
Aunque con distintas intensidades en la aplicación de sus políticas, también con tonos y formas opuestas en algunas ocasiones, los gobiernos progresistas de izquierda en América Latina han visto refrendadas sus propuestas en los recientes procesos electorales celebrados desde 2013. Chile recuperó a Michele Bachelet; pero la reválida de la continuidad en el poder se produjo en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil y Uruguay. A todos ellos sorprendió, en mayor o menor medida, uno de los anuncios más protegidos: el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba del pasado 17 de diciembre, después de la ruptura iniciada el 3 de enero de 1961 por el presidente Ike Eisenhower.
Parece confirmado que en los días previos a la comunicación oficial y pública del acuerdo, expertos diplomáticos norteamericanos establecieron contactos discretos de alto nivel con los presidentes de México, Chile y Colombia -entre otros latinoamericanos- para consultar su punto de vista acerca de un hipotético inicio del deshielo en las relaciones de los Estados Unidos con Cuba. Todos, sin excepción, mostraron su apoyo a la normalización de relaciones. De hecho, tampoco hubiera sido necesaria ésta última gestión, más diplomática que otra cosa, sólo con atender los antecedentes de declaraciones públicas de estos últimos años.
Un movimiento largamente esperado, aunque incompleto
Fue el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quién como anfitrión de la VI Cumbre de las Américas de Cartagena de Indias en 2012, planteó la necesidad urgente de buscar el entendimiento entre Washington y La Habana después de considerar como un fracaso el bloqueo durante décadas a la isla. Ecuador había presionado en los días previos al inicio de la reunión con no participar en la cumbre si Cuba no era invitada; acción que supuso una grave crisis para el desarrollo del encuentro entre presidentes. Entonces, tanto los países considerados moderados como los de izquierda, la moderada y la bolivariana, estuvieron de acuerdo en reclamar al Presidente Barak Obama un cambio en la tradicional política de la Casa Blanca sobre la isla.
Parecía obvio que el cambio de tendencia de los últimos 50 años tenía que producirse a iniciativa de un presidente del Partido Demócrata y a partir de la mitad de su segundo mandato en el poder. Esa era la profecía que se apuntó durante años. Tal vez se habría producido más de tres décadas antes si el Presidente Jimmy Carter hubiera sido reelegido en 1981; pero perdió las elecciones con el ultraconservador Ronald Reagan quien, dos años después, invadiría la isla de Granada y mostraría su determinación militar frente a cualquier intentona revolucionaria en el Caribe. Sería Carter quién más se comprometería, a partir de su derrota, en la necesidad de restablecer relaciones con La Habana y derogar, por anacrónico e ineficaz, el bloqueo norteamericano. De hecho, Carter visitó la isla en Mayo de 2002 para entrevistarse con Fidel Castro, y volvió en marzo de 2011, invitado esta vez Raúl Castro, que preside de Cuba desde el 2008.
La jefa de la diplomacia norteamericana, Roberta Jacobson, ha podido incluso reunirse el viernes 23 de Enero con aquellos destacados disidentes cubanos que aceptaron participar en el encuentro, Martha Beatriz Roque, José Daniel Ferrer, Elizardo Sánchez o Guillermo Fariñas, entre otros; con el desacuerdo y, por tanto, con la ausencia de la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler. Roberta Jacobson no dudó en admitir el clamoroso fracaso. Textual: “Sabemos que la política que hemos seguido en los últimos 50 años sirvió solamente para aislarnos y no para crear el crecimiento del pueblo cubano”. Sin excepción alguna, todos los países al sur del río Grande coinciden en una inicial valoración positiva del acuerdo del pasado 17 de diciembre y de las negociaciones iniciadas en Cuba por las dos delegaciones el jueves 22 de enero en la capital cubana, aunque con matices.
