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Fotografía cedida por Eaux de Grenoble Alpes.Solo la tubería que ingresa al túnel fuertemente protegido da un indicio de lo que se puede esperar. Pero un recorrido de 350 metros a través del corazón de la montaña Grand Rochefort pronto revela la razón por la que esta construcción no está a la vista del público. Ya que, al salir, uno se sumerge en un claro amplio y en frondosos pastizales verdes refrescados por el agua hasta donde la vista lo permita.
“Los visitantes siempre se sorprenden; de repente, tienen la sensación de estar en el fin del mundo”, comenta el director de la planta de captación de agua de Rochefort, Jean-Louis Avrillier, mientras sonríe. “Uno nunca imaginaría semejante construcción tan cerca de Grenoble.”
Grenoble, la capital de Isère, un departamento situado en el sudeste de Francia, guarda muy bien su secreto: el agua que corre por los grifos de la ciudad es administrada por el sector público y se encuentra entre los servicios más asequibles en Francia. La ciudad, ubicada a unos 10 kilómetros al norte de la planta de captación, ocupa 2400 hectáreas y aún no ha sufrido perturbaciones a causa de la urbanización.
El agua no cae del cielo sin más
La planta de captación de agua de Rochefort, un refugio de paz, está bien protegida por una razón: las capas freáticas ocultas debajo de la hierba alta que se mece con la brisa son muy valiosas. Desde el final del siglo XIX, ha abastecido a los 758 000 habitantes de Grenoble y su área metropolitana con agua pura y sin tratar: en la actualidad, un caso único en Francia para una ciudad tan grande.
¿El secreto detrás de semejante logro? La capa de arcilla, una característica geológica de esta zona, es un filtro más eficaz que el cloro o cualquier otro producto químico utilizado para potabilizar el agua.
Lugar donde se ubica la planta de captación de agua de Rochefort. Fotografía: Eaux de Grenoble Alpes. Incluso Napoleón, adelantado a su tiempo, había destacado el potencial de este lugar, imaginando a la metrópolis vecina como un balneario de aguas termales. Aquí, en la puerta de entrada a los Alpes y al pie del macizo de Vercors y de la cordillera de Chartreuse, el agua no solo es excelente, sino que también es abundante.
“El volumen recolectado corresponde solo al 17 % de su capacidad total”, explica Avrillier, quien está a cargo de dirigir a 42 empleados en el lugar. Desde 1885, cuando las primeras tuberías comenzaron a funcionar, la estación de Rochefort ha tenido la capacidad de proporcionar hasta 50 000 metros cúbicos de agua todos los días para los residentes de Grenoble.
Después de 133 años, abastece a aproximadamente la mitad del área urbana y extrae un promedio diario de 35 000 metros cúbicos de los acuíferos de Drac.
“Las personas comienzan a creer que el agua cae del cielo sin más, pero no saldría nada de sus grifos sin el trabajo diario de monitoreo de la infraestructura, el mantenimiento de las tuberías y los sistemas de transporte del agua”, señala Avrillier.
De hecho, los residentes de Grenoble pueden disfrutar de este patrimonio hídrico abundante gracias a que el sector público es el encargado de su gestión. Sin embargo, este no siempre fue el caso. El agua se convirtió en un servicio de interés general para el territorio después de una lucha difícil en la que participaron activistas ambientales y funcionarios electos en la década de 1990. En ese momento, y a principios de la década de 2000, esto representó un contraste profundo ante los modelos de privatización que comenzaban a surgir en toda Francia y Europa. En la actualidad, el 70 % de los municipios franceses delegan el servicio de gestión del agua al sector privado.
“Las personas comienzan a creer que el agua cae del cielo sin más, pero no saldría nada de sus grifos sin el trabajo diario de monitoreo de la infraestructura, el mantenimiento de las tuberías y los sistemas de transporte del agua.”
En 1983, el político conservador Alain Carignon fue elegido alcalde y, en 1989, otorgó los servicios de gestión del agua de la ciudad a una empresa privada, una filial de Lyonnaise des Eaux. Desde entonces, la compañía, uno de los tres ‘gigantes hídricos’, junto a Veolia y Saur, se ha unido al grupo Suez y ahora comparte su nombre.
