La energía solar requiere unidades de almacenamiento de energía, tanto en forma de baterías individuales para uso privado y a gran escala en las redes eléctricas. Esto implica una demanda de minerales en las baterías de litio, de aluminio, cobalto, hierro, plomo, litio, manganeso, níquel y grafito.
Las baterías constan de dos electrodos, o conductores eléctricos, llamados cátodo y ánodo, y un electrolito a través del cual intercambian iones, proporcionando una carga o descarga. Diferentes minerales pueden servir para estos fines. El alto potencial electroquímico del litio lo convierte en un valioso componente de las baterías recargables de iones de litio de alta densidad energética.
La mayoría de las baterías de iones de litio utilizan grafito como ánodo, lo que significa que el grafito será el mineral más buscado para el almacenamiento de energía. Los cátodos varían más: lo más frecuente es que utilicen níquel, pero también son comunes diversas mezclas de cobalto, litio y manganeso.
Impacto ambiental de la extracción de minerales
A la sombra de la promesa de la energía limpia, están los impactos negativos de la obtención y procesamiento de los minerales de la transición energética. La explotación en las minas genera estragos ecológicos difícilmente sostenibles en el largo plazo. En el caso del litio, por ejemplo, por cada tonelada extraída, se requieren hasta 2 millones de litros de agua, lo que agota los recursos hídricos subterráneos. Esto afecta a comunidades, flora y fauna.
En Chile, por ejemplo en el Salar de Atacama, uno de los desiertos más áridos del continente —y más abundantes en litio, hay una reserva natural para dos especies nativas de flamencos, cuya subsistencia depende de que el ecosistema se mantenga prácticamente intacto. Por la extracción del litio, las poblaciones han decaído en los últimos años.
Las implicaciones sociales de la explotación de los minerales de la transición también está cobrando facturas altas en América Latina. Rebecca Ray, Zara C Albright y Kehan Wang, investigadores en desarrollo de la Universidad de Boston, han sugerido que los países del triángulo del litio (Argentina, Chile y Bolivia) desarrollen una capacidad institucional para generar un manejo más responsable del mineral con mayor participación de comunidades locales, para así reducir los impactos negativos de la explotación.
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