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Es hora de que las ciudades manden

El liderazgo de la ciudad tiene que ser global.  Las ciudades necesitan los recursos y la plataforma para conformar al contexto global en el que operan. English

Marvin Rees
4 julio 2017

Si la demostración de que un liderazgo político funciona dependiese de un único tema, la lucha por salvaguardar nuestro clima sería probablemente la prueba elegida. Con la decisión de retirar a los EE.UU. del  Acuerdo sobre el Cambio Climático de París (COP21), el presidente Trump ha renunciado a cualquier liderazgo responsable. Por el contrario, lo que ha hecho ha sido disminuir enormemente el poder y el prestigio de los Estados Unidos. Y al hacerlo, ha puesto en peligro a los estadounidenses y a los ciudadanos de todo el mundo.

El cambio climático es real y sus impactos serán de largo alcance. Existe ya un consenso científico sobre las relaciones entre las emisiones de carbono y el aumento en espiral de las temperaturas, en la superficie y en el interior de los océanos. Hoy existe evidencia del aumento del nivel del mar , inundaciones, olas de calor y empeoramiento de la salud de la población, también en los EE.UU. No hay posibilidad de “hacer grande otra vez a Estados Unidos” en un planeta difunto.

La renuncia al liderazgo en la lucha contra el cambio climático por parte de Trump va más allá del fracaso de un individuo extremadamente inadecuado. Es un síntoma de la existencia de un sistema político internacional disfuncional, organizado en torno a los estados-nación. Nuestros líderes políticos nacionales son cada vez más incapaces de salvaguardarnos y de protegernos, y mucho menos de proporcionar una visión positiva y de conducirnos hacia un futuro mejor. Es hora de reequilibrar el sistema global, transitando desde la soberanía nacional hacia la soberanía urbana.

La revolución mundial de la descentralización ya está en marcha. Precisamente para potenciar una red internacional de ciudades, en 2016 se creó un Parlamento Mundial de Alcaldes. El fundador del Parlamento, el fallecido Dr. Benjamin Barber, establece una visión optimista y pragmática en su nuevo libro - Cool Cities, Urban Sovereignty and the Fix for Global Warming. Barber describe a los estados-nación como instituciones disfuncionales, constreñidas por una política partidista rígidamente ideológica:

"Aislados en el interior de una soberanía definida por una independencia que hoy es mucho más provinciana que cosmopolita", escribe Barber, "los líderes nacionales no han estado a la altura de las grandes cuestiones que plantea un mundo interdependiente: el terrorismo, los mercados financieros anárquicos, las pandemias, la proliferación nuclear, la crisis de los refugiados, la justicia económica y el cambio climático".

El Parlamento Mundial de Alcaldes no acaba de encajar en un modelo de gobierno global basado en el Estado-nación. De hecho,  la salida del COP21 decidida por el presidente Trump subraya que es el modelo en sí el que está roto. La re-adecuación de la soberanía desde el liderazgo de la nación al de la ciudad ya no es sólo una idea novedosa: es algo esencial. Después de todo, son los  líderes de las ciudades quienes se enfrentan a desafíos planetarios monumentales como el cambio climático, la migración o la desigualdad, y lo hacen de un modo en el que las autoridades nacionales simplemente no alcanzan a participar, o a ser eficaces.

Las ciudades están tomando protagonismo en la gestión de algunas de las amenazas más apremiantes del mundo. Las ciudades empoderadas y dotadas de recursos se están haciendo cargo de resolver problemas y de movilizar soluciones. No pueden darse el lujo de verse castigadas por dilemas de acción colectiva. El antiguo alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, sostiene que el liderazgo del Estado-nación en las "negociaciones sobre un tratado global sobre el cambio climático han padecido, desde hace tiempo, las mismas fallas que afectan a otro tipo de tratados internacionales: las naciones se resisten a aceptar cualquier restricción, hasta que todas las demás han accedido a ella."

