
Elena Reynaga en el Foro de Organizaciones Feministas de la CEPAL en Montevideo, Uruguay. Foto: Archivo RedTraSex. Todos los Derechos Reservados.
DemocraciaAbierta: Cuéntenos un poco de su historia, y como se convirtió en activista por los derechos de las trabajadoras sexuales?
Elena Reynaga: Yo empecé a trabajar a los 19 años, y a los 25 o 27 años, más o menos, me mudé a la Ciudad de Buenos Aires. Viví lo que fue el proceso militar, en el que nadie tenía derechos; en el marco de ese proceso, la trabajadoras sexuales sufrimos muchísima violencia institucional. Entrábamos presas, pero nunca sabíamos cuándo íbamos a salir. Yo estuve 8 meses al año presa, sin haber cometido ningún delito más que el ser trabajadora sexual. O sea que se me llevaban, me tenían 90 días en un calabozo y, cuando salía libre, a los 2 o 3 días me llevaban de nuevo. Con los militares nunca se sabía lo que iba a pasar.
Cuando terminó el proceso militar, nosotras pensábamos que esa democracia también nos iba a beneficiar, pero en verdad lo único que cambió fueron el número de días que íbamos presas. La injusticia seguía igual, y nosotras seguíamos detenidas. No, a lo mejor, los 90 días de antes, pero pasábamos 21 días detenidas cada vez que nos agarraban, y esto era muchísimas veces al año. Entonces, me fui a trabajar a Europa, precisamente a España, por 5 años, porque el acoso policial aquí era muy grande.
“Aunque había muchísimos organismos de derechos humanos en la Argentina, nadie se ocupaba de nosotras, por ser una población terriblemente discriminada.”
DA: Usted volvió a la Argentina en los años 90, ¿cómo era el contexto para las trabajadoras sexuales en ese momento?
ER: Honestamente, le pagábamos a la policía. Ellos nos cobraban para que pudiéramos trabajar y para evitar ser detenidas. Después, hubo como una orden de parte de las altas autoridades de no cobrarnos más durante un tiempo, porque eso estaba demasiado expuesto públicamente. Entonces, las mismas personas que antes nos cobraban, ahora nos llevaban detenidas, y nos golpeaban. Dentro de los calabozos, algunas de nosotras empezamos a pensar que esto tenía que terminar, porque ¿cómo podía ser que las mismas personas que nos cobraban, y en ese momento nos trataban de "Señoras", cuando nos tenían que cobrar, entonces éramos las “putas de mierda"'.? Y éramos golpeadas y violadas en los calabozos por los patrulleros, y ahí empezamos con la loca idea de que algo teníamos que hacer. Pero también entendíamos que nadie más lo iba a hacer, que nadie se iba a ocupar de nosotras. Ya teníamos la experiencia de que, aunque había muchísimos organismos de derechos humanos en la Argentina, nadie se ocupaba de nosotras, puesto que éramos una población terriblemente discriminada.
Y así, allá por el año 1994, empezamos una organización. Dos antropólogas se acercaron a nuestra zona de trabajo a hacer una investigación sobre el tema de la prostitución en la vía publica, y nos contaron la historia de las trabajadoras sexuales uruguayas, que en verdad son las primeras que empezaron con este tipo de organización. Entonces pensamos, si las uruguayas pudieron, ¿por qué no nosotras? Y es así cómo arrancó nuestra organización.
DA: No debió ser fácil a partir ese momento. ¿Cómo comenzó su campaña activista en defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales?
ER: Los primeros años fueron muy duros. Quiero aclarar que nos dedicamos a trabajar mucho en el tema de la derogación de una ley que había en la Ciudad de Buenos Aires, que era la que nos daba los 21 días presas. Tuivimos la suerte de estar en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), donde ingresamos en el 95. Yo siempre digo que, gracias a habernos incorporado a lo que era la clase trabajadora, logramos hacer muchas cosas, sin pensar en la plata: la plata la poníamos nosotras mismas. Trabajamos muy duramente durante 3 años en la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, haciendo lo que hoy se llama incidencia política. Aunque en ese momento no sabíamos lo que era incidencia política, sí sabíamos que teníamos que contarles a los legisladores las atrocidades que vivíamos. Después de tres años, logramos acabar con esa ley, y con varias otras que afectaban, no solamente a las trabajadoras sexuales, sino a la comunidad homosexual, y a los pobres, o cualquier persona que estaba en la calle. Hasta ese momento, la policía disponia de una herramienta legal para llevarse detenida a cualquier persona por el simple hecho de que no le gustara su cara.
Así empezó mi militancia. Entré a la CTA y me integré en el grupo que se empezó a organizar, con la esperanza de no ir presa. Después nunca pensé en ser la presidenta de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR) , ni mucho menos haber fundado una red latinoamericana. Las cosas se fueron dando.
