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La democracia brasileña ha sido atacada

“Las elites brasileñas nunca demostraron interés alguno por la democracia. Tendremos que realizar un esfuerzo sobrehumano para revalorizar la democracia”, dice Jucá Ferreira, ex ministro de Cultura de Brasil. English Português

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Juca Ferreira Francesc Badia i Dalmases
17 octubre 2016
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Jucá Ferreira. Thibault Camus AP Press Association Images. Todos los derechos reservados.

Francesc Badia: Brasil vive un ambiente político tenso, que viene determinado por la discusión sobre si hubo o no un golpe en Brasil. Hemos visto un cuadro de polarización artificial e intentos de manipulación de los movimientos populares. ¿Cómo analiza la situación actual en Brasil?

Jucá Ferreira: En primer lugar, me gustaría de dejar claro que, en mi opinión, se trata de un golpe. Los golpes en América Latina a día de hoy, no son protagonizados por los militares, sino que son ejecutados a través de un asedio: mediático, jurídico, policial y parlamentario, donde se desmonta todo lo bueno, y donde se criminalizan los gobiernos populares, los partidos de izquierda y los líderes políticos. Así sucedió en el caso de Brasil, donde, con el apoyo del poder judicial y de la policía federal, el golpe acabó por consumarse en el Parlamento. Lo caracterizo como un golpe porque, pese a que el impeachment está contemplado en la Constitución, se requieren algunos requisitos básicos para que la situación de impeachment se produzca. Entre otros, que un delito de responsabilidad haya sido cometido por el presidente de la República, algo que en este caso simplemente no existió. Los golpistas lo reconocieron en varias ocasiones, sobre todo teniendo en cuenta que pese a cesar a la Presidenta Dilma, se mantuvieron sus derechos políticos. Si la presidenta hubiera cometido dicho delito de responsabilidad, lo normal sería que hubiera perdido esos derechos.

Fue un golpe que se vino instalando, que vino asediando e impidiendo al gobierno gobernar, hasta que se hizo con el poder. Y que, ahora, amenazará a todas las conquistas sociales y políticas de la sociedad brasileña. Durante estos 13 años no se han registrado ataques contra la libertad de expresión, nadie ha sido preferido o privilegiado, mientras que, con el nuevo gobierno, algunos artistas ya son perseguidos; ya se están usando las instituciones públicas para criminalizar a movimientos sociales y a las personas que se manifiestan contra el golpe. A partir de que la Presidenta fue reelegida, se intensificó el cerco mediático, montado por los medios de comunicación brasileños que, bajo el control casi absoluto de unos pocos grupos económicos, fueron desmontando durante todo el periodo de gobierno, al Partido de los Trabajadores (PT) y a las principales personalidades del mismo.

FB:. Lo que sí se constata en Brasil, y no sólo en Brasil, es un cambio de ciclo político, un giro hacia la derecha. Es esencial para la democracia que el comportamiento de ambos lados del espectro político, de la izquierda y de la derecha, sea estrictamente democrático para garantizar la alternancia del poder, respetando el fair-play democrático imprescindible para la salud democrática. No parece que esto vaya a suceder en Brasil; ni que la derecha esté preparada para acceder al poder sin cometer abusos, ni que la izquierda esté preparada para rearmarse en la oposición. ¿Cuál es su diagnóstico?

JF: La democracia brasileña fue atacada a través de la interrupción de la norma jurídica que la sostiene. El proyecto que los golpistas pretenden implementar en la práctica es un proyecto autoritario, antisocial, antidemocrático, regresivo y contrario a la soberanía brasileña. Este proyecto va contra prácticamente todos los avances sociales conquistados en Brasil. El gobierno intentará dar por terminados los programas sociales que lograron reducir las desigualdades en el país. Se opone inclusive a las leyes sindicales de Getulio Vargas, como el caso de la Consolidación de las Leyes del Trabajo CLT. Son conquistas sociales antiguas de los trabajadores de Brasil. Este golpe fue llevado a cabo con este propósito, y apoyado por las élites económicas, financieras, agrarias e industriales.

