Optimismo
La llegada de Biden a la Casa Blanca ha despertado optimismo respecto al impulso que podría darle al diálogo y la acción colectiva internacional, que es hoy más urgente que nunca para hacer frente a las actuales crisis sanitaria y medioambiental. Estados Unidos, a pesar del repliegue de los últimos años, sigue ocupando un lugar central en el mundo y tiene la capacidad de influenciar e inspirar a otros países y actores del escenario internacional a moverse en la misma dirección.
Sin embargo, también existen razones de peso para ser escépticos sobre la agenda que perseguirá la política exterior de Biden y sobre la posibilidad de un cambio radical en la relación de la potencia norteamericana con el resto del mundo.
Por un lado, China ha ocupado rápidamente parte del vacío dejado por Estados Unidos en los escenarios multilaterales, como lo ilustra el caso de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y ha consolidado una influencia considerable en países alineados históricamente con Washington, incluyendo a gran parte de América Latina.
Asimismo, la política exterior de Biden responderá al clima de la opinión pública estadounidense, marcado por la polarización y por la desconfianza hacia China que comparten tanto demócratas como republicanos. De hecho, durante su campaña, Biden prometió que orientaría sus esfuerzos para que la producción industrial sea otra vez “Made in América”, y podría darle continuidad a iniciativas como América Crece, creada por Trump para contrarrestar la avanzada geopolítica del gigante asiático en el hemisferio.
Por otro lado, los cuatro años del America First de Donald Trump han dejado una huella en el resto del mundo. Trump generó la simpatía y el apoyo de otros líderes que se identifican con su discurso nacionalista y su estilo populista e intransigente. Entre ellos, se encuentran Xi Jinping, Putin, Erdogan, López Obrador y Bolsonaro, quienes se han demorado en reconocer oficialmente la victoria de Biden. Probablemente, mostrarán sus reticencias a la hora de apoyar iniciativas multilaterales que puedan ir en contravía de sus ambiciones nacional-populistas y a sus agendas políticas personales.
A nivel interno, Biden y su equipo también tendrán que trabajar de la mano de peones que Trump logró posicionar en los organismos multilaterales latinoamericanos para asegurar la continuidad de su agenda de política exterior, como lo es Mauricio Claver-Carone en la dirección del BID y Luis Almagro como Secretario General de la OEA.
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