Esto deja un punto ciego para las empresas de redes sociales en la frontera global de la desinformación digital, la desinformación, el discurso de odio y el extremismo, con consecuencias en el mundo real en los mercados emergentes, incluido Brasil. Los activistas e investigadores de los derechos digitales están sacando a relucir estos problemas. Por ejemplo, el mes pasado Global Witness envió a Facebook 10 anuncios en portugués que contenían información errónea sobre las elecciones, y el 100% de los anuncios fueron autorizados para su publicación. En una repetición de los mismos anuncios tres semanas antes de las elecciones de octubre de 2022, el 40% pasó los filtros, incluido uno que sugería que el Tribunal Supremo Electoral había manipulado las máquinas de votación.
La campaña de Bolsonaro para subvertir el voto sigue siendo una obra en marcha. Incluso con las ventajas de la presidencia, y a pesar de toda la artillería digital que sus leales lanzaron contra Lula, perdió la primera vuelta de las elecciones por más de cinco puntos porcentuales y sigue siendo un perdedor en la segunda vuelta. Pero le sobra experiencia y pericia. Hasta ahora, Bolsonaro y sus seguidores no han perdido la oportunidad de bombardear a los brasileños con teorías conspirativas y cuentos sobre máquinas de votación electrónicas manipuladas y un centro de recuento de votos secreto, listo para ser explotado por los defraudadores de la izquierda.
De hecho, en la víspera de las elecciones, el gobernante Partido Liberal anunció los resultados de una auditoría realizada por una consultoría partidista que afirmaba que el Tribunal Supremo Electoral de Brasil no había tomado medidas de seguridad oportunas, dejando el sistema electoral con "vulnerabilidades relevantes" a los depredadores cibernéticos. No importa que el presidente del Partido Liberal, Valdemar Costa Neto, junto con el ministro de Defensa de Bolsonaro, acabara de recorrer el centro de datos del Tribunal Electoral y no encontrara ninguna "sala secreta" ni evidencia de hechos infaustos.
Si la disonancia se debió a una división dentro del círculo íntimo de Bolsonaro o a una estratagema para estropear las elecciones sembrando la confusión, quizá los brasileños nunca lo sepan. En un país tóxicamente polarizado donde las posverdades tienen el peso de las escrituras, creer es ver.
Bolsonaro se dirige ahora a la segunda vuelta, no sólo como un superviviente, sino envalentonado por haber superado las proyecciones de nueve encuestas independientes que habían elegido a Lula como ganador aplastante.
En una noche sombría para la izquierda, Lula terminó ganando el 48,43 por ciento frente al 43,20 por ciento de Bolsonaro. Los candidatos leales a Bolsonaro también obtuvieron resultados mucho mejores de lo esperado, ganando gobernaciones y escaños clave en el Congreso. Los cambios demográficos y los votos útiles de última hora pueden haber despistado a los encuestadores brasileños, pero no importa. Serán objetivos privilegiados para la oleada de desinformación que se avecina en la campaña.
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