
Ocupación escolar en Méier, Río de Janeiro, mayo de 2016. Imagen: Sofia Leão. Todos los derechos reservados
IMÁGENES: Sofia Leão
El 20 de junio de 2013, un jueves, se estima que más de 1,25 millón de personas hayan participado en protestas por todo el país. Aunque el disparador inicial haya sido evidenciado por el Movimiento Pase Libre – el aumento de 20 centavos en las tarifas del transporte público – la agenda se amplió a lo largo del mes, incorporando otras agendas a veces contradictorias, como la violencia policial, el aumento del costo de vida y los impactos del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos. Esta demostración de disenso político que duró varios días quedó conocida como las “Jornadas de Junio”.
Se sucedieron, en 2015, protestas en contra de la Presidenta Dilma Rousseff y su partido, el Partido de los Trabajadores (PT), impulsadas por la indignación ante los escándalos de corrupción. Las difusas repercusiones de estas manifestaciones llevaron a la votación, en abril de 2016, del impeachment de la primera mujer en ocupar el más alto cargo executivo del país. Referencias a torturadores de la dictadura, exaltaciones al golpe militar de 1964, menciones a la familia y a Dios como justificaciones de voto hicieron evidente que el argumento de la denuncia, las llamadas “pedaleadas fiscales”, no eran la verdadera razón de la destitución. Michel Temer asumió la Presidencia de la República en lo que configuró, para muchos, un “golpe de Estado”. Después de 2013, algunos creen que en Brasil se dio una inflexión hacia la derecha, con el surgimiento de discursos conservadores y extremistas.
Este contexto político ayuda a construir un conjunto de elementos objetivos y subjetivos de la historia de las recientes protestas estudiantiles en Brasil. En 2015 y 2016, tres olas de ocupaciones estudiantiles de escuelas públicas tuvieron lugar en el país – aunque muchos de estos jóvenes buscaran apartarse de la retórica de las disputas partidarias y las polarizaciones políticas. A través de la micropolítica – vista en la forma en que el diálogo era conducido, en las formas de organización y en los cambios de comportamiento político de los estudiantes secundarios de São Paulo – esas ocupaciones de escuelas imprimieron una consciencia colectiva en toda una generación de estudiantes brasileños, poniendo en marcha dinámicas políticas que rescatan aspectos de las experiencias de los movimientos antiglobalización del final de los años 1990.
Las flores de la primavera: reforma educacional y resistencia secundaria
La llamada “Primavera Secundarista” fue disparada el 23 de septiembre de 2015 con un comunicado del gobernador del estado de São Paulo, Geraldo Alckmin: el programa de “reorganización” de los colegios públicos. La decisión implicaba la transferencia de alrededor de un millar de alumnos de la red pública del estado y el cierre de casi un centenar de escuelas. El objetivo era dividir los “ciclos de aprendizaje”: cada colegio atendería de manera exclusiva o a alumnos del ciclo Fundamental I (primaria, 6 a 10 años), o a alumnos del ciclo Fundamental II (primaria, 11 a 14 años), o a alumnos del ciclo Medio (secundaria, 15 a 17 años).
Ellos se inspiraron en La Revolución de los Pingüinos en Chile en 2006 y 2011
El discurso de la secretaria estadual de educación mantenía el argumento de que, en los últimos años, había existido una reducción en el número de alumnos de la red pública y, por lo tanto, algunos vacantes estarían desocupados. Sin embargo, la fragilidad de los argumentos y la exclusión de profesores y alumnos de la discusión sobre la reforma generaron insatisfacción en la comunidad escolar.
De Chile a São Paulo: la difusión de las ocupaciones de estudiantes como forma de protesta
Los estudiantes realizaron alrededor de 200 manifestaciones de calle en todo el estado y exigieron la suspensión de la propuesta de reorganización. En una de estas manifestaciones, una profecía se lanzó, tal como recordó un estudiante “Un hermano dijo que, para cada colegio cerrado, nosotros ocuparíamos dos”.

Los estudiantes atrincheraron la entrada al Colegio Estadual Central de Brasil en Méier, Río de Janeiro, mayo de 2016. Imagen: Sofia Leão. Todos los derechos reservados.
Una estudiante de Diadema, región metropolitana de São Paulo, relató la inspiración de la Revolución de los Pingüinos en Chile en 2006 y 2011, en la que centenares de escuelas fueron ocupadas en una revuelta contra la privatización de la educación. “Un alumno encontró una noticia sobre la ‘Revuelta de los Pingüinos’ de Chile”, dijo. “Nadie sabía lo que era ocupación. Después de eso aprendimos lo que era ocupar, y decidimos”.
Molestos con la intransigencia de las autoridades y la falta de impacto de los actos callejeros, los estudiantes secundarios llegaron a tomar más de 200 colegios públicos del estado. Era la primera ola de ocupaciones de escuelas del país.
