
De unos años a esta parte, asistimos a la emergencia del poder relacional, de la transversalidad, de la participación. Este es el enclave que da sentido y protagonismo a la tecnopolítica, base sobre la cual se conceptualiza y se acoge una nueva visión de la democracia: más abierta, más directa, más interactiva. Un marco que supera la arquitectura cerrada sobre la que se han cimentado las praxis de gobernanza (cerradas, jerárquicas, unidireccionales…) en casi todos los ámbitos. Esta serie sobre El ecosistema de la democracia abiertabusca analizar los distintos aspectos de esta transformación en marcha.
Durante la ocupación de la Puerta del Sol de Madrid en 2011, el núcleo hacker del 15M madrileño desarrolló una plataforma para que cualquier persona pudiera hacer propuestas políticas. Diseñada en software libre, la plataforma Propongo permitía que los usuarios propusieran ideas y que después fueran votadas. El mecanismo era simple: de abajo arriba, propuestas descentralizadas. El Estado de Rio Grande do Sul (Brasil), donde nacieron los presupuestos participativos en 1989, usó parte del código de Propongo y su filosofía para el Gabinete Digital, su proyecto estrella de participación ciudadana.
En España, la clase política daba la espalda a los Indignados. Al otro lado del Propongo, no había nadie. Ningún gobierno local, regional o estatal escuchaba la nueva música de las plazas. Menos sus propuestas. Mientras tanto, la inteligencia colectiva y la cooperación en red de las plazas iban desarrollando sofisticados mecanismos de participación y deliberación, online y presenciales. La pujante tecnopolítica made in Spain conquistaba los corazones de activistas de todo el mundo. Y la de algunos académicos y políticos extranjeros.
En mayo de 2015, las confluencias ciudadanas, desbordando los formatos tradicionales de los partidos políticos, conquistaron los gobiernos de las principales ciudades de España. Y parte de la inteligencia tecnopolítica de las plazas se trasladó a los gobiernos locales. Hacktivistas, programadores, facilitadores de asambleas y procesos participativos pasaron a trabajar para las instituciones. Pablo Soto, hacker histórico del movimiento mundial del peer-to-peer y uno de los habituales de la Acampada Sol, fue uno de ellos. En junio de 2015, Soto se convirtió en el máximo responsable de participación del Ayuntamiento de Madrid. Ahora Madrid, Barcelona en Comú, Zaragoza en Común, entre muchas otras confluencias políticas, comenzaron a revolucionar la participación en las principales ciudades de España.
“Todos los caminos llevan a las ciudades españolas, donde se está experimentando con herramientas de empoderamiento ciudadano como en ningún lugar del mundo”, advertía en 2016 Geoff Mulgan, cabeza de Nesta, institución de referencia en la innovación en el Reino Unido. Dos años después de tomar el poder de las denominadas ciudades del cambio, la participación se ha convertido en una de las mayores disrupciones. Y es el Madrid del hacker Soto la ciudad que está yendo más lejos. De las redes al territorio y viceversa, Madrid está transformando en política pública el sueño colectivo de las plazas ocupadas del 2011 global.
Democracia de abajo arriba
Pablo Soto usa una palabra no reconocida por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: desintermediación. La desintermediación política es un mecanismo que elimina los intermediarios de la política representativa. Y tiene un objetivo claro: que los ciudadanos tomen sus propias decisiones.
El lanzamiento de Decide Madrid, la plataforma de participación del Ayuntamiento basada en el software libre Consul, supuso una verdadera revolución en la participación. Por un lado, abrió el camino de la democracia de abajo arriba, con mecanismos directos y vinculantes. A diferencia de ejemplos de presupuestos participativos históricos, los 100 millones dedicados a presupuestos participativos en 2017 en Decide Madrid serán distribuidos de acuerdo a las propuestas que surjan de abajo. Las más votadas, siempre que sean técnicamente viables, se aprueban. La plataforma tiene a su vez un apartado denominado “propuestas ciudadanas”. Si una propuesta llega al 1 % de los empadronados mayores de 16 años (27.064 apoyos), pasa a la fase de votación final. La primera votación de propuestas ciudadanas se celebró entre el 13 y el 19 de febrero de 2016, en Internet y en diferentes lugares físicos de la ciudad. La propuesta Madrid 100 % sostenible fue votada por 188.665 personas (89,11 % de los votantes). La propuesta Billete único para el transporte público, aunque excedía las competencias del ayuntamiento, fue apoyada por 198.905 personas (93,94 % de los votantes). Y trasladó la presión ciudadana al Consorcio de Transporte de Madrid, donde el Gobierno de la región de Madrid también participa.

