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¿Qué salida a la crisis en Venezuela?

El enfrentamiento entre el gobierno y la oposición en Venezuela ha llegado a una coyuntura preocupante, con negociaciones que se desmoronan, acuerdos emergentes y países de la región implementando nuevas sanciones sobre Caracas. ¿Cómo salir de la crisis cada vez más profunda del país?

International Crisis Group
3 enero 2020, 12.01am
30 de diciembre de 2019, Venezuela, Caracas: el presidente venezolano, Nicolás Maduro, pronuncia un discurso de Año Nuevo.
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Foto: Jhonander Gamarra / Prensa Miraflores / dpa. Todos los derechos reservados

Presentamos un resumen de último informe del International Crisis Group sobre Venezuela, titulado: “Venezuela: ¿Hay esperanza después de las negociaciones de Barbados?” Lea el informe completo aquí

¿Qué hay de nuevo? Por el momento, las negociaciones facilitadas por Noruega para poner fin a la contienda por la presidencia han colapsado. Entre tanto, el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha forjado un acuerdo con varios partidos opositores minoritarios. Aunada a la decisión de las potencias regionales de definir a Venezuela como una amenaza para la seguridad hemisférica, esto podría dificultar la resolución de la crisis.

¿Por qué es importante? El hecho de que no se haya logrado restablecer la estabilidad política y el bienestar socioeconómico en Venezuela alimenta la peor crisis de refugiados jamás experimentada en América Latina, y podría generar un conflicto interno de baja intensidad, propagar tensiones por toda la región y amenazar con desencadenar enfrentamientos militares con la vecina Colombia.

¿Qué se debería hacer? Los aliados de los dos bandos deberían presionarlos para que dejen de lado su reticencia y vuelvan a la mesa de negociaciones, posiblemente bajo un nuevo formato, donde deberían demostrar la flexibilidad necesaria para alcanzar un acuerdo viable.

Panorama general

Tras siete rondas de negociaciones formales en Oslo y Barbados facilitadas por el gobierno noruego, el diálogo entre los representantes del presidente Nicolás Maduro y la oposición liderada por Juan Guaidó, a quien 58 países, entre ellos EE.UU., actualmente reconocen como presidente en funciones, se vino abajo a mediados de septiembre.

Las negociaciones se habían centrado en una agenda de seis puntos acordada en abril a la cual el gobierno de Maduro tan solo había contribuido un punto: el levantamiento de las sanciones de EE.UU.

Los cinco restantes fueron: el restablecimiento de los controles y contrapesos constitucionales; las condiciones necesarias para que se celebren unas elecciones (lo que para la oposición quiere decir elecciones presidenciales, aunque esto no se enunció explícitamente); los términos de una transición después de Maduro; paz y reconciliación; y garantías postelectorales para ambas partes.

Supuestamente ambas facciones aceptaron, al menos en principio, casi el 80 por ciento de las medidas de acción basadas en esta agenda. Si bien las negociaciones se han suspendido, su reanudación sigue siendo la mayor esperanza para evitar una profundización en el deterioro de la emergencia humanitaria y el riesgo de violencia en Venezuela y sus alrededores.

Aunque las dos partes han dejado abierta la posibilidad de volver a las negociaciones, ambas han puesto en marcha estrategias alternativas que debilitan la iniciativa noruega.

Aunque las dos partes han dejado abierta la posibilidad de volver a las negociaciones, ambas han puesto en marcha estrategias alternativas que debilitan la iniciativa noruega. Tan pronto como la oposición anunció su conclusión de que la actual fase de las negociaciones estaba llegando a su fin, el gobierno de Maduro y un grupo de pequeños partidos opositores revelaron su propio acuerdo, que contempla la liberación de decenas de presos políticos, nuevos rostros en la junta electoral y el retorno de los legisladores del gobierno a la Asamblea Nacional controlada por la oposición.

