democraciaAbierta

Misión: Ciudadanos

Con un Partido Popular muy debilitado, y con los Socialistas en plena travesía del desierto, Podemos estaba ya preparando su victoria para las elecciones este año. La situación revestía peligro y había que estabilizar el sistema. De ahí que se lanzara una operación cortafuegos. English

WhatsApp Image 2022-04-16 at 2.52.03 AM.jpeg
Oleguer Sarsanedas Francesc Badia i Dalmases
9 abril 2015
sp[1].png

Image from @Albert_RiveraRafael Hernando, portavoz parlamentario del Partido Popular (PP) es conocido por sus chistes malos y por el estilo ofensivo con el que suele despachar a sus adversarios políticos. El pasado 5 de marzo, en un canal nacional de televisión, comparó alegremente a Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, con el bueno de Naranjito, la mascota del campeonato mundial de fútbol de 1982 que se celebró en España. Naranja, por supuesto, es el color corporativo de Ciudadanos. No sospechaba Hernando que con su contribución matinal a la estrategia del PP de atacar a Ciudadanos (lo mismo que a Podemos) le saldría el tiro por la culata, desencadenando una ola de simpatía hacia el partido de Rivera en las redes sociales (#YosoyNaranjito), e incluso más allá.

Esto vino a demostrar lo que todas las encuestas de opinión están describiendo en estos momentos, a saber: el aparentemente irresistible ascenso de los recién llegados (Podemos y Ciudadanos) y el igualmente espectacular declive de los partidos tradicionales. De hecho, la previsión ampliamente compartida para las próximas elecciones generales, previstas para fin de año (probablemente para la última semana de noviembre) es nada menos que una derrota sin precedentes para el partido de Mariano Rajoy, del que se espera que consiga los peores resultados de su historia. O, visto al revés: una victoria abrumadora de todos los demás partidos, que se han sentido ninguneados por la manera de gobernar del Partido Popular, sistemáticamente en contra de todos los demás.

Como Podemos, Ciudadanos tiene su propio líder joven y carismático. Aunque Albert Rivera comparte generación con Pablo Iglesias (nacidos en 1979 y 1978 respectivamente), son dos tipos de político muy diferentes. Contrariamente al del líder de Podemos, el pasado de Rivera se encuentra a la derecha: cercano a la organización juvenil del Partido Popular (aunque no miembro del partido) a los veinte y pocos años, estudió derecho en una escuela de negocios líder en Barcelona, ESADE – institución jesuita donde la burguesía catalana educa a sus cachorros –, y trabajó como abogado en la principal institución financiera de Cataluña, CaixaBank.

Ingresó en la política a tiempo completo en 2006, cuando se presentó por primera vez como candidato de Ciudadanos a las elecciones autonómicas catalanas. Campeón de natación en la adolescencia, su imagen pública – como la de Iglesias – contrasta notablemente con la de sus adversarios de los partidos establecidos: joven, urbano, educado y no contaminado por el entorno político imperante. También su apariencia: un corte de pelo cuidadosamente informal y un vestuario que abarca desde lo deportivo hasta el estilo sobrio/moderno que caracteriza el diseño de moda de Barcelona – sin duda todo un cambio desde que apareció por primera vez completamente desnudo (sin nada que ocultar, por así decirlo) en carteles y folletos electorales. Experto orador y hábil polemista, utiliza a menudo el castellano en el parlamento catalán para afirmar su respaldo activo al bilingüismo, una práctica normal en la sociedad catalana, pero que no lo es en sus instituciones. Divorciado y agnóstico declarado, es un personaje muy distinto de los conservadores al uso.

¿De dónde viene Ciudadanos?

Fundado hace nueve años (Julio de 2006) en Barcelona como partido regional, Ciudadanos se define como constitucionalista, posnacionalista y progresista. Se originó a partir de una plataforma ciudadana, Ciutadans de Catalunya (Ciudadanos de Cataluña), creada en 2005 por un grupo de intelectuales y profesionales opuestos al “nacionalismo obligatorio” – es decir, a lo que veían como imposición asfixiante del nacionalismo identitario,  hegemónico en la política catalana.

De hecho, la firme y abierta oposición de Ciudadanos a la potente narrativa pro-independencia que ha venido dominando la escena en Cataluña le ha valido una audiencia considerable en el resto de España, donde se le percibe como esforzado defensor de la unidad de España, enfrentándose al secesionismo con el eslogan “mejor unidos”,  versión española del famoso “Better Together” de la campaña del referéndum en Escocia.

