
¿Hora de abordar a los trabajadores que están destruyendo el Amazonas?
Si más allá de extinguir el fuego, nos importa cómo prevenirlos el próximo año, tenemos que entender primero quienes son los destructores del Amazonas y cómo abordarlos con gobernanza medioambiental.

El mundo condena la política para explotar el Amazonas del Presidente Bolsonaro que ha facilitado la expansión de los incendios forestales. Ver la selva quemarse es doloroso para muchos pero a la vez es una escena familiar. La retórica provocativa de Bolsonaro para desarrollar el Amazonas ante el llamado internacional a la conservación, es la misma consigna que la del gobierno militar de 1960: Amazônia é nossa! (¡El Amazonas es nuestro!). Esta familiaridad nos debe mover nuestra atención a unos actores importantes – en ocasiones olvidados – que son los que practican esta retórica en el campo: 1) políticos locales y oficiales municipales que a la vez son terratenientes y 2) ganaderos que luchan para defender sus territorios en las fronteras de deforestación en el Amazonas. Estos son los que realmente están permitiendo que sigan ardiendo los incendios. Si más allá de extinguir el fuego, nos importa cómo prevenirlos el próximo año, tenemos que entender primero quienes son los destructores del Amazonas y cómo abordarlos con gobernanza medioambiental.
Una breve historia de los municipios del Amazonas
Mientras se presta mucha atención a las intenciones de atraer agronegocios al Amazonas, a lo largo de la historia contemporánea del Amazonas brasileño, la selva se ha abierto a la construcción de infraestructura como carreteras, represas hidroeléctricas a lo largo de las afluentes del río Amazonas. Esta infraestructura típicamente caracteriza el ideal de la modernización y muestran una intención autoritaria de integrar el territorio al Estado-nación. El agronegocio o extractivismo se hace más fácil porque esta integración ya se ha facilitado en parte. Estos intentos de integración siempre han estado ahí y no han cambiado mucho desde el tiempo de la izquierda. Esto implica no solo la expansión de la deforestación sino también de los asentamientos humanos, y eventualmente, las fronteras administrativas y municipales.
Más específicamente, los asentamientos humanos comenzaron a expandirse a finales de los sesenta, cuando el régimen militar promovió una colonización interna del Amazonas. Se animó a los agricultores pobres y sin tierras de las áreas semi-áridas a desplazarse al Amazonas a través de carreteras recién construidas y que prepararan sus tierras para cultivar y criar ganado. Entre los setenta y los ochenta, las parcelas de estos agricultores fueron formalizadas a través de una reforma agraria y el conjunto de parcelas de llamó proyectos de asentamiento. Estos proyectos crecieron mayormente en áreas remotas de las fronteras de deforestación y la población tenía que sobrevivir sin algunos servicios básicos. La seguridad y la autoridad provenía de las iglesias, especialmente la Asamblea de Dios, y otras denominaciones evangélicas. Por tanto, la población es bastante religiosa y practican la teoría weberiana de ética protestante y la acumulación de capital por medio del uso de la naturaleza y trabajando la tierra, mediante la deforestación y la quema del bosque.
A lo largo de la historia contemporánea del Amazonas brasileño, la selva se ha abierto a la construcción de infraestructura como carreteras, represas hidroeléctricas a lo largo de las afluentes del río Amazonas
Durante los noventa, algunos proyectos de asentamiento crecieron tanto que necesitaban un centro o una administración cerca. Entre 1988 y 1997, la cantidad de municipios en el Amazonas creció dramáticamente. El Dr. Alfredo Homma, analiza este incremento de municipios con relación a la deforestación en su libro Historia da Agricultura na Amazonia (2003). Un municipio requiere que se extiendan las carreteras dentro del territorio y que se construya un centro administrativo. Las familias de los primeros asentados continúan creciendo, otros llegan de afuera a unirse y la población aumenta, lo que pone mayor presión en los bosques alrededor.
Cuando se tomó el enfoque socioambiental luego de la cumbre en Rio en 1992, se animó a la población de los proyectos de asentamiento a llevar a cabo la agricultura en el Amazonas de manera sostenible. Los planes de crédito para la agricultura familiar incentivaban el “asociativismo” entre los pequeños y medianos agricultores para aprender el uso sostenible de la tierra de manera colectiva. Las organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, implementaron varios proyectos de negocios y agricultura sostenible dirigidos a nuevas asociaciones y cooperativas, y contaban con el apoyo del gobierno. También se animó a los municipios a participar del manejo sostenible de los bosques a través de proyectos como el Centro Internacional para la Investigación Forestal (CIFOR).