Tenemos ahora un gobierno purasangre, que no es producto del proceso democrático. Una de las características del proceso democrático es la necesidad de pactar. Todas las clases sociales y sus fuerzas políticas se expresan a través de la disputa política y de la vida parlamentaria, donde se van constituyendo procesos en que nadie sale totalmente victorioso y nadie sale totalmente derrotado. En este momento en el que vivimos, hubo un desequilibrio a través de esta toma del poder para aplicar un programa que fue derrotado en las últimas cuatro elecciones. Y, estaba claro para todos, como así lo indican las investigaciones realizadas, que, de no haberse producido esta interrupción de la experiencia y de las normas democráticas, en la próxima elección presidencial de 2018, Lula da Silva sería, posiblemente, el próximo presidente de Brasil.

No vivimos un momento de normalidad democrática, sino una situación donde se debe cuestionar esta interrupción, una vez que la democracia en América Latina es frágil, particularmente en Brasil. La democracia aún tiene que ser defendida, ya que no está consolidada en Brasil. Desde que fue proclamada la república a finales del siglo XIX, Brasil vivió más momentos de instabilidad, de inseguridad, de golpes y tentativas de golpes, que de procesos democráticos estables. Vivíamos el período democrático más largo de la historia de Brasil y esta interrupción es grave, porque pone en peligro todo el proceso de construcción de las normas de convivencia y de los patrones democráticos, debilitando las instituciones y echando por tierra la construcción de una cultura democrática en el país. Yo creo que vivimos el final de un ciclo político, y que uno de los errores que cometimos, que la izquierda cometió, y que el gobierno cometió, fue el no haber entendido que se había agotado un ciclo político, que comenzó con la elección de Lula en 2003. Deberíamos haber llevado a cabo una revisión programática, de las alianzas y de los procesos políticos en general. Hubo un desgaste de las fuerzas de izquierda y del gobierno motivado por la crisis económica y los errores cometidos durante esos años. La inobservancia de la coyuntura económica creó las condiciones favorables para la crisis que estamos viviendo y acabó por crear las condiciones políticas para el golpe, y para la movilización social a través de una manipulación de la opinión pública a través de los medios de comunicación.

La concentración casi absoluta de la propiedad de los medios de comunicación permitió una manipulación de la sociedad, de la opinión pública y la movilización de la clase media para apoyar la interrupción democrática. Ahora, después de apartada la Presidenta Dilma, vivimos un momento difícil, donde las condiciones normales de la democracia están alteradas, donde las reglas del juego democrático fueron violadas. Restablecerlas exige, en primer lugar, una resistencia al golpe, y en segundo, la movilización de la sociedad. Cada día hay más sectores que se oponen al golpe y exigen la celebración de una elección directa, para no consolidar y legitimar este gobierno. Las cosas aún empeorarán mucho antes de mejorar. El gobierno de Temer pretende encaminar todas las medidas de un programa que fue rechazado varias veces por el electorado brasileño: la reducción del Estado, la reducción del salario mínimo, la flexibilización de las leyes sindicales, el recrudecimiento de la represión y la criminalización de los movimientos sociales; la censura, que ya sucede de forma velada, se va haciendo explícita. Vivimos momentos de gran dificultad. Lo más conveniente, desde mi punto de vista, sería anticipar las elecciones de 2018 para permitir el restablecimiento de la normalidad y el patrón de la democracia.

FB: Usted ha sido Ministro de Cultura de Brasil en dos ocasiones. Protagonizó también una política de democratización y de empoderamiento de los territorios y de los diferentes actores de la cultura. ¿Cree que este proceso que usted inició es suficientemente sólido como para formar parte de esa resistencia que menciona y que tiene capacidad para contribuir a la regeneración de la cultura democrática, de la cultura política en Brasil?