Según su propia doctrina, la ideología de Ciudadanos se fundamenta en dos principios básicos, el “liberalismo progresista” y el “socialismo democrático”, lo que en principio le situaría a la izquierda del centro. Su imagen y estilo, sin embargo, están cerca de la sensibilidad de aquellos ciudadanos que se consideran centristas, o de centroderecha, y ésta es efectivamente la percepción que tienen del partido la mayoría de los votantes, incluidos los suyos propios. Cierto, muchos de sus promotores venían de la izquierda y el partido se ha negado repetidamente (como Podemos) a que se le sitúe en el tradicional eje izquierda-derecha. Prefiere posicionarse en el eje libertad-autoritarismo, que considera “más cercano a los problemas reales de los ciudadanos” - del lado de la libertad. Pero aunque la página web del partido todavía defiende su linaje de centroizquierda, es probable que la magnitud y potencia de la corriente que, según todas la encuestas, está llevando a antiguos votantes del PP al redil de Ciudadanos, acabe por redefinirle oficialmente de acuerdo a la visión que de él tiene el electorado.

Ciudadanos es progresista en cuanto es reformista. Su objetivo de “regenerar” la estructura y el funcionamiento de los distintos niveles de gobierno sintoniza particularmente con la consternación de los votantes ante la inacabable cadena de escándalos de corrupción que asedian a los partidos que han gobernado España (y Cataluña) durante los últimos cuarenta años. Tranquiliza a muchos sin embargo que, contrariamente a Podemos, su respuesta a la indignación generalizada no sea cuestionar el statu quo.

Ciudadanos declara su creencia en la coexistencia territorial basada en la igualdad de derechos y obligaciones entre regiones y entre ciudadanos; la promoción de la igualdad de oportunidades y el fin de los privilegios determinados por la etnicidad, la lengua, el género o el estatus económico; la neutralidad del gobierno en materia religiosa y de identidad; la defensa de los valores democráticos e ilustrados y, en este sentido, republicanos; el respeto del bilingüismo, y la defensa de la Constitución de 1978 que sanciona el cuasi federal, aunque asimétrico, Estado de las Autonomías.

Progresista es también manifestarse en contra de todos los nacionalismos y a favor de los matrimonios del mismo sexo, y su apoyo a un referéndum para decidir si España debe ser una monarquía o una república. Es partidario asimismo de una reforma de la ley electoral vigente, que amortigua la proporcionalidad y prima a los grandes partidos.

En resumen: si Ciudadanos es de derechas, se trata sin duda de un aggiornamento de la tradicional variedad derechista española, profundamente afectada por las toxinas del franquismo. Su mayor atractivo consiste en el hecho de que es un partido “nuevo”, y que está limpio.

¿A dónde va Ciudadanos?

Ciudadanos obtuvo tres escaños en las elecciones catalanas de noviembre de 2006, cuando se puso como objetivo atraer a abstencionistas y votantes desencantados. Seis años más tarde, en las mismas elecciones regionales, obtuvo seis. Y hoy la mayoría de las encuestas vaticinan que en las elecciones catalanas previstas para septiembre podría obtener hasta dieciséis o diecisiete escaños (los mismos que Podemos). 

Pero Ciudadanos ha decidido ahora ir más allá del marco catalán para competir con los grandes en la escena política española. Lo intentó, y fracasó, en las elecciones municipales de 2007, en las generales y andaluzas de 2008, y de nuevo en las europeas de 2009, en parte por la presencia de otro partido minoritario, Unión Progreso y Democracia (UPyD) que competía por el mismo, y entonces exiguo, espacio entre los dos partidos principales. Ciudadanos intentó una fusión con él, pero no lo consiguió – lo que ahora lamenta amargamente UPyD, que se debate para seguir a flote ante el envite de la marea de Ciudadanos.

En las elecciones europeas de mayo de 2014, el partido obtuvo dos escaños y consiguió 495.000 votos en toda España, mientras que en las recientes elecciones andaluzas de marzo de 2015 obtuvo 9 escaños y casi 370.000 votos. Actualmente en expansión explosiva en las encuestas, se espera que Ciudadanos sea uno de los cuatro partidos que acapararán la mayoría de los votos en las próximas elecciones municipales y autonómicas en mayo, al igual que en las generales en noviembre.

El éxito de Ciudadanos se debe, en gran parte, al enorme boquete que está vaciando el hasta hoy todopoderoso Partido Popular, incapaz de exhibir una hoja de servicios presentable ante la gran mayoría de ciudadanos españoles, empobrecidos por la Gran Recesión. Acosado por los escándalos de corrupción y castigado por sus maneras caducas y su notable falta de empatía, el PP vive horas muy bajas. Pero el partido de Albert Rivera atrae también a votantes del otro actor principal del sistema bipartidista que ha definido la política española durante las últimas décadas, el Partido Socialista, e incluso, curiosamente, de Podemos.