Los estudiantes concibieron métodos alternativos y creativos de “acción directa” para presionar el gobierno. Los sentidos de “táctica” y de “estrategia” extrapolaron la organización de protestas en la calle y se radicalizaron con la adopción de la toma u ocupación como instrumento de lucha. Se trasladó la “propiedad” de las escuelas para los alumnos, sacándola, en los planes objetivo y subjetivo, de las manos del Estado. En el gesto de la apropiación (“¡la escuela es nuestra!”), los estudiantes pusieron en discusión la educación disciplinante, la jerarquía arbitraria y la degradación de las condiciones de enseñanza.
Poco más de un mes después, en diciembre de 2015, se suspendió la propuesta de reorganización de las escuelas del estado de São Paulo. La victoria de los alumnos paulistas se diseminó por todo Brasil e inspiró el movimiento estudiantil secundario de norte a sur.
Lute como uma Menina (versión corta), una película documental dirigida por Flávio Colombini y Beatriz Alonso
De São Paulo para el resto de Brasil: segunda ola de ocupaciones.
El año siguiente, en 2016, las semillas de esa “Primavera” florecieron una vez más; los estudiantes pasaron a articularse entre los estados, y las ocupaciones se diseminaron vertiginosamente.
En el estado de Goiás, ya a principios de 2016 – pocos días después del éxito de sus colegas paulistas – los estudiantes secundarios movilizaron alrededor de 30 ocupaciones contra las amenazas de privatización de la enseñanza pública a través del modelo de administración compartida entre el Estado y entidades privadas sin fines de lucro.
Entre marzo y abril fue el turno de los estudiantes del estado de Río de Janeiro, que salieron a las calles para protestar contra los cortes de gastos en infraestructura y declarar apoyo al paro de maestros. Después de un mes, 70 colegios públicos habían sido tomados. En el mismo periodo, alumnos del estado de Ceará protestaron contra la degradación de la enseñanza pública. Además de protestar en la calle, los estudiantes ocuparon 12 escuelas en este estado.
Mientras tanto, los levantes estudiantiles volvieron al estado de São Paulo. Un escándalo referente a la apropiación indebida de recursos destinados a la merienda en las escuelas municipales y estaduales fue el detonador de estas nuevas ocupaciones, que ocurrieron entre abril y mayo de 2016 en locales como el Centro Paula Souza y la Asamblea Legislativa del Estado de São Paulo.
Entre mayo y junio, los estudiantes del estado de Mato Grosso se sumaron igualmente a la lucha contra la privatización de 76 escuelas a través del modelo de gestión conocido en Brasil como acuerdos público-privados. En este periodo, los estudiantes tomaron alrededor de 25 escuelas de esta red pública. De igual manera, los estudiantes secundarios de Rio Grande do Sul vieron en el método de la ocupación una herramienta de lucha potente contra el abandono de la infraestructura de las escuelas y las amenazas de privatización, ocupando aproximadamente 120 escuelas en todo el estado.

Estudiantes preparando la cena durante una ocupación del Colégio Estadual Visconde de Cairu en Méier, Río de Janeiro, mayo de 2016. Imagen: Sofia Leão. Todos los derechos reservados.
Luego de las dos primeras olas de ocupaciones, instancias locales incorporaron algunas de las demandas de los estudiantes. En Goiás, por ejemplo, la decisión de la Justicia de suspender la convocatoria a organizaciones sin fines de lucro para asumir la administración de las escuelas se ve como una conquista de los estudiantes contra la privatización de la educación pública, a pesar de seguir representando una amenaza en todo el país. En São Paulo, cuatro días después de terminada la ocupación de la Asamblea Legislativa del Estado de São Paulo, en mayo de 2016, se inauguró una comisión parlamentaria de investigación sobre los recursos de la merienda (“CPI da Merenda”).
Por otro lado, más de un año después de las denuncias en esta comisión, nadie fue punido en São Paulo. En estados como Rio de Janeiro y Ceará, que tuvieron igualmente movilizaciones de la segunda ola, la crisis en el ámbito de la educación se agravó aún más.
Tercera ola: reformas nacionales, rápida difusión de las ocupaciones y represión.
Brasil vivió una tercera ola de ocupaciones – la más grande ya registrada en la historia del país – en el segundo semestre de 2016. Entre octubre y diciembre, 21 (de los 27) estados de la federación tuvieron instituciones de educación pública ocupadas. En este caso, sin embargo, las agendas disparadoras fueron nacionales, y ya no agendas locales.
El 23 de septiembre de 2016, el Ministerio de Educación publicó una propuesta de Reforma de la Educación Secundaria (“Reforma do Ensino Médio”) que cambió la carga horaria y la estructura curricular de este ciclo. La propuesta, realizada sin consultas efectivas con profesores o alumnos, provocó sorpresa, incertidumbre e inseguridad. Rápidamente los alumnos se movilizaron y, el 3 de octubre, comunicaron la primera ocupación de la tercera ola de protestas, en São José dos Pinhais, región metropolitana de Curitiba, capital del estado de Paraná.
