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Cómo 300 Tanzanos reconstruyeron sus casas tras ser demolidas por el gobierno

Cuando se demolieron los hogares de 36 000 personas por las obras de ampliación del puerto de Dar es-Salam, en Tanzania, la comunidad se movilizó para construir casas nuevas.

Caroline Anande Uliwa
12 mayo 2018
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Fotografía cedida por el Centro de Iniciativas Comunitarias (CCI).

Fotografía cedida por el Centro de Iniciativas Comunitarias (CCI).Felistas Komba —o Mama Komba, como se la suele conocer— trabajó durante 18 años como presidenta del gobierno local de la calle Kurasini en Dar es-Salaam, Tanzania. Ahora ya no trabaja para el gobierno local, pero Mama Komba recuerda cuando, en 2006, el Gobierno de Tanzania amplió el puerto de Dar es-Salaam. Se había producido un gran aumento en las mercancías manejadas por el puerto de la ciudad, que se encuentra en la misma zona que Kurasini, un área ocupada informalmente.

Aquel año, el Gobierno de Tanzania demolió 7351 casas en Kurasini para ampliar el puerto, dejando sin hogar a cerca de 36 000 personas.

El 30 % de la población de Tanzania, estimada en más de 36 millones, vive en zonas urbanas. Según datos de ONU-Habitat, ciudades como Dar es-Salaam y Zanzíbar están creciendo a un ritmo de entre el 7 y el 11 % anual. Este país África oriental también es uno de los más pobres del mundo; la mitad de la población vive con menos de 1 dólar estadounidense (USD) al día. De hecho, el 70 % de los habitantes de Dar es-Salaam vive en asentamientos informales, sin ningún tipo de seguridad de tenencia, lo que plantea amenazas constantes de desalojo cuando el Gobierno desea tomar sus tierras con fines de planificación urbanística.

Pero la presión por el terreno para acomodar actividades relacionadas con el puerto —por el que transitan mercancías con destino a Zambia, Malawi, Burundi, Ruanda, el Congo y Zimbabwe— no dejaba de aumentar y el Ministerio de Tierras y Desarrollo Humano y la Autoridad Portuaria de Tanzania decidieron reurbanizar Kurasini.

“En este desalojo de vecinos de Kurasini, que hasta ahora ha visto la demolición de más de 7300 hogares, ¿a dónde van estas personas?”, se preguntó Mama Komba.

El Ministerio de Tierras y Desarrollo Humano había estipulado originalmente que se compensaría a los habitantes por las demoliciones, pero solo a quienes fueran los propietarios de las estructuras. El paquete que se ofreció a los propietarios, según el plan de acción del Ministerio, incluía una compensación por las estructuras de la vivienda, los valores de la tierra, los edificios exteriores, la vegetación, un subsidio por los trastornos causados, una ayuda al alquiler de tres años para darles tiempo a construir nuevas viviendas y los costes de transporte; además, a quienes tenían negocios, se les reservaba una compensación por la pérdida de ganancias. Pero los inquilinos, que constituían el 80 % de las personas desalojadas, no reunían los requisitos necesarios para exigir una compensación.

“En este desalojo de vecinos de Kurasini, que hasta ahora ha visto la demolición de más de 7300 hogares, ¿a dónde van estas personas?”

Y reinaba la confusión. Mama Komba explica que, al principio, les dijeron que iban a poder adquirir unas tierras a precio asequible en Kibada, en el sureste de Dar es-Salaam (donde viven unos 4 millones de personas). Pero cuando llegaron allí, los terrenos ya habían sido reclamados —algunos por parte de las autoridades locales— y Mama Komba aún no había recibido la compensación prometida.

Ante esta situación, la Federación de Población Urbana Pobre de Tanzania (TUPF), en que participaban integrantes de la comunidad desplazada, junto con el Centro de Iniciativas Comunitarias (CCI), movilizó a la sociedad civil, el Gobierno, los donantes y el sector privado para construir viviendas nuevas y asequibles. Fue así como consiguieron 12 hectáreas de tierra donde realojarse y recaudaron cerca de 24 millones de chelines tanzanos (24 000 USD) para adquirir la tierra.

“Esto es algo que no se había hecho nunca antes”

“En un primer momento, fue muy difícil [poner en marcha el proyecto] ”, explica el Dr. Tim Ndezi, un ingeniero civil especializado en desarrollo comunitario, infraestructura de agua y saneamiento y exempleado de Water Aid, que fundó la organización sin fines de lucro CCI.

Teniendo esto en cuenta, el Programa Comunitario de Vivienda de Chamazi resulta aún más impresionante.