Fuente de la imagen: "la gran votación", propuestas ciudadanas de Decide Madrid.
Decide Madrid está siendo usada también para realizar consultas urbanísticas vinculantes, como las de Plaza España, la Gran Vía o el proceso reciente para remodelar 11 plazas en la periferia. Gracias a la desintermediación cultural del software Napster, grupos de música desconocidos organizaron al inicio del siglo XXI giras de conciertos sin ayuda de las discográficas. Gracias a la desintermediación de Decide Madrid, una propuesta de un ciudadano del distrito de Retiro consigue que la casi abandonada Nave Teatro Daoíz y Velarde se convierta en una Cineteca.
“La correa abajo-arriba que hace que la gente pueda imponer decisiones a los de arriba no es tecnológica: forma parte de los mecanismos de iniciativas populares. Antes, el mecanismo era la recogida de firmas. Ahora, los ciudadanos usan la tecnología para recoger esas firmas, abren un Change.org, un Oiga.me. En el Ayuntamiento de Madrid hemos hecho eso (...) La filosofía de Propongo rige la mayoría de plataformas de democracia directa puestas en marcha en España por los ayuntamientos del cambio”, asegura Pablo Soto.
La plataforma Decide Madrid no fue inicialmente bien recibida por asociaciones vecinales tradicionales, acostumbradas a la participación presencial y a intermediar entre la ciudadanía y el Gobierno. Para resolver esta situación, se están desplegando diferentes espacios de deliberación presencial, como los Foros Locales (espacios físicos de participación en los distritos), proyectos como Si Te Sientes Gato (participación con niños y adolescentes) o procesos como el G1000, una cumbre ciudadana para potenciar la deliberación colectiva y las propuestas de los de abajo. La novedad del G1000 fue la de apostar por una muestra representativa que garantizara la diversidad y pluralidad de los participantes.
Una buena parte de los proyectos están siendo realizados con apoyo de los nuevos Laboratorios de Innovación Ciudadana del prestigioso Medialab-Prado. El Participa LAB (Inteligencia Colectiva para la Democracia), el DataLab (datos abiertos) y el InciLab (laboratorio de Innovación Ciudadana) ensamblan lo público y lo común, haciendo de puente entre el gobierno local y la ciudadanía. El Participa LAB, el que trabaja más de cerca con el área de participación, está trabajando con Decide Madrid (hackatones Coding Madrid, Si Te Sientes Gato, línea de comunidades, gamificación, G1000, grupos de narrativas…) y coordina la convocatoria internacional Inteligencia Colectiva para la Democracia. El InciLab, entre muchas cosas, ha puesto en marcha el proyecto Madrid Escucha, para conectar a los funcionarios del Ayuntamiento con los ciudadanos a partir de proyectos concretos, mezclando la filosofía de la desintermediación con la de laboratorio ciudadano.
Con más de 300.000 usuarios, Decide Madrid se va consolidando como el espacio hegemónico de la participación en la ciudad de Madrid. En ella, se ponen en marcha múltiples procesos, debates, propuestas, proyectos. Al ser software libre, cualquier ciudad puede adaptar Consul a sus necesidades, sin grandes inversiones, en una plataforma. De Barcelona a A Coruña, pasando por Roma, París o Buenos Aires, decenas de instituciones del mundo han replicado el core inicial de Decide Madrid, configurando lo que Audrey Tang, ministra digital de Taiwán, denomina una “federación líquida de ciudades”. La propia Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, elogia la red cooperativa de ciudades de la participación: “Es muy interesante que en Barcelona hayamos podido hacer nuestra primera experiencia de participación digital, el Decidim Barcelona, cogiendo el código base de Madrid y luego adaptándolo aquí. Cuando hemos tenido una primera propuesta la hemos compartido con muchísimos municipios de toda Cataluña”.
Democracia distribuida
Un cerebro como metáfora. Un mapa de Hamburgo (Alemania) como símbolo de la ciudad en red, de la ciudad descentralizada. Neuronas y barrios, conectados por flujos, inevitablemente sincronizados. Ambas ilustraciones aparecen relacionadas en una página del libro Emergencia, el clásico de Steven Johnson que abordó diferentes procesos de inteligencia colectiva. La ciudad como un cerebro, como un todo de nodos descentralizados. La ciudad como una red abierta, en la que cualquier nodo-barrio puede conectarse con cualquiera. El concepto de ciudad distribuida del brasileño Caio Vassão redondea las aristas vivas de esa ciudad sin centro, “en red, abierta, fluida, flexible, adaptable, reconfigurable”. Una ciudad en la que los barrios de las periferias dialogan y se relacionan sin la mediación de su centro histórico.

