
Protesta en Sao Paulo contra la subida del precio de los transportes. NurPhoto SIPA USA/PA Images. Todos los derechos reservados.
El proceso de crecimiento y modernización de Brasil en los últimos quince años se ha descrito siempre como un ejemplo a seguir por otros países en desarrollo. Hoy, sin embargo, la ‘locomotora’ brasileña se ha detenido.
El país atraviesa un período dramático de inestabilidad política y económica. Los Juegos Olímpicos de 2016 deberían haber sido una ocasión muy especial para mostrar al mundo el poderío de Brasil, pero lo que revelaron fueron las debilidades estructurales de un país lleno de ambigüedades y contradicciones. La llamada China sudamericana ha quedado temporalmente enterrada bajo los escombros de la investigación del caso Petrobras y los efectos negativos de la crisis económica. Una vez más, la riqueza petrolera parece ser más una maldición que una bendición.
"En un sentido amplio, los hidrocarburos y su escasez percibida, su monetización y su uso como arma sirven los intereses de un statu quo coercitivo y restrictivo, en lugar de ser un incentivo para el desarrollo", dice el profesor Anis H. Bajrektarevic.
Para describir lo que está sucediendo en Brasil, hay que centrarse en el petróleo, porque el oro negro es la encarnación del éxito - y la caída - de la economía brasileña.
Cuan negro es el oro
Uno de los principales impulsores del crecimiento económico brasileño en las últimas décadas ha sido la producción y exportación de recursos naturales y productos derivados. Si observamos el PIB de Brasil entre 1982 y 2015, se pueden observar tres grandes fases. Primero, un patrón de crecimiento estable entre 1982 y 2002. Segundo, el crecimiento del PIB entre 2003 y 2012, con una ligera desaceleración en 2009-2010 debido a la crisis financiera mundial. Y tercero, una caída de los valores del PIB entre 2012 y 2015.
Si analizamos la evolución del porcentaje de crecimiento anual del PIB, no puede identificarse ninguna tendencia específica. Lo más que puede decirse es que el PIB creció a una tasa constante de cerca de un 5% entre 2004 y 2008. Este aumento sustancial del PIB se tradujo no sólo en crecimiento económico, sino también en una mejora significativa de la situación socioeconómica de millones de ciudadanos brasileños pobres. Tomando 2001 como referente, el nivel de pobreza absoluta - definido como el porcentaje de población que vive con menos de dos dólares al día - disminuyó en un 12%. Y el nivel de pobreza relativa - definido como el porcentaje de personas que ganan menos de la mitad del nivel medio de ingresos - se redujo en un 25% entre 2002 y 2013.
El valor de las exportaciones y de las actividades relacionadas con los recursos naturales para la economía brasileña se mide por la proporción que representan en el PIB. Como muestra el Gráfico 3, el petróleo ha sido uno de los motores del auge brasileño de los años 2000. Su incidencia en el PIB aumentó notablemente a partir de 1999 y alcanzó su punto más alto durante los años 2000. Entre 2003 y 2006, las rentas del petróleo representaron alrededor del 3% del PIB. El Gráfico 4 muestra el coste del barril de petróleo entre 1980 y 2015. Debe tenerse en cuenta que la reserva de petróleo más importante de Brasil, Pré-Sal, compite en un mercado donde, para ser rentable, el precio del barril debe ser de 70 dólares como mínimo. La caída del precio mundial del petróleo, por lo tanto, ha penalizado duramente la economía brasileña, que ya venía perjudicada por la caída de la demanda china y la desaceleración de la inversión extranjera directa.
La historia de Erike Batista
La historia de Erike Batista está estrechamente relacionada con el auge y la caída de la economía brasileña. Batista fue uno de los hombres más ricos del mundo: ocupó el octavo lugar en el índice Forbes, con una fortuna estimada de 30.000 millones de dólares en 2012. Esto cambió drásticamente en 2014, cuando admitió la pérdida de su riqueza y reveló una deuda pendiente de mil millones de dólares. ¿Cómo llegó a esta situación? ¿Cómo se puede perder una riqueza de 30.000 millones de dólares?
