No hay duda de que la desigualdad tiene que ver con estructuras, y no hace falta ser marxista para creerlo. El trabajo de la Fundación Ford en los años 50 y 60 en el mundo tuvo que ver con la progresiva convicción de que la desigualdad no es solo una consecuencia indeseada del capitalismo, sino que convivía con él en básica armonía. El reporte Gaither, encargado a un grupo de expertos por la Fundación Ford en 1947 para definir el rol que la Fundación debía desempeñar, señaló con claridad que la justicia social se construía a partir del cambio de estructuras.
60 años después, la Fundación sigue enfrentando esas mismas preguntas. El debate sigue siendo pertinente y los ensayos del libro lo plantean bien.
Sin embargo, debemos evitar preguntas simples para no obtener respuestas simples. La llamada marea rosa en América Latina tuvo que ver naturalmente con una reacción social frente a la crueldad neoliberal en sus acepciones más puritanas, que veían al mercado como el único recurso que podía arbitrar las diferencias en sociedades que, instintivamente, transformarían economías plagadas de ineficiencias (que fueron cruelmente reales en muchos países, también).
Para eso se inventaron la historia del estado mínimo, en contextos como el colombiano, el peruano, o el guatemalteco, en donde precisamente lo que se necesita con más urgencia es más estado y no menos. Fue un desastre.
Pero ¿estamos frente al péndulo histórico latinoamericano? Ya probamos supuestamente de todo, y parece que nada funciona. La opción que se nos abre en Brasil representa quizás el capítulo más oscuro: como ni el neoliberalismo, ni el socialismo, ni el estatismo nos salvan de los agravios, entonces regresemos a fórmulas intentadas abiertamente en el siglo XIX y soterradamente después.
Son la familia, la tradición, los valores, tal y como deben ser entendidos, los que vienen a nuestro rescate. Es la “abominable” ideología de género la que pervirtió a nuestros niños, son los liberales ateos que se olvidaron de dios, son lXs LGBTIQ, son las ONGs, son los marxistas, son los libre pensadores. El problema de Colombia es el acuerdo de paz. Y esa visión se ha expandido como un reguero de pólvora en todos nuestros países, y parece que no nos estamos dando por enterados.
La marea rosa parece condenada a desaparecer, al menos en sus acepciones actuales, pero el impulso de cambio, de renovación, de lucha por la inclusión y la igualdad sigue presente y se expresará por sí mismo o mediante quienes logren convencerlos de que ellos representan el cambio.
La Fundación Ford cree que sólo sociedades más integradas, más incluyentes, menos racistas, pueden estar en condiciones de luchar contra esas causas profundas de la desigualdad. Eso es hablar de sistemas y estructuras, pero también procura ser un llamado de atención de la polarización política entre izquierdas y derechas ha tendido a empobrecer el debate y a perpetuar agravios y a producir nuevos.
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