
La policía dispersa una protesta de mujeres contra los bandidos "cortadores de trenzas" en Cachemira, India, utilizando gas lacrimógeno, en octubre de 2017. Imagen: Faisal Khan/Zuma Press/PA Images.
Esta entrevista forma parte de Protestar es un Derecho, un proyecto de colaboración con las organizaciones de derechos humanos CELS e INCLO, con el apoyo de la ACLU, que examina el poder de la protesta y su papel fundamental en la sociedad democrática.
ENTREVISTA: ANNA NORMAN
El nuevo libro de Anna Feigenbaum, Tear Gas: From the Battlefields of WWI to the Streets of Today (Gas lacrimógeno: de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial a las calles de hoy , en traducción libre) se publica estos días, por la editorial Verso. Profesora principal en narración digital en la Universidad de Bournemouth, Anna Feigenbaum también está detrás de RiotID, un proyecto de medios cívicos con Omega Research Foundation y Minute Works que busca empoderar a los manifestantes, ayudándoles a identificar diferentes tipos de armas de control de disturbios, mientras mejora la atención médica y la responsabilidad corporativa.
Anna Norman (AN): ¿Puede darme una breve descripción de la historia de los gases lacrimógenos para control de disturbios?
Anna Feigenbaum (AF): Si bien el gas lacrimógeno ha existido desde poco después de la Primera Guerra Mundial, fue realmente durante el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos y la agitación mundial de la década de 1960, donde vimos que se convirtió en el tipo de arma de preferencia para el control de disturbios, y donde realmente vimos cómo el fenómeno se convirtió en la disciplina que hoy lleva ese nombre. Este proceso a menudo se contextualiza como el aumento global de la resistencia pasiva –en combinación con el surgimiento de las tácticas de resistencia estilo Gandhi. Pero en realidad, si miramos la cuestión con más cuidado, vemos que se trata más de lo que ahora llamaríamos el aumento de la diversidad de tácticas. En ese momento había mucha gente que estaba protestando pacíficamente en este momento, pero también había acciones de anti fascismo y de tipo bloque negro entrando en juego. Y creo que en realidad es esa mezcla, así como los disturbios de tipo más tradicional en los Estados Unidos en ese momento, con los disturbios raciales, que llevaron a la puesta en marcha del control de disturbios. Y en el contexto europeo – Francia en particular – se da el surgimiento de un activismo sindical mucho más militante en este momento, para el cual la policía no estaba realmente preparada.
Entonces, se empieza a generalizar este tipo de situaciones en las que parecía que la policía no podía controlar ni manejar las protestas, y las fuerzas de seguridad empezaron a recibir mucha presión del gobierno por no poder controlar adecuadamente las situaciones. Mi colega Justin Murphy ha hecho un estudio cuantitativo sobre el auge y caída de la acción militante, y se ve este verdadero pico de lo que definiríamos como activismo militante a fines de los 60 y principios de los 70, y es después de eso que observamos una caída, no antes.
La policía de repente necesitaba realmente ganar esta batalla de relaciones públicas sobre la calle
Creo que el problema más grande es que se empezaron a ver muchos más equipos de televisión en las protestas, así que estas escenas fueron grabadas y reproducidas en los hogares de las personas y la policía de repente necesitaba ganar esta batalla de relaciones públicas sobre la calle. Y así, la combinación de un conjunto diverso de tácticas que la policía no sabe cómo controlar sumado a la presencia de muchas cámaras en sus caras, lleva a este tipo de situaciones críticas a la policía.
Este gran aumento se da a fines de la década de 1960 y principios de los 70 y se formaliza lo que ahora llamamos tácticas de control de disturbios, que en parte provienen de tácticas y entrenadores militares, y en parte de la vigilancia colonial, que siempre es una mezcla de militarización, ocupación y aplicación de la ley más tradicional. Entonces, estamos ante esta cristalización en este momento, y se gasta mucho dinero en el desarrollo de armas menos letales.
Luego, en la década de 1990, en parte debido a los fondos de la OTAN y al cambio hacia modos de intervención más humanitarios en los ámbitos militares y policiales – que son una economía compartida – se observa una gran búsqueda de actores globales para este mercado. Entonces, muchos países que no estaban en este negocio entran en él, y se empieza a ver el uso del gas lacrimógeno como una estrategia policial en países que están basando su reestructuración policial en Occidente. Entonces, los países del este de África, el sudeste de Asia... Brasil se convierte en un gran actor, y se empiezan a ver compañías más allá de las de Estados Unidos y Europa desarrollando su propio gas lacrimógeno.
