
Dos mujeres se unen a miles de mujeres negras de todo Brasil en una marcha para protestar por la violencia y la discriminación en Brasilia, Brasil. 18 de noviembre de 2015. Foto AP / Eraldo Peres .
En medio de una crisis política, social y económica de proporciones históricas, las mujeres brasileñas están empeñadas en la construcción, también histórica, de una red de solidaridad feminista para luchar por sus derechos y reclamar una sociedad más justa e inclusiva. La primera mujer presidenta del país, Dilma Rousseff, se enfrenta a su destitución y ha sido apartada del cargo por un periodo de 180 días. Desde que el gobierno interino de Michel Temer - formado exclusivamente por hombres blancos - ha asumido el poder, el Foro Económico Mundial (FEM) ha calculado que Brasil caerá del puesto 85 al 107 en el ránking mundial de equidad de género del FEM.
Cuando todavía era presidenta, Rousseff y su gobierno no siempre consiguieron la afinidad de los distintos movimientos feministas. Solía haber una línea de separación muy marcada entre las feministas que intentaban trabajar con el gobierno para mejorar las políticas públicas y las que lo rechazaban aduciendo la falta de avances en los derechos reproductivos, en la presencia de mujeres en política y en el género en la educación, entre otras cuestiones.
Sin embargo, muchas feministas están de acuerdo en que su destitución fue sexista y discriminatoria. Muchos brasileños de derechas han utilizado expresiones despectivas y sexistas para ridiculizarla y las principales revistas brasileñas publicaron historias en las que se aseguraba que es una histérica y está mentalmente desestabilizada. No sólo se ha dado el caso de que muchos políticos hombres han practicado pedaladas fiscais – o que han utilizado fondos procedentes de bancos públicos para financiar programas federales o estatales, sin que ello haya comportado consecuencia alguna para ellos -, sino que aquellos que votaron a favor de su destitución están ellos mismos imputados, acusados de delitos de corrupción para su lucro personal. Aunque auditores independientes no han encontrado ninguna prueba de que Rousseff esté implicada en pedaladas fiscais, pocos creen que vaya a ser exonerada en el juicio político al que va a ser sometida.
Desde la destitución de Dilma, miles de mujeres se han unido a lo largo y ancho del país solidarizándose con ella. Nuevos movimientos, como Mulheres Pela Democracia, han surgido en su apoyo, al tiempo que han habido manifestaciones de protesta de mujeres – que hasta le han mandado cartas y fotos - ante la injusticia de su destitución y las implicaciones que tiene para el futuro.
El Congreso más conservador desde el final de la dictadura militar es ahora responsable tanto del golpe político como de los ataques crecientes contra los derechos de la mujer.
Antes de que la destitución de la Presidenta fuese una posibilidad real, los políticos de derechas aprobaron una serie de proyectos de ley que socavan los derechos de la mujer, entre ellos el que define a una persona como tal desde el momento mismo de la concepción y el que introduce en la constitución la definición de “familia” como la unión de un hombre y una mujer y los hijos de ambos. Se presentaron también proyectos de ley para prohibir la discusión de género en el Plan de Educación Nacional y para criminalizar todavía más el aborto legal para las víctimas de violación. Se previeron asimismo medidas para dificultar el acceso a la contracepción de urgencia y para aumentar las penas por abortar, coincidiendo con la eclosión de la crisis del Zika.
Todo ello, sin contar con que ninguno de los viejos problemas ha desaparecido: la violencia contra la mujer es endémica y existe una amplia aceptación de la violencia sexual en la sociedad. Cada año, más de un millón de mujeres en Brasil se someten a abortos ilegales.
Durante el pasado año, sin embargo, las mujeres han estado luchando en respuesta a todo esto, en mucho mayor número y con renovada energía. En octubre, durante lo que se ha dado en llamar la “primavera feminista” (Primavera das Mulheres), centenares de miles de mujeres brasileñas protestaron en las calles y en las redes sociales contra la violencia sexual, la pedofilia y las leyes sexistas que limitan los derechos reproductivos.
Las mujeres más jóvenes y las chicas están utilizando las redes sociales y la tecnología para informarse, debatir y movilizarse. Han proclamado su apoyo al feminismo a través de campañas en internet como #MeuPrimeiroAssedio (Mi primer acoso) y #ForaCunha (Fuera Cunha – con el objetivo de derribar a Eduardo Cunha, considerado el principal acusador de Rousseff -, que consiguieron cientos de miles de likes e impresiones en Facebook y Twitter.
