
Barbados se ha librado de sus ataduras coloniales. Es la hora del verdadero cambio
Barbados ha prescindido de la reina de Inglaterra como su jefe de Estado, al tiempo que inicia un nuevo viaje nacional para eliminar cualquier persistente influencia británica

Barbados ha completado su transición a un sistema de gobierno republicano. A partir de hoy, 30 de noviembre, fecha en la que se cumple el 55º aniversario de su independencia de Gran Bretaña, el jefe de Estado de Barbados deja de ser la reina británica. La palabra "real" desaparecerá de los nombres de sus instituciones, que ya no llevarán la insignia de Su Majestad la Reina Isabel II. En su lugar, la pequeña isla caribeña tiene su primera presidenta elegida, Dame Sandra Mason, que representa la lucha de Barbados por la autodeterminación y cuyo mandato no durará toda la vida.
Para muchos en todo el mundo, el alejamiento de la monarquía británica es una separación madura y progresiva del antiguo dueño colonial de la isla. Para la población de Barbados, de algo menos de 300.000 habitantes, es un periodo enormemente significativo que pone fin a más de 400 años de dominio británico, que implicó la forma más inhumana del comercio de esclavos durante varios siglos.
Barbados fue "el lugar colonial británico de la primera 'sociedad de esclavos negros'", señala Hilary Beckles, historiador barbadense y presidente de la Comisión de Reparaciones de la Comunidad del Caribe (CARICOM). "La sociedad más sistemáticamente violenta, brutal y racialmente inhumana de la modernidad".
Muchos de mis compatriotas jóvenes de Barbados ven el 30 de noviembre como el inicio de una nueva andadura nacional. De hecho, muchos de nosotros no nos conformamos con el simple simbolismo de tener un jefe de Estado barbadense. Por el contrario, vemos la necesidad de dejar atrás un orden secular que confería un enorme poder a un concepto de soberanía hereditaria que nunca fue coherente con nuestra identidad. Como soberano, el monarca británico posee todas las tierras del Estado, los edificios, el equipamiento, las empresas estatales, los derechos de autor de las publicaciones gubernamentales y emplea a todo el personal del gobierno.
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La mayoría de los barbadenses de entre 18 y 35 años conocen los detalles clave de la trata transatlántica de esclavos. Nuestros antepasados llegaron aquí tras ser secuestrados de sus hogares en África Occidental, despojados de su dignidad y obligados a trabajar en plantaciones de azúcar en condiciones agotadoras como propiedad de la burguesía británica.
Esta forma bárbara y brutal de tráfico de personas, asesinatos, torturas y violaciones hizo ricos a los autores de estos atroces crímenes. Amasaron enormes fortunas, que sentaron las bases de una riqueza multigeneracional. Los jóvenes barbadenses saben ahora que, con el tiempo, esas fortunas manchadas de sangre fueron consideradas tan gloriosas por los esclavistas que la isla era comúnmente llamada "Pequeña Inglaterra" y considerada como un modelo casi perfecto para el comercio.
Ese fue sólo el comienzo de un período de atrocidades tácitas, que duró más de 300 años. Continuó mucho más allá de la abolición de la trata transatlántica de esclavos en 1807 y de la abolición formal de la esclavitud por parte de las asambleas coloniales del Caribe en 1838.
Nuestros antepasados fueron obligados a trabajar en condiciones agotadoras como propiedad de la burguesía británica
El comercio de esclavos fue, por supuesto, respaldado por la familia real británica. Junto con otras familias británicas ricas, la realeza británica desempeñó su papel en esta forma tan despreciable de capitalismo. El Barbadian, un periódico de Bridgetown que se publicó de 1822 a 1861, informó de una proclamación de 1824 del rey Jorge IV, en la que se afirmaba que la "población esclava... no merecerá nuestra protección si no se somete por completo a las leyes, así como a la obediencia debida a sus amos".
El legado de la esclavitud es el subdesarrollo y la dependencia. Esta dependencia era tan profunda que cuando Gran Bretaña respondió a la caída de los beneficios de su proyecto colonial con el "regalo" de la independencia, Barbados se vio obligada a aceptar al monarca británico como propio. También heredamos el sistema de gobierno de Westminster, el Consejo Privado británico como tribunal de última instancia y muchas leyes antiguas, incluida la criminalización de las relaciones entre personas del mismo sexo.
Tras obtener la independencia, Barbados creó sistemas que podían ayudar a levantar al ciudadano negro medio, que invariablemente descendía de ancestros esclavos. Todos tuvieron acceso a la educación, la sanidad y las comidas escolares gratuitas. Bajo el mandato del primer primer ministro, Errol Barrow, se estableció un sistema de seguridad social.