DA: ¿Cómo podemos cambiar la imagen que tiene la sociedad para poder apoyar los derechos de las trabajadoras sexuales?
ER: Primero, acabar con todos los prejuicios sobre nosotras. Porque creo que la discriminación, y lo que se supone de nosotras, tiene que ver con los prejuicios que tiene la sociedad. Para esto es fundamental escuchar. Por eso redactamos documentos, posicionamientos, para mostrarle al mundo que nosotras, mas allá de no haber ido a la escuela ni a la universidad, ni haber tenido las herramientas que tienen algunas personas, en el camino las fuimos adquiriendo.
Nosotras decidimos ser trabajadoras sexuales, pero a veces la gente está con el “si ellas tuvieran otra oportunidad...”: empiezan con ese tipo de cosas. Seguramente nosotras decimos que, si la señora que limpia tuviera otra oportunidad, no limpiaría; que si el albañil no fuera albañi...l; pero nuestra decisión tiene que predominar. La cuestión de la auto-determinación, del reconocimiento de nuestro trabajo como lo que es: un trabajo.
“No, perdón, yo si volviera a nacer volvería a ser trabajadora sexual, de eso no me cabe la menor duda.”
Con la organización, hemos logrado contener la epidemia del HIV SIDA, hemos logrado disminuir la violencia, hemos empoderado a las mujeres, que hablan desde su propia voz y experiencia, a lo mejor sin haber ido a la escuela. Y me parece que eso es muy valioso.
Los medios nunca llaman para preguntar a cuántas personas hemos logrado rescatar, educar, o qué le pasa a la vida de las personas una vez que forman parte de una organización. Hay muchas cosas muy lindas, que hacen que yo siga enamorada de la causa, pero que parece que no se puedan contar, porque parece que al mundo no le importan.
Lo importante es desprejuiciarse y dejarnos hablar. Y escuchar. Y dejar de pensar en que: “si tuvieran otra oportunidad…” No, perdón, yo, si volviera a nacer, volvería a ser trabajadora sexual, de so no me cabe la menor duda".
DA: La cuestión de los derechos de las trabajadoras sexuales está siendo debatida alrededor del mundo. ¿Qué tipo de discusióm tiene lugar en América Latina, como región, en este momento?
ER: Lo bueno del debate es que, después de insistir tanto, ahora nosotras estamos presentes. Porque, si no, si solo se escucha una sola voz, no hay debate posible. El movimiento feminista evolucionista, por mucho tiempo, debatió sin nosotras. Entonces, nosotras dijimos: "bárbaro, debatan, pero queremos estar también". Hoy ya estamos participando, tanto en eventos nacionales como en eventos regionales y mundiales.
Yo vengo de participar en AWID (Association for Women's Rights in Development), que es un encuentro feminista mundial que se celebra cada 4 años, y lo maravilloso es eso, que por primera vez nosotras fuimos nombradas en algunas exposiciones de las sesiones plenarias. Fuimos ganando terreno en ese sentido, y hemos empezado a visibilizarnos. Antes ni siquiera nos nombraban, y lo que no se nombra prácticamente no existe.
“Es que antes el movimiento feminista era elitista y académico, y hoy esta en los barrios marginales, y eso es lo hermoso.”
La mayoría de las que se oponen al trabajo sexual son mujeres abolicionistas, entre las cuales hay algunas a las que seguramente no convenceremos jamás, dada su manera de pensar sobre este tema. Pero la verdad es que esto ya nos preocupa demasiado, porque ya hay un avance del feminismo joven, pro trabajo sexual, que viene arrasando con todo.
DA: Entonces, ¿se auto-consideran como parte del nuevo movimiento feminista?
ER: Sí, nosotras somos feministas. Por supuesto que sí. Desde que nos organizamos, no solo estamos defendiendo nuestros derechos, sino los de todas las mujeres.
Creo que lo que es nuevo en estos últimos años, y no solamente con las trabajadoras sexuales, es que antes el movimiento feminista era elitista y académico, y hoy está en los barrios marginales, y eso es lo hermoso. Para lograr disminuir o erradicar la violencia que se ejerce contra las mujeres, tanto la institucional como la doméstica y la intrafamiliar, tenemos que trabajar todas juntas. Por eso hay que trabajar con las mujeres del ámbito popular, y no siempre con la academia. Hace 24 años que participo en eventos de mujeres, y estoy viendo que cada día asisten más mujeres del ámbito popular.
Antes era muy elitista, vuelvo a insistir. Yo, por lo menos, al principio no entendía lo que decían, era como si me hablaran en otro idioma. Me parece que hoy está mucho mejor, porque se simplificó el lenguaje para que todas entendamos. Están participando mujeres afro, lmujeres indígenas, compañeras trans. Me parece que vamos por muy buen camino, y vuelvo a insistir que la única manera de lograr las reivindicaciones de las mujeres, tanto en términos políticos, salariales, como todo lo demás, es que estemos todas juntas.
