Rincón del Río Tapajós, al atardecer, en el Amazonas brasileño. Imagen: Francesc Badia i Dalmases.
Los más destacados científicos del clima advierten de que tenemos tan solo doce años para poner coto a la catástrofe climática.
El Panel Internacional de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) puesto al mundo sobre aviso de que un aumento de la temperatura de entre 1.5 a 2.0 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales tendría consecuencias desastrosas: inundaciones sin precedentes, sequía, devastación oceánica y hambruna.
Entretanto, las políticas que se implementan hoy en el mundo nos están llevando por la senda de un incremento de más de 3 grados centígrados a fines de este siglo y los científicos del clima advierten de que podrían producirse retroalimentaciones que empeorarían todavía más las cosas, por encima incluso de estas proyecciones, poniendo en peligro la continuidad misma de nuestra civilización. Según el IPCC, necesitamos "cambios urgentes, de gran alcance y sin precedentes en todas las facetas de nuestra sociedad". Pero, ¿qué significa esto exactamente?
Hace un mes, en la Cumbre de Acción Climática Global (GCAS) celebrada en San Francisco, notorias lumbreras como el gobernador de California Jerry Brown, el multimillonario exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg y el exvicepresidente Al Gore presentaron su versión de lo que es preciso hacer que lleva por título “La Nueva Economía Climática: desbloqueando el crecimiento inclusivo en el siglo XXI”.
El informe establece una Nueva Agenda del Crecimiento: a través de iniciativas estratégicas ilustradas, afirman sus promotores, la transición a una economía de baja emisión de carbono - que podría generar millones de empleos, recabar miles de millones de dólares para inversiones "verdes" e incidir en un mayor crecimiento del PIB mundial - es posible.
Pero estas proyecciones optimistas de los líderes del discurso dominante, aunque por supuesto preferibles a la negligencia del Partido Republicano, resultan totalmente insuficientes para responder a la crisis a la que nos enfrentamos.
Al ofrecer falsas esperanzas, desvían la atención de los profundos cambios estructurales que deben llevarse a cabo en nuestro sistema económico global.
Al anunciar que el sistema actual puede corregirse solo con algunos ajustes, están haciendo la vista gorda ante los factores fundamentales que están impulsando a nuestra civilización hacia el colapso.
Al ofrecer falsas esperanzas, desvían la atención de los profundos cambios estructurales que deben llevarse a cabo en nuestro sistema económico global si queremos conseguir dejar como legado a las generaciones futuras una sociedad próspera y floreciente.
El desbordamiento ecológico
Porque incluso la emergencia climática es simplemente el anuncio de otras amenazas existenciales que se ciernen sobre la humanidad a resultas del desbordamiento ecológico – es decir, del hecho que estamos agotando los recursos naturales de la Tierra a un ritmo más rápido del que tardan en reponerse.
Mientras las políticas de los distintos gobiernos del mundo sigan colocando el crecimiento del PIB como prioridad nacional, y mientras las empresas transnacionales, persiguiendo denodadamente el mayor rendimiento para sus accionistas, sigan saqueando el planeta, continuaremos con el pie en el acelerador hacia la catástrofe.
A día de hoy, nuestra civilización está funcionando a un por encima de su capacidad sostenible. Estamos agotando rápidamente los bosques, los animales, los insectos, los peces, el agua dulce e incluso la capa superficial del suelo imprescindible para nuestros cultivos.
Ya hemos traspasado tres de los nueve umbrales planetarios que determinan los límites de seguridad del espacio operativo de que dispone la humanidad y, sin embargo, la previsión es que el PIB mundial se duplicará a mediados del presente siglo, lo que acarreará consecuencias posiblemente irreversibles y devastadoras.
En el año 2050 se estima que habrá más plástico que peces en los océanos. El año pasado, más de quince mil científicos de 184 países lanzaron esta funesta advertencia a la humanidad: "Se está acabando el tiempo. Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectoria fallida".
A los tecno-optimistas, entre ellos muchos de los dignatarios del GCAS, les gusta responder a estas advertencias hablando de "crecimiento verde" - es decir, disociando el crecimiento del PIB de un mayor uso de los recursos.