A pesar del anuncio de retirada del Presidente Trump, 200 ciudades de Estados Unidos, y más de 1.400 empresas, ya se han comprometido a "honrar y defender" el COP21. Si bien es una señal poderosa del liderazgo de las ciudades, existen algunos precedentes. En 1997, cuando Washington DC se negó a ratificar el Protocolo de Kyoto, cientos de ciudades de Estados Unidos se mostraron dispuestas a cumplir sus objetivos. En 2005, el ex alcalde de Londres Ken Livingston convocó a una reunión a 18 líderes de ciudades en lo que acabaría convirtiéndose en el grupo C40 de ciudades contra el cambio climático, una de las redes más poderosas de defensa del clima en el mundo.

Este tipo de liderazgo de la ciudad no se limita al cambio climático. A lo largo de 2017, decenas de las llamadas Ciudades Santuario han desafiado los esfuerzos del presidente de Trump para que detengan a los migrantes indocumentados, independientemente de si son o no sospechosos de haber cometido algún crimen. En el Reino Unido, las Ciudades Santuario también están trabajando para encontrar maneras de hacerse cargo y apoyar a los solicitantes de asilo. Y las ciudades británicas están explorando maneras de seguir participando activamente en la UE, independientemente de la suerte que los gobiernos nacionales europeos tengan en la negociación de un Brexit que sea beneficioso para Gran Bretaña.

El liderazgo de la ciudad tiene que ser global. No basta simplemente con que las ciudades consigan el espacio para emprender actividades dentro de sus límites municipales. Las ciudades necesitan los recursos y la plataforma para conformar al contexto global en el que operan. Los alcaldes y los líderes de las ciudades no se hacen ilusiones de que vayan a recibir el apoyo de los gobiernos nacionales para hacer esto. Por el contrario, para que las ciudades desbloqueen realmente el potencial de una nueva agenda urbana, se deben cumplir al menos tres condiciones.

En primer lugar, la solidaridad entre ciudades es crucial. El Parlamento Mundial de Alcaldes ofrece una red para fortalecer las voces de la ciudad y su influencia. Pero las expresiones de buena voluntad no son suficientes. Los alcaldes y los líderes cívicos deben identificar oportunidades y sistemas que permitan a las ciudades intercambiar recursos técnicos y materiales para hacer las cosas. Por ejemplo, estamos explorando actualmente las maneras en que las ciudades del Reino Unido podrían movilizar ayuda financiera para las Ciudades Santuario de los Estados Unidos que están siendo penalizadas financieramente por el Presidente Trump. El Parlamento funciona como una incubadora para este tipo de interacciones.

En segundo lugar, las organizaciones multilaterales como las Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y la Unión Europea necesitan acomodar en su seno a las ciudades. Deben ajustarse para asegurar la representación formal de los líderes de la ciudad para que se sienten al lado en pie de igualdad a los líderes nacionales. Vale la pena recordar que ciudades como Nueva York, Londres, París, Seúl y Tokio tienen economías más grandes que la mayoría de los estados nacionales. Las ciudades representan un nivel de gobernanza, no un asunto a discutir. Deben ser tratadas y escuchadas en consecuencia.

En tercer lugar, sería prudente que fundaciones, fideicomisos y empresas empezasen a invertir en las redes mundiales de ciudades. El poder político y económico mundial pasa cada vez más a través de miles de ciudades alrededor del mundo. Sin embargo, los líderes de las ciudades y sus equipos todavía se enfrentan a dificultades cuando quieren ejercer la diplomacia, incluyendo preguntas legítimas sobre la naturaleza de sus viajes internacionales. Los políticos nacionales, por su patrte, no se enfrentan a semejantes críticas. Conseguir que la voz de la ciudad se siente a la mesa exigirá recursos.

Hay un flagrante fracaso del liderazgo político a nivel nacional, y tiene consecuencias reales en el mundo. Los alcaldes sienten estos impactos inmediatamente. Ahora es el momento para que las ciudades asuman el liderazgo.

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* Marvin Rees es alcalde de Bristol y miembro fundador del Parlamento Mundial de Alcaldes. Robert Muggah también contribuyó a este artículo y es cofundador del Instituto Igarapé y del Grupo SecDev y copresidente del comité consultivo del Parlamento Mundial de Alcaldes.

 

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