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Mirada a Podemos/Día 2: ¿Se puede democratizar el partido en Vistalegre II? ¿Cómo?

Democratizando el partido en Vistalegre II: "Gobernismo vs. municipalismo", "consenso vs. conflicto". English

José Enrique Ema Emmanuel Rodríguez Mario Espinoza
8 febrero 2017
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En el ciclo post electoral, Podemos se enfrenta al desafío de encontrar la estructura, el liderazgo y la estrategia adecuados para articular con éxito un nuevo papel como partido. Esta semana, entre el 4 y el 11 de febrero, se ha pedido a casi 500.000 miembros del partido que lean, debatan y emitan su voto sobre las diversas propuestas, una decisión colectiva de importancia crucial para determinar el futuro del partido, tal vez durante los próximos años. Esta serie especial contextualiza, a través de una serie de breves declaraciones personales, el voto y el próximo congreso del partido en términos de visiones competitivas de cambio social y político, articulando las ideas, estrategias y modelos de organización en conflicto que sustentan las principales propuestas.

Lo revolucionario es ganar la normalidad

Por José Enrique Ema

El 15M nos enseñó que empezamos a ganar no solo cuando aumenta la rabia y el malestar en los márgenes, sino cuando además los deseos de cambio conquistan el meollo de la normalidad en el centro. Por eso, la decisión clave en Podemos no es la de elegir entre la radicalidad afilada a la contra o la transversalidad amable a favor, sino la de renovar su punto fuerte: la apuesta por conjugar ambas enredándose con lo realmente existente para hacer de ello el lugar de un cambio viable y durable.

Podemos no puede contar solo con las personas que ya piensan que el socialismo es lo mismo que la justicia social, sino también con quienes, sin sospechar aquello, saben reconocer la injusticia en el día a día. No solo con quien quiere que el capitalismo termine pronto, sino también con quien necesita hoy que la avaricia de los mercados no lo pueda todo. No solo con quien desea más política en las calles, sino también con quien espera ver en los escaños a personas en quien confiar. No solo con quien considera que sin feminismo no hay vida cotidiana que merezca la pena, sino también con quien sin reconocerse feminista rechaza cualquier discriminación por motivos de género u orientación sexual. No solo con quien desea que en los parlamentos se puedan escuchar las verdades que nunca se dijeron allá, sino con quien también quiere que sirvan para mejorar eficazmente la situación de la gente acá.

No hemos llegado hasta aquí solo dando miedo a los poderosos sino también sumando la alegría y esperanza de quienes no lo somos; no solo convocando a los que ya se reconocían en una tradición de ruptura, sino invitando a cualquiera, venga de donde venga, a compartir un mismo proyecto: una sociedad mejor para todos es la que no deja a nadie atrás, la que pone la defensa de los derechos de los más desfavorecidos como prioridad común.

No se trata de parecernos a los otros partidos, tampoco a lo que otros ya intentaron, sino de mejorar y seguir haciendo posible otra política diferente, la que toma buena nota de lo que el 15M nos puso encima de la mesa: lo revolucionario es ganar la normalidad, no solo los márgenes. 

Podemos y el municipalismo

Por Mario Espinoza

Por decirlo esquemáticamente, hoy parece clara la línea divisoria entre quienes abogan por el gobernismo y quienes apuestan por el autogobierno. Por un lado, tenemos una nueva élite política -autonomizada de sus propios entornos sociales- que aboga por la gestión, una concepción neutral de la institución y por emprender cambios de baja intensidad -aunque, por supuesto, mediáticamente rentables-. Todo ello sazonado con acostumbrados eufemismos de la “política profesional” (“responsabilidad política”) o eslóganes progres como “el gobierno para todos”. Como si de una contraimagen del gobernismo se tratase, el autogobierno apuesta por la profundización de la democracia local, un proyecto que implica asumir el conflicto y la construcción de un movimiento municipalista organizado como palancas para una transformación real. ¿Gobernar para todos? Más bien gobernar de parte: de parte del común, de la justicia social y de un acontecimiento que comenzó un 15 de mayo.

Si las líneas políticas de Podemos terminan por asimilarse del todo a las inercias gobernistas y moderadas en el plano municipal, asistiremos a un proceso de burocratización política todavía mayor y a una pseudo-regeneración democrática inoperante a la hora de combatir la agenda neoliberal. Un programa político transformador tendría que hacerse cargo de los contenidos más ambiciosos de los programas del municipalismo y apoyar las políticas que emergen de los ayuntamientos y sus asambleas. Es decir, lograr eso que jamás ha tenido realidad en la formación morada más allá del discurso: favorecer la toma de decisiones desde abajo y operar como un elemento capaz de amplificar la agencia política de municipios y movimientos, rompiendo con lógicas dirigistas.