El movimiento en Paraná creció vertiginosamente: 850 escuelas fueron ocupadas rápidamente. Después de este impulso inicial, casi 1200 colegios en todo el país adhirieron a la tercera ola de ocupaciones. En la medida que las protestas se nacionalizaban, la agenda conquistaba apoyo alrededor de tres puntos fundamentales: 1) la contestación de la ausencia de diálogo para la “Reforma de la Educación de nivel Medio”, posteriormente aprobada como Ley 13.415 de 16 de febrero de 2017; 2) el repudio a la propuesta de enmienda constitucional (PEC) número 55/2016 que limitó los gastos públicos por 20 años, principalmente en los sectores de la educación la salud; 3) el rechazo a la propuesta de ley “Escuela Sin Partido”, conocida también como “ley de la mordaza”, que busca controlar y perseguir profesores que expresen ideas “de izquierda" o “marxista”, acabando con el supuesto “adoctrinamiento ideológico” en el aula.
Alumnas y alumnos “firmes” transformaron el espacio escolar en un laboratorio político experimental nunca antes visto en la historia del país
Al mismo tiempo, cada escuela incorporó a su agenda necesidades locales, como la falta de profesores, la precariedad de las instalaciones, la violencia en el entorno de las escuelas, debates sobre diversidad sexual y empoderamiento femenino, defensa personal, y comunicación activista.
Algunos días después del inicio de la tercera ola, universidades estaduales y federales en todo el país fueron ocupadas por estudiantes, en una alianza solidaria y de fortalecimiento de las ocupaciones escolares que recibían presión de la comunidad, del gobierno y de los medios. En el saldo divulgado por la Unión Nacional de los Estudiantes (UNE), se realizaron ocupaciones en 229 universidades en los aproximadamente 40 días de este periodo nacional de ocupaciones.
En la segunda mitad de octubre, las protestas empezaron a perder fuerza en función de la falta de apertura por parte del gobierno federal para discutir las reformas. La intensa violencia policial y la represión contra los estudiantes marcaron el fin de la tercera ola de ocupaciones por el país. Las coerciones surgieron inclusive por parte de movimientos contrarios a las protestas y favorables a las reformas educativas y a los cortes presupuestarios, como el Movimiento Brasil Libre (MBL) y otros grupos conservadores.

Una estudiante limpia el baño de mujeres en el último día de la ocupación del Colégio Estadual Visconde de Cairu, Méier, Río de Janeiro. Imagen: Sofia Leão, Todos los derechos reservados.
Un legado positivo de las ocupaciones de escuelas
Como vimos, la primera y la segunda ola de ocupaciones representaron algunas conquistas sobre agendas locales, tales como las reformas institucionales, casos de corrupción y proyectos de privatización, en estados como São Paulo y Goiás.
A nivel nacional, sin embargo, dos de los tres principales proyectos que dispararon las movilizaciones en el segundo semestre de 2016 fueron aprobados. La Reforma de la Educación Secundaria y la propuesta que congela los gastos públicos en educación (Proyecto de Enmienda Constitucional 55/2016) fueron aprobadas por el Gobierno Federal aun con todas las manifestaciones contrarias, y se encuentran en vigencia desde el inicio de 2017.
El proyecto Escuela Sin Partido, a su vez, sigue en tramitación en el Congreso. A pesar de la amplia oposición y de haber sido declarado inconstitucional por el Ministerio Público Federal, el proyecto avanza con el apoyo del sector más conservador de la población no solo en ámbito nacional, sino también en los niveles estadual y municipal, con versiones de la ley inspiradas en el texto principal. La posibilidad de que en breve estos textos sean aprobados es motivo de preocupación en la comunidad escolar.
A pesar de las reacciones negativas, represoras y criminalizantes, la “Primavera Secundarista” es reconocida en Brasil por su legado positivo: alumnas y alumnos “firmes” (grito de guerra y símbolo de las ocupaciones en Paraná) transformaron el espacio escolar en un laboratorio político experimental nunca antes visto en la historia del país. Las ocupaciones reforzaron la necesidad de estos estudiantes de organizarse y movilizarse de manera colectiva pero autónoma. También permitió a los estudiantes comunicarse con la sociedad y el Estado y ejercer su derecho a la educación pública de calidad, sin que su agenda fuera sometida a la de otros grupos políticos y sociales.
Al ejercer sus derechos, los estudiantes inspiraron movimientos sociales, recuperaron la confianza y salieron de las ocupaciones políticamente más conscientes, preparados para enfrentarse con el Estado, la sociedad y los medios de comunicación.
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