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El terror asoló Brasil

Como hombre gay, abogado, activista de derechos humanos, que actuó directamente para obtener justicia en los crímenes de la dictadura militar, soy sin duda uno de los objetivos directos. Português English

Erick Curvelo
28 octubre 2018
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El miedo, la ansiedad y la depresión se apoderan de los defensores los derechos humanos en Brasil.

No solo por ser uno de los países que más asesinan defensores de derechos humanos en el mundo, según datos de la ONG Global Witness, sino porque este terrible escenario puede empeorar con el resultado de las elecciones presidenciales de este domingo.

El principal candidato, Jair Messias Bolsonaro, un capitán retirado del ejército que alaba la dictadura militar, está abiertamente a favor de la tortura, y ha propuesto una agenda para el acoso a las minorías y la devaluación de los derechos humanos. En varias ocasiones, el candidato declaró que "el error de la dictadura fue torturar, en vez de matar". Al mismo tiempo, despliega un arsenal de declaraciones homófobas, misóginas y racistas. Bolsonaro ya se declaró abiertamente homofóbico y dijo que preferiría un "hijo muerto a un hijo homosexual".

Como abogado de CEJIL, he litigado ante el sistema interamericano de derechos humanos varios casos de violaciones graves. En este rol, trabajé directamente en algunos casos de deuda histórica y crímenes de la dictadura militar brasileña. Brasiil es uno de los pocos países del continente americano donde no se ha puesto en marcha la justicia transicional. 

A diferencia de países vecinos como Argentina, Uruguay y Chile, Brasil nunca ha investigado, procesado o castigado los bárbaros crímenes cometidos por el régimen militar.

Uno de estos delitos emblemáticos fue la ejecución del periodista Vladimir Herzog. El 25 de octubre de 1975, el director de periodismo de TV Cultura fue llevado a declarar en las instalaciones del Ejército en la ciudad de São Paulo, en virtud de su militancia no armada en el Partido Comunista de Brasil. 

Esa misma tarde, Herzog fue asesinado. La historia que contaron las autoridades es que el periodista se suicidó, falsificando, de manera infame, una foto en que la víctima aparentaba colgar de sus rodillas: todo un símbolo de la osadía del régimen.

Bolsonaro no solo elogia a los torturadores sino que también dice que la solución para Brasil sería "matar a 30.000". 

A la Corte Interamericana de Derechos Humanos le llevó más de 40 años reconocer finalmente, en julio de 2018, que la muerte de Herzog se debió a la tortura. 

En este importante paso histórico, la Corte reconoció los crímenes cometidos por agentes estatales durante la dictadura militar brasileña como crímenes de lesa humanidad, una categoría internacional de crímenes considerados de la mayor gravedad, y que por lo tanto no estarían sujetos a amnistía u otras salvedades legales.

Sin embargo, estos logros democráticos se encuentran ahora amenazados. Y esto porque el candidato que lidera la carrera presidencial no solo elogia a los torturadores sino que también dice que la solución para Brasil sería "matar a 30.000". 

Si es elegido, Bolsonaro será responsable del nombramiento de tres miembros del Tribunal Superior Federal y un nuevo Fiscal General. La evaluación que hacen los miembros del poder judicial y del Ministerio Fiscal es que, ante el escenario que se está imponiendo, estas instituciones no podrán contener el avance del autoritarismo. Podemos imaginar el daño potencial que, gracias a una mayoría en las cámaras legislativas, podría infligirse en los próximos años.

 Temo por mi vida y por la vida de mis compañeros, porque después del 1 de enero de 2019, los defensores de los derechos humanos serán blanco de ataques en Brasil.

Ilustro el escenario actual para decir que no tengo miedo, pero sí temo lo que está por venir. Como hombre gay, abogado, activista de derechos humanos, que actuó directamente para obtener justicia en los crímenes de la dictadura militar, soy sin duda uno de los objetivos directos. Temo por mi vida y por la vida de mis compañeros, porque después del 1 de enero de 2019, los defensores de los derechos humanos serán blanco de ataques en Brasil.

Intento mantenerme tranquilo y sobrio, porque la lucha debe continuar, pero no puedo engañarme a mí mismo. Me gustaría ser fuerte y decir que no temo la muerte, la tortura o la desaparición, pero, de hecho, tengo mucho miedo y siento que esta situación pone a prueba los límites de mi existencia. 

Hoy temo que mi destino sea como el de Vladimir Herzog. Pero debo seguir trabajando por el bien de las comunidades junto a las que lucharé. 

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