Las últimas encuestas muestran claramente que la estrategia del partido de Pablo Iglesias, que trata de desdibujar su linaje izquierdista para apelar a un electorado indignado más amplio y transversal, se ha topado con una contra-estrategia que, dividiendo el voto de los ciudadanos indignados otra vez entre izquierdas y derechas, intenta frenar el meteórico avance de Podemos. Para muchos, el agente perfecto para esta contra-estrategia no es otro que Ciudadanos.

El factor IBEX35

Circula el rumor de que por lo menos algunas de las grandes empresas del IBEX35, el índice bursátil español, están detrás de esta operación cuyo objetivo es estabilizar el sistema, amenazado por un potente movimiento de masas percibido como anti-sistema. Las corporaciones, una vez hecha su diagnosis de la situación (crecimiento excesivo de un partido anticapitalista capitaneado por izquierdistas como consecuencia de una gestión de la crisis financiera/económica demasiado agresiva socialmente por parte del PP), estarían ahora dando su apoyo al partido de Albert Rivera, como la opción más práctica y razonable para defender sus intereses.

Sea cierto o no, el rumor cuenta una historia plausible. Sería la historia de una opción política conservadora, el Partido Popular, que ha llevado a cabo las reformas que se le pedían, pero que se ha pasado de rosca y se ha quemado en el proceso. La amplia oposición social a sus políticas de austeridad y también a las medidas adicionales, fuertemente ideológicas, que ha aprovechado para implementar (en materia de educación, sanidad y derechos laborales y civiles), ha puesto en riesgo la estabilidad del sistema, dando lugar al auge de Podemos. Con un PP muy debilitado, y con los Socialistas en plena travesía del desierto, Podemos estaba ya preparando su victoria para las elecciones este año. Se trataba de una situación peligrosa, y había que estabilizar el sistema. De ahí que se lanzara una operación cortafuegos.

El Partido Popular es el único actor que todavía sitúa Ciudadanos en el centroizquierda, para diferenciarlo del centroderecha que sigue reclamando como propio. Pero el ascenso de Ciudadanos está empujando el partido hacia la derecha y la sabiduría política dice que, para ganar elecciones, la palabra mágica es: centro. El tiempo dirá si el PP se redefinirá en una línea parecida a la del Partido Republicano de los Estados Unidos (opción que defiende el ex presidente José María Aznar, el hincha más entusiasta de George W. Bush), o si reaparecerá con fuerza tras una temporada en dique seco.

Pero las dificultades que conlleva renovar un partido desde dentro, el hecho de que las encuestas indiquen que solo un 10% de los ciudadanos de menos de 45 años y un 4.3% de los de menos de 25 (eran 30.2% en 2011) den su apoyo al partido de Rajoy, junto al temor de que la historia podría repetirse ahora en sentido inverso a través del reflotamiento de una opción de centro como fue la Unión de Centro Democrático (UCD) que pilotó los primeros años de la transición a la democracia tras la dictadura, se ciernen de manera inquietante sobre un Partido Popular corroído por la corrupción generalizada y la mala gestión.

La actitud condescendiente con la que de momento se enfrenta a la posibilidad de tener que llegar a acuerdos poselectorales con Ciudadanos no le va a ayudar. El propio Rivera ha sido categórico: las mayorías de gobierno deben basarse en acuerdos sobre programa y políticas y no en formulas-atajo precocinadas como el apoyo automático a la “lista más votada”, que es la idea del PP en esta materia. No es impensable que Ciudadanos pueda también apoyar a coaliciones de gobierno de izquierdas y jugar un papel de bisagra que podría tener mucha demanda.

Empezaremos a salir de dudas en unas pocas semanas.

 

If you enjoyed this article then please consider liking Can Europe Make it? on Facebook and following us on Twitter @oD_Europe

Unete a nuestro boletín ¿Qué pasa con la democracia, la participación y derechos humanos en Latinoamérica? Entérate a través de nuestro boletín semanal. Suscríbeme al boletín.

Comentarios

Animamos a todo el mundo a que haga comentarios, Por favor, consulte las intrucciones de openDemocracy para comentarios
Audio available Bookmark Check Language Close Comments Download Facebook Link Email Newsletter Newsletter Play Print Share Twitter Youtube Search Instagram WhatsApp yourData