Sin embargo este socio-ambientalismo basado en el asociativismo cambió a finales de la década de 2000, cuando los agronegocios (propiedad de compañías externas y de los primeros agricultores buscando expandir sus ranchos y granjas) comenzaron a expandirse en los municipios con proyectos de asentamiento. Grandes empresas agrícolas mantenían reservas forestales siguiendo las regulaciones vigentes, (dejar el 80% de las nuevas propiedades como bosque) mientras se apropiaban de las tierras de los agricultores familiares. La deforestación y la quema de bosques se redujo por la concentración de propiedades, la marginalización y la proletarización de los agricultores familiares. Esto se veía más claro en las fronteras de los cultivos de soja de la franja suroeste al centro del Amazonas.
Los municipios en donde más arde el bosque hoy día coinciden con las fronteras de estas empresas agrícolas, incluyendo Novo Progresso, Altamira, São Félix do Xingu o Itaituba en el estado de Pará. Los constituyentes de estos municipios votaron mayormente por Bolsonaro en el 2018 con al menos 60% en la primera ronda. Estos votantes se cansaron de tener que ser ambientalmente correctos y no poder profundizar más en el bosque como hicieron sus antepasados con el fin de adquirir nuevas tierras para su uso. Quizás son fervientemente evangélicos que creen en la virtud de trabajar las tierras sin tener mucho conocimiento del cuidado del medioambiente como otros movimientos pastorales de Brasil enseñan en el campo.
La condenación a ciegas a Bolsonaro, como si fuera el dueño y administrador de la selva amazónica, solo logra que tanto él como sus ministros, se engrandezcan.
¿Cómo abordar a los trabajadores que destruyen el medio ambiente?
En el mapa electoral de 2018, los municipios en la franja este del estado de Pará, donde ocurrió la mayor deforestación durante finales de 1990 - principios del 2000, votaron mayormente por Haddad del Partido de los Trabajadores. Lo cual es sorprendente porque cuando viví en el municipio de São Geraldo do Araguaia a principios del 2000, muy poca gente apoyaba el Partido de los Trabajadores. Sin embargo, organizaciones no gubernamentales y grupos de defensa con fondos internacionales estuvieron muy activos promoviendo las asociaciones de agricultores familiares. También apoyaban a estas asociaciones con servicios de extensión para practicas agroforestales, ganadería intensiva y la comercialización de la fruta y la leche. La intervención se hizo con el propósito de frenar la quema del bosque para el uso extensivo de la tierra. Las organizaciones también colaboraron con la secretaría municipal del medio ambiente para que la intervención fuera permanente. El actual alcalde de São Geraldo es un oficial del servicio de extensión e imagino que esta experiencia de tratar de tomar acción sobre el uso intensivo de la tierra o de mantener su agricultura cooperativa, pudo haber incentivado a gente a mirar al Partido de los Trabajadores.
Sin embargo estas iniciativas no han alcanzado las fronteras de deforestación que abrieron luego de mediados de la década del 2000. El cambio en las estructuras de ayuda internacional y financiación a nivel global luego a finales de la década facilitó la concentración del dinero para conseguir resultados rápidos y a gran escala, lo que disminuyó la tasa de deforestación. Por esto, los pequeños agricultores que ya habían destruido gran parte del bosque dejaron de ser competitivos. En su lugar, las reservas forestales y reservas indígenas recibieron más atención y financiación; y los modelos operacionales sostenibles a gran escala de las empresas agrícolas fueron apoyados por los países de Europa y Estados Unidos a través de la ayuda y el comercio. Este cambio prácticamente acabó con las ONG y sus proyectos de asociaciones de agricultores familiares que requieren un compromiso a largo plazo y la cooperación de los municipios deforestados.
Mientras que financiar las reservas es importante, sin un apoyo práctico que fomente el uso intensivo de la tierra a pequeña y mediana escala, (recuerde que en el Amazonas, 1000 ha sigue siendo una propiedad pequeña) se repetirá la misma escena de destrucción forestal el próximo año. La condenación a ciegas a Bolsonaro, como si fuera el dueño y administrador de la selva amazónica, solo logra que tanto él como sus ministros, se engrandezcan. En su lugar, la comunidad internacional debe pensar como abordar a sus constituyentes en las primeras líneas de la deforestación para gobernar su bosque. En Brasil, sostener significa sustentar una familia. Tenemos que hablar el mismo idioma que los trabajadores que destruyen el Amazonas si queremos realmente detener la quema extensiva del bosque.
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