El final de un bloqueo tan arcaico como inútil
El consejo permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó finalmente por aclamación el 22 de Diciembre de 2014 una resolución de apoyo al acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, después de superar negociaciones sobre las diferencias surgidas alrededor de la inclusión o no del bloqueo económico en la declaración de apoyo. Aunque todos los países coincidían en definir el acuerdo entre Washington y La Habana como un hecho “histórico” , se discutió mencionar la necesidad del fin del embargo, propuesta por Bolivia y apoyada por Nicaragua, Venezuela, Ecuador y El Salvador, que no contó sin embargo con los votos suficientes necesarios. Después de intensas horas de debate, finalmente acordaron una fórmula consensuada sin la mención al embargo y celebrando el histórico acuerdo entre Washington y La Habana. Bolivia pedía incluir la reclamación para que el acercamiento fuera una “inequívoca” señal del fin del bloqueo económico, comercial y financiero sobre Cuba, pero esto resultó prematuro a la vista de los nuevos equilibrios políticos en Washington.
La verdad es que, después de los significativos cambios políticos experimentados en muchos países de América Latina en los últimos veinte años, hemos presenciado la intensificación de los pronunciamientos unitarios en foros y organismos regionales de integración solicitando, o exigiendo, el fin del anacrónico bloqueo hacia Cuba. Pero también, cada año, en las votaciones en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York. En los últimos 23 años una gran mayoría de países del mundo han venido insistiendo en censurar la medida norteamericana. Sirva de referencia la última de las votaciones en la reunión del 2014: De los 193 países que se pronunciaron, 188 votaron a favor de una resolución contra un bloqueo que no es sólo arcaico y obsoleto, sino directamente inútil.
Venezuela, la última frontera
El histórico acuerdo, en éste caso si está justificado el uso de un calificativo usado en demasiadas ocasiones con cierta ligereza, sólo puede generar desazón al gobierno de Nicolás Maduro, enfrentado abiertamente con Estados Unidos sin ningún disimulo. Al día siguiente de anunciar el restablecimiento de relaciones con Cuba, Barack Obama refrendó una ley “para la Defensa de los Derechos Humanos y la Sociedad Civil” de Venezuela, que comporta la congelación de activos y la prohibición para emitir visados a funcionarios nombrados por el gobierno bolivariano que puedan estar relacionados -a juicio de los Estados Unidos- “con la violencia y la represión ejercida durante las protestas” de los ciudadanos que vivió Venezuela durante el primer semestre de 2014. Al día siguiente, el 19 de diciembre, el canciller venezolano, Rafael Ramírez, equiparó las sanciones hacia Cuba con las de su país: “Esperemos que no pasen 53 años, como tuvieron que pasar para que Obama reconociera que fue un fracaso su política hacia Cuba. Venezuela además es un país (en comparación con Cuba) de mucho más peso y de mucha mayor dimensión en lo que significa la realidad de Sudamérica”.
Hugo Chávez quiso ser el sucesor de Fidel Castro. Maduro mantiene abierta su dialéctica de confrontación con EE.UU. mientras las relaciones de Venezuela con Cuba siguen hermanadas –también retóricamente- frente “al enemigo común imperialista”. Si las negociaciones avanzan y el bloqueo deja de estar vigente más pronto que tarde, la apertura económica, comercial y migratoria provocará una apertura interna y externa en la isla que podría llegar a influir en perjuicio de Venezuela y su capacidad de influencia vital para el sostenimiento de la frágil economía cubana.
La izquierda de América Latina ha crecido con una política común de presión decidida para influir unida en el final del bloqueo a Cuba. Pero ningún gobierno latinoamericano, sea de signo liberal o conservador, defiende el embargo o las sanciones contra el régimen de los hermanos Castro. Será en Panamá, en el transcurso de la VII Cumbre de las Américas, los próximos 10 y 11 de abril, cuando podría producirse la esperada foto completa de presidentes del continente americano con la participación de Barack Obama y Raúl Castro, luciendo elegantes guayaberas caribeñas, muy probablemente. La certificación, por si hubiera alguna duda, del final cubano de la guerra fría.
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