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La post-verdad secuestra Brasil

La post-verdad convierte a la democracia en una masa inerte en manos de quienes la dominan. Las ideas no se discuten. Las verdades son rebatidas y los interlocutores son deslegitimados. Português English

Ana Cristina Suzina
22 octubre 2018
open Movements

La serie openMovements invita a politólogos líderes en sus campos de investigación para compartir sus resultados y sus perspectivas sobre luchas sociales contemporáneas.

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Fake news: los internautas manifestaron que la foto de la manifestación #EleNao era en realidad una foto del carnaval. Captura de pantalla.

Uno de los asuntos más debatidos en las elecciones de 2018 en Brasil ha sido la producción y la difusión masiva de fake news. Se trata de la contribución brasileña al fenómeno internacional que consiste en manipular información y dirigirse a audiencias de nicho, identificadas por compartir ciertas preferencias.

Un fenómeno similar al que vimos en el contexto de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos y la campaña a favor del Brexit en el Reino Unido con el escándalo de Cambridge Analytica.

La brasileña es una mala contribución. En general, la dinámica de noticias falsas implica, por ejemplo, la identificación de personas que viven en una región seca y que sufren de falta de lluvia y luego enviarles información que muestra que un candidato en particular quiere construir una presa en el único río que suministra agua a la región en formatos atractivos para ellos.

En la versión brasileña, este candidato estaría involucrado con tribus que promueven rituales de brujería capaces de mover las nubes de lluvia de lugar.

En consecuencia, durante la campaña electoral brasileña, vimos fotos de biberones con tetina en forma de pene, supuestamente distribuidos en las guarderías durante el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT); fotografías manipuladas que colocaron carteles con frases de apoyo a la pedofilia a cargo de políticos de izquierda; muchas imágenes de Fernando Haddad y Manuela D'Avila vistiendo camisetas con mensajes en contra del Cristo; muchas fotos de Manuela llena de tatuajes, sosteniendo una botella de cerveza y luciendo la banda presidencial, y así sucesivamente.

Esta práctica describe un primer problema, conocido como noticias falsas. Solo en la última semana, el Tribunal Superior Electoral ordenó retirar de internet 35 referencias a Fernando Haddad y otras 33 referencias a Manuela D’’Avila, candidatos del PT a la presidencia y vicepresidencia respectivamente. Los movimientos de derecha han sido identificados como productores y difusores de noticias falsas.

A principios de este año, Facebook eliminó varias páginas identificadas con este tipo de mala conducta, incluyendo algunas vinculadas al Movimento Brasil Livre (MBL), que estuvo directamente implicado en las movilizaciones a favor de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, y otra alimentada por un activista famoso por su ataques a políticos de izquierda y a movimientos sociales, Olavo de Carvalho.

En Brasil, las noticias falsas constituyen un problema grave, y por esto están sujetas a una sanción judicial, vinculada a los delitos de oprobio, calumnia y difamación.

El problema de la post-verdad

Pero tenemos que retomar la discusión sobre otro problema que, aunque relacionado con las fake news, es más profundo. Es el problema de la post-verdad y de cómo ésta puede dañar la cultura democrática.

Post-verdad es un término que se refiere a la construcción de una narrativa más amplia, que da sentido y legitimidad a determinada visión del mundo y que a menudo combate el conocimiento ya consolidado.

Un ejemplo reciente, que ya está teniendo consecuencias bastante delicadas, es la historia falsa de que las vacunas son peligrosas. Esto es algo que va en contra de todos los descubrimientos científicos establecidos y amenaza el éxito de la inmunización que ha logrado frenar enfermedades graves en muchos países.

 Fijarse en las noticias falsas, en detrimento de la post-verdad, pone el foco de la solución del problema en la gran credibilidad los medios tradicionales, deslegitimando a los medios alternativos. 

Y esto va más allá que una noticia falsa, porque lo que se cuestiona es la cultura de la vacunación en particular y el conocimiento científico en general. En este sentido, limitar el debate a la cuestión de las fake news tiene, al menos, tres consecuencias importantes.

La primera consecuencia es que fijarse en las noticias falsas, en detrimento de la post-verdad, pone el foco de la solución del problema en la gran credibilidad los medios tradicionales, deslegitimando a los medios alternativos. De acuerdo con esto, el remedio contra la noticia falsa sería la buena cobertura, neutral e imparcial, hecha por periodistas formalmente vinculados a los medios de comunicación establecidos y reconocidos. Pero el problema radica en que, incluso si uno creyese en el cuento de la neutralidad y la imparcialidad periodística, sería imposible confiar en ello en un país donde la concentración de la propiedad de los medios es tan alta como en Brasil.