En este momento, Cóndor Tecnologías No Letales (Condor Tecnologias Não Letais), en Brasil, es uno de los mayores fabricantes de gas lacrimógeno. Y luego está Rheinmetall Denel Munition, que es una empresa conjunta sudafricana y alemana. Y luego, hay empresas coreanas y chinas que entran en escena, a menudo vendiendo a África oriental, a India y al Medio Oriente. Y ahora, existen redes transnacionales entre estas compañías constituidas para que puedan abarcar la mayor parte posible del mercado mundial, al igual que hace cualquier tipo de negocio internacional. Están identificando países que no estaban usando estas armas anteriormente.

Imagen: RiotID’ — Minute Works, Dr. Anna Feigenbaum y Omega Research Foundation.
AN: ¿Por qué su libro se enfoca particularmente en gas lacrimógeno en vez de en otras armas de control de multitudes?
AF: La idea detrás del control de disturbios es que se trata más bien de recuperar el control del espacio y no de obtener el control de los individuos. Y el gas lacrimógeno es el más emblemático en eso: se trata de una 'gobernanza de la atmósfera'. Después del gas lacrimógeno, otras armas se desarrollan bajo la misma lógica. Entonces, armas de sonido: '¿De qué otra manera podemos contaminar el área? Hagamos un sonido intolerable'. Con armas apestosas: 'Vamos a hacer un olor intolerable'. De modo que la idea es que podamos llenar la atmósfera con algo que hace imposible que la gente mantenga su solidaridad, que mantenga su masa colectiva, obligar a la gente a separarse. Algunas de las citas encontradas en los archivos son muy reveladoras en términos de las razones iniciales para el desarrollo de gas lacrimógeno. La idea es hacer que la multitud parezca ridícula. Es una gran táctica de relaciones públicas: crear un disturbio a través del control antidisturbios.
AN: ¿Cuáles son sus principales preocupaciones cuando se trata del uso de gases lacrimógenos como arma de control de multitudes?
AF: Mis preocupaciones son básicamente tres:
Lo primera preocupación es sanitaria. Al igual que ocurre con otros productos impulsados por intereses militares, gubernamentales y corporativos – se puede comparar la situación, por ejemplo, con la historia de los cigarrillos – hay una ciencia realmente sesgada detrás de esto. Cuando se evaluó el gas lacrimógeno en la década de 1970, persistía la idea de que debería considerarse como una droga y no como un arma. Así lo que estaban midiendo era el umbral de resistencia humano, la dosis que podrías dar a alguien sin llegar a matarla. Ese tipo de lógica, aplicable a un arma, aplicable a un químico tóxico, es muy preocupante desde una perspectiva sanitaria. Excluyeron de esta compilación de estudios todo tipo de incidencias en las que habrían muerto personas [en situaciones de la vida real], porque solo utilizaron ensayos clínicos para realizar esa evaluación, y en su mayoría ensayos clínicos en animales. No tenían en cuenta factores epidemiológicos o sociológicos, por lo que cada vez que alguien tenía una respuesta negativa o se lesionaba, culpaban a la persona por otros aspectos de su vida, como por ejemplo: esa persona era fumadora, por eso reaccionaron tan mal al gas lacrimógeno. Así que tenemos esta ciencia muy poco fiable, y también pocos estudios a largo plazo. Tampoco hay estudios, por ejemplo, en lugares como Palestina, donde se han usado gases lacrimógenos sobre la gente a veces todas las semanas, o al menos cada pocos meses, durante 20 o 30 años de sus vidas.
Todos los grupos de derechos humanos en países donde instancias de uso de gases lacrimógenos son regulares han dicho que el gas lacrimógeno causa abortos espontáneos.
También hay muy pocos estudios sobre otras cuestiones que son preocupaciones importantes, como los abortos espontáneos provocados por el agente químico. El estudio más reciente sobre esto se realizó en Chile después de las protestas de 2011, y el gobierno de hecho detuvo el uso de gases por un tiempo porque el estudio sugirió que existía un vínculo entre el aborto espontáneo y el gas lacrimógeno. Y no es anecdótico que todos los grupos de derechos humanos en países donde los episodios de uso de gases lacrimógenos son regulares hayan dicho que el gas lacrimógeno causa abortos espontáneos. Pero los ensayos clínicos no muestran eso.