Izquierda: Diagrama de la mente humana. Fuente de la imagen: Mittermeier. Derecha: Mapa de Hamburgo, circa 1850. Fuente de la imagen: Princeton Architectural Press.
La ciudad de Madrid ha puesto en marcha una contundente política de descentralización de la ciudad. La democracia distribuida en Madrid se visibiliza en la misma distribución de sus presupuestos, en la que los distritos han multiplicado sus recursos, gestionan parte de los festivales culturales (como los Veranos de la Villa) o proyectos de gestión cultural (el Madrid Activa ha pasado a llamarse Madrid Distrito).
Al mismo tiempo, la puesta en marcha de los Foros Locales es una clarísima apuesta para descentralizar el poder y la participación de la ciudad. Con proyectos como Experimenta Distrito (laboratorios ciudadanos itinerantes), Imagina Madrid (repensar 10 territorios) o el proyecto M.A.R.E.S la capital española está redibujando su tejido barrial, sus relaciones económicas, la implicación de la ciudadanía en la toma de decisiones. El exitoso proyecto Experimenta Distrito de Medialab-Prado, que ya ha pasado por Villaverde, Moratalaz y Fuencarral, está en plena fase de expansión por la ciudad. Incluso lanzará una convocatoria global, pues docenas de ciudades del mundo quieren replicarlo. Medialab-Prado, uno de los focos irradiadores de innovación en la ciudad, define a Experimenta Distrito como un conjunto de “laboratorios ciudadanos de experimentación y aprendizaje colaborativo en los que puede participar cualquier persona”. Laboratorios ciudadanos (de barrio) basados en la cultura del prototipado, una forma abierta y colaborativa de desarrollar proyectos. Laboratorios ciudadanos (de barrio) en los que aprender y enseñar, en los que el resultado no es un producto perfecto, sino un proceso mejorable en tiempo real por la colaboración de los vecinos y vecinas de los barrios de Madrid.
Democracia del común
El exuberante ecosistema de prácticas ciudadanas y de espacios autogestionados ha transformado a Madrid en una referencia internacional en los denominados comunes urbanos. ¿Cómo se relaciona el común en la ciudad con el poder público? La llegada al poder de Ahora Madrid abrió muchas expectativas, ya que el Patio Maravillas, una conocida ocupación de la ciudad, formó parte de la candidatura municipalista. Durante el primer año de gobierno, el Ayuntamiento trabajó en un marco de cesión de espacios conjuntamente con la Red de Espacios Ciudadanos (REC), de la que forman parte la mayoría de espacios autogestionados de Madrid. Las expectativas se fueron enfriando, pues El Patio Maravillas, transformado en una gran guerra cultural de la derecha, no consiguió un espacio cedido en el centro de la ciudad. Sin embargo, en muchos distritos, el Ayuntamiento ha empezado a ceder espacios a la ciudadanía, alimentando la autonomía del común. El Centro Social Autogestionado PlayaGata (Fuencarral) y el Espacio Social La Salamandra (Moratalaz), espacios cedidos a la ciudadanía, han sido puntos claves para cocinar el proyecto Experimenta Distrito. A su vez, el Ayuntamiento de Madrid ha cedido a la sociedad civil diferentes espacios de la ciudad, como el Palacio de Sueca, el solar Almendro 3, el Mercado de Frutas y Verduras (cedido al Espacio Vecinal Arganzuela) o La Gasoli, entre otros. Además, el Ayuntamiento ha cedido un buen número de solares en los que existían huertos urbanos ilegales, reforzando la Red de Huertos Urbanos de Madrid.
El reciente nacimiento de la ocupación La Ingobernable, un “Centro Social metropolitano para la construcción de comunes urbano”, enclavado en un edificio propiedad del Ayuntamiento a escasos metros del Museo del Prado, revela que la sociedad civil madrileña quiere más. Que no se conforma con los marcos institucionales dados. Que los centros sociales son laboratorios ciudadanos, piezas vitales de la democracia, espacios de co-creación de la ciudad viva. Que el común es también tensión y conflicto, no apenas cogestión. El laboratorio democrático de Madrid bebe simultáneamente de la autonomía ciudadana y de un adentro institucional que intenta desbordar, a veces con lentitud, las lógicas clásicas de la democracia representativa. El irónico cartel que cuelga en una habitación de La Ingobernable manda un recado a la institución desde la autogestión, desde el común, desde la ciudadanía: Make Madrid great again.
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