Pero incluso antes de la privatización de la gestión del agua, en junio de 1989, los trabajadores del sector hídrico y los activistas iniciaron una serie de protestas, que se conocen con el nombre de “guerra del agua”. También se publicó una petición para defender el agua como un bien público, que logró reunir más de 10 000 firmas.
En julio de ese mismo año, durante la reunión del Ayuntamiento en la que aprobaron la concesión del mercado del agua, 1500 personas se concentraron frente a la alcaldía para protestar. Los activistas entregaron folletos y organizaron conferencias de prensa para explicar los riesgos de la privatización, pero todo fue en vano.
La ciudadanía experimentó rápidamente las consecuencias de la privatización: entre 1989 y 1995, el costo del agua en Grenoble aumentó un 56 %. Un informe transmitido en las noticias de las 7 de la mañana en France 3, uno de los canales de televisión pública de Francia, en junio de 1995, pone de relieve la frustración en aumento de los residentes al mostrar dos facturas de agua. La primera, de 1989, cuando el gobierno local gestionaba los servicios hídricos, era de 5,35 francos por metro cúbico, y la segunda, de 1995, de 15 francos por metro cúbico.
En 1995, en lo que supuso un final dramático a la gestión desastrosa de los fondos públicos, el alcalde fue acusado de corrupción y malversación de bienes públicos relacionados con la concesión del mercado hídrico. Pasó dos años entre rejas.
La sociedad civil de Grenoble, organizada en torno a algunas asociaciones y el partido ecológico Les Verts (los Verdes), intentó aprovechar al máximo esta pequeña oportunidad. Se aprovechó el impulso para exigir la “remunicipalización” de los servicios hídricos, que culminó en la creación del organismo de propiedad municipal Eaux de Grenoble-Alpes (Dirección de Recursos Hídricos de Grenoble) en 2001.
Vista aérea de uno de los pozos de la planta de Rochefort. Fotografía: Eaux de Grenoble Alpes. Nacen olas en Grenoble y en toda Francia
En ese momento, la victoria política no tenía precedentes. “Grenoble se convierte en la primera ciudad francesa en revertir la privatización [del agua]”, recuerda Olivier Bertrand, que desde entonces ha sido elegido concejal municipal con el partido mayoritario, los Verdes.
La remunicipalización ha permitido que los habitantes de la ciudad de Grenoble ahorren 20 millones de euros, gracias, en gran medida, a una utilización más eficiente del agua, algo que se logró con la mejora del mantenimiento. Desde entonces, nunca se ha cuestionado que se remunicipalizara la gestión del agua.
Los servicios permanecen en manos de la administración pública: “El agua es parte del patrimonio compartido no negociable [de Grenoble]”, comenta Vincent Comparat, un veterano de la causa que es el presidente de la Association Démocratie Ecologie et Solidarité (Asociación de la Democracia, la Ecología y la Solidaridad, ADES). Este enfoque del agua como "bien común" se impuso de manera prácticamente natural, como una consecuencia lógica del cambio de gobierno.
“El agua es parte del patrimonio compartido no negociable [de Grenoble].”
Avrillier, que también desempeñó un papel clave en la lucha por la remunicipalización, explica el cambio fundamental que tuvo lugar: “En la actualidad, el personal cumple su misión independientemente del mercado y de cualquier consideración de provecho personal. Esto posibilita el desarrollo de un servicio público basado en una perspectiva a largo plazo, con varias inversiones importantes. […] Todo esto favorece la protección de los recursos y la reducción del consumo. El resultado es que la ciudad de Grenoble posee agua de una calidad y un costo destacables”.
A 3,18 euros por metro cúbico (a partir de 2016), el costo del agua de Grenoble es considerablemente menor que el promedio en Francia, que es de 3,72 euros por metro cúbico. “Nuestra agua es uno de los servicios más asequibles en Francia”, sostiene Bertrand, quien también se desempeña como presidente de la Dirección de Recursos Hídricos de Grenoble-Alpes. “Este precio es una consecuencia directa del buen mantenimiento del sistema.”