La Sociedad Europea de Respiración (ERS) también ha analizado estudios que demuestran que hay problemas respiratorios a largo plazo. Todas las asociaciones médicas importantes alrededor del mundo han emitido declaraciones que dicen que no sabemos lo suficiente sobre los efectos de estos gases.
También, suelen ser los fabricantes los que financian los ensayos químicos. Si vamos a analizar el gas lacrimógeno como una droga y no como un arma, entonces debe estar bajo los mismos estándares que los análisis farmacéuticos, lo que significa declarar conflictos de interés y señalar repercusiones legales si no se hace.
AN: Así que los estudios se refieren al gas lacrimógeno como una droga, aunque todavía se compra y se venda bajo la etiqueta de "armas menos letales". ¿Cómo funciona esto?
AF: Juegan a ambos juegos; y ganan de esa manera. La idea de que el gas lacrimógeno puede ser seguro se basa en que no es un arma, al menos no de forma tradicional. Las armas menos letales solo pueden tener sentido como algo benévolo que no mata, si creemos en la lógica fundamental, que es la misma lógica que la tortura. No pensamos que la tortura es benevolente, pero estamos usando la misma lógica: ¿cuánto dolor podemos causar a alguien sin causar ningún punto de daño que ya no se considere humanitario? De la misma manera, ¿cuán tóxico puede ser un gas sin hacer que alguien se ahogue? ¿Qué tan potente puede ser sin que alguien se vuelva sordo o sangre por las orejas? Cuando realmente se observa los estudios, especialmente los realizados en animales donde no hay un lenguaje benevolente, se obtiene una lista de qué animal murió, qué animal no murió pero sufrió más, y solo se lee esto y su base de ensayo clínico. El gas lacrimógeno es un arma, se vende y se comercializada por la industria armamentista, pero se cuidan mucho de adoptar este tipo de lenguaje técnico con la intención de evitar que pensemos en él como un armamento químico.

Imagen: Gigi Ibrahim/Flickr. Algunos derechos reservados.
La segunda preocupación es la perspectiva corporativa – el hecho de que hay todas esta gente lucrándose con el negocio. Hay este lógica de negocio, donde las corporaciones están estableciendo las pautas de capacitación, haciendo el entrenamiento para el uso del gas, lucrándose con las armas que venden. A menudo se trata de un paquete: "le daremos esta gran cantidad de armas policiales y el entrenamiento para usarlas". Así que hay que fijarse en este gran negocio donde existe un interés personal en que se usen cada vez más de estas armas y en aumentar su fuerza, porque cuanto más escalada en el uso de la fuerza por ambos lados tengamos, más armas se necesitan. La reforma policial está tan centrada en la relación entre el manifestante y la policía, que olvidamos que existe todo este mercado con fines de lucro que está impulsando este tipo de relación entre el manifestante y la policía. Y entonces, para mí, parte del proyecto del libro es hacer visible la existencia del interés corporativo en la escalada de la fuerza. Lo que necesitamos, en términos de activismo, es llevar a nuestra discusión sobre la reforma policial la cuestión de los beneficios económicos y la cuestión de quién se lucra con la escalada de la fuerza. Necesitamos seguir el rastro el dinero.
Tenemos este mercado completamente no regulado y convenciones internacionales poco claras
Y luego, la tercera línea es que no existe regulación del mercado de armas no letales. No hay nada a nivel nacional o internacional que haga que la gente tenga que registrar el uso de estas armas, cuántas personas se lastiman, cuántas personas mueren, etc. Y no existe una verdadera regulación abierta del comercio. Si un gobierno está negociando con otro gobierno, eso debe documentarse abiertamente; pero una empresa puede negociar con un gobierno con el cual tenga un acuerdo preestablecido en el que se establezca que la negociación no tenga que ser pública. También puede haber una empresa que negocie con otra empresa, y países o empresas o departamentos de policía que vendan mercancías entre ellos. La ONG con la que trabajo, Omega Research Foundation, acaba de encontrar documentación sobre la reventa de Israel de algunos de sus antiguos productos . Entonces, tenemos este mercado completamente no regulado junto a convenciones internacionales poco claras. Las únicas directrices internacionales reales que tenemos son las directrices de la ONU, los principios para el uso de la fuerza, pero no están respaldados por nada. Es un desastre legal.