En 2017, el proyecto The Media Ownership Monitor evaluó la pluralidad de la esfera mediática en el país y reveló que cinco grupos, o sus propietarios individuales, concentran el control de más de la mitad de los medios de comunicación a nivel nacional. De acuerdo con otro proyecto de evaluación de los medios de comunicación, el Atlas da Notícia, más de 70 millones de brasileños viven en el llamado “desierto de noticias” y con frecuencia son los medios populares los únicos que cubren la vida cotidiana de las comunidades periféricas de forma permanente.

Por un lado, concentrarse en las noticias falsas significa rechazar aquellos movimientos sociales y ciudadanos que difunden falsedades pero, por otro lado, también implica un debilitamiento de la ya mala salud de los medios comunitarios, alternativos y populares, que a menudo son las únicas voces disidentes en relación a muchos asuntos importantes.

Si hubiera dependido únicamente de los medios tradicionales, la inmensa movilización de mujeres que supuso la campaña #EleNão habría pasado desapercibida para el gran público y, en el mejor de los casos, habría sido comparada con una pequeña manifestación a favor de Jair Bolsonaro en Río de Janeiro.

También vale la pena recordar que, además del problema de la concentración en pocas manos, los medios tradicionales en Brasil han mostrado cómo toman partido sin ambages. Jair Bolsonaro mantuvo una entrevista exclusiva con TV Record (propiedad de un líder evangelista), emitida al mismo tiempo que los demás candidatos presidenciales estaban debatiendo en TV Globo. Esto representa un claro desprecio por la regla de isonomía (igualdad ante la ley) que deben respetar las televisiones brasileñas por su condición de concesiones públicas.

Una segunda consecuencia se refiere a la construcción de narrativas que resultan impermeables al debate. La post-verdad utiliza la acumulación de información falsa para negar la evidencia, como en el caso de las vacunas, o para negar la historia, como en el caso de la dictadura militar en Brasil o el holocausto. Según los seguidores de la post-verdad, estos hechos históricos no existen (por ejemplo, un magistrado de la Corte Suprema Federal de Brasil clasificó el golpe militar en Brasil como “Movimiento de 1964”).

La legitimación de estas realidades no depende de una validación científica o histórica alguna. En algunos casos, sí existe una tentativa de establecer esa validación. Las dudas sobre las vacunas provienen de grupos de investigadores que han planteado dudas, e incluso han publicado resultados de exámenes en revistas científicas de renombre. Aunque estas publicaciones fueron posteriormente revocadas en virtud de la debilidad y del sesgo del proceso de investigación que las avalaba, su mera existencia sigue informando al público.

Pero, con frecuencia, para validar un postulado, basta con afirmarlo en público. De ahí la facilidad con que se difunden noticias falsas en este contexto. No es necesario citar la fuente de la información que se distribuye. Por ejemplo, el incremento del uso de "memes" en comentarios a artículos de noticias o publicaciones de redes sociales ha reemplazado, en gran medida, a cualquier tipo de debate o intercambio personal.

Para construir y consolidar visiones del mundo, la post-verdad asocia condiciones de educación precarias o deficientes (que van más allá del nivel de instrucción escolar) con las urgencias morales de la sociedad.  Mirándolo desde esta perspectiva, según la definición del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, la post-verdad forma parte del ejercicio de crear líneas abisales. Es el ejercicio que separa lo existente de lo inexistente y que trata de eliminar, a través de su deslegitimación, todo aquello que desestabiliza las formas y estructuras de dominación existentes.

Las noticias falsas sobre los candidatos del PT los asocian con declaraciones contra la fe, contra Dios y contra los cristianos. La post-verdad justifica la noticia falsa.

En el caso de la sociedad brasileña actual, que está cada vez más influenciada por el neo-pentecostalismo arraigado en las bases de la comunidad, es fácil comprender por qué las noticias falsas sobre los candidatos del PT los asocian con declaraciones contra la fe, contra Dios y contra los cristianos. La post-verdad justifica la noticia falsa.

En una discusión con una persona conocida, que publicó un informe falso en Facebook sobre dos miembros del PSOL (otro partido de la izquierda brasileña), me dijo que la mentira no importaba, porque en realidad esas personas serían muy capaces de decir lo que contenía el informe. Esta postura revela una estructura de interpretación de la realidad en la que, frente a las convicciones, el hecho en sí tiene poca importancia.

En este sentido, la primera consecuencia mencionada, referida a que la revalidación de los medios tradicionales sería una solución a las noticias falsas, se vuelve más grave. Usando nuevamente el caso de las manifestaciones de #elenão, los principales periódicos de Brasil no concedieron titulares de primera página para no asociar el evento a las fotos de las concentraciones populares masivas que llenaban calles y plazas de todo el país. De este modo, se corrobora la interpretación de que las movilizaciones no existieron y que esas fotos, de hecho, correspondían a imágenes del carnaval u otros eventos populares callejeros, tal como propagaban las noticias falsas.

