
Heroica Nogales. Jonathan McIntosh/Flickr. CC (by)
El 2014 no será recordado como un gran año en la historia de la Oficina de vigilancia y lucha contra la trata de personas del Departamento del Estado. El embajador Luis CdeBaca, director e interesado en lograr consenso, renunció de forma inesperada al puesto en noviembre, poco después de que su vicedirector fuera reasignado de forma abrupta. Con un retraso que dice mucho sobre la importancia que se da a la trata dentro de la agenda política de Estados Unidos, el presidente Obama solo nombró al sucesor de Cdebaca en julio de 2015. Aun cuando la demora fuera mínima en el a menudo sobrecargado proceso de confirmación del Senado, el mandato de la embajadora Susan Coppedge probablemente será muy breve.
Esta inestabilidad es inquietante. La embajadora o el embajador y su pequeño equipo de administración y análisis se encargan de elaborar el Informe anual sobre la trata de personas, una evaluación detallada del desempeño de todos los países del mundo en la lucha contra la trata de personas. El liderazgo sólido es vital, pues la embajadora o el embajador debe con frecuencia enfrentarse a sus colegas del Departamento de Estado para asegurar que la integridad de las evaluaciones no se vea seriamente comprometida por otras prioridades y preocupaciones.
El informe ha tenido un gran impacto desde que se publicó por primera vez en 2001. Muchos gobiernos están profundamente ofendidos por el hecho de que EE.UU. haya asumido el papel de policía global en relación con un tema tan complejo como la trata de personas. Para los países que se encuentran en los últimos puestos, lo que está en juego es más que un sentimiento de orgullo. Una clasificación pobre los coloca de forma automática bajo una nube diplomática negra, y los expone a una serie de sanciones económicas.
La reacción de la comunidad de lucha contra la trata de personas a los informes ha sido diversa. La antipatía general hacia los Estados Unidos y la sospecha sobre sus propias credenciales y motivaciones en materia de derechos humanos ha provocado desconfianza en estos informes. Pero otras personas , entre las que me incluyo , han comenzado a apreciar poco a poco el papel insustituible del Informe a la hora de sacar a la luz la explotación de seres humanos para beneficio privado, que ha permanecido oculta durante mucho tiempo. Este foco de atención incomoda a gobiernos que se involucran, toleran o se benefician de tal explotación. En algunos casos, la amenaza de una mala clasificación crea una verdadera oportunidad para el cambio. Ciertamente, en mi trabajo de primera línea con las agencias de justicia penal, he llegado a apreciar que la oportunidad de ayudar a revisar una ley de pruebas, de trabajar en el desarrollo de protocolos de entrevistas que protejan a las víctimas, o de fomentar juicios justos para las personas acusadas, probablemente no hubiera surgido si los países con los que trabajo no fueran conscientes de que Estados Unidos observa y juzga cada uno de sus movimientos.
A finales de julio del 2015, el Secretario de Estado Kerry presentó el decimoquinto Informe sobre la trata de personas de EE.UU. en una ceremonia en Washington. Es uno de los más extensos y quizás también de los más abiertamente politizados. Malasia fue retirada del nivel más bajo (aparentemente para facilitar el acuerdo comercial clave de la Asociación transpacífica de la administración de Obama) a pesar de las escasas pruebas de progreso en el preocupante historial de inacción y complicidad de ese país. De hecho, nuevos escándalos que emergieron fueron excluidos como irrelevantes de forma hipócrita por el Departamento de Estado, porque salieron a la luz justo después de la «fecha límite» para el informe. Siempre se ha cuestionado hasta qué punto la persistente mala clasificación de Cuba era un reflejo de la política más amplia de Estados Unidos. El repentino ascenso de Cuba, que se produce durante un período de acercamiento histórico a Estados Unidos, parece resolver esa cuestión de una vez por todas. China continúa disfrutando de su posición de larga data en el segundo peor nivel, evitando así sanciones que serían desagradables en materia política y económica, a pesar de las pruebas convincentes de explotación sistémica en una amplia gama de sectores. Myanmar, un factor integral en la inclinación de EE.UU. hacia Asia, también logró evitar las repercusiones negativas a pesar de que el Gobierno no reconoció —ni mucho menos abordó— la trata y la explotación de la población Rohingya.
Pero después de muchos años rastreando los altibajos del Informe TIP de EE.UU., he llegado a la conclusión de que su inevitable politización, las generalizaciones arrolladoras —que, por ejemplo, consideran apropiado calificar de igual forma a Nepal y a los Emiratos Árabes Unidos— y la creciente "inflación de grado" no son los problemas más graves. Mucho más peligrosa es la suposición implícita y errónea de que el Informe nos relata toda la historia de la explotación humana. Al igual que su rival, el metodológicamente cuestionado Índice de esclavitud global, el Informe TIP teje una historia simple —y en última instancia reconfortante— sobre la trata, en la que personas malas hacen cosas malas a personas buenas. Fracasa en cuestionar seriamente la economía oculta de la explotación humana, en preguntarse qué sucedería con la riqueza y la productividad globales si tal explotación fuera eliminada de forma repentina. Ignora el papel que desempeñan los regímenes migratorios laborales a la hora de alimentar la vulnerabilidad a la trata, ya que favorecen de forma desproporcionada a las economías desarrolladas y a las grandes empresas. Ni siquiera intenta explicar por qué los gobiernos están tan dispuestos a aprobar leyes firmes, y tan poco dispuestos a aplicarlas de manera eficaz. Más allá de una referencia superficial a las ahora ubicuas «cadenas de suministro globales», ni siquiera se ponen sobre la mesa la complicidad corporativa en la trata y la corrupción gubernamental que lo hace posible.
La tarea de descifrar la compleja economía política de la trata de personas es urgente: hasta que no entendamos no sólo qué está sucediendo sino por qué, nuestras respuestas serán inevitablemente erróneas e incompletas. Esperar que el Informe TIP aborde todo esto es demasiado. Otros estados, instituciones internacionales y una sociedad civil cada vez más activa tienen también un papel importante que desempeñar. Pero esta tarea será infinitamente más fácil si el Informe —la iniciativa diplomática más importante en este ámbito— lograse reafirmar sus tan amenazadas autoridad y credibilidad.
Este artículo es una versión ampliada del artículo de la autora, publicado en el periódico inglés The Guardian.


BTS en Español has been produced in collaboration with our colleagues at the Global Alliance Against Traffic in Women. Translated with the support of Translators without Borders. #LanguageMatters
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