JF: Esa política de democratización de la cultura, de una redefinición de la relación tradicional entre el Estado y toda la dimensión simbólica del país, empezó un día después de la primera elección del Presidente Lula, cuando Gilberto Gil fue designado Ministro de Cultura. Yo era Secretario Ejecutivo, y ayudé a construir la política democrática, dándole después continuidad. Es muy sólido lo que construimos. Por primera vez en Brasil, el Estado se propuso mantener una relación democrática con el mundo de la cultura, una relación de absoluta libertad de expresión. Abrimos todas las puertas para la participación de los artistas y de los productores culturales en general, de todos los segmentos de la sociedad, en la constitución de las políticas de cultura. Tuvimos éxito, ampliando el concepto de cultura y dando también la debida importancia a la dimensión simbólica del país, que supera en mucho las artes. Creamos programas y proyectos lo bastante creativos y eficientes como los Puntos de Cultura, pero no sólo. Nos propusimos cumplir tres grandes misiones: en primer lugar, democratizar el acceso a la cultura, tanto en el acceso y disfrute, como en la expresión, cuyos números no son buenos en Brasil. En segundo lugar, fortalecer toda la dimensión simbólica. Apoyar y fomentar la creación artística y cultural. En tercer lugar, desarrollar una economía cultural. Por ejemplo, la capacidad de producción de largometrajes. Cuando Lula asumió el cargo en 2003, producíamos en Brasil 10 películas por año, hoy, producimos 150, muchas de las cuales fueron premiadas en festivales internacionales. Hemos conquistado parte del público y la actividad cinematográfica, en este momento, ya es superavitaria. Nuestro trabajo fue reconocido por gran parte de los artistas y de los productores culturales, desde los indígenas hasta los sectores tradicionales, pasando por las producciones más sofisticadas y a las que exigen una elaboración industrial. Entonces, es evidente que el peligro de interrupción es una gran motivación para la resistencia de los artistas y de los que hacen cultura en Brasil.

FB: Usted mencionó el valor de la estabilidad y ahora menciona el valor del liderazgo de Brasil en la región y de la recuperación y revitalización de la cultura y de la identidad brasileña, con un peso importante en América Latina. La situación actual y la debilidad de las instituciones multilaterales regionales en los últimos años, ¿hace que la inestabilidad de Brasil pueda también contaminar o afectar a los países vecinos, como Colombia – que vive un proceso positivo, pero delicado, -- o Venezuela? Mientras tanto, Argentina se debate entre la capacidad de recuperación económica y la resistencia a determinadas políticas muy negativas desde el punto de vista de las conquistas anteriores. ¿Qué le parece la estabilización de Brasil en los próximos meses? ¿Cree que unas elecciones inmediatas estabilizarían la situación o, por lo contrario, agravarían las divisiones y la polarización?

JF: Yo creo que la falta de legitimidad del gobierno crea las condiciones para la instabilidad. Una elección directa legitimaría el gobierno que saliera vencedor de un proceso democrático limpio y en igualdad de condiciones. Por consiguiente, mientras una parte de la sociedad y de las fuerzas políticas optan por un golpe y amenazan la cohesión política, yo no hablaría de estabilidad. ¡Lo que ocurrió es la base de la desestabilización de la democracia! Lo que sostiene la democracia en los países donde ésta se estableció de forma permanente es la existencia de un compromiso básico entre todas las fuerzas políticas de que, independientemente del resultado electoral, mantendrán su fidelidad a la norma democrática. Por ejemplo, el Partido Social Demócrata de Suecia ganó las elecciones durante más de 40 años, y las fuerzas políticas contrarias, entre ellas el Partido Conservador, el partido que representaba la clase media, o el partido agrario y otros sectores – se mantuvieron fieles a la democracia, y acabaron por vencer las elecciones. Un gobierno que sale vencedor de las urnas es un gobierno legítimo. Un gobierno establecido a partir de una ruptura de la democracia no tiene esa legitimidad, no habiendo, en dicho caso, posibilidad de pensar en estabilidad. Existe un riesgo de irradiación de esta amenaza debido a la importancia de Brasil. En muchos países ya se ha iniciado un proceso muy parecido, donde se pone en duda la legitimidad de los gobiernos elegidos, de los procesos electorales y donde se recurre a un asedio permanente para inviabilizar estos gobiernos. No creo que esto sea una coincidencia. Creo que hay una concertación continental para desestabilizar los gobiernos democráticos de América Latina y para restablecer un determinado orden social y política y restablecer la hegemonía de los Estados Unidos en la región. La presencia de organizaciones norte-americanas en la preparación del golpe de Brasil está cada vez más clara. No son la causa del mismo, pero sí participaron en el proceso de ruptura de nuestra democracia, entrenando organizaciones sociales conservadoras para el éxito de la estrategia golpista, además de financiarlas. Asistimos a un proceso que no es sólo nacional, pero que también incluye una desestabilización a nivel regional, que pretende poner fin a un largo periodo democrático en América Latina. 

