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‘Mujeres guerreras’ de Venezuela pelean por igualdad en una cancha de fútbol

Las futbolistas se quedan sin salarios, a veces sin agua en las duchas, pero su empuje y determinación están más firmes que nunca

Yadira Pérez
21 abril 2021, 6.40am
La guardameta Korina Hernández exhibe sus habilidades en un entrenamiento el 2 de febrero de 2021
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Yadira Pérez. Todos los derechos reservados

El marcador no siempre muestra la historia completa. Para las futbolistas del Atlético Sport Club de Venezuela, el debut de su cuadro en uno de los torneos de fútbol femenino más prestigiosos de América del Sur fue solo el comienzo.

Un vistazo a los resultados te dice que el Atlético perdió los tres partidos en la fase de grupos de la Copa Libertadores Femenina celebrada en marzo en Buenos Aires, logrando anotar solamente un gol. Lo que no te dice es la historia de lucha que hay detrás; los sacrificios que hubo que hacer y la persistente determinación de superar barreras y llegar al campo de juego.

Para las mujeres que juegan al fútbol en Venezuela, los salarios son raros. El agua en las duchas se considera un lujo; las deportistas suelen llevar una botella para lavarse después de entrenar o competir.

Una jugadora del Atlético SC intenta ‘ducharse’ con el agua de una botella, el 3 de febrero de 2021
Una jugadora del Atlético SC intenta ‘ducharse’ con el agua de una botella, el 3 de febrero de 2021
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“La lucha de las jugadoras es por la igualdad. Que nos presten más atención, así como le dan importancia al fútbol masculino”, dice la centrocampista Yéssica Rodríguez, de 28 años. “Si vamos a nivel, no tenemos nada que envidiarles (a los varones). Somos mujeres guerreras, tenemos fortaleza y lo hemos demostrado. Solo queda seguir guerreando”.

En marzo, el presidente de la CONMEBOL, la institución que dirige este deporte en América del Sur, dijo que “el fútbol femenino no tiene techo”. Para este grupo de jugadoras venezolanas quebrar techos de cristal es cosa de cada semana.

"Mi lucha ha sido de mucho trabajo y sacrificio”, dice Emperatriz García, 22 años, defensa central del Atlético y elegida la mejor jugadora del último partido que jugó su cuadro, pese a una contundente derrota frente a River Plate. Unas semanas después, García fue convocada a la selección nacional para competir en el Basque Country International Women’s Cup organizado en España a inicios de abril.

A García le tocó superar más obstáculos que a la mayoría. En 2019 debió jugar varios partidos, incluida una final, con una grave lesión de rodilla. Sin poder costearse una cirugía, emprendió su propia rehabilitación. "De verdad que no quiero hablar ahorita de mi rodilla", dice.

Emperatriz García (izquierda) y una compañera de equipo durante un entrenamiento, el 2 de febrero de 2021. Foto: Yadira Pérez
Emperatriz García (izquierda) y una compañera de equipo durante un entrenamiento, el 2 de febrero de 2021
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Las jugadoras del Atlético no recibieron salarios mientras entrenaban para la Libertadores. “Ni viáticos, ni nada, ni siquiera por clasificar a la copa”, dice la mediocampista Irlanda Santoro. Tampoco tienen seguros para hospitalización o cirugías.

Son jugadoras profesionales. Pero, como dice García, “esta palabra, profesional, en el fútbol femenino no es relevante. Normalmente no se cumplen al 100 por ciento los contratos, y no se comparan con los montos abultados del masculino. Mi último contrato fue en 2019 y no recuerdo ni cuánto me pagaron".

García, que siguió jugando en 2020 pese a una lesión de rodilla, entrena con el Atlético SC, el 2 de febrero de 2021. Foto: Yadira Pérez
García, que siguió jugando en 2020 pese a una lesión de rodilla, entrena con el Atlético SC, el 2 de febrero de 2021
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Emperatriz García no está sola en este tipo de experiencias. Mira por ejemplo a María Gabriela Valecillos, una talentosa mediocampista de 27 años, ganadora tres años seguidos del campeonato nacional, incluyendo el de 2020 con el Atlético.

Valecillos se levanta todos los días a las 5:30 de la mañana. Es disciplinada y enfocada, como cualquier atleta de elite. Pero cuando no está entrenando o compitiendo, trabaja en la finca de su familia en Trujillo, en los Andes venezolanos, recogiendo caraotas (frijoles negros), maíz y fresas.

