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El 26 de septiembre, la policía argentina detuvo a 15 personas acusadas de pertenecer a una red criminal de grupos de hooligans de fútbol - conocidos en la región como barras bravas - que importaba droga de Colombia para venderla en zonas del Gran Buenos Aires, según informaba Clarín.
Como parte del operativo contra el llamado Cártel de las Barras, se realizaron más de 20 registros durante los cuales se incautaron 1.100 dosis de cocaína, 1.400 de paco (una pasta fumable que resulta de una etapa intermedia del procesamiento de la cocaína) y más de un kilo de marijuana.
Uno de los individuos identificados como líder de la red, que presuntamente conseguía la droga en depósito y la introducía en Argentina, es el colombiano Sebastián Parra Jaramillo, uno de los jefes de los hooligans del Atlético Nacional de Medellín.
Parra Jaramillo fue detenido en casa del hijo de Edgardo Gustavo “El Gordo” Vallejos, jefe de la barra brava del Club Deportivo Laferrere, equipo de fútbol de la provincia de Buenos Aires. El hijo de El Gordo se encuentra en paradero desconocido.
Esta organización tenía un contacto que viajaba a Colombia, Perú y Ecuador, donde conseguía droga en depósito, algo muy raro porque la droga suele pagarse por adelantado, pero gracias al vínculo futbolístico, lo logró.
Los vínculos entre ambos grupos de hooligans ya los confirmaron las autoridades argentinas durante el Mundial de Rusia, cuando funcionarios de la Agencia de Prevención de la Violencia en Deporte (APREVIDE) documentaron una serie de reuniones sospechosas entre ellos.
No es ésta la primera vez que una barra brava argentina se ve involucrada en actividades criminales y que se identifican conexiones con grupos homólogos colombianos.
Sin embargo, rara vez se habían documentado casos como este en los que la droga se dejó en depósito, lo que confirma el gran nivel de confianza que existe entre estos grupos e ilustra el creciente fortalecimiento de los vínculos criminales entre ambos países.
“Esta organización tenía un contacto que viajaba a Colombia, Perú y Ecuador, donde conseguía droga en depósito, algo muy raro porque la droga suele pagarse por adelantado, pero gracias al vínculo futbolístico, lo logró”, explicó Cristan Ritondo, Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.
Los resultados de la operación también ponen de manifiesto el protagonismo creciente del deporte en el establecimiento y afianzamiento de actividades criminales como la extorsión y el lavado de dinero.
La barra brava de Laferrere lleva ya desde 2010 realizando cobros por “protección” a los comercios ubicados en su zona de influencia, donde controla además, gracias a sus vínculos políticos, un servicio de transporte informal, tanto de autobuses como de vehículos particulares.
Este caso viene a demostrar que, en toda la región, los grupos de hooligans futbolísticos están buscando ampliar su catálogo de actividades ilegales incluyendo actividades más lucrativas y, si cabe, violentas.
No es por casualidad que el Ministro Ritondo, en una reunión de consejo de gobierno sobre seguridad en eventos deportivos, anunciase la intención de las autoridades argentinas de combatir no solo la violencia de las barras bravas sino también lo que no dudó en llamar las "mafias del fútbol".
Este artículo fue publicado previamente por InSight Crime y se puede leer aquí
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