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El asalto a los cielos: ¿De arriba abajo o de abajo arriba? Las relaciones entre el movimiento municipalista y Podemos

Entre los errores de Podemos está el entender a sus comités locales (los famosos círculos), junto a iniciativas municipalistas, como meros generadores de reivindicaciones, y no como lugares de construcción colectiva y de creatividad política. English.

Curro Machuca-Prieto Javier Fernández-Cruz
16 diciembre 2015
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Asamblea popular. Málaga Ahora, Málaga. Photo supplied by author

“Acércate a mi, acércate. Te prometo que será hermoso”.

 Henry Miller, Carta a Anaïs Nin

A lo largo del verano de 2014 surgieron una serie de iniciativas de asalto institucional por todo el Estado Español: las candidaturas municipalistas. Tenían como base unos objetivos  comunes, tales como superar el bipartidismo, acabar con la corrupción política y alcanzar mayores cotas de democracia en el régimen local. La estrategia para llegar a ello fue conformar, en cada uno de esos lugares, una candidatura de confluencia donde participasen personas, más allá de las tradicionales formas, ya sean partidos u organizaciones de tipo social, cultural o político.  El municipalismo, por tanto, no es otra cosa que miles de vecinos y vecinas intentando construir conjuntamente un nuevo modelo para su ciudad.

Con la irrupción del 15M en la primavera de 2011, se inicia un período de ruptura con el régimen político del 78. A nivel local, la expresión de esta ruptura es el municipalismo, pues se entiende que las nuevas formas de hacer democracia empiezan por lo cercano. No obstante, unos pocos meses antes de que la hipótesis municipalista cobrara forma, el panorama político español ya se había visto sacudido por la irrupción de un nuevo partido: Podemos. Fueron muchas las pasiones que se generaron, pero en muchos entornos se consideraba que además del proceso discursivo, esta explosión necesitaba la creación de espacios reflexivos.

Es posible que el primer error de Podemos, el cual el municipalismo ha tratado de diluir, fuera investirse como el único agente de transformación posible. Sin embargo, hay que reconocer a Pablo Iglesias y su equipo que idearon un audaz dispositivo político y mediático que ha logrado insuflar de ilusión a amplios sectores sociales, y ha hecho creer a un amplio espectro social que las posibilidades de cambio eran reales. También es cierto que desde los movimientos sociales, aunque no sin recelos, se ha querido ver que la posibilidad de generar una composición con la fuerza emergente podría llegar a ser eficaz y más si se tiene en cuenta el caminar de Europa meridional hacia un marco de radicalización democrática.

Sea como fuere, los acontecimientos han cambiado con mucha velocidad. Ante los múltiples factores que han marcado la agenda de Podemos en los últimos meses, no se puede descartar la posibilidad real que tras el ciclo electoral que se cierra tras las elecciones del 20D se abra un complejo proceso de descomposición-recomposición dentro de Podemos que dé lugar a procesos presididos por dinámicas de grupo y lógicas identitarias todavía si cabe más férreas que las actuales. En positivo, no obstante, nos parece de justicia destacar la resignificación de ciertos conceptos simbólicos que nos han lastrado durante décadas. También es reseñable el hecho de que el partido se financie sin acudir a la banca, cosa no poco importante, y, sobre todo, la fuerza y aguante militante de los círculos.

Entendemos que las subjetividades en Podemos son múltiples. En la ciudad de Málaga, por ejemplo, son muchos los compañeras y compañeros, que además de participar en Podemos, aportan todo su hacer, saber y experiencia a la iniciativa municipalista local, Málaga Ahora. Se han sumado al proceso municipalista no desde posiciones partidistas, sino desde la plena confianza en gentes que proceden de otros sitios. La experiencia de las confluencias municipalistas, pues, tiene cosas que enseñar. Si nosotras hemos aprendido de este ensayo-error, Podemos también puede. De esta manera, las candidaturas ciudadanas han demostrado que si buscamos un cambio en la orientación política, lo primero de todo es también cambiar las formas: liderazgo distribuido, estructuras de organización flexibles en base a intereses comunes, horizontalidad en la toma de decisiones, escucha constante, participación colectiva. Todo esto se ha supeditado en Podemos por la inercia de tomar el poder, de crear hegemonía, por hacerse con la centralidad discursiva. Si algo nos ha enseñado entrar en los ayuntamientos, de hecho, ha sido que las limitaciones que impone el marco institucional sobre las estrategias de cambio son enormes. Las diferentes opciones municipalistas aprendieron de la noche a la mañana, lo necesario que construir una estructura organizativa que no solo sobrepase la forma-partido, sino que genere el músculo necesario para crear un contrapoder con el que poder apoyar la lucha desde los gobiernos instituidos. La radicalidad democrática que se supone estaba en el ADN original de Podemos no se va a alcanzar sin un movimiento autónomo al poder. En este punto el municipalismo, todavía incipiente, también se ha mostrado débil, pero a diferencia de Podemos si es consciente de ello.

