocio y la ocupación de tierras son problemas que necesitarán atención urgente.
En este frente, Lula podrá contar con la solidaridad de la comunidad internacional y, previsiblemente, muchos de los fondos para la protección del Amazonas que se retiraron ante la elección de Bolsonaro van a regresar al país. La vuelta de Marina Silva, la líder ambientalista que ya fue ministra con Lula en su primer gobierno y que puso en marcha un potente paquete de medidas para la protección del Amazonas sus pobladores, es una buena noticia.
Otro frente importante para Lula será el regreso de Brasil a la escena internacional, donde intentará recuperar su papel de liderazgo regional y su apuesta por un sistema multilateral latinoamericano muy debilitado y desnortado. También deberá revisar la posición de Brasil en los llamados BRICS, ante las acentuación del autoritarismo militarista en Rusia y China y la deriva antidemocrática en la India, y deberá además repensar qué significa el Sur Global y las relaciones Sur-Sur.
La vuelta de Brasil a la escena global en estos momentos críticos es una gran noticia, y si la bandera es la defensa de los valores democráticos y de una Amazonía a punto de ser destruida completamente, el mundo ha salido ganando en esta elección crucial.
La tensión en la calle y la división en el país se va a prolongar todavía unos días, si no unos meses. Pero el efecto euforizante de la victoria sobre el fascismo bolsonarista y la energía positiva que Lula es capaz de desatar, trae un aire de optimismo a Brasil, a la región y al mundo que, sin duda, refuerza nuestra esperanza de poder ser algo felices.
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