
"Paseo de Humanidad" de Alberto Morackis, Alfred Quiróz and Guadalupe Serrano. Jonathan McIntosh/Flickr. (CC BY 2.0)
Me llamo Sheldon Zhang y, en la actualidad, soy el presidente de la Escuela de criminología y estudios de justicia de la Universidad de Massachusetts Lowell. Con algunas interrupciones, llevo alrededor de veinte años trabajando en el ámbito del tráfico y la trata. No me atrevería a decir que tengo muchísima experiencia, pero sin duda alguna sé lo suficiente como para resultar peligroso en este campo.
Creo que el principal problema, o el principal desafío, al que nos enfrentamos cuando investigamos las actividades de tráfico de personas radica en nuestra incapacidad para lograr influir en el discurso predominante que ha permeado a través de las políticas gubernamentales y globales, así como en el despliegue de recursos y las inversiones en desarrollo mundial. Estos puntos de vista sobre el tráfico de personas aún están demasiado marcados por el modelo o el discurso de la justicia criminal. En otras palabras, partimos de la base de que hay un criminal o una organización criminal que se está aprovechando de las personas vulnerables que quieren migrar, explotándolas sin piedad y tratando sus vidas con desdeño o frivolidad para su propio beneficio.
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. No negamos que haya traficantes que se están aprovechando de las personas migrantes, pero lo más habitual es ver que las personas que trafican a otras son una parte integrante de la migración irregular. Son facilitadoras y facilitadores que tienen la intención de hacer dinero, pero que también ofrecen servicios muy necesarios para tratar de reducir la incertidumbre y los riesgos a los que, en caso contrario, tendrían que enfrentarse las personas migrantes.
No estoy aquí para promover —ni mucho menos defender— el trabajo de las personas traficantes, pero creo que quienes asumen la incertidumbre y los riesgos relacionados con la migración, lo hacen debido a muchas causas y factores. Al arriesgarse a ir a otras tierras y otros territorios, se enfrentan a una gran variedad de riesgos e incertidumbres y, en gran medida, una persona traficante puede ayudar a facilitar las transacciones, mediando un pago evidentemente.
Los gobiernos de todo el mundo están invirtiendo millones y millones de dólares en la lucha contra las denominadas «actividades de tráfico de personas». Sin embargo, desde mi punto de vista, este es un dinero malgastado que, además consigue muy poco, ya que el tráfico de personas no es lo que genera ni sustenta el deseo de migrar. Muy al contrario. Quienes trafican con seres humanos ayudan a reducir el nivel de incertidumbre y los riesgos. Contamos con mucho trabajo empírico en este campo que nos ofrece una visión muy diferente al discurso predominante, y espero que, de alguna manera, quienes investigamos podamos trabajar de forma coordinada. Así, quizás, podamos encontrar un modo más efectivo de transmitir este mensaje a las personas con responsabilidad política.
Neil Howard (oD): En tu opinión, aparte de nuestra incapacidad para llegar a los y las responsables políticas con nuestro trabajo, ¿cuál es la razón por la que parecen mantenerse tan impermeables a los datos ya existentes?
Sheldon: Esta es una pregunta muy difícil de responder. Creo que hay dos factores principales: el primero, radica en la tan arcaica mentalidad, prácticamente del siglo diecisiete, del estado nación. Para que un gobierno pueda reclamar un mínimo de legitimidad, tiene que mantener el concepto de estado. En otras palabras, un estado únicamente puede llamarse estado si tiene límites, es decir, fronteras. Así, para impedir que las personas entren en el país de forma «ilegal» o a través de canales irregulares, hay que construir una realidad que vea dichas actividades como actividades criminales. Al aplicar este modelo de justicia criminal, hay que identificar a quienes cometen el crimen o aquellos elementos indeseables que amenazan la condición de estado de cualquier país. Esta mentalidad está profundamente arraigada entre quienes gobiernan.
Por otro lado, probablemente sea una tradición que se originó con nuestro conocimiento del crimen organizado. De alguna manera, vemos el tráfico de personas como una actividad organizada y colectiva. Así, al entender el tráfico de personas o la migración irregular como crimen organizado, resulta mucho más fácil caer en un enfoque de blanco o negro y defender un punto de vista muy simplista sobre la cuestión como algo legal o ilegal. Funcionar dentro de un modelo binario es mucho más fácil para cualquier organismo de seguridad. Es fácil presentar todo lo que vemos como una actividad criminal, lo cual facilita, en cierta manera, planificar la aplicación de la ley, independientemente de si el impacto o el resultado es o no favorable.
Neil: ¿Quiere esto decir que existe un problema de mentalidad fundamental que ayuda a generar esta impermeabilidad al trabajo de investigación?
Sheldon: Eso creo. Se trata de la impermeabilidad, la falta de voluntad o la incapacidad para aceptar historias o discursos que contradigan el discurso predominante. Quiero decir, las personas responsables de los organismos de seguridad no son tontas: trabajan en este ámbito y estoy seguro de que se han encontrado con historias que contradicen el discurso predominante. Pero creo que para poder mantener su legitimidad y, por así decirlo, la seguridad de sus trabajos