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¿Qué podemos esperar del multilateralismo de Biden?

El presidente electo Joe Biden ha prometido que la política exterior será una de las prioridades de su gobierno y que llevará a Estados Unidos de regreso al mundo y al multilateralismo.

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Miguel González Palacios
30 noviembre 2020, 6.50pm
En la víspera de la convención de Iowa, Joe Biden realiza un acto de campaña en la escuela secundaria Hiatt.
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Phill Roeder/Flickr

Así lo subrayó el pasado 24 de noviembre mientras anunciaba los nombres que presentará ante el Congreso para conformar su gabinete de seguridad, después de que Trump diera finalmente luz verde para iniciar la transición de poder - aunque sigue sin reconocer su derrota en las urnas y sembrando incertidumbre sobre su salida de la Casa Blanca.

Biden es un político de amplia trayectoria, reconocido por promover la participación activa de Estados Unidos en los organismos multilaterales y en los conflictos internacionales como miembro de la Comisión de Relaciones Internacionales del Senado y como vicepresidente de Barack Obama (2009-2017). Los elegidos para conformar su gabinete comparten esta visión y han trabajado muy cerca de él tanto en el Congreso como en el Ejecutivo.

Entre ellos está Antony Blinken, número dos de la cartera de relaciones exteriores durante la administración Obama y designado para asumir como Secretario de Estado. Blinken es un conocido defensor del multilateralismo y del liderazgo global que debe ejercer su país para alcanzar soluciones conjuntas frente a los problemas del mundo.

Otro de los nominados por el presidente electo es Alejandro Mayorkas, inmigrante nacido en Cuba, que llegaría a la cabeza del Departamento de Seguridad (conocido como DHS, por sus siglas en inglés) y tendría en sus manos el manejo de asuntos tan sensibles como la inmigración, la estrategia antiterrorista y la seguridad fronteriza y cibernética.

Como Subsecretario y Director de Ciudadanía e Inmigración del DHS durante el gobierno de Obama, Mayorkas lideró en 2015 la firma de los primeros acuerdos entre Washington y La Habana tras la normalización de las relaciones bilaterales en 2015. Aunque la incidencia de su cargo en política exterior es limitada, su experiencia con Cuba podría facilitar el alcance de una salida negociada a la crisis en Venezuela.

Biden también ha prometido que en los primeros 100 días de su gobierno, su país adherirá nuevamente a los Acuerdos de París y designó a John Kerry, antiguo secretario de Estado de Obama (2103-2017) y negociador del acuerdo como Enviado Especial para el Cambio Climático, un nuevo cargo que hará parte del Consejo de Seguridad Nacional.

Existen razones de peso para ser escépticos sobre la agenda que perseguirá la política exterior de Biden y sobre la posibilidad de un cambio radical en la relación de la potencia norteamericana con el resto del mundo.

Optimismo

La llegada de Biden a la Casa Blanca ha despertado optimismo respecto al impulso que podría darle al diálogo y la acción colectiva internacional, que es hoy más urgente que nunca para hacer frente a las actuales crisis sanitaria y medioambiental. Estados Unidos, a pesar del repliegue de los últimos años, sigue ocupando un lugar central en el mundo y tiene la capacidad de influenciar e inspirar a otros países y actores del escenario internacional a moverse en la misma dirección.

Sin embargo, también existen razones de peso para ser escépticos sobre la agenda que perseguirá la política exterior de Biden y sobre la posibilidad de un cambio radical en la relación de la potencia norteamericana con el resto del mundo.

Por un lado, China ha ocupado rápidamente parte del vacío dejado por Estados Unidos en los escenarios multilaterales, como lo ilustra el caso de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y ha consolidado una influencia considerable en países alineados históricamente con Washington, incluyendo a gran parte de América Latina.

Asimismo, la política exterior de Biden responderá al clima de la opinión pública estadounidense, marcado por la polarización y por la desconfianza hacia China que comparten tanto demócratas como republicanos. De hecho, durante su campaña, Biden prometió que orientaría sus esfuerzos para que la producción industrial sea otra vez “Made in América”, y podría darle continuidad a iniciativas como América Crece, creada por Trump para contrarrestar la avanzada geopolítica del gigante asiático en el hemisferio.

Por otro lado, los cuatro años del America First de Donald Trump han dejado una huella en el resto del mundo. Trump generó la simpatía y el apoyo de otros líderes que se identifican con su discurso nacionalista y su estilo populista e intransigente. Entre ellos, se encuentran Xi Jinping, Putin, Erdogan, López Obrador y Bolsonaro, quienes se han demorado en reconocer oficialmente la victoria de Biden. Probablemente, mostrarán sus reticencias a la hora de apoyar iniciativas multilaterales que puedan ir en contravía de sus ambiciones nacional-populistas y a sus agendas políticas personales.

A nivel interno, Biden y su equipo también tendrán que trabajar de la mano de peones que Trump logró posicionar en los organismos multilaterales latinoamericanos para asegurar la continuidad de su agenda de política exterior, como lo es Mauricio Claver-Carone en la dirección del BID y Luis Almagro como Secretario General de la OEA.

El “regreso” de Estados Unidos también podría implicar una mayor intervención en los conflictos bélicos que persisten a nivel mundial

Regreso de los EE.UU. al escenario mundial

Por último, el “regreso” de Estados Unidos también podría implicar una mayor intervención en los conflictos bélicos que persisten a nivel mundial dado que Biden y los nominados para integrar su equipo apoyaron, en su mayoría, las guerras de Afganistán (2001) e Irak (2003), la intervención en Libia en 2011 y la entrega de armas a rebeldes en Siria en 2012.

En este mismo sentido, la política exterior de Biden podría verse altamente influenciada por la cercanía de su gabinete con los centros de pensamiento y grupos de lobby financiados por la industria militar. El mismo Blinken ha defendido en el pasado que “la fuerza puede ser un adjunto necesario a la diplomacia efectiva”.

En todo caso, a pesar de que Biden ha asegurado que el suyo no será “el tercer gobierno de Obama”, los nombramientos que ha anunciado hasta el momento tampoco incluyen a ningún representante del ala más progresista del Partido Demócrata. Esto parecería indicar que, más allá de las diferencias con su predecesor, la política exterior de Biden puede terminar siendo más un intento de volver al status quo que existía antes de la irrupción de Trump y su agresiva agenda anti multilateral. Más la vuelta a un cierto business as usual de hegemonía americana que el inicio de una nueva era marcada por el liderazgo proactivo que el mundo necesita para la defensa de la democracia, los derechos humanos y el multilateralismo inclusivo.

Esperemos que a la gran experiencia internacional de Biden se sume diplomacia nueva que sepa ver, más allá de la geopolítica clásica, la urgencia de poner en marcha un gran pacto mundial por la justicia climática, mucho más potente que el Acuerdo de París. Ese es el gran asunto en el que la humanidad se juega su futuro y cuya gestión será multilateral o no será.

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