El mes pasado, cientos de miles de mujeres se manifestaron en Brasil y Argentina bajo el lema “Por Todas Elas” (Por todas ellas), en protesta contra la cultura de la violación, después de que 33 hombres violaran a una chica de 16 años en Río de Janeiro a finales de mayo.
Sólo entre octubre de 2015 y enero de 2016, la búsqueda de la palabra “feminismo” en Google creció un 86% en Brasil y “empoderamiento femenino” más de 300%. Muchas mujeres han empezado a identificarse como feministas y hasta han empezado a introducir vocablos nuevos, como la palabra 'sorority' (hermandad o solidaridad de mujeres), que no existe en los diccionarios brasileños y era prácticamente desconocida hasta 2015.
Agora Juntas, una red de colectivos feministas y de mujeres de Río de Janeiro - de la que soy fundadora - está construyendo un centro feminista para promover una mayor colaboración y solidaridad entre dichos colectivos. Muchos grupos feministas carecen de recursos y trabajan físicamente y estratégicamente aislados. Los grupos de feministas jóvenes, en particular, no disponen de espacios propios donde reunirse. Agora Juntas está implicada en la construcción colectiva de un local colaborativo para fortalecer la solidaridad feminista, las redes y la innovación.
La solidaridad feminista no es nada sencilla: implica construir transversalmente y reconocer a las distintas líneas - de partido, personales, sexuales, raciales e intelectuales -, a la vez que trabajar en pos de metas y objetivos comunes. La diferencias identitarias e históricas no han desaparecido - por ejemplo, las feministas negras se han visto históricamente marginadas de las "prioridades" feministas y del liderazgo de las organizaciones y movimientos más establecidos. De modo que han creado sus propias organizaciones, eventos y prioridades. En 2015 hubo la primera Marcha Nacional de Mujeres Negras en Brasilia, lo que representa un aumento de la visibilidad y la fuerza de la movilización feminista negra. Las feministas jóvenes también se han divorciado de las feministas mayores y de su marcada politización - muchas feministas jóvenes pertenecen a colectivos de base informales y se centran en el trabajo de concienciación y diálogo a través de actividades artísticas y campañas, en lugar de procesos formales de diálogo político. Sin embargo, en el escenario político actual, las feministas de orígenes, contextos y lugares distintos se han unido para articular su lucha contra el conservadurismo político, económico, social y religioso que se niega a reconocer sus derechos y la necesidad de avances para la mujer en Brasil.
Por desgracia, a pesar del aumento de la movilización feminista, la situación sigue siendo sombría. El nuevo gobierno de Michel Temer ha demostrado su tracción retrógrada en cuanto a los derechos de la mujer, de las minorías y de las comunidades indígenas. Bajo su gobierno todo-hombres/todo-blancos, los políticos conservadores están tratando de socavar la Ley Maria de Penha, que aumenta las penas por violencia doméstica y ofrece apoyo a las víctimas de la violencia doméstica y sexual – lo que representa una conquista histórica. Este proyecto de ley, actualmente a la espera de su aprobación final en el Senado, posibilita que la policía pueda conceder medidas de protección a las mujeres afectadas; en este momento, el poder judicial es el único que puede hacerlo. El insulto final a las mujeres ha sido el nombramiento como Secretaria de Estado de Políticas de la Mujer de la conservadora Fátima Pelaes. Pelaes había declarado previamente que ella no está a favor del aborto como opción legal para las mujeres que han sido violadas.
En su ensayo El golpe patriarcal, la socióloga Maria Betânia Ávila, investigadora del SOS Corpo Instituto para a Democracia y miembro de Articulação de Mulheres Brasileiras, escribe: "El movimiento feminista [en Brasil] está mostrando su capacidad de resistencia y movilización en defensa del mandato de la primera mujer presidenta democráticamente elegida y de la legalidad democrática. Se trata de un enfrentamiento con el patriarcado, con los machistas y los neoliberales".
En medio de gritos de "Fora, Temer!" (¡Fuera Temer!), las feministas le están recordando a Brasil la necesidad de reinstaurar a Rousseff y de garantizar que los futuros gobiernos implementen reformas y lleven a cabo políticas públicas que garanticen los derechos humanos y la dignidad social y combatan la desigualdad . Hasta entonces, seguiremos gritando: "Sin mujeres, no hay democracia. Sin feminismo, no hay democracia".
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Una versión anterior de este artículo fue publicada originalmente en inglés por The Guardian.
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