2019 fue, sin duda, un año de despertar a la emergencia climática. Las advertencias ambientales se han intensificado. Toda esta información ha comenzado a formar parte de la conversación para un público más amplio, no solo para pequeños grupos de nerds o expertos. Estas conversaciones son parte del cambio que está sucediendo. Para aprovechar al máximo este punto de inflexión, necesitamos tener un debate sobre cuál debería ser el camino a seguir en el activismo climático en los próximos meses y años. Aquí, presentamos algunas sugerencias sobre formas clave en las que podemos intensificar la lucha climática en la próxima década.
Fuerza en las calles
2019 fue testigo de un número sin precedentes de protestas climáticas en todo el mundo, con los números en la calle creciendo a medida que avanza el año. El cambio climático finalmente ha llevado a las masas a protestar. Este es un momento que debemos aprovechar. Debemos tener claro que la ruta hacia un cambio político profundo es a través del aumento de la presión pública, idealmente hasta que se rompa la resistencia. La presión pública es efectiva: las declaraciones de emergencia climática han comenzado a multiplicarse en varios niveles de gobierno, desde el local hasta el nacional. Sin embargo, los números están lejos de ser suficientes en este momento. Movilizar a sectores más grandes de la población dará legitimidad a nuestra lucha a los ojos de un número cada vez mayor, creando así un círculo virtuoso.
Escalada en las tácticas
Además, necesitamos otras tácticas para esta nueva era de emergencia. Necesitamos vivir experiencias de desobediencia como parte de nuestro desarrollo personal en la transformación ecosocial, y hacerlo dentro de una sólida red de apoyo que respalde a aquellas personas que, como resultado de sus acciones, serán consideradas violadoras de la ley. Necesitamos encontrar nuevas formas de desobediencia, pensar fuera de la caja y resaltar dónde realmente se encuentra la culpa, al tiempo que recordamos la necesidad de mantener la simpatía pública de nuestro lado.
The Covid-19 public inquiry is a historic chance to find out what really happened.
En esta coyuntura histórica, parece importante formar alianzas mucho más fuertes y unificar enfoques alternativos con un discurso común y sistémico. Tenemos la tarea de escuchar activamente las demandas de los diferentes movimientos y tenerlas en cuenta en momentos de acción y movilización. Movimientos sindicales, movimientos por el derecho a la vivienda, antifascismo, el mundo rural, movimientos por la justicia social, justicia racial ... La rebelión climática debe ser capaz de reunir las luchas de todos aquellos que, de una forma u otra, se sienten luchando por la justicia climática. Y debe encontrar una manera de comunicar el hecho de que el sistema que está poniendo en peligro la vida humana en este momento, también está destruyendo la posibilidad de nuestra existencia continua en este planeta.
Jóvenes, líderes del movimiento
Estamos viendo un movimiento generacional que atraviesa las clases y, por lo tanto, es algo único. Además, esta generación es la primera en rebelarse utilizando argumentos claramente ambientales porque quieren tener un futuro. Transmitir su mensaje y sus demandas a las generaciones futuras es una tarea para todos, no solo para los jóvenes. Por esta razón, es necesario que Fridays for Future cuente con el apoyo de colectivos y organizaciones con buenos antecedentes en esta área. Sin embargo, estos colectivos y organizaciones deben garantizar que la naturaleza de su apoyo respete siempre la autonomía de los jóvenes interesados.
Vincular la lucha sistémica con la realidad cotidiana
Es necesario mantener la discusión sistémica sobre el planeta con base en los lugares donde vivimos, en lo tangible, lo cotidiano. Necesitamos aumentar nuestra conciencia de cómo el discurso climático afecta ciertas realidades cotidianas (por ejemplo, el mundo rural, las situaciones de marginación social, las clases trabajadoras) y avanzar en el debate sobre cómo podemos vincularlo con estas realidades. La lucha por defender el territorio contra los grandes proyectos desarrollistas también es una lucha climática, y quienes participan en esta lucha pueden sentir que ellos también están luchando por la justicia climática.
Trabajando interseccionalmente
El movimiento feminista, que nos enseñó que los paros no son solo sobre la producción económica, nos muestra cómo adoptar una perspectiva matizada que reconoce las diferencias y privilegios relacionados con el género, el origen étnico, la clase, la orientación sexual, la edad, la discapacidad, etc. Asimismo, las poblaciones indígenas y nativas son ejemplos vivos de sociedades no capitalistas donde el respeto y el cuidado de la naturaleza aún informan su visión del mundo, a pesar de más de 500 años de colonización. Construir un futuro de verdadera justicia social y climática, por lo tanto, requiere reunir una variedad de perspectivas en nuestras propuestas.
Salud emocional y conciencia colectiva ante la emergencia
También debemos prepararnos psicológicamente (tanto individual como colectivamente) para los tiempos por venir. Fenómenos como la “ecoansiedad” se están volviendo cada vez más comunes y necesitamos estrategias para manejar los sentimientos de impotencia, ira, rabia, miedo, angustia y dolor generados por la crisis socioecológica. Necesitamos ir más allá de la dicotomía del triunfo y el fracaso para continuar construyendo el movimiento juntos, incluso cuando los tiempos son difíciles.
El ambientalismo de esta nueva década debe ser capaz de enfrentar todos los desafíos, crear nuevas formas de hegemonía y proyectarse hacia el futuro con una visión positiva que, a pesar de la gravedad de la situación, nos permita a cada uno de nosotros contribuir como podemos.
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