María Gabriela Valecillos revisa su teléfono luego de terminar su cuarentena por el COVID-19 en Caracas, el 10 de marzo de 2021. Foto: Yadira Pérez
María Gabriela Valecillos revisa su teléfono luego de terminar su cuarentena por el COVID-19 en Caracas, el 10 de marzo de 2021
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En 2020, el Atlético la convocó con otras tres jugadoras del interior venezolano a mudarse a Caracas para entrenar para la Libertadores, un torneo en el que ella ya había competido dos veces.

Cuando estalló la pandemia y el torneo se suspendió, la vida de Valecillos quedó en suspenso. “En realidad, todo es un sacrificio, como no tener a tu familia cerca”, dice. “Pero esto es lo que me gusta y soy feliz haciéndolo, amo el fútbol. He aprendido mucho, no cualquiera va a la Copa Libertadores”.

María Gabriela Valecillos (izquierda) y sus compañeras del Atlético, Yéssica Rodríguez (centro) y Paola Curtone posan tras terminar su aislamiento por COVID-19, el 10 de marzo de 2021. Foto: Yadira Pérez
María Gabriela Valecillos (izquierda) y sus compañeras del Atlético, Yéssica Rodríguez (centro) y Paola Curtone posan tras terminar su aislamiento por COVID-19, el 10 de marzo de 2021
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Cuando se reanudaron los entrenamientos, a inicios de este año, Valecillos y sus tres compañeras volvieron a la capital, a vivir en una casa rentada por el club en un vecindario pobre del oeste de Caracas.

Jornada de entrenamiento del Atlético SC antes de ganar el torneo local y un lugar en la Libertadores, el 2 de febrero de 2021. Foto: Yadira Pérez
Jornada de entrenamiento del Atlético SC antes de ganar el torneo local y un lugar en la Libertadores, el 2 de febrero de 2021
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Con ayuda de las familias de las demás jugadoras, que les suministraban alimentos y agua, Valecillos y sus compañeras retomaron la preparación. Para llegar a los entrenamientos sin tener que caminar largas distancias o depender del poco fiable transporte público, las jugadoras dependían de aventones de familiares y amigos.

Partido entre el Atlético y el Petare FC que terminó 0-0, el 3 de febrero de 2021. Foto: Yadira Pérez
Partido entre el Atlético y el Petare FC que terminó 0-0, el 3 de febrero de 2021
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Si llegar a entrenar ya era bastante difícil, acceder a un torneo internacional en Argentina en medio de la pandemia implicó desafíos mayores. Una semana antes de partir hacia Buenos Aires, Valecillos y otras tres jugadoras titulares dieron positivo de COVID-19 y no pudieron viajar.

El Atlético, en lugar de contar con su mejor equipo, se vio obligado a elegir reemplazantes. El viaje a Argentina llevó casi tres días: un trayecto de 13 horas en autobús hacia Cúcuta, Colombia, y un vuelo con escala en Bogotá y varios retrasos.

La guardameta Hernández entrena en Caracas, el 2 de febrero de 2021. Foto: Yadira Pérez
La guardameta Hernández entrena en Caracas, el 2 de febrero de 2021
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Cuando el Atlético llegó a la cancha para jugar su primer partido de la Libertadores, sus futbolistas ya habían roto otro techo de cristal. A la derrota 4-0 frente a Independiente de Santa Fe (Colombia), le siguieron otras dos: 2-1 contra el Sol de América (Paraguay) y 3-0 contra River Plate (Argentina).

La mediocampista Santoro dice que las futbolistas de Venezuela “hemos intentado alzar nuestra voz, hemos ido a competencias internacionales, hemos ganado premios, incluso fuera del país, y nadie nos lo reconoce”.

Aunque se siente frustrada por la ausencia de recursos para el fútbol femenino en Venezuela, y triste de no haber jugado la Libertadores por el coronavirus, Valecillos es optimista. Creo que su sueño de jugar en el fútbol profesional español sigue a su alcance.

La tres veces campeona nacional María Gabriela Valecillos posa afuera de la casa alquilada en Caracas luego de terminar su cuarentena por el COVID-19, el 10 de marzo de 2021. Foto: Yadira Pérez
La tres veces campeona nacional María Gabriela Valecillos posa afuera de la casa alquilada en Caracas luego de terminar su cuarentena por el COVID-19, el 10 de marzo de 2021
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“Esto es de aprendizaje y me ha colocado a pensar muchas cosas y a valorar cada segundo”, reflexiona sobre toda la experiencia. “Aún siguen los sueños, no hay que bajar la cabeza, sino seguir hacia delante”.

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