Una semana después, el 23 de septiembre, dieciséis gobiernos de todo el continente americano que reconocen al líder opositor Guaidó como presidente en funciones acordaron activar un pacto de defensa regional conocido como el Tratado de Río (cuyo nombre formal es el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR) y anunciaron su intención de imponer sanciones además de perseguir, capturar y extraditar a funcionarios venezolanos involucrados en abusos de derechos humanos y otros delitos internacionales. Estos gobiernos definieron la crisis venezolana como una amenaza a la seguridad de toda la región.

De ambos lados hay quienes rechazan la idea de reanudar las negociaciones sustantivas. Para algunos en la oposición no puede existir un diálogo con un gobierno que ha faltado a su palabra repetidamente y que, en su opinión, no solo funciona como una dictadura, sino como un “Estado mafioso”.

Del lado de Maduro, algunos afirman que las fuerzas desplegadas contra ellos pretenden destruir totalmente al gobierno y el movimiento chavista, que lleva el nombre del fallecido presidente Hugo Chávez. Para ellos, la única respuesta adecuada es la resistencia, por ejemplo, como ha hecho Cuba a lo largo de las últimas seis décadas frente a los esfuerzos de EE.UU. por acabar con el régimen comunista en la isla.

Las perspectivas de una rápida vuelta a la mesa de negociaciones ahora parecen remotas

Las perspectivas de una rápida vuelta a la mesa de negociaciones ahora parecen remotas. Aun así, un proceso similar al de Noruega, aunque con ciertas modificaciones, como una mejor coordinación del apoyo internacional y la inclusión de otras voces, en particular la de los militares venezolanos, en la mesa de negociación, sigue ofreciendo el mejor marco para un acuerdo que resulte en una transición pacífica y sostenible.

Si ambas partes desean alcanzar un acuerdo sostenible lo mejor sería volver a unas negociaciones más estructuradas.

Conclusión

Por más improbable que parezca en la actualidad, si ambas partes desean alcanzar un acuerdo sostenible lo mejor sería volver a unas negociaciones más estructuradas similares a las que lideró Noruega. Hasta ahora, ninguno de los partidos ha descartado esta posibilidad y ambos incluso la han mencionado explícitamente. El Presidente Maduro manifestó su voluntad de reanudar las negociaciones en un discurso pronunciado a su vuelta de una visita a Rusia, mientras que la oposición hizo una promesa similar en una resolución de la Asamblea Nacional el 1 de octubre en la que definió las negociaciones como un “mecanismo necesario” respaldado tanto por la comunidad internacional como por los venezolanos .

Las dificultades que llevaron a la suspensión de las negociaciones, así como otras cuestiones que han surgido desde entonces, tendrían que ser abordadas. En particular, los partidos deberían considerar alcanzar acuerdos parciales incluso mientras negocian un acuerdo más integral, no solo para generar apoyo popular y fomentar la legitimidad de las negociaciones, sino también para hacer frente a la emergencia humanitaria.

La inclusión de nuevos sectores, en especial delegaciones que representen a las fuerzas armadas venezolanas y los partidos opositores minoritarios, también fortalecería el proceso. Los organizadores, idealmente el gobierno noruego, en cuya discreción e integridad ambas partes confían, deberían considerar incluir a actores internacionales que, a pesar de estar física y formalmente ausentes de las negociaciones, han gozado de una influencia considerable a la distancia.

Una opción podría ser crear un círculo externo de participantes, como EE. UU. y Rusia, así como actores regionales como Colombia, México, Argentina y Brasil. El Grupo Internacional de Contacto de la UE podría desempeñar un papel en la creación y la participación en este círculo de apoyo diplomático.

Por último, el éxito de negociaciones exigirá que ambas partes y sus principales aliados hagan otras concesiones. Como se detallará en nuestro informe complementario de próxima publicación, estas concesiones no serán fáciles para el gobierno ni para la oposición, y tampoco les resultará fácil convencer a sus respectivos electores. Sin embargo, son fundamentales para alcanzar un acuerdo viable y sostenible que revierta el catastrófico rumbo de Venezuela y evite que se agrave la crisis regional.

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