En Grenoble, unos 2000 kilómetros de tuberías transportan el agua desde los puntos de captación de la fuente hasta los residentes, y atraviesa uno de los 168 depósitos que suministran agua a diferentes puntos en la ciudad. La gestión de este tipo de infraestructura no sería posible con un contrato que delegara los servicios hídricos al sector privado.
“La gestión pública nos permite considerar lo indispensable”
Emmanuel Boudry, director de la Dirección de Recursos Hídricos de Grenoble y antiguo empleado del sector hídrico privado es la persona perfecta para explicar por qué el sector público trabaja mejor para mantener la infraestructura hídrica pública:
“El contrato [privado] establece una fecha límite dentro de la cual el proveedor debe generar ganancias. Por lo tanto, el mantenimiento de una tubería no es su prioridad porque no existe ningún tipo de rentabilidad en la inversión. Es un ritmo que no se corresponde con el ciclo de vida del patrimonio hídrico compartido, que dura de 60 a 80 años. Solo la gestión pública permite considerar lo que es indispensable, en beneficio del usuario.”
Detrás de los argumentos de “innovación” o “eficacia” en los que suele insistir el sector privado, la realidad suele ser una reducción drástica en los costos, cuyas primeras víctimas, por lo general, son también quienes utilizan los servicios.
Gladys Marmoex, directora del departamento de Cartografía de la Dirección de Recursos Hídricos de Grenoble y encargada de administrar todas las bases de datos en el sistema, es la primera en estar de acuerdo. Para ella, no hay dudas de que la gestión pública del agua ofrece otro nivel de comodidad a los diferentes sectores de profesionales hídricos: “Todas las habilidades y toda la información se manejan al mismo tiempo y de manera interna”, señala.
Vista aérea del lugar donde se ubica la planta de Rochefort. Fotografía: Eaux de Grenoble Alpes. “Esto significa que disponemos de una comprensión mucho más detallada del territorio y una mayor habilidad para reaccionar ante los desafíos que se presenten.” Y agrega: “Esto también genera un sentimiento de pertenencia, casi una conexión emocional, con este patrimonio hídrico compartido”.
Sin embargo, es la naturaleza contagiosa de la transformación de Grenoble la que verdaderamente muestra el éxito que ha tenido la ciudad. Tras el éxito de Grenoble, otras ciudades importantes de Francia también han remunicipalizado sus sistemas de agua potable.
París recuperó el control de la gestión del agua en 2010; Anne Le Strat, la entonces vicealcaldesa y presidenta de la nueva Dirección de Recursos Hídricos de París, mencionó a Grenoble como una fuente de inspiración, explicando que habían realizado varias visitas de estudio. Brest, Niza y Rennes están entre las ciudades que también se inspiraron en el modelo de Grenoble, y todas tuvieron éxito.
Tanto es así que, en la actualidad, el modelo se conoce como un importante movimiento de pleno derecho, tal como lo explica la investigadora Victoria Chiu en un informe de 2013: “El movimiento por la ‘remunicipalización’ de los servicios públicos de agua que se está extendiendo en toda Francia se puede considerar una revisión del valor comercial de la gestión del agua. Su surgimiento se debió a una concienciación del carácter vital del agua y su protección en el largo plazo”.
Chiu continúa: “La ‘remunicipalización’ es, en cierto modo, la reacción de los políticos elegidos localmente al reconocimiento de que el agua constituye parte del patrimonio compartido de la nación y de que el acceso a este servicio esencial debe estar garantizado”.
Fue recién en 2010 que la Organización de las Naciones Unidas reconoció el derecho al agua potable como un derecho fundamental, otorgándole este carácter recientemente en el ámbito internacional. A su modo, tal vez Grenoble tuvo algo que ver con esto.
Clément, un residente de Grenoble que tenía 16 años cuando Carignon fue condenado, recuerda con cariño la remunicipalización: “Fue una llamada de atención sobre lo que es un bien público compartido, y aquí sabemos lo que eso significa en Grenoble. La gente siempre dice que esta es la única ciudad de Francia en la que uno puedo llenar un biberón con agua del grifo”.
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Traducción: Paula Fredes.
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