
Estela Carlotto (Imagen: Josep A. Vilar/Casa Amèrica Catalunya). Todos los derechos reservados.
A los 40 años de su nacimiento, las Abuelas de Plaza de Mayo han recuperado la identidad de 126 nietos y nietas, entre ellos el nieto de Estela Barnes de Carlotto, su presidenta, a quien buscó durante 36 años. Se calcula que unos 500 bebés fueron robados por la dictadura cívico-militar argentina (1976-1983) como parte de un plan sistemático de apropiación y supresión de la identidad.
Las Abuelas comenzaron su singladura en 1977 y desde entonces se han convertido en un referente mundial en la defensa de los derechos humanos. Nominadas al Premio Nobel de la Paz en cinco ocasiones y distinguidas en 2011 con el Premio Félix Houphouët de UNESCO, Abuelas de Plaza de Mayo tiene como finalidad primordial localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños secuestrados y/o desaparecidos por la última dictadura cívico-militar en Argentina, crear las condiciones para prevenir la comisión de ese crimen de lesa humanidad y obtener el castigo correspondiente para todos los responsables.
En su página web figura esta frase suya de 1980: “Las Abuelas no tienen miedo. Lo peor que podía pasarles ya pasó. Sus voces desafían al régimen militar que sigue negando la existencia de los desaparecidos”. Lamentablemente, el negacionismo no terminó con la dictadura y su lucha continua.
Estela Carlotto, como presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo desde 1989, acaba de recibir en Barcelona el Premio Joan Alsina de Derechos Humanos 2017 (en memoria del sacerdote catalán asesinado en Chile en septiembre de 1973, a los pocos días del golpe de Estado de Augusto Pinochet), otorgado por Casa Amèrica Catalunya el 10 de diciembre de cada año, coincidiendo con la celebración del Día de los Derechos Humanos.
Oleguer Sarsanedas: En Argentina, hoy, el presidente Macri anda diciendo que hay que pasar página. Hay legisladores que están tratando que se repitan juicios a los condenados por crímenes de la dictadura y que se libere a los que ya han cumplido 70 años. Y los medios de comunicación más poderosos del país respaldan la idea de que hubo dos bandos y de que las culpas de ambos son equivalentes. ¿Qué opina usted de todo esto?
"Hemos dialogado con todos los gobiernos. Cuando llegó el actual, que en campaña tuvo el desatino de decir que las organizaciones de derechos humanos éramos un "curro” – curro quiere decir que hacemos trampas, que mentimos –"
Estela Carlotto: Nosotras, que somos abuelas y también madres, o sea doblemente afectadas, ya llevamos 40 años de historia. Y en estos 40 años hemos tenido que afrontar una dictadura, riesgos, miedos, desconocimiento. Hemos podido sobrevivir y asistir al advenimiento de la democracia. En Argentina tenemos en este momento la democracia más larga de nuestra historia, ya que desde 1930 en adelante, hasta 1983, hubo constantes irrupciones de las fuerzas armadas y civiles cómplices. Creemos firmemente que esto no tiene que repetirse y, por lo tanto, nuestra posición es de respeto a la democracia y al diálogo permanente con quienes nos gobiernan. Hemos mantenido esta posición desde la presidencia del Doctor Alfonsín, el primer presidente de la democracia recuperada, sin ideologías políticas, porque pensamos que el Estado de Derecho tiene que solucionar y dar respuesta a lo que hizo el Estado terrorista. Hemos dialogado con todos los gobiernos. Cuando llegó el actual, que en campaña tuvo el desatino de decir que las organizaciones de derechos humanos éramos un "curro” – curro quiere decir que hacemos trampas, que mentimos – y ahí quedó el agravio, lo primero que hicimos fue pedir una audiencia con el señor Presidente. Su respuesta fue, a través de una persona de su entorno, que él no tenía tiempo para recibirnos y que, por este motivo y de ahí en adelante, nos dirigiéramos a la Secretaría de Derechos Humanos - un espacio, por cierto, creado durante la gestión del gobierno anterior. Fue una respuesta lapidaria. Nos derivó a otro funcionario, con el que fuimos a hablar y manifestamos todas nuestras inquietudes. Esto fue al principio de su gestión, ahora lleva ya casi dos años, y con el Presidente no hemos tenido más trato, nunca más nos llamó. Con la Secretaría de Derechos Humanos y con el ministro de Justicia y Derechos Humanos mantenemos diálogo, pero constantemente tenemos que salir a defendernos porque el Secretario de Derechos Humanos suele decir siempre cosas erróneas y malintencionadas en los medios monopólicos – hay un monopolio total, cada vez más evidente, de los medios de comunicación en Argentina. O sea, que tenemos roces, pero el trato existe.
