
¿Es Antonio Costa el Mago de la izquierda en Europa?
Las elecciones portuguesas del 2019 podrían ser un punto de inflexión para Portugal y también para la izquierda en Europa, el momento en que los países europeos dieron la espalda a años de austeridad y a décadas de neoliberalismo.English

Este domingo 6 de octubre los votantes irán a las urnas para elegir el gobierno de Portugal número 22 desde la Revolución de los Claveles de 1974, que derrocó a una larga dictadura de derecha.
Desde 2015 los principales partidos de la izquierda portuguesa - el Partido Socialista (PS) de António Costa de centroizquierda, el Partido Comunista (PCP) y el Bloque de Izquierda (BE) - han estado trabajando juntos en una alianza burlonamente etiquetada Geringonca (“ingenio”) por un político de derecha al inicio de la administración.
Lo irónico es que la Geringonca ha resultado ser una máquina política notablemente estable y eficaz, poniendo a la izquierda - ya sea en virtud de una mayoría absoluta del PS, o en una Geringonca II - camino a la victoria electoral, mientras produce resultados económicos impresionantes.
Gran parte de la estabilidad se puede atribuir a un acuerdo escrito entre las partes, impuestas por el entonces presidente, Aníbal Cavaco Silva. Costa ha logrado el acto - aparentemente imposible - de complacer a la Unión Europea (UE) y las agencias de calificación, mientras que al mismo tiempo aplica políticas anti-austeridad de izquierda.
Vamos a retroceder en el vídeo y echar un vistazo más de cerca a cómo lo hizo: ¿es Antonio Costa realmente el mago de la izquierda en Europa?
La respuesta simple es que el Sr. Costa y su ministro de Finanzas, Mario Centeno, han puesto a prueba cada recurso para revertir la austeridad y estimular la economía. Bajo la presión de sus aliados de izquierda muchas de las medidas de austeridad impuestas por la anterior coalición de derecha (bajo la supervisión de Troika) han sido revertidas. Los recortes a los salarios del sector público, las pensiones y las prestaciones de desempleo se han restituido, y el salario mínimo se ha elevado de 505 a 600 euros.
Mientras tanto, se han tomado diversas medidas para fomentar la inversión privada, nacional o extranjera, especialmente en los sectores de vivienda y turismo. Los resultados están ahí para que todos lo vean. El desempleo ha caído del 12% al 6.3%. El crecimiento económico ha aumentado al 2.8%, el nivel más alto en diecisiete años, el déficit de este año es casi cero, y la deuda de Portugal se ha reducido a proporciones manejables.
Costa ha logrado complacer a la Unión Europea y las agencias de calificación y aplicar al mismo tiempo políticas anti-austeridad de izquierda
Fundamentalmente, la recuperación ha sido muy rápida en comparación con los países que han mostrado una fe inquebrantable en la austeridad, sin importar las consecuencias. Si bien es cierto que el gobierno de Costa se ha beneficiado de una economía global favorable y bajos precios de petróleo, el ejemplo de Portugal se une a un creciente cuerpo de evidencia empírica que demuestra que las políticas de austeridad no funcionan, y que el estímulo económico acelera la recuperación.
Las agencias de calificación de inversión han respondido positivamente, con Moody's, por ejemplo, en mejorar la calificación de la deuda soberana portuguesa desde “chatarra” (pero ¿quién se creen estas personas que son?) a “nivel de inversión”.
La prensa mundial está igualmente encantada, con algunos de los elogios más cálidos publicados por varios de los bastiones del “capitalismo ilustrado” The Economist y el Financial Times. Lo progresistas radicales deben mirar un poco más de cerca lo que ha estado ocurriendo en Portugal.
La perspectiva de The Economist y el Financial Times sobre la realidad de Portugal - o de la mayoría de los otros países del sur de Europa - es un poco como la que se obtiene volando a partir de 30,000 pies de altura de camino a un descanso en una la ciudad que destruye el medio ambiente: se pueden discernir las características principales, la costas, las sierras iluminadas por el Sol, pero no se puede distinguir bien lo que está en las sombras.
Existe un lado más oscuro en el “milagro portugués”
Mientras nos acercamos a tierra y vamos más allá de las cifras macroeconómicas que tanto llenan los titulares de las gacetas del libre mercado, vemos una realidad diferente. Como escribió Mickaël Correia en un artículo analítico en la edición de septiembre de Le Monde Diplomatique, hay un lado más oscuro en el “milagro portugués.”
Un auge desregulado en la propiedad y el turismo en Lisboa y Oporto pudo haber contribuido a las cifras positivas de crecimiento y desempleo, pero al beneficio de operadores turísticos, especuladores y agentes inmobiliarios, en lugar de los residentes locales.
Con las políticas de vivienda neoliberales introducidas por el gobierno anterior que – todavía – en su gran mayoría siguen en vigor, muchos se han visto obligados a vender sus casas familiares a los promotores inmobiliarios o alquilarlas como apartamentos “Airbnb" dejando barrios enteros sin sus habitantes históricos - y sin su alma.
Con la falta de inversión pública o privada en sectores clave de la economía, no es inusual para los visitantes extranjeros encontrarse con la sorpresa de que su conductor de “Tuk Tuk” o el guía de su “recorrido gratis” es un periodista o investigador desempleado.
En el sector privado las condiciones de trabajo siguen siendo precarias, a pesar de los esfuerzos de los sindicatos y los más radicales partidos de izquierda para mejorar la situación. Muchos empresarios utilizan “recibos verdes”, - un poco como los contratos de cero horas en el Reino Unido, pero sin el contrato - para evitar el pago de compensación por enfermedad o vacaciones pagadas para sus empleados.