FB: En relación a la redefinición de los espacios políticos en Brasil, por un lado, tenemos una nueva derecha que emerge con fuerza, con dinero y gente joven, con líderes carismáticos para las clases medias; y por otro lado, una izquierda, que atraviesa una fase de experimentación política, de intentos de regeneración, muchas de ellas lideradas por partidos más pequeños. ¿Qué le parece esta aparición de nuevos actores políticos? ¿Es algo positivo para una estabilización democrática?

JF: Primero, la derecha que emerge no es una derecha democrática. Es una derecha que no acepta perder elecciones, que desprecia la norma que sustenta la democracia y que quiere imponer un programa que fue derrotado en las cuatro últimas elecciones. Quieren restablecer los principios neoliberales del estado mínimo: sin responsabilidad alguna para con las personas, sin ninguna intervención reguladora en la economía en defensa de derechos sociales. Quieren someter el Estado brasileño de forma definitiva al capital financiero, industrial y agrario. Y para ello, no les importa romper las normas democráticas. La democracia, para florecer, necesita de ciertas condiciones de igualdad, libertad de expresión, de una prensa abierta a todas las opiniones y que las instituciones democráticas del Estado funcionen. Vivimos en un momento en que todas estas condiciones están comprometidas. La derecha que emerge es una derecha que podemos clasificar como protofascista. Defienden la rebaja de la mayoría de edad hasta los 12 años, y algunos, incluso, la tortura. Jair Bolsonaro, del PSC-RJ, incluso afirmó que “el error de la dictadura fue no haber exterminado 30 mil izquierdistas para dar por terminada de una vez por todas la presencia de la izquierda en Brasil”, “comenzando por Fernando Henrique Cardoso”, dijo.

Están cambiando el currículo de la educación secundaria, eliminando la historia, la sociología y todo aquello que permita desarrollar un pensamiento crítico. En todas las áreas hay un proyecto regresivo y antidemocrático. Esto, evidentemente, afecta negativamente la posibilidad de convivencia y afecta todas las condiciones para la existencia de una democracia. Aún es temprano para hacer un balance de la situación, porque ya manifestaron sus intenciones, pero aún no han implementado el programa que piensan llevar a cabo. Ya anunciaron la modificación de la edad límite para la jubilación – la quieren elevar a más de 70 años –, la reducción de casi todos los derechos sociales, la reducción del valor del salario mínimo, la flexibilización de las normas de protección del trabajador, el debilitamiento de los programas públicos de salud; quieren cerrar las puertas de las universidades a los pobres y quieren canalizar los estudiantes pobre para las escuelas técnicas, para que no asistan a las Universidades. Es un proyecto complejo, dantesco, que pretende remodelar las relaciones sociales y todas las dimensiones de la sociedad brasileña. Reafirmo, el golpe es regresivo, reaccionario, antidemocrático, e contrario à soberanía brasileira. También modificarán las reglas de exploración del PRESAL, una de las mayores reservas de petróleo del mundo, para abrir las puertas a las grandes compañías petrolíferas privadas. Y están modificando la política internacional de Brasil de no alienación y contribución para la paz.

Es un proyecto que no acepta las reglas de la democracia y que crea una instabilidad enorme. Creo que las elites brasileñas nunca demostraron interés alguno por la democracia, que en Brasil fue construida a partir del esfuerzo de las fuerzas democráticas y populares y de los partidos e izquierda y de centro. Para mí, los brasileños tendremos que realizar un esfuerzo sobrehumano para revalorizar la democracia, para defender sus patrones y normas. Solamente de esta forma lograremos restablecer la paz política y social en Brasil. 

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