DA: Algunas personas afirman que el término “trabajadora sexual” legitima la explotación sexual y el sufrimiento de aquellos que la padecen, ¿existe una falta de consenso entre instituciones que luchan por una causa común?
ER: Primero:ese término lo decidimos nosotras en un encuentro mundial que hubo en Estados Unidos en el año ‘86. Nadie nos lo impuso. Hay gente que dice que es un término de Naciones Unidas y que esta impuesto. Nos siguen subestimando, puesto que parece ser que alguien tiene que seguir pensando por nosotras, y eso me parece terrible.
A veces creo que las que pelean tanto contra el patriarcado, terminan haciendo las mismas cosas que ha hecho el patriarcado, porque cuando nos inhabilitan el pensamiento, la voz y la auto-determinación, están haciendo prácticamentelo mismo que hace el patriarcado. Entonces vos podés estar de acuerdo o no, pero no tenés que pensar o decir “ellas pobrecitas”.
Creo que hay mucho enojo, nosotras ya dejamos de estar enojadas. Pero creo que el enojo mayor está en el hecho de que nosotras nos organizamos, que creamos nuestras propias organizaciones con personalidad jurídica propia, que nos formamos, etc. Porque antes de nosotras, hace muchos años, mucha gente ganaba mucho dinero investigando a las pobrecitas prostitutitas, diciendo que nos iban a educar, etc. y nunca se vieron los resultados. Pero a partir de que nosotras nos organizamos, y somos las que manejamos esos recursos, eso generó algún enojo.
Algunas de nosotras llegamos a ocupar espacios notables. por ejemplo, yo misma fui elegida hace muy poco como parte del consejo asesor de ONU-Mujer en la región, y eso era insoñable hace 20 años. ¿Cómo una prostituta, sin haber ido a la escuela, va a ocupar semejante espacio? Acabo de ser invitada por el gobierno de Colombia, que va a celebrar una cumbre de lideres mundiales, para asistir a un plenario. Eso era impensable 20 años atrás. Entonces, me parece que hay gente a la que no le gusta mucho esto.
DA: Parte de esta lucha fue la marcha que organizó AMMAR en el 2015 y, si bien esto fue bien recibido por lo medios y los políticos, ¿cree que esta marcha tuvo un efecto a largo plazo?
ER: Todo lo que hace AMMAR tiene efecto. Creo que lo que tiene AMMAR, a diferencia de las demás organizaciones de la red, es que tomó la comunicación como un eje transversal en la nuestra lucha.
Que vos podés hacer las grandes cosas, pero si no te tomás la comunicación como algo serio y transversal y buscás los recursos para sostener tu comunicación, no podés ser lo que somos. El tetazo del 2015 fue una idea que teníamos algunas. Gracias a ese evento, cinco compañeras lograron presencia en los medios del mundo, y eso es lo que queremos transmitir.
“Yo puedo tener la mejor ley en América Latina, pero la cultura machista y violenta no se cambia simplemente con una ley.”
Entendemos que la organización de trabajadoras sexuales, cuando sale a la calle, nunca va a lograr ser una cantidad enorme de mujeres, porque sabemos que, por más que muchas nos reconozcamos y nos sintamos profundamente orgullosas de ser trabajadoras sexuales, a la hora de salir a la calle, vos primero sos mujer y sos mamá. Entonces, cuando vos salís a la calle, no estás exponiéndote solamente vos, estas exponiendo a todo tu entorno. Si vos tenés niños de 3 o 4 años, que van a la escuela, o que ya van a la primaria, la secundaria o hasta a la universidad, a veces la discriminación es muy cruel con ellos. Por estas razones, muchas compañeras optan por no salir a la calle. La organización tiene que pensar siempre en cosas estratégicas, culturales, que generen mucho impacto mediático, y creo que con lo del tetazo se logró.
DA: ¿Cuáles le parce que son las prioridades de Redtrasex como movimiento regional para los próximos años?
ER: Hoy nos estamos enfocando fuertemente en el tema de las leyes. Además, trabajamos fuertemente para sensibilizar, para lograr tener una ley de trabajo sexual autónomo y hacer trabajo político en la legislatura, en los congresos, en las cámaras de cada uno de los países. Y estamos trabajando para sensibilizar y concienciar, tanto a los políticos como a la policía: yo puedo tener la mejor ley en América Latina, pero la cultura machista y violenta no se cambia simplemente con una ley.
La justicia es discriminadora. Imparte solamente justicia para el rico, y no para la gente pobre.
Lee más
Reciba su correo semanal
Comentarios
Animamos a todo el mundo a que haga comentarios, Por favor, consulte las intrucciones de openDemocracy para comentarios