El Programa Comunitario de Vivienda de Chamazi. Fotografía: Caroline Anande Uliwa. “Esto es algo que no se había hecho nunca antes”, explica Ndezi, para convencer al Gobierno de que participara. En 2009, la organización Slum Dwellers International (SDI) organizó y financió una visita de una semana a India y Tailandia para representantes gubernamentales nacionales y locales, miembros de la comunidad y ONG, incluido el entonces ministro de Tierras y Desarrollo Humano, John Chiligati.

Allí visitaron proyectos parecidos a aquellos en los que estaban trabajando y pudieron aprender de sus homólogos. La visita fue especialmente importante para compartir ideas de cómo apoyar a la población pobre urbana mediante la vivienda y analizar el uso de la transferencia gradual (el proceso de adquisición de una seguridad de tenencia colectiva que, más adelante, se podría ir otorgando a personas concretas dentro del área designada para el colectivo), la reducción del tamaño de la parcela y el uso de cooperativas de vivienda colectiva.

Construyendo sobre terreno sólido

Con el apoyo del CCI, la comunidad afectada por el desalojo consiguió tierras alternativas para realojarse en Chamazi, que se encuentra en el municipio de Temeke, en las afueras de Dar es-Salaam. La TUPF recaudó unos 24 millones de chelines tanzanos (24 000 USD) de 300 miembros de la comunidad desplazada (unos 80 000 chelines por persona) para adquirir el terreno.Todos juntos, consiguieron un préstamo por valor de 100 000 USD, procedentes del movimiento internacional Slum Dwellers International (SDI), y de 40 000 USD de la organización británica Homeless International, para infraestructuras de agua y saneamiento, así como una bomba solar y la perforación de un pozo. La oficina del comisionado regional de Dar es-Salaam proporcionó 300 sacos de cemento para apoyar la labor de construcción.

Para minimizar los costes, CCI y TUPF trabajaron con el Ministerio de Tierras, Vivienda y Desarrollo de Asentamientos Humanos, el Ayuntamiento y el municipio de Temeke para ayudar en la adquisición de las tierras, la creación de un plan urbanístico general de Chamazi, el diseño de las viviendas y las tareas de ingeniería. Cabe destacar que el Ministerio de Tierras otorgó un permiso especial para reducir los tamaños de las parcelas, de los 400 metros cuadrados habituales a 144 metros cuadrados, que es la superficie actual de las parcelas en Chamazi.

Ese es otro ámbito en que el CCI brindó su apoyo. Entre otras cosas, se encargó de formar a la comunidad en aspectos técnicos de construcción, lo que permitió no solo que sus miembros elaboraran sus propios materiales, sino que además participaran activamente en la construcción de sus casas. Otros socios se encargaron de aportar sus conocimientos técnicos y asesoramiento profesionales realizando labores de supervisión y de adquisición de tierras, desarrollando planes de construcción y diseñando casas. Hasta la fecha, se han entregado ya 75 casas nuevas.

Chamazi, en su día aislada, ha ido cambiando en los últimos años y la ciudad ha crecido rápidamente, trayendo nuevos negocios, mercados y servicios. 

El proyecto también mejoró las infraestructuras de acceso al agua y saneamiento: consiguió perforar un pozo de agua, instalar una bomba de impulsada por energía solar y construir una planta de tratamiento de aguas residuales en los humedales que funciona con tecnología de agua reciclable. Uno de los mayores logros del proyecto radica en que ha sido capaz de identificar potenciales fuentes de financiamiento y ponerlas al servicio de las capas de población urbana más pobres, que a menudo carecen de acceso a los fondos de las instituciones oficiales.

Dicho esto, el presupuesto para cada casa es de unos 1000 USD y los fondos de SDI son limitados, lo que dificulta completar el proyecto de vivienda. Además, la falta de interés entre las autoridades locales por ampliar los modelos de las cooperativas de vivienda y la falta de financiación de los actores financieros formales (como bancos) para asentamientos informales han representado un desafío a la hora de ejecutar el proyecto. Conseguir que este modelo se consolide y se replique en otros lugares constituye todo un reto que exige que todas las partes interesadas —como las comunidades respectivas, las ONG, los Gobiernos y las instituciones financieras— presten apoyo institucional y financiero de manera activa.

Chamazi, en su día aislada, ha ido cambiando en los últimos años y la ciudad ha crecido rápidamente, trayendo nuevos negocios, mercados y servicios. El modelo aplicado en Chamazi ha dado tan buenos resultados que actualmente se está reproduciendo en otro asentamiento en Dodoma, la capital de Tanzania.

¿Qué lecciones podemos aprender de este proyecto? ¿Has participado en alguna iniciativa parecida? ¿O conoces a alguien que lo haya hecho? Comparte tus comentarios en el apartado abajo y ayúdanos a generar una base colectiva de conocimiento.

Traducción: Beatriz Martínez

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