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La portada de O Estado de São Paulo, obviando un titular para la protesta #elenão

Una tercera consecuencia es que la post-verdad está relacionada con la naturalización de modelos culturales particulares en oposición a los proyectos colectivos de la sociedad. Como sugiere Roland Barthes en su ensayo Mitologías, la naturalización es un recurso ideológico ampliamente utilizado para inocular realidades que están lejos de lo natural. En este sentido, la dinámica de la post-verdad asocia los postulados de la interpretación que quiere consolidar con hechos cotidianos, fácilmente verificables por el ciudadano común, haciéndolos evidentes e indiscutibles.

De la post-verdad a la auto-verdad

Algunos de los votantes defensores de Jair Bolsonaro justificaron su discurso homofóbico, sexista, misógino y xenófobo mediante una "forma directa y, a veces, un poco grosera de hablar", que sería típica del brasileño promedio. Por otro lado, dado que muchos políticos en el Partido de los Trabajadores han sido acusados de corrupción, todos los políticos de los partidos son corruptos, algo que ni siquiera considera si las acusaciones son verdaderas o el sesgo político del poder judicial.

Eliane Brum habla de una evolución (o involución) del concepto de post-verdad al de "self-truth". El periodista brasileño asocia la "auto-verdad" con la estética en oposición a la ética. Es el reino de la proclamación, del uso del púlpito. También relaciona el concepto con la producción de realidades. Las fake news están ahí, pero lo más importante no es contradecir una versión de historia. Solo es necesario establecer una utopía (o distopía) que comience a regir el comportamiento de la persona que la disemina. Los numerosos casos de agresión contra votantes de izquierda, activistas de movimientos sociales, mujeres, homosexuales y negros, que se han reportado en las redes sociales, pueden interpretarse como la naturalización e incorporación de un discurso de violencia que es el sello distintivo de Jair Bolsonaro.

La ley brasileña considera que las acciones y declaraciones homófobas y racistas constituyen delito. Desafiando las reglas legales y morales, la "libertad de expresión" del candidato al lanzar ataques abiertos contra grupos sociales y de derechos humanos naturaliza la realidad distópica en la que los ciudadanos comunes pueden expresar sus prejuicios, e incluso portar un arma, si se consideran amenazados de alguna manera.

La realidad creada por Bolsonaro no resuelve los problemas que producen esta criminalidad, pero autoriza la vociferación contra los supuestos enemigos y permite el recorte de derechos en nombre de una seguridad utópica.

La distopía de esto se justifica por la utopía de la mayoría de los brasileños que asocian esa libertad de expresión con la protección de la familia, tanto en términos de seguridad, motivados por los crecientes niveles de violencia en el país, como en términos morales, nuevamente alimentados por el movimiento neopentecostal . La "autoverdad" es tan potente que lleva a los ciudadanos libres que disfrutan de una democracia a declarar que prefieren la intromisión de las Fuerzas Armadas para registrar sus bolsillos y sus casas en vez de continuar  viviendo con el riesgo de la delincuencia. La realidad creada por Bolsonaro no resuelve los problemas que producen esta criminalidad, pero autoriza la vociferación contra los supuestos enemigos y permite el recorte de derechos en nombre de una seguridad utópica.

La post-verdad convierte a la democracia en una masa inerte en manos de quienes la dominan. Ésta pierde sus valores primordiales para adaptarse a los intereses del momento y es despolitizada por la ausencia deliberada de debate.

Las ideas no se discuten. Las verdades son rebatidas y los interlocutores son deslegitimados. En ese proceso, las elecciones brasileñas de 2018 fueron secuestradas por la post-verdad. No se discutieron propuestas y la concentración de esfuerzos en contra de un candidato presidencial, aunque fue fuente de una movilización histórica y altamente politizada, desmanteló el debate para todos los demás candidatos a elegir para los distintos cargos, allanando el camino para la elección de la composición seguramente más conservadora de las cámaras legislativas en la historia brasileña. .

Institucionalmente, el efecto es perjudicial, porque la ausencia de debate debilita la orientación política e ideológica del gobierno que se establecerá. Pero todavía hay un efecto más grave sobre el tejido social, que encarna la dinámica de la post-verdad o "auto-verdad" como algo que autoriza la eliminación simbólica y, eventualmente, física, de la discordancia, de lo opuesto, de lo otro. No hay mayor riesgo para la democracia. 

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