Aunque sería éste sin duda un objetivo encomiable, son varios los estudios que demuestran que simplemente no es factible. Incluso situándonos en las hipótesis de eficiencia más estrictas, hacia mediados de siglo seguiríamos consumiendo el doble de recursos que nuestra capacidad sostenible - una situación en verdad desesperada, pero que no debe llevarnos a la desesperación.
Existe un escenario en el que se puede redirigir a la humanidad hacia un futuro próspero en una Tierra regenerada. Pero nos obliga a repensar algunas de las sacrosantas creencias de nuestro mundo moderno, empezando por la dependencia - incuestionable - en el crecimiento económico perpétuo en el marco de un sistema capitalista global dirigido por corporaciones transnacionales orientadas exclusivamente a incrementar el valor de las participaciones de los inversores.
Necesitamos cambiar las bases de nuestra civilización global. Hay que pasar de una civilización basada en producir riqueza a otra basada en mantener la salud de los sistemas vivos: una civilización ecológica.
En pocas palabras, necesitamos cambiar las bases de nuestra civilización global. Hay que pasar de una civilización basada en producir riqueza a otra basada en mantener la salud de los sistemas vivos: una civilización ecológica.
Una civilización ecológica
La idea clave que subyace al concepto de civilización ecológica es que nuestra sociedad tiene que cambiar a niveles mucho más profundos de lo que supone la mayoría de la gente. No se trata solo de invertir en energías renovables, comer menos carne y conducir automóviles eléctricos.
Hay que transformar el marco consustancial a nuestra organización social y económica. Y esto solo puede ocurrir cuando un número suficiente de personas reconozca el carácter destructivo de nuestra cultura actual y la sustituya por otra de afirmación de la vida – adoptando valores que enfaticen el crecimiento de la calidad de vida en lugar del crecimiento del consumo de bienes y servicios.
Un cambio de esta magnitud sería sin duda un acontecimiento memorable. Solo en dos ocasiones en la historia se han producido dislocaciones radicales que han resultado en una transformación de prácticamente todos los aspectos de la experiencia humana: la Revolución Agrícola, que se inició hace unos doce mil años, y la Revolución Científica del siglo XVII.
Para que nuestra civilización sobreviva y prospere a través de las crisis que se avecinan en el presente siglo, es preciso que transformemos nuestros valores, objetivos y comportamientos colectivos en una escala similar.
Las maneras en que las ecologías se auto-organizan ofrecen pistas de cómo podríamos organizar la sociedad humana de modo que permita una abundancia sostenible.
Loa principios básicos de una civilización ecológica son los mismos que sustentan los sistemas vivos que coexisten en las ecologías naturales. Las maneras en que las ecologías se auto-organizan ofrecen pistas de cómo podríamos organizar la sociedad humana de modo que permita una abundancia sostenible.
Los organismos prosperan cuando desarrollan múltiples relaciones simbióticas, en las que las partes toman y dan recíprocamente. En una ecología, los flujos de energía se equilibran y los desechos de una especie se convierten en alimento de otra.
Las entidades en el seno de una ecología siguen un escalado fractal en el que los microsistemas existen como parte integral de sistemas más grandes, formando un todo coherente. En un ecosistema que funciona adecuadamente, cada organismo prospera al optimizar su propia existencia dentro de una red de relaciones que resulta en un incremento del bien común.
La capacidad de resistencia que genera esta dinámica significa que - si no hay perturbaciones humanas -, los ecosistemas pueden mantener su integridad durante muchos miles e incluso millones de años.
En la práctica, la transición a una civilización ecológica implicaría la reestructuración de algunas de las instituciones fundamentales que están llevando a la destrucción nuestra civilización actual. En lugar de una economía basada en el crecimiento perpetuo del PIB, instauraría otra que priorizaría la calidad de vida, utilizando métodos alternativos como un Indicador Real de Progreso.
Los sistemas económicos se basarían en el respeto de la dignidad individual y en recompensar de manera justa la contribución de cada persona al bien común, al tiempo que garantizaría la satisfacción de todas sus necesidades de nutrición, vivienda, atención sanitaria y educación.