Más cosas que aprender: cuando la confluencia no es real y se hace desde arriba, el batacazo puede ser enorme. Necesitamos el desborde: sin un sostén colectivo y una base de personas, lo que obtenemos es un sumatorio de las fuerzas previamente existente. A nuestro juicio, el error de Podemos está en entender los círculos, así como las propias apuestas municipalistas, simplemente como entidades generadoras de demandas y no como un espacio de creación y construcción colectiva. Por lo tanto, esto no sería más que una autolimitación ¿inconsciente? del potencial de la multitud deseante. Todo esto se traduce, en fin, en un tajante freno de la capacidad movilizadora que Podemos consiguió al principio, cuando su sustento eran los círculos y no la dirección. Esto causa la paradoja de que Podemos, como fuerza transformadora, ha capitalizado el cambio y a su vez le está poniendo límites.

La participación de más de 33.000 personas en el inédito proceso de primarias abiertas de las elecciones europeas de 2014 catapultó a Podemos a cotas previamente inalcanzables para formaciones fuera del establishment. Éstas ratificaron a Pablo Iglesias como el adalid del proceso transformador y una vez consolidado este liderazgo, la metodología de las primarias siguientes cambió. En un ansiada de homogeneización ideológica, se confrontaban en ellas a las listas seleccionadas por el núcleo irradiador del Consejo Ciudadano Estatal con otras figuras pertenecientes al partido. El eje central de Podemos justificó esta lógica en pos de tener una maquinaria de guerra bien engrasada, lo que se ha llamado un equipo de los mejores, en aras de crear una brecha definitiva al bipartidismo que les llevase a la victoria.

Además, la arrogancia a la hora de construir el discurso de cara a la campaña no tuvo en cuenta a las subjetividades propias de cada territorio, lo cual ha causado sonados fiascos electorales. A parte de en las principales ciudades, Podemos decidió no presentarse a las elecciones municipales y dio un leve apoyo a las iniciativas municipalistas. El éxito inesperado de muchas candidaturas locales puso las bases para emular dichos procesos de confluencia en las elecciones anticipadas de Cataluña a finales de septiembre de 2015. Sin embargo, dicha confluencia solo ocurrió sobre el papel y se firmaron pactos cupulares para crear una coalición con ICV y otras fuerzas tradicionales que se parecían más a las denunciadas fórmulas de la vieja política que los aciertos y errores políticos aprendidos en el asalto municipal. Tras una campaña muy marcada por el dilema independentista, los resultados finales fueron muy humildes y no sobrepasaron los trece escaños que en 2010 había conseguido ICV en los anteriores comicios. Ciudadanos, con un discurso liberal y anti-independentista fueron los claros ganadores pasando de 9 a 25 escaños, mientras que las CUP escalaron de los 3 a los 10 escaños, con una candidatura abiertamente independentista, y lo que es más importante, una amplia implantación en el territorio y un discurso mucho más fresco. Tras esto, una amplio espectro de la sociedad corría el riesgo de volver al vacío representativo. Por ello, algunos de los nodos municipalistas más fuertes, como es el caso de las mareas  gallegas o Barcelona en Comú en Cataluña, han dado un paso adelante y han creado candidaturas conjuntas con Podemos a las Cortes Generales, demandando a cambio grupos parlamentarios propios y dar el apoyo a la candidatura de Iglesias a la presidencia del gobierno. Estas próximas elecciones encontraremos en las urnas de una decena de circunscripciones nombres como Comú-Podem o En Marea-Podemos. Esta fórmula no tiene precedentes a escala estatal y a la hora de escribir estás líneas es aún pronto para hacer predicciones.

Para concluir, no podemos olvidar que el cambio tiene que sobrepasar la escala transnacional y aún con urgencia social, es un proceso que lleva tiempo. El municipalismo comienza en esta transformación a partir de la escala política más próxima: nuestros pueblos y ciudades. No obstante, España como estado no es más que una provincia de Europa. Para escenificar un genuino asalto a los cielos, debemos llevar a materializar un proceso que vaya de lo específico a lo general. Los concepto de estado, nación y patria han entrado ya en el discurso oficial de Podemos. Y aquí tenemos de nuevo, otra limitación.

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