El ascenso y caída de este multimillonario hecho a sí mismo tienen que ver con el petróleo. En la década de 1980, después de obtener su licenciatura en estudios metalúrgicos, Batista se fue a la selva amazónica a instalar maquinaria para la prospección y extracción de oro. En 1983, compró en la bolsa de valores canadiense una pequeña sociedad para la extracción y comercialización de recursos naturales, cuyo valor subió a 1.700 millones de dólares en pocos años. En 2002 vendió la compañía por 875 millones. La devaluación del activo se debió a inversiones erróneas realizadas por la sociedad en Grecia, Rusia y la República Checa.
Batista aprovechó nuevas oportunidades durante el auge económico de Brasil. Entre 2001 y 2002 creó y luego vendió dos empresas al Estado: una termodinámica y una de minería y procesamiento de hierro. Pero lo que le hizo multimillonario fue el holding OGX (Petróleo e Gás Participaçoes), especializado en prospección y refinamiento de petróleo y gas. La estrategia de mercado de OGX fue agresiva desde el principio. En 2007, obtuvo los derechos de prospección en 21 áreas duplicando la cantidad que ofrecían sus competidores. Al año siguiente, OGX estaba produciendo petróleo a un coste de 145 dólares por barril y anunció que estaría en disposición de producir un millón de barriles al día en 2019. La ambición de Batista y su confianza en la economía brasileña le animaron a hacer grandes inversiones en la construcción de un puerto en Acu, a 400 km de Río de Janeiro. El proyecto tenía como objetivo crear un centro para el refinamiento y comercialización de productos derivados del petróleo, y aumentar en mucho la productividad de OGX.
A partir de 2008, la justicia brasileña empezó a investigar los sobornos que Batista supuestamente le dio al Gobernador del Amapá, Waldex Góez, a cambio de ciertos privilegios para sus empresas. A pesar de que los medios de comunicación se enteraron de la investigación, el caso finalmente quedó archivado. La desaceleración de la economía brasileña y la caída del precio mundial del barril de petróleo llevaron a los inversores y accionistas extranjeros a reducir su participación en las empresas de Batista. La puntilla fue la decisión de Mudabala Development, el fondo de Abu Dhabi, de retirarse de EBX – uno de los holdings de Batista - y liquidar todas sus acciones, por un valor total de 1.500 millones de dólares. La liquidez de las empresas de Batista que, por haber invertido mucho dinero, sobrevivían gracias al apalancamiento financiero, se cortó entonces en seco. EBX reventó como un globo, aplastada bajo el peso de la deuda financiera, y Batista perdió todos sus activos.
El caso Petrobras
En marzo de 2014, un grupo de jueces brasileños empezó a investigar la relación entre el Partido de los Trabajadores y la petrolera estatal Petrobras. Los indicios eran que los directores ejecutivos de Petrobras y de las principales sociedades constructoras brasileñas (BTP) habían desarrollado un sistema corrupto mediante el cual BTP recibía contratos para la construcción de plataformas petroleras y aumentaba los costes de construcción entre un 1% y un 3%. A cambio, los partidos gubernamentales obtenían supuestamente fondos para costear sus campañas. Las empresas involucradas eran Camargo Corrêa, Oas, Utc-Constram, Odebrecht, Mendes Júnior, Engevix, Queiroz Galvão, Iesa Óleo & Gás y Galvão Engenharia. Los partidos involucrados eran el Partido de los Trabajadores (PT), el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y el Partido Progresista (PP).
