
Lula da Silva durante una rueda de prensa en la sede del Partido de los Trabajadores donde afirmó que seguirá siendo candidato a la presidencia de Brasil en 2018. Sao Paulo, Brasil. 13 de julio, 2017. Rahel Patrasso/Xinhua News Agency/PA Images. Todos los derechos reservados.
Una frase lapidaria presidía la portada de la revista IstoÉ del 04 de agosto de 2017: "Nace el anti Lula". El millonario João Dória, entonces alcalde de São Paulo, mostraba su mejor sonrisa. Dória, último invento de las élites, arrasaba con un discurso antipolítico. "João Dória se consagra como el adversario directo del líder petista Lula", afirmaba la revista IstoÉ.
Cuando la portada del "anti Lula" llegó a los quioscos, el conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileira (PSDB), el partido tucano (cuyo nombre deriva del pájaro tropical azul y amarillo del mismo nombre, que le sirve de mascota), no tenía candidato presidencial. Lula capitalizaba el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff. Y nadie hablaba demasiado del exmilitar Jair Bolsonaro.
Un creciente antipetismo acabó fraguando un nuevo "anti Lula", que al principio no era Jair Bolsonaro sino el millonario João Dória.
En el creciente antipetismo se estaba fraguando un nuevo "anti Lula". Y Dória había ganado el casting. "Yo soy el anti Lula. Estar contra Lula es estar a favor de Brasil", aseguraba Dória. Cuando Arnold Schwarzenegger visitó a João Dória en São Paulo le saludó con un mediático "Hello, Mr. President".
Sin embargo, los barones tucanos frenaron al interesado Dória. Había fila. Dória acabó siendo candidato del PSDB al Estado de São Paulo. Y el sistémico Geraldo Alckmin fue el candidato. Durante la guerra de tronos tucana, el antipetismo cabalgaba ya lejos de Alckmin. Sin Dória, el anti Lula era otro: Jair Bolsonaro.
A finales de 2017, Lula se disparaba en las encuestan. Y usaba el antilulismo como trampolín. La prisión de Lula reforzó los dos bloques. De un lado, la narrativa del golpe contra la democracia". Del otro, el discurso de odio, el antipetismo y el radicalismo anti establishment de Jair Bolsonaro.
La polarización extrema en la elección presidencial ha provocado que desaparezca el centro y cualquier posibilidad de tercera vía.
Y ha ganado, por goleada, el falso outsider Jair Bolsonario, que no sólo ha estado a punto de ganar la elección presidencial en primera vuelta, sino que ha barrido el sistema de partidos brasileño. El bolsonarismo ha arrasado el centro derecha tradicional, el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB) y el Movimento Democrático Brasileiro (PMD) de Michel Temer, aliado histórico de todos los gobiernos. El Partido Social Liberal (PFL).
Y la polarización extrema en la elección presidencial ha provocado que desaparezca el centro y cualquier posibilidad de tercera vía. El centro izquierdista Ciro Gomes, con un digno 12,47% de los votos, es el único que ha sobrevivido. Lejos, eso sí, de pasar al segundo turno.
La competición histórica entre el PT y el PSDB quedó sepultada bajo una polarización visceral. Monica de Bolle, directora de los estudios latino americanos de la Universidad John Hopkins de Baltimore alertaba hace unas semanas sobre unas "peligrosas elecciones" que fueran " un referéndum sobre el PT o sobre el régimen militar”. ¿Cuándo nació una polarización tan salvaje? ¿Hasta qué punto la candidatura de Lula ha alimentado al anti Lula?
Radicalización
El PT, lejos de rehuir la polarización, la ha incentivado. Hace meses que tienen lista la idea central campaña para el segundo turno entre Fernando Haddad y Jair Bolsonaro: un binario "civilización o barbarie". El abultado resultado de Jair Bolsonaro, que ha sacado mucho más provecho de la polarización, ya está cambiando el rumbo de la campaña de Haddad. ¿Por qué el PT apostó todo a esta polarización?
"La izquierda piensa que Bolsonaro es el enemigo. Personas como Breno Altman confirman la predilección por Bolsonaro", afirma Sílvio Pedrosa, profesor de la Universidad Nômade. La estrategia petista de apostar por Lula ha sido eficiente para hacer posible la candidatura de Fernando Haddad, para mantener la hegemonía en la izquierda y para reconstruir un partido dañado por su giro al centro. El PT ha recuperado la confianza del 20% de los brasileños, sin ningún atisbo de auto crítica.
¿Cuál es el precio de la lulificación de estas elecciones? Francisco Foureaux, vinculado al colectivo Tarifa Zero de Belo Horizonte, considera al PT irresponsable: "El PT desea un segundo turno contra el neofascismo, porque es la alternativa para su plan de poder, provocando una alianza artificial de todo el campo democrático, del centro derecha a la extrema izquierda, para llevar a su candidato al poder. Y que se joda el país".