En Setúbal, a 50 km de Lisboa, y uno de los puertos más grandes del país, el 90% de los estibadores y otros trabajadores portuarios cobran por trabajo al día. En 2017, el 25.7% de los trabajadores estaban cubiertos por el salario mínimo de 600 euros, en un contexto de aumento de los alquileres y de los precios de las propiedades.
Sin embargo, en un sentido, estos son los más afortunados: entre 2010 y 2015 durante el período de austeridad, 500,000 personas – 5% de la población – simplemente abandonó el país, y la mayoría aún no ha regresado.
Los ancianos y menos cualificados nunca tuvieron esta opción, y muchos fueron condenados a la miseria, de la cual ha habido poco alivio en los últimos años. Con una pensión pública de menos de 300 euros al mes, es normal ver en las grandes ciudades, personas mayores de aspecto respetable buscar por las papeleras, a menudo temprano en la mañana para evitar la vergüenza pública.
Para muchos habitantes del interior – los que están más lejos de los principales aeropuertos – la situación es igualmente desesperante. A pesar de siglos de abandono por el gobierno central, los habitantes del interior se siguen sintiendo dejados atrás. Los más afortunados se las arreglan con una mezcla de agricultura de subsistencia y cultivo de eucalipto para la industria del papel; trabajan en los servicios de venta al por menor y otros servicios locales; o bien, de una forma u otra, para el gobierno local.
Sin embargo, esto no ha sido suficiente para apoyar una economía rural sana, y muchos se han visto obligados a migrar a las ciudades o al extranjero, dejando pueblos abandonados y bosques sin talar. Incendios forestales devastadores y letales sin en parte el resultado de esta negligencia, y también, como los ambientalistas señalan, por culpa del monocultivo de eucalipto. En los incendios de 2017 murieron 112 personas, y decenas de miles de hectáreas fueron devastadas.
La inversión privada ha ayudado a alcanzar muy buenos los resultados macroeconómicos, pero ha dejado a los grupos menos privilegiados atrás
Hay un tema de fondo aquí: la falta de inversión pública y la sobre-dependencia de la inversión privada. El Gobierno de Costa ha buscado desesperadamente atraer fondos privados para compensar los recortes en la inversión pública, con el fin de impulsar la economía y mantener a la UE y las agencias de calificación aplacadas.
La inversión privada ha ayudado a alcanzar los resultados macroeconómicos de los titulares y a sacado a la UE y el FMI de la espalda de Portugal, y sin duda ha ayudado a algunos portugueses, pero ha dejado a los grupos menos privilegiados atrás, y ha descuidado sectores enteros de la economía. Las universidades y el servicio de salud pública están al punto de colapso.
Las carreteras – aparte de las autopistas financiadas por la UE – a menudo están en un estado deplorable y el 60% de los servicios ferroviarios son calificados como “malo” o “mediocre”.
Los Verdes también estarán decepcionados de que el gobierno de Costa no haya invertido en energía solar, únicamente ha propuesto un débil plan climático nacional, y ha abierto el país a empresas mineras de fracking o de minería de y litio. En ausencia de regulaciones fuertes, hay una asimetría entre la inversión pública y privada en cuanto a su impacto social y ambiental.
Más positivamente, Mario Centeno ha utilizado su posición como jefe del Eurogrupo para rechazar el “ordoliberalismo” de la UE. A medio y largo plazo, ningún país, y sobre todo un país pequeño como Portugal, puede aspirar a adoptar políticas radicales sin cambios a las estructuras más amplias (neoliberales) en las que operan. Iniciar la reforma de estas estructura debe ser un objetivo estratégico de la izquierda europea y global.
Con las reglas impuestas por la UE y las limitaciones para la supervivencia de la economía nacional en una economía global, las opciones de Costa siempre fueron limitadas. Él no es un mago, mejor dicho, es un artista de la cuerda floja, pisando una línea muy fina entre las exigencias de una economía mundial liberalizada y regulaciones de la UE, por un lado, y las ambiciones sociales de muchos de los miembros y simpatizantes del partido y sus aliados Geringonca por el otro.
Costa se ha inclinado más hacia complacer a la UE y los amos de las finanzas globales, que en la dirección de la reforma social radical
El resultado es sin duda preferible a una continuación de las políticas de austeridad, pero parece que Costa se ha inclinado más hacia complacer a la UE y los amos de las finanzas globales, que en la dirección de la reforma social radical. En el lado positivo, sus aliados de izquierda en el PCP y el Bloco de Esquerda han tenido la oportunidad de desarrollar sus ideas en un escenario nacional en un nivel mayor que en cualquier otro caso, y han empujado el gobierno de Costa de lo que habría sido sin duda “austeridad liviana” hacia una postura más “anti-austeridad”.
Para los progresistas radicales, la esperanza debe ser que estos partidos sigan teniendo un papel en el gobierno después de las elecciones. Las elecciones portuguesas del 2019 podrían ser un punto de inflexión no sólo para Portugal, sino también para la izquierda en Europa, el momento en que los países europeos dieron la espalda a años de austeridad y décadas de neoliberalismo. Pero aquí, como en todas partes, mucho dependerá del balance de fuerzas en la izquierda.
Hasta ahora, la extrema derecha no ha logrado hacer avances significativos en la política portuguesa, pero están esperando sus oportunidades. Los ojos de la izquierda europea estarán en Portugal el 6 de octubre.
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Gracias a Andreia Paixão por sus comentarios y sugerencias sobre este texto.
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