Ahora, por supuesto, todo lo que usted ha dicho es cierto: ellos quieren borrar la historia, escribirla de nuevo a su manera, a su gusto. Que pretendan liberar a los presos que están cumpliendo penas por crímenes de lesa humanidad, a genocidas responsables de la desaparición de 30.000 personas, no se justifica, de ninguna manera, porque sean viejos. No deben tener, y lo lamento pero es así, ningún privilegio: ni acortarles las penas ni darles el beneficio de cárcel domiciliaria. Y que en las escuelas quieran sesgar la historia, no contarla o simplemente borrarla… bueno, nosotras estábamos escribiéndola completa. Nosotras hemos tratado de formar a la juventud en los derechos y, sobre todo, en el derecho a la identidad. El Ministerio de Educación no lo hace, nos palmean en la espalda pero no hacen nada. Y los medios nos agravian.
O sea, que no lo tenemos fácil. Pero tenemos temple y tenemos experiencia. Nosotras no hacemos política partidaria, defendemos los derechos humanos. Y a la edad que tengo, 87 años, sigo trabajando porque ya no somos muchas, las Abuelas, y hay que continuar: ¡falta encontrar todavía a más de 300 nietos!
El pueblo no tiene que ser un manso cordero, que lo lleven de aquí para allá sin que diga nada.
OS: Lo que dice Macri y su gobierno en Argentina es casi exactamente lo mismo que dice el Partido Popular en España. Curiosamente, los crímenes del franquismo no están siendo investigados en España sino, precisamente, en Argentina. Con su experiencia, ¿qué les diría usted a los ciudadanos españoles acerca de la importancia de la memoria?
EC: Yo les diría, no solamente a los españoles, sino a los ciudadanos del mundo – porque en el mundo estas historias se repiten todavía, todavía hay desaparición de personas, hay dictaduras y gobiernos pseudodemocráticos con actitudes dictatoriales –, que el pueblo tiene que resistir. El pueblo no tiene que ser un manso cordero, que lo lleven de aquí para allá sin que diga nada. Hay que resistir, pero sin violencia: la violencia y el odio no generan más que cosas malas. Resistir, con el derecho que nos asiste como ciudadanos del país en que tengamos que vivir- por nacimiento, porque así fue –, a las malas acciones. Los que gobiernan un país son unos empleados: se les paga para que gobiernen para bien de su pueblo, no para que hagan lo que quieran y manejen el dinero a su antojo.
Estando yo en Barcelona con otra abuela, bastantes años atrás, nos vinieron a ver unos jóvenes, nietos de víctimas del franquismo, que querían encontrar los restos de sus abuelos. Sus abuelas no hablaban, ponían una flor en medio del campo, por ahí, y no abrían la boca. ¿Qué les dijimos? Júntense. Tengan un criterio legal, para ser creíbles y aceptables, hagan un banco de datos genéticos de los familiares y exijan al Estado la exhumación. Lo están haciendo.
Luego, hace poco, algunos años, vinieron a vernos las mujeres que buscan a los niños robados durante el franquismo – 35.000 niños, se dice -, de los que no se hablaba. En España había un silencio de 40 años sobre todo ello. Ahora están los familiares de aquellos niños, que hoy son ancianos, buscándoles, investigando. Esto es lo que hay que hacer. Porque las páginas de la historia hay que escribirlas completas. Y el pueblo tiene que estar movilizado. Lo peor es un pueblo que diga: lo que hagan no me interesa, total yo vivo bien, a mí no me falta nada, si le falta a otro que se arregle. Hay que ser solidarios, querernos, ayudar al que necesita ayuda, asistirle. Este afecto es esencial. En Argentina tenemos sangre de muchos países, pero muchos somos de origen español, de ahí que se iniciara la querella criminal contra el Estado español en Argentina, y todos los organismos de derechos humanos, entre ellos Abuelas, estamos como querellantes.
Fue volver a las consignas del pasado: que aparezca con vida Santiago Maldonado era un grito de dolor como el de 40 años atrás.
OS: El caso de Santiago Maldonado, ¿es un eco del pasado? ¿Cómo lo ha vivido usted?
EC: Fue para nosotros sumamente doloroso. Fue volver a las consignas del pasado: que aparezca con vida Santiago Maldonado era un grito de dolor como el de 40 años atrás. Fue una desaparición forzada, lo hicieron los gendarmes, había una Ministra de Seguridad que los dirigía. La ministra, con la que nos reunimos, lo negó todo, se puso muy dura diciendo que iba a defender a la gendarmería a ultranza, que no fueron ellos y que no se trataba de ninguna desaparición forzada. Que esto no lo iba a reconocer nunca. ¡Y nos pidió colaboración! Pero, ¿cómo vamos a colaborar con ustedes, que están negando una realidad? Esta fue nuestra respuesta. Para nosotras es, de nuevo, una herida abierta.
OS: Ustedes han recuperado a 126 nietas y nietos. ¿Cuál es su reacción cuando descubren la verdad de su vida?
EC: Depende. Hoy son hombres y mujeres de 40 años que se encuentran en dos tipos de situaciones. La primera, que ya tengan dudas y anden buscando y vengan a vernos para que les ayudemos – o sea, que ya haya una disposición a querer saber de dónde vienen. De hecho, hay nietos que encontramos hace muy poquito y que ya son parte de nuestra organización y que hablan de lo suyo con una naturalidad que nos asombra. En otros casos, en los que no existe esa disposición, se resisten, es la justicia la que les convoca, se tarda más - en algunos casos, años - para que les caiga la ficha, como decimos, y asuman que son hijos de esa pareja que fue secuestrada y no de quienes les criaron. En algunos casos hubo adopciones legales, lo cual es distinto: ahí no hay delito, solo desconocimiento. Pero la mayoría fueron apropiados por miembros de las fuerzas armadas y civiles cómplices. Que incorporen su verdad depende de esas dos situaciones.