La remunicipalización de los servicios privatizados, la auditoría ciudadana de la deuda y su recusación, la creación de nuevos centros sociales y la construcción de vínculos con los movimientos son ejes de trabajo del municipalismo que pueden orientar un proyecto de cambio. Sin un contrapoder sólido y ogánico en todas las escalas no habrá cambio. En este sentido, es esencial abandonar las políticas de gestos y los mensajes edulcorados de “amabilidad y seducción”. Nuestras ciudades -mestizas, trabajadoras y cada vez más golpeadas- requieren políticas capaces de empoderar a la mayoría social, algo que va mucho más allá del target político de Podemos en las últimas elecciones: unas clases medias en declive a las que se alude, día sí, día también, con un machacón “los que faltan”. De la ciudadanía ficción imaginada por algunos -tan “transversal” como blanca- a la ciudadanía real -con género, clase y color- media un mundo de distancia. Un mundo real. Aquel que tenemos que transformar.

¿Se puede democratizar Podemos?

Por Emmanuel Rodríguez

Agotada la fase “electoral”, la revisión de Vistalegre ha sido arrojada sobre la mesa, incluso por aquellos que fueron sus más firmes defensores. Palabras fetiche como “movimiento popular”, “democratizar Podemos”, “descentralizar” circulan ahora en boca de todos, también entre los que demostraron la más férrea adhesión al jacobinismo-carrillismo de los primeros tiempos. También con la mejor intención se ha tratado de resucitar viejas hipótesis como la del partido-movimiento, que sonó como alternativa en el pre y post-Vistalegre. Pero la cuestión es: ¿hay todavía margen para generar un experimento de partido “no partido”? ¿Estamos a tiempo de darle la vuelta al reloj político?

El problema, al fin y al cabo, es viejo: es la cuestión del partido, la cuestión de la organización. La respuesta, sin embargo, es actual: sólo puede arrancar de las prácticas de organización ya existentes. Quizás no haga falta insistir, la cuestión de la organización no se resuelve con propuestas teóricas, ni modelos de laboratorio. Si lo que se quiere es algo distinto a un partido-Estado basado en la subvención, los cargos públicos y la lucha competitiva entre burocracias enfrentadas, la única guía sólo puede estar en las formas de autoorganización que día a día trabajan en el tejido social, y no necesariamente dentro del marco de Podemos.

Por eso, para tratar de responder a la pregunta de qué puede llegar a ser Podemos, conviene considerar lo que hoy es actualmente, o en otras palabras, lo que no es y lo que no fue… A partir de Vistalegre la principal motivación y el principal motivo de conflicto interno consistió en “ser alguien” dentro del partido: consejero, secretario, quizás cargo público. Frente a la organización realmente existente, la modalidad de organización que se ofreció resultó del todo contraria a mantener una práctica democrática interna. El clima de violencia interna, el verticalismo y los giros de discurso vaciaron rápidamente la organización, si no en todas partes, sí en la mayoría.

Desde hace un tiempo se vienen sucediendo los anuncios de un nuevo Vistalegre, incluso de una refundación del partido. Cabe avanzar dos conclusiones rápidas:

1. Revertir el proceso de Vistalegre no está ya en la mano de Podemos. Sencillamente lo mejor de la “base” no está en el partido. Y no parece que de momento vaya a volver. Crear una nueva cultura política basada en la cooperación, la autonomía y la inteligencia distribuida, esto es, crear un Podemos-movimiento y no un Podemos-partido, requerirá de largos años de esfuerzo. Este sólo será viable sobre la base de liquidar todo el entramado burocrático de la organización: secretarios, círculos y secretarías. A su vez, se tendrá que apostar por incorporar todo aquello que pueda vertebrar un tejido político sano, capaz de cooperar y de salvar las guerras intestinas que de forma casi permanente azotan a la dirección.

Una organización sólo puede arrancar de las prácticas inmanentes al tejido social, de las dinámicas de autoorganización. Éstas fueron destruidas con eficacia en Vistalegre. Volverlas a generar, o al menos hacer que las existentes se reconozcan en el vector institucional de Podemos, es un reto únicamente asumible en el medio plazo.

2. Democratizar hoy la organización tiene, por eso, menos que ver con dar poder a los círculos y generar un entramado de participación interna (en el sentido más ombliguista del término) como con pluralizar la dirección y abrirla a realidades completamente ajenas a Podemos. Esto implica liquidar también Vistalegre; pero en un sentido más radical del término, liquidar el propio concepto y realidad de “dirección política” tan insistentemente presente en la formación morada. No puede existir una organización, si ésta se ve constantemente atravesada por luchas de poder, por un permanente juego de toma de posiciones de capital-poder y capital-prestigio.

En lo que se refiere a los consejos se trataría de convertirlos en mesas sociales con participación representativa de las realidades más activas de cada territorio: movimientos sociales, realidades sindicales vivas, asociaciones sectoriales, etc. Todo ello en el marco de unos órganos, que precisamente por estas desprovistos de más poder que el que emana de la propia autoridad de sus recomendaciones y de su penetración social, no podrán ser ya el territorio de disputa entre facciones burocráticas.

Sobra decirlo, estas reformas suponen asumir la completa destitución de la clase política podemita en tanto clase política.

Extraído de: https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/31891-se-puede-revertir-vistalegre-se-puede-democratizar-podemos.html

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