La policía en Phoenix, Arizona, EE.UU., Utiliza gases lacrimógenos en los manifestantes luego de una reunión del presidente Donald Trump en agosto de 2017. Imagen: Nick Oza/The Arizona Republic a través de USA TODAY NETWORK/SIPA USA/PA Images.
AN: ¿Por dónde tendríamos que empezar, en términos de crear regulaciones internacionales para las armas de control de multitudes?
AF: Por el momento, ni siquiera tenemos suficientes datos empíricos para hacer evaluaciones. Lo que primero necesitamos es divulgación pública de todo el comercio. También necesitamos que sea una obligación de las autoridades competentes registrar todos los usos de la fuerza contra civiles. Hasta que no tengamos esas dos piezas de información, no tenemos motivos para comenzar a hacer preguntas como "¿Cuánto es demasiado?"
La otra cosa que necesita ser registrada, y que a menudo no se registra, es ¿por qué estas armas están siendo utilizadas? Mi equipo de investigación en 2013 y 2015 usó informes de los medios para mapear el uso de gases lacrimógenos en todo el mundo. En 2013, solo estábamos registrando los ejemplos reportados, junto con pequeños resúmenes de lo que sucedió, pero luego una de las cosas que nos dimos cuenta fue que muchas veces se usaba gas lacrimógeno en situaciones descritas como 'la gente quiere agua', 'la gente quiere combustible', 'hay una elección’. Entonces, estas son situaciones donde la policía lanza gases lacrimógenos contra civiles durante protestas por derechos humanos fundamentales, principios básicos de la democracia, y no durante disturbios. El número de ejemplos que realmente parecen ser un disturbio o que tienen alguna evidencia de violencia civil constituyen una proporción increíblemente pequeña comparado con las veces que se han usado armas ‘menos letales’. Entonces, en 2015 decidimos registrar una razón más detallada de por qué se usa el gas lacrimógeno, y fue bastante revelador en cuanto a la cantidad de veces en que las fuerzas policiales recurren a estas armas cuando las personas protestas en defensa de derechos humanos básicos, principios básicos de la democracia.
Necesitamos más capacitación en la negociación de conflictos, una mayor comprensión de las condiciones de salud mental y respuestas humanitarias reales a muchos de los problemas por los que la gente protesta
Otra cosa que es muy preocupante es el creciente uso de armas ‘menos letales’, y gases lacrimógenos en particular, para asuntos como el control de fronteras, particularmente en zonas fronterizas ad hoc, donde no hay muros o vallas formales y guardias de seguridad. Estamos viendo esto en las migraciones a través de Europa, como en el caso de los campamentos en el paso de Calais, donde se usan armas ‘menos letales’ como infraestructura de seguridad ad hoc.
AN: ¿Cómo se puede mejorar el entrenamiento de la policía a la hora de usar armas de control de multitudes?
AF: La pregunta debería ser qué se puede arreglar sin usar armas ‘menos letales’. Soy bastante parcial en la discusión presentada por Alex Vitale en The End of Policing (El fin de la vigilancia policial, en traducción libre) de que el problema con la vigilancia policial es la vigilancia policial en sí misma, puesto que los gestos reformistas no alcanzan a los problemas subyacentes. Pero en el ínterin de eso, creo que las compañías que proporcionan las armas no deberían estar entrenando a los policías, y que es necesario que haya organismos independientes y humanitarios que participen en el proceso de capacitación. Necesitamos más capacitación en negociación de conflictos, una mejor comprensión de las condiciones de salud mental y respuestas humanitarias reales a muchos de los problemas por los que las personas protestan, particularmente cuando se trata de escasez de agua, inundaciones, fronteras, que tienen protocolos claros y bien establecidos de cómo responder de una manera realmente humanitaria. Porque a menudo no estamos hablando de responder a una protesta que tiene como objetivo derrocar al gobierno, o alguna situación por la que el Estado realmente necesita protegerse. La cantidad de veces que eso sucede es muy, muy pequeña.
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