Aun así, Barbados conservó cierta admiración por la familia real británica en los años inmediatamente posteriores a la independencia. Ahora esto ha disminuido, ya que los jóvenes barbadenses conocen su historia y la de las Indias Occidentales. De hecho, muchos han llegado a cuestionar la decisión de la primera ministra Mia Mottley de instar al príncipe Carlos a ser el invitado de honor en las celebraciones de nuestra república. Un joven abogado tuiteó: "¿Va a venir con reparaciones?".
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Lo que representa la familia real británica está en la mente de los jóvenes de Barbados cuando piensan en la autodeterminación real. Cincuenta años después de la independencia, una clase de barbadenses más educada y consciente es capaz de identificar las flagrantes deficiencias de una sociedad que sufrió 400 años de opresión.
Existe una aceptación abrumadora de que ha llegado el momento de iniciar un proceso de reforma social más profundo, de redactar una nueva constitución y de consagrar un sistema de gobierno y de orden social que refleje lo que somos como pueblo y aborde las luchas históricas que nos definen.
Por eso tiene sentido el plan de diez puntos esbozado por la Comisión de Reparaciones de la CARICOM. Ofrece un "camino hacia la reconciliación, la verdad y la justicia" para las víctimas de la trata de esclavos, comenzando por una disculpa completa y formal de varios gobiernos europeos. También sugiere planes de rehabilitación psicológica, cancelación de la deuda, erradicación del analfabetismo y transferencia de tecnología de los antiguos amos esclavistas del Caribe.
Dicho esto, la próxima transición de Barbados también ha suscitado algunos cuestionamientos. Algunos académicos y comentaristas se muestran escépticos de que el cambio a una república sea de algún modo significativo o revolucionario. Argumentan que este paso ya lo han dado al menos cinco países de la CARICOM: Haití, Dominica, Trinidad y Tobago, Guyana y Surinam.
Los escépticos también dicen que, a todos los efectos, Barbados ya tiene una medida de control de su propio destino desde su independencia en 1966.
En 2003, por ejemplo, el país sustituyó el comité judicial del Consejo Privado, con sede en Londres, por el Tribunal de Justicia del Caribe, situado en Trinidad, como tribunal de última instancia. Pero todo su sistema parlamentario, adoptado de Westminster, sigue confiriendo un enorme poder al primer ministro. Hay pocos controles y equilibrios en el gabinete y pocas oportunidades para el tipo de compromiso cívico necesario para la próspera democracia participativa que desean muchos barbadenses. Como muchos otros, esperaba que la amplia mayoría parlamentaria de Mottley la obligara a introducir cambios significativos en las estructuras de gobierno coloniales.
Muchos han cuestionado la invitación del Príncipe Carlos a nuestras celebraciones: "¿Va a venir con reparaciones?
También hay algunos conflictos morales internos entre liberales y conservadores sobre cuánto del viejo orden debe cambiar en última instancia. Los liberales están convencidos de que muchas de las rígidas exigencias de la religión impuesta por Europa son responsables de las actitudes serviles a la esclavitud y el colonialismo. Los tradicionalistas, en cambio, aborrecen el más mínimo sentimiento "anti-Dios".
Humanists Barbados, una organización de derechos humanos, pide que se elimine toda referencia a Dios en la legislación de la isla, empezando por la constitución, que reconoce la "primacía" de Dios. El grupo también está presionando para que se eliminen las oraciones en las escuelas y se adopten derechos para la comunidad LGBTQ.
También hay un importante debate en curso sobre hasta qué punto el uso de los castigos corporales en los hogares y en los centros de enseñanza primaria y secundaria representa una forma inhumana de castigo heredada del sistema esclavista. A un nivel superior, el mantenimiento de la pena capital por asesinato entra de lleno en estos debates.
Pero por ahora, Barbados está disfrutando de un momento de gran emoción, aunque desgraciadamente se produce en medio de un periodo de dificultades económicas para los habitantes de la isla, que dependen en gran medida de la fortuna de una industria turística que sigue estando paralizada por la crisis del COVID-19. El país se encuentra en la oleada más mortífera del virus desde el inicio de la pandemia, lo que ha llevado a la introducción de restricciones a las reuniones y a un toque de queda a medianoche. Los cinco días de celebraciones previstos para esta trascendental ocasión se vivirán, para muchos, en casa.
En el futuro inmediato, algunas de las viejas costumbres permanecerán incluso después de que la transición republicana haya concluido ceremonialmente. Pero el gobierno y el pueblo de Barbados tienen la obligación moral de someterse a un largo periodo de diálogo respetuoso sobre el tipo de país que deseamos para nosotros, nuestros hijos y todas las generaciones siguientes.
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