Las corporaciones transnacionales se reorganizarían totalmente: rendirían cuentas ante las comunidades a las que se supone que sirven, optimizando el bienestar humano y ambiental en lugar de las ganancias de los accionistas. Las cooperativas de propiedad local se convertirían en la estructura económica y organizativa por defecto.
En una civilización ecológica, el principio rector de las empresas sería que todos estamos interconectados en la red de la vida y que la prosperidad humana a largo plazo se basa en que la Tierra goce de buena salud
Los sistemas alimentarios se diseñarían priorizando la producción local y las prácticas agroecológicas de última generación en lugar del uso de fertilizantes y pesticidas a base de combustibles fósiles. Las manufacturas priorizarían los flujos circulares que integran la reutilización eficiente de los productos de desecho desde el principio de la cadena de producción.
En una civilización ecológica, la comunidad local sería la unidad básica de la sociedad. La interacción cara a cara recuperaría su papel principal en las relaciones humanas y la relación de cada comunidad con las demás se basaría en principios de respeto mutuo, aprendizaje y reciprocidad. Se seguiría fomentando la innovación tecnológica, pero se dirigiría a aportar soluciones eficientes para mejorar la vitalidad de los sistemas vivos en lugar de generar multimillonarios.
El principio rector de las empresas sería que todos estamos interconectados en la red de la vida y que, por consiguiente, la prosperidad humana a largo plazo se basa en que la Tierra goce de buena salud.
Cultivar un futuro próspero
Aunque esta visión pueda parecer un sueño lejano para aquellos a los que fascina, cautiva y paraliza el frenesí diario de acontecimientos, son muchas las organizaciones pioneras en todo el mundo que están ya plantando las semillas de esta metamorfosis cultural.
En China, el presidente Xi Jinping ha declarado que el concepto de civilización ecológica forma parte del núcleo de su visión a largo plazo para el país. En Bolivia y Ecuador, los valores relacionados con el sumak kawsay ("buen vivir") están incorporados a la constitución y, en África, el concepto de ubuntu ("yo soy porque somos") es el principio - ampliamente compartido - que rige las relaciones humanas.
En Europa, cientos de científicos, políticos y formuladores de políticas redactaron recientemente un llamamiento para que la UE planifique un futuro sostenible en el que se priorice el bienestar humano y ecológico por encima del PIB.
Los ejemplos de prósperas cooperativas a gran escala, como las de Mondragón en España, demuestran que es posible que las empresas satisfagan eficazmente las necesidades humanas sin utilizar modelos de negocio centrados en los dividendos de los accionistas.
Think tanks como The Next System Project, The Global Citizens Initiative, y la P2P Foundation están formulando parámetros para la organización política, económica y social de una civilización ecológica. Autores visionarios como Kate Raworth y David Korten han escrito ampliamente sobre cómo replantear la manera en que pensar acerca del camino económico y político a seguir.
La humanidad se dirige hacia la tercera gran transformación de su historia - ya sea en forma de colapso global o de metamorfosis en fundamento nuevo para el progreso sostenible.
A medida que la corriente dominante impulsa inexorablemente nuestra civilización hacia su punto de ruptura, es fácil descartar estos pasos hacia una nueva forma de civilización por demasiado insignificantes para cambiar la situación. Sin embargo, a medida que el sistema actual empiece a descomponerse en los próximos años, un número creciente de personas en todo el mundo se dará cuenta de que se precisa una alternativa fundamentalmente diferente.
Si se encaminarán hacia movimientos que apelan al miedo y a prejuicios, o si lo hacen hacia los que se sustentan en una visión de un futuro mejor para la humanidad, dependerá, en gran medida, de las ideas disponibles que encuentren a su alcance.
De un modo u otro, la humanidad se dirige hacia la tercera gran transformación de su historia - ya sea en forma de colapso global o de metamorfosis en fundamento nuevo para el progreso sostenible. El concepto de civilización ecológica señala un camino a seguir que podría resultar la única esperanza real de que nuestros descendientes puedan prosperar en la Tierra en el futuro.
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