La principal consecuencia de la investigación fue la deslegitimación del Partido de los Trabajadores, el partido que lideró Brasil a partir de 2002. La presidenta Dilma Rousseff, sucesora de Lula da Silva, se vio obligada a abandonar el cargo a pesar de que no estaba incluida en la investigación. Ella había sufrido ya presiones para que abandonara sus funciones como Presidenta de Petrobras y Ministra de Energía (2003-2005) por su supuesto conocimiento de la corrupción sistemática. Pero el impeachment de Rousseff se basó en la acusación de que había transferido fondos públicos de los bancos nacionales para financiar gastos sociales más allá del monto, fijado por ley, para el gasto público. Los cargos por los que se le destituyó no incluían el escándalo de Petrobras. Por otra parte, a Eduardo Cunha, líder del grupo que promovió el juicio político de Dilma, no sólo se le encontró una cuenta bancaria secreta de un millón de dólares en Suiza, sino que también se le inhabilitó para cualquier cargo público durante ocho años tras investigarse su participación en casos de corrupción y sobornos.
Miembros prominentes de partidos de izquierdas en toda la región y en el mundo apuntaron a una presunta conspiración política contra el Partido de los Trabajadores. Según ellos, la élite brasileña y sus homólogas internacionales aprovecharon la crisis económica global para socavar el consenso que sostenía el partido de Lula y Rousseff, cuyo apoyo popular había sido siempre muy considerable. En 2002, Lula ganó las elecciones con el 46,4% de los votos; el candidato opositor, José Serra, obtuvo sólo un 23,3%. En 2006, Lula fue reelegido con un 48,6% de los votos. En 2010, su sucesora Dilma Rousseff ganó las elecciones con el 46,9% de los votos. Y en 2014, aunque experimentó un pequeño descenso, Rousseff fue reelegida con el 41,6% de los votos. A partir de 2002, los sucesivos gobiernos brasileños se granjearon enemistades en los mercados internacionales por sus políticas de nacionalización y seminacionalización de los recursos naturales. Por ejemplo, Petrobras, fundada en 1953, había sido privatizada parcialmente durante los años noventa. En 2007, Lula lanzó una campaña de opinión pública para que volviera a estar bajo control estatal. Además, para evitar la explotación privada de las reservas de petróleo de Pré-Sal, el gobierno de Lula aprobó una ley que otorgaba a Petrobras el monopolio de prospección y extracción de petróleo en la zona.
Algunas voces influyentes, entre ellas la de expertos y académicos independientes brasileños, han expresado su preocupación por la naturaleza del proceso de destitución de Rousseff. Pedro Fassoni Arruda ha argumentado que tras este proceso hubo poderes ocultos, y que éstos también habían estado implicados en el golpe de Estado en 1964. En la misma línea, Pablo Ortellado ha criticado el trato que recibió Rousseff en los medios de comunicación. Fernando Sapelli sostiene que dado que la historia política moderna de Brasil se caracteriza por una profunda fragmentación, a cada presidente le toca lidiar con muchos partidos pequeños y personalistas. Y que el apoyo externo que precisan todos los gobiernos en Brasil ha generado un sistema de corrupción que ya es intrínseco a la sociedad brasileña. Muchos expertos creen que la acción de la justicia es clave para recuperar la confianza de los mercados y los inversores en las instituciones del país, cortando la ambigüedad de los vínculos entre partidos y empresas, consiguiendo así un marco legal más estable y seguro y fortaleciendo el estado de derecho. El mensaje que Brasil debería enviar al mundo es que los corruptos, sea cual sea su estatus, son castigados.
El parlamento brasileño aprobó recientemente una ley para abolir el monopolio de Petrobras sobre Pré-Sal. Todo parece indicar que se trata sólo del primer paso de un proyecto de privatización mucho más amplio que impulsa el presidente Michel Temer: nuevas y fuertes políticas de liberalización de los recursos naturales brasileños, para que el país ofrezca oportunidades de negocio e inversión a las empresas multinacionales. Parece como si el destino de Brasil en un futuro próximo lo va a definir, una vez más, el oro negro - para bien o para mal.
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