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Podemos: sudamérica exportando modos de hacer política

Unido también a esa bonanza económica ligada en buena medida a la subida de las exportaciones, también nos encontramos en la actualidad con un fenómeno ciertamente poco usual en la Historia: Sudamérica comienza a “exportar” experiencias políticas. Publicado previamente en openDemocracy. English.

Ángel Dámaso
21 febrero 2015
Rafael Correa claims victory, 2013.

Rafael Correa claims victory, 2013. Demotix/Sandra ten Zijthoff. All rights reserved.

Los primeros dos lustros y medio del siglo XXI han sido, por norma general, bastante positivos para las economías de la región latinoamericana. Ello se ha debido en gran medida al aumento del precio de la mayoría de las exportaciones, lo que ha producido a su vez mejoras en los ingresos fiscales de los diferentes países que han aprovechado para reducir unos niveles de pobreza preocupantes. El barril de petróleo a más de 120 dólares, pero también el gas natural, el cobre o la soja han ayudado a que las economías de estos países crecieran de manera vigorosa y pudieran mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Pero parece que no sólo commodities es capaz de exportar el subcontinente.

Unido también a esa bonanza económica ligada en buena medida a la subida de las exportaciones, también nos encontramos en la actualidad con un fenómeno ciertamente poco usual en la Historia: Sudamérica comienza a “exportar” experiencias políticas.

Resulta difícil identificar en qué momento histórico el neopopulismo de izquierdas se constituyó como una alternativa plausible de gobierno para América Latina. Se podría afirmar que desde el 6 de diciembre de 1998 cuando el Polo Patriótico de Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales en la República de Venezuela, pero hay que tener en cuenta que la semilla de este surgimiento ya estaba plantada desde el fallido golpe de estado de febrero de 1992 y que bien es cierto que el Socialismo del siglo XXI pudo haber quedado en una experiencia meramente anecdótica, pero no fue así. Tras él, Evo Morales o Rafael Correa arribaron a los más altos cargos políticos de sus países.

En época de expansión de la economía y de los movimientos de izquierda en la región, estos populismos se multiplicaron con facilidad, pero tras muchos años de desarrollo parecía que nos encontrábamos ante un fenómeno típica y únicamente latinoamericano.

Esa situación ha cambiado en 2014. La poderosa irrupción del fenómeno Pablo Iglesias en España a raíz de las elecciones al Parlamento Europeo de principios de año y el posterior crecimiento que ha sumado en las encuestas para las futuras elecciones del año 2015 plantean una situación que la mayoría de los científicos sociales no preveía, esta no es más que la mutación y readaptación de estas formas de hacer política a otros lugares fuera del subcontinente como alternativa posible de gobierno y no solo en forma de partidos meramente testimoniales o, incluso en simples corrientes dentro de los mismos.

Para definir Podemos (el partido de Iglesias) y su ascenso en los últimos meses habría que analizar una serie de elementos que se coaligan y que han dado pie a un fenómeno que trae de cabeza no sólo a los líderes de los tres partidos de ámbito nacional tradicionales (incluyo a Izquierda Unida), sino también a los sociólogos que sufren para poder diseñar encuestas electorales con un mínimo de garantías.

Podemos surge como partido a la luz de cuatro elementos clave que determinan la realidad política española actual: Un índice de paro que roza el 25% de la población activa nacional, un conflicto generacional soterrado que se trasluce en unos índices de paro juvenil estratosféricos, un rechazo a los recortes presupuestarios realizados en primer momento por el PSOE y en profundidad por el Partido Popular en la búsqueda de la consolidación fiscal del país y cuarto y último, debido a la existencia de corrupción, y sobre todo, a la creciente percepción de la misma por parte de una ciudadanía desafecta con su clase política.

Esta es la realidad donde se desarrolla Podemos pero, ¿qué herramientas utiliza para aprovechar la situación y, en especial, por qué decimos que Podemos es una adaptación de los neopopulismos de izquierdas latinoamericanos? Lo primero que debe quedar claro es que Podemos es una formación ambigüa. Iglesias dice y luego redice, asevera y luego suaviza. Su discurso es bastante fluctuante y está cubierto sobre una cierta pátina de misterio. Esto puede descolocar al analista, pero no está de más recordar aquellas entrevistas de 1998 con Jaime Bayly u Oscar Yanes en las que un bastante dócil y moderado Hugo Chávez renegaba de medidas que luego implementaría en el país.

Más allá de las ambigüedades del discurso, entre los claros que se dejan observar, se puede ver como Podemos es un partido netamente antiestablishment que basa su estrategia electoral en un discurso “a la contra” donde gana adeptos debido a la desafección reinante. Su estructura netamente vertical cuida una estrategia impecable realizada por científicos sociales para acceder a las posiciones de poder (el propio Iglesias es un dominador de la comunicación política). Elabora un discurso postmarxista que ha difuminado la lucha de clases como motor político tradicional de la izquierda y lo ha rellenado de conceptos incluyentes por “ambiguos”, pero sin perder un ápice de la beligerancia de la confrontación. Conceptos indefinidos como “casta” (heredero del venezolano “oligarquía”), “Troika”, “imperio”, etc. son el chivo expiatorio para todos los males y se convierten en habituales referencias en un programa político que sufre cuando intenta hacer política de proposición debido al minucioso análisis al que se somete tal fenómeno efervescente.

En el plano propositivo y a pesar de los múltiples vínculos que unen a personalidades importantes de Podemos con la Venezuela bolivariana, quizás el modelo a fijarse tanto en funcionamiento interno (fuerte carisma, supuesta “simple portavocía”, partido creado a la espalda del líder,…) como externo es el Ecuador de Rafael Correa.

Las dudas que se plantean con respecto al pago de la deuda soberana, las propuestas económicas estatalistas y de demanda agregada basadas en el (neo)extractivismo y (neo)desarrollismo del presidente ecuatoriano, el proteccionismo comercial y las dudas que ya plantean sus afirmaciones sobre ciertas libertades como la libertad de prensa hacen que, por ahora, se observen grandes similitudes entre ambos, pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. La política estatalista de Correa se basa en un ciclo alcista de materias primas (boom&boost) donde la renta petrolera, cuando se mantiene alta permite sostener un estado sobredimensionado en un país donde el PIB pér cápita es de poco más de 6.000 dólares. Esta situación parece llevar a dos preguntas: ¿es posible mantener esta política con un barril de petróleo estable a mitad de precio? Y, sobre todo, ¿Cómo se pueden implementar políticas de este tipo en un país que no tiene grandes materias primas, con un PIB pér cápita que multiplica varias veces el ecuatoriano, altamente endeudado, con una estructura poblacional envejecida y que ni siquiera tiene el control sobre su política monetaria? Parece harto complicado.

La realidad es que a mediados de diciembre de 1994, un recién egresado de prisión Hugo Chávez viajaba a La Habana donde recibía la “bendición política” de un todavía activo Fidel Castro, 20 años después en octubre de 2014, Iglesias y su séquito realizaban una gira por Latinoamérica donde Morales les denominaba como “la esperanza para los hermanos españoles”. Aunque una victoria de Iglesias por mayoría absoluta parezca difícil ahora mismo, la bendición está otorgada, el neopopulismo de izquierdas latinoamericano ha cruzado el charco.

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