En las elecciones de 2014, la estrategia del PT fue apostar por la polarización con el PSDB, para evitar el ascenso de Marina Silva.
El PT hace años que abraza la polarización. Durante el Mundial de Fútbol de 2014 lanzó un chantaje emocional a los movimientos sociales: quien no apoyara a la selección de fútbol era coxinha (pijo de derecha). El PT aparcó así la brecha de las jornadas de junio, las revueltas de 2013 que no tuvieron cariz partidista ni lógicas binarias. En las elecciones de 2014, la estrategia del PT fue apostar por la polarización con el PSDB, para evitar el ascenso de Marina Silva.
La candidatura de Lula, en palabras de Silvio Pedrosa, pretende mantener a la sociedad polarizada entre lulismo y antipetismo, impidiendo posibles terceras vías: "La desconstrucción de Marina Silva en 2014 y las bajezas contra Ciro Gomes en 2018 lo comprueban". Para la investigadora carioca Marcela Canavarro, de la Universidade de Porto, la candidatura de Lula refuerza la polarización con Bolsonaro, aunque coloca la responsabilidad en la persecución judicial: "Mucha gente de izquierda que había abandonado al PT volvió, como respuesta a la persecución".
La paradoja es que estas elecciones no han polarizado los extremos, Jair Bolsonaro y Guilherme Boulos, del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL). Fernando Haddad, forzando un relato más similar al PT de 1989 que al de 2002, ocupa ese extremo que no le correspondería por su programa. Y ese propio relato ha sido el arma que Lula ha usado para eliminar a las dos únicas alternativas que han surgido para disputar su legado y un plan progresista para Brasil, Marina Silva y Ciro Gomes.
Lula usó la polarización para eliminar a las dos únicas alternativas que han surgido para disputar su legado y un plan progresista para Brasil: Marina Silva y Ciro Gomes.
Irresponsabilidad tucana
El ascenso de Jair Bolsonaro tiene un cómplice: el PSDB. Y por extensión, la derecha empresarial y la élite. Aunque la derecha nunca controló las jornadas de junio de 2013, intentaron canalizar las calles contra el Gobierno petista. Los medios de comunicación maniobraron contra Dilma y grupos como Verdade Nua & Crua o el Movimento Contra a Corrupção hicieron horrible el ambiente.
La derecha fue jaleando un antipetismo visceral, regándolo con recursos y visibilidad mediática. Desde finales de 2014, el Movimento Brasil Libre (MBL), que goza de toda la simpatía tucana, emana odio contra el petismo.
La ola de manifestaciones convocadas por la derecha en São Paulo en 2015 fue el punto de no retorno del petismo. A pesar de que la mayoría de los manifestantes defendían pautas progresistas, el PT las calificó de derechistas. Y renunció a la pauta anticorrupción.
La ola de manifestaciones convocadas por la derecha en São Paulo en 2015 fue el punto de no retorno del petismo.
El PSDB nunca criticó con claridad a los grupos prodictadura que iban saliendo del armario, porque estimaban capturar la mayoría de esos 44 millones de votantes antipetistas. Un error garrafal. Ese voto antipetista cultivado por los tucanos se lo lleva Bolsonaro. Otra paradoja: el 45% de quienes votan a João Dória como gobernador de São Paulo - que disputará el segundo turno - son electores de Bolsonaro. Bolso-dória, ese anti-Lula soñado.
De cualquier manera, afirmar que el petismo y el bolsonarismo son las dos caras de la misma moneda es injusto. "Pavimenta el camino para la adhesión a un proyecto explícitamente autoritario, abriendo las puertas al fascismo como estrategia de afirmación del antipetismo", asegura la analista Ana Carolina Evangelista.
Por otro lado, la letra pequeña de algunas encuestas revelan que el ascenso de Lula y Bolsonaro esconde emociones subconscientes. El 6% de los votantes de Lula votarán a Bolsonaro y el 13% de los bolsonaristas preferirían a Lula, según Datafolha. El fenómeno Lula-naro / Bolso-Lula insinúa una bolsa gigante de votantes que desean ser protegidos por candidatos salvadores de la patria.
Configurar un frente democrático multipartidista, ocupar los símbolos del bolsonarismo y comenzar a hablar de temas como la seguridad y la familia, podría aumentar las posibilidades de ver a Haddad en la presidencia
Fernando Haddad tiene el timón del segundo turno. Continuar con la polarización, con el "nosotros contra ellos", con Lula como epicentro emocional de la campaña y con el irreal relato del PT inicial reforzará al partido, a costa de entregar el gobierno a la ultra derecha.
Configurar un frente democrático multipartidista, ocupar los símbolos del bolsonarismo (comenzando por la bandera brasileña) y comenzar a hablar de temas como la seguridad y la familia (tan poco haituales en la izquierda), podrían aumentar las posibilidades de alzarse con la presidencia de la principal economía de América Latina.
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Una versión anterior de este artículo fue publicada en eldiario.es. Léala aquí
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