OS: Debe ser muy difícil vivir pensando que aquellos que uno creía que eran sus padres son, en realidad, unos monstruos…
EC: Sí, claro. Algunos se niegan a aceptarlo, algunos son muy cautivos de la historia de esos personajes, esos ladrones de niños que mataron a sus padres que han sido “cariñosos” con ellos, que les han contado una historia, que les han cautivado. Hay una nieta que siempre dice que ella sabía quién era, pero no quería reconocerlo y a mí me tenía un odio que no me podía ni ver. Bueno, ahora esta chica ya aceptó entrar en la historia completa y se dió cuenta de qué clase de personas la criaron, y es hoy una militante política, está incorporada a Abuelas y lo tiene todo clarísimo. Pero le costó, sí, le costó mucho.
OS: Y el caso de su propio nieto, ¿cómo fue?
EC: Él se enteró cuando tenía 36 años, por una vecina del lugar donde vive. Yo llevaba 36 años buscándole por el mundo – porque nuestros nietos, por la edad, ya adultos, pueden estar en cualquier país del mundo – hemos encontrado a nietos en Holanda, en México, en Estados Unidos. Él vive en un pueblo chiquito y seguramente en el pueblo se sabría, pero nadie hablaba de que esa gente que lo crió no eran los padres. Nunca le dijeron nada. Es gente de campo, gente buena, no tengo nada que decir de la crianza. Lo que me duele es que tendría que haberle criado yo. Él decidió venir a Abuelas a buscar su identidad. Ya estaba cerquita, porque con su música – él es músico – estaba cerca de la música por la identidad, haciendo cosas cercanas al tema. Pero fue para él un cimbronazo saber que yo era su abuela, porque había hecho algunas conjeturas viéndome en la televisión - dice que dijo alguna vez: ¿quién será el infeliz que no acude a su sangre para que esta señora encuentre a su nieto? ¿Quién será? ¡Y era él! Bueno, acabo de estar con él, está en Barcelona dando unos recitales, y ahora llegará su señora con mi bisnieta. La relación es muy linda, lo que pasa es que él vive muy lejos y está muy ocupado. Y yo estoy muy ocupada también. Nos vemos cada vez que podemos.
Lo que me duele es que tendría que haberle criado yo.
OS: Ustedes siguen buscando. ¿Cómo lo hacen? ¿Tienen colaboradores de la sociedad civil que les informan sobre sospechas, tienen detectives trabajando para ustedes?
EC: Tenemos una organización muy compleja. De aquellas abuelitas que nos reuníamos en una confitería en secreto, que después no teníamos dónde y lo hacíamos en alguna casa, tocando timbres de maneras sofisticadas, en código, ahora hemos pasado a tener una organización que dispone de equipos técnicos diversos. Tenemos un equipo de abogados que trabajan todos los juicios, tenemos un equipo de genética para el banco de datos genéticos – que es el puntal para saber seguro si es o no el nieto buscado –, tenemos también psicólogos que han aprendido a atender a las víctimas de este tema, antes inédito. Tenemos equipos de investigación, equipos de acercamiento, equipos de recepción y gente que se ocupa de la parte económica, de prensa y difusión. Tenemos a 100 personas trabajando y filiales en el interior del país.
En lo que nos hemos dedicado más en los últimos tiempos es a perfeccionar el banco de datos genéticos – sobre la base de una nueva ley - y en mantener un espacio dentro del Estado, la CONADI - la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad -, que dirige mi hija Claudia desde su creación en el año 92. Y nos hemos dedicado mucho a difundir, no solamente en Argentina sino por el mundo. Hay una red europea, que se creó en Madrid, por el derecho a la identidad – está España, Italia, Francia, Holanda –, para hacer hacer llegar el mensaje de que hay abuelas en Argentina esperando a sus nietos, que pueden estar en ese país. O sea, que vamos inventando el camino al andar.
OS: Han pasado 40 años, las heridas siguen ahí y parece que hay gente interesada en que sigan ahí. ¿Qué hay que hacer para que Argentina haga las paces con el pasado?
EC: Yo creo que se trata de una cuestión fundamentalmente ideológica - de un gobierno determinado, no de la sociedad. La sociedad argentina nos acompaña. Por supuesto que hay los que creen que estuvo bien matar a gente, porque se lo merecían, y a estos lógicamente a veces es difícil educarles o convencerles. Pero son una parte muy minoritaria. A nosotras, las Abuelas, la gente ya nos conoce, nos reconoce, nos saluda. Hay mucho respeto, sobre todo porque buscamos a nuestros nietos, que son desaparecidos vivos. Y a todos los demás. Le hacernos entender a la gente de que si esto no se soluciona, se va a repetir la historia.
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