
Members of the Asociacion de Trabajadoras Remuneradas del Hogar outside Ecuador's national assembly. IDWF/Flickr. (CC BY-NC-ND 2.0)
La situación de las trabajadoras del hogar remuneradas en Ecuador ha sido, y sigue siendo, un tema crítico. A pesar saber que nuestros derechos como seres humanos y personas trabajadoras son violados diariamente, muchas de nosotras elegimos soportar condiciones de abuso, explotación y discriminación por la necesidad económica y la responsabilidad de cuidar de nuestras familias.
Además del cuidado de los hogares de las familias que nos emplean, muchas somos cabeza de familia de nuestros hogares, lo cual implica una gran cantidad de responsabilidades adicionales. Cada mes, tenemos que pagar el alquiler y otros costes de la vivienda social (es decir, si tenemos la suerte de obtener vivienda asistida por el gobierno). Además de estos gastos, debemos contabilizar los costos de salud, alimentos y vestimenta, así como gastos básicos de electricidad, agua, teléfono, internet —con el avance de la tecnología, el internet se ha vuelto indispensable para la educación de nuestras hijas y nuestros hijos— y el costo del transporte diario para nuestras familias y para nosotras mismas. Para cubrir estos gastos, necesitamos una fuente de ingresos, y sin educación o capacitación profesional nuestra única opción es encontrar trabajo en hogares, lo que no garantiza condiciones adecuadas, ni un tratamiento y pago justos.
Muchas de nosotras migramos desde áreas rurales a las grandes ciudades desde una edad muy temprana en busca de oportunidades laborales, con la intención de lograr estabilidad económica para nuestras familias y para nosotras mismas. Debemos educar a nuestras hijas e hijos, ya que no queremos que estén sujetos a las mismas condiciones de trabajo, humillación y abuso tanto psicológicos como físicos, incluido el abuso sexual por parte de quienes nos emplean o sus hijos. Queremos que nuestras hijas e hijos estén cualificados, tengan una profesión, mejores oportunidades laborales y una mejor calidad de vida.
El trabajo del hogar comporta una multitud de responsabilidades: estamos a cargo de cocinar alimentos, tareas domésticas generales y cuidar de las mascotas y familiares de quienes nos emplean. No es la naturaleza del trabajo del hogar lo que es terrible, sino las condiciones y circunstancias que enfrentamos en él: la falta de suministros adecuados para realizar nuestras tareas, la exposición a los riesgos y las enfermedades profesionales que pueden resultar de este tipo de trabajo. Quienes nos emplean deben entender que somos personas como ellas, con derechos y responsabilidades, y que también tenemos familias que nos necesitan y nos esperan. Deben empezar a tratar nuestro trabajo con la dignidad e importancia que merece, y reconocer que también contribuimos a la economía del país. Después de todo, es nuestro trabajo lo que les permite salir, trabajar y mejorar su propia condición económica.
Trabajo del hogar bajo relaciones de poder
Las mujeres realizan la mayor parte del trabajo del hogar, lo cual no sorprende dado que históricamente se ha considerado que sus funciones son en gran parte reproductivas. Han sido perpetuamente subestimadas por un sistema y una cultura patriarcales, en las cuales los hombres son vistos como los únicos agentes sociales, económicos, culturales y políticamente productivos en sus hogares. Esto provoca con frecuencia que las mujeres, ya sean niñas o jóvenes adultas, se sienten inferiores y dependientes de los hombres, con independencia de la importancia de la contribución económica que hagan a sus familias. Esto es especialmente cierto para las mujeres de bajos ingresos, que son más vulnerables a la explotación, la discriminación y las violaciones de los derechos humanos.
También se espera que las trabajadoras del hogar muestren gratitud por su trabajo en hogares de élite, en lugar de abogar por mejorar sus condiciones laborales. La «patrona» es la señora de la casa, es decir, la que tiene poder, dinero y respeto. Ella decide cuánto y cuándo le pagará a la «criada» o «sirvienta», que no puede protestar por miedo a ser echada a la calle. El hecho es que esta fórmula de poder en gran parte no se cuestiona, y contribuye a que el trabajo del hogar sea infravalorado e invisibilizado.
Además, este desequilibrio de poder facilita el camino hacia la discriminación, el racismo, la desigualdad —con respecto a la clase, la etnia y el género—, el acoso sexual y el abuso; no solo en el hogar, sino también a nivel sistémico. Estas relaciones de poder desiguales, que a menudo generan violencia de género y discriminación de mujer a mujer, han sido reproducidas y normalizadas por nuestra sociedad. Como tal, han transcurrido décadas sin ningún intento serio de crear y respetar leyes para proteger a las mujeres en este sector.
Organizándonos como un camino para reclamar nuestros derechos
Históricamente en Ecuador, los derechos de las trabajadoras domésticas no han sido reconocidos. Hemos tenido que soportar largas jornadas de trabajo, inestabilidad laboral, falta de acceso a la seguridad social, no tener contratos ni días de vacaciones ni acceso a los beneficios que otras personas trabajadoras reciben del gobierno y de la sociedad.
Ha habido muchos casos de empleadoras y empleadores que violan nuestros derechos humanos y laborales. Actualmente, a muchas de nosotras no se nos paga el salario mínimo legal y no tenemos contratos de trabajo en los cuales confiar para nuestra protección. Muchas de nuestras empleadoras y empleadores exigen que trabajemos a través de contratos de servicio informal, los cuales les exime de su responsabilidad de proporcionarnos bonos del 13º mes, vacaciones pagas y seguro de salud.
Estos temas y la precariedad general del trabajo del hogar inspiraron en 1997 a un grupo de compañeras a reunirse en la ciudad de Guayaquil, Ecuador, para crear la Asociación de Trabajadoras Remuneradas del Hogar (ATRH), una asociación que lucha por la defensa del trabajo, el género y los derechos humanos de las trabajadoras del hogar con miembros de Guayas, Manabí, Los Ríos, Pichincha, y Esmeraldas, entre otras provincias.
A través de diferentes medios de comunicación, las personas miembros y fundadoras de la ATRH han podido informarse sobre los derechos laborales y la seguridad social, entre otros temas de interés, y han educado a sus pares. También pudieron utilizar este conocimiento para proporcionar orientación gratuita a las miembros que sufrieron diversas violaciones de los derechos humanos.
Otras ONG como FOS Solidaridad Socialista, Centro de Solidaridad Sindical de Finlandia SASK y Care International nos han proporcionado asesoría y apoyo económico, lo que ha desempeñado un papel crucial en el desarrollo y funcionamiento de nuestras actividades. En la actualidad, la organización está luchando por mantenerse económicamente ya que su única fuente de financiamiento es limitada y proviene de SASK.
Hemos tenido reuniones con el Ministerio de Relaciones Laborales de Ecuador, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y otros departamentos para abogar por los derechos de las trabajadoras de nuestro sector. El 20 de junio de 2016, después de una larga lucha de 18 años, se estableció el Sindicato Único Nacional de Trabajadoras Remuneradas del Hogar (SINUTRHE) con el objetivo de garantizar el cumplimiento de los derechos de las trabajadoras en el sector del trabajo del hogar.
Además, en 2013, Ecuador ratificó el Convenio sobre las trabajadoras y los trabajadores del hogar de la OIT (C 189) con el apoyo unánime de la Asamblea Nacional. Nosotras, las mujeres de ATHR, también somos parte de la Central Única de Trabajadores (CUT). Estos hitos indican que el gobierno de Ecuador y sus diferentes ministerios, así como varias ONG importantes, están dispuestas a apoyar la lucha por los derechos de las trabajadoras del hogar.
Progreso, paso a paso
En 2008, el marco jurídico legal para las trabajadoras del hogar cambió de manera positiva bajo el mandato del presidente Rafael Correa y la nueva constitución escrita de la República del Ecuador. El gobierno elevó y reglamentó los salarios de nuestra clase trabajadora, de un salario injusto a uno básico, unificando el salario de todas las trabajadoras y trabajadores. No existen normas específicas para el sector del cuidado del hogar, ya que las trabajadoras del sector se rigen por el Código del Trabajo y, por lo tanto, se supone que tienen los mismos derechos que el resto.
De 2008 a 2017, el salario mínimo aumentó de 180 a 375 dólares estadounidenses por mes. De acuerdo con el código, lo mínimo que podemos hacer es un salario básico unificado para un día completo de trabajo, además de horas extras después de ocho horas de trabajo, independientemente de si la trabajadora es interna. De manera adicional, ahora tenemos derecho a afiliarnos al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, bonificaciones, fondos de reserva, vacaciones pagadas, derechos de salud y otros beneficios establecidos por la ley.
Las trabajadoras del hogar también están protegidas por los artículos 243 y 244 del Código Penal Orgánico Integral en Ecuador, que penaliza a quienes al emplearlas no las afilien al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social o no cumplan con las inspecciones de trabajo a nivel nacional. Las trabajadoras del hogar también pueden tener contratos permanentes a tiempo parcial, y así tener acceso a los mismos derechos y beneficios que las trabajadoras a tiempo completo.
El avance continuo de los derechos de las trabajadoras del hogar depende en gran medida de un esfuerzo conjunto entre las personas asociadas y las trabajadoras de nuestra asociación, el SINUTRHE, el gobierno y la sociedad en general, para garantizar que se cumplan las leyes y se respeten nuestros derechos laborales y humanos.


BTS en Español has been produced in collaboration with our colleagues at the Global Alliance Against Traffic in Women. Translated with the support of Translators without Borders. #LanguageMatters
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