El cerco es tal que la única pista que da acceso a la aldea Kapot, es un camino estrecho, a veces polvoriento, otras peligrosamente resbaladizo, que atraviesa estos infinitos campos de cultivo. Ya muy cerca del territorio indígena, está cortada por una barrera. Para avanzar, es necesario descender del vehículo para abrirla y luego cerrarla, lo que se hace con toda normalidad cuando, en buena ley, el acceso al territorio indígena debería ser libre y sin obstáculos.
Pero estas plantaciones no son la única amenaza. Varios kilómetros al interior del territorio, Betikre Tapayuna Metuktire, comunicador y uno de los activistas de la aldea Kapot, indica un área que fue, hace algún tiempo, invadida para iniciar una explotación de oro. Fue un “garimpeiro [persona que extrae oro ilegalmente] antiguo llamado Marcio”, aclara Metuktire. “Aquí hay mucho oro, muchos minerales, y nuestra preocupación es una nueva invasión, un nuevo garimpeiro que entre aquí buscando nuestros minerales. Pero nosotros, los jóvenes, estamos aquí para defender nuestra tierra y no permitiremos la entrada de uno nuevo”, dice con determinación.
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