El estigma las acompaña luego, en su vida social y familiar, incluso aunque nunca sean condenadas penalmente. El castigo no necesita una condena para ocurrir sino que adquiere estas múltiples formas de violencia institucional y social.
Por todo esto, la criminalización tiene una función política: es disciplinante y aleccionadora sobre el colectivo de personas con capacidad de gestar. Aunque solo encarcela y castiga a quienes carecen de medios materiales y simbólicos o de recursos sociales para acceder a un aborto seguro, dentro o fuera del sistema de salud, y para defenderse en la justicia.
Hoy, el Estado tiene dos respuestas para las mujeres que no desean maternar y que no tienen cómo pagar un aborto seguro: una clandestinidad que pone en riesgo sus vidas y la amenaza de un proceso penal.
Cambiar este estado de cosas es hoy responsabilidad de la Cámara de Senadores, que ya votó una vez a favor del aborto clandestino en 2018. El movimiento feminista, de derechos humanos busca profundizar la democracia, ampliar derechos que son demandados desde hace décadas para ponerle fin a la discriminación, a la falta de acceso a la salud. Buscamos una Argentina más justa. Deseamos que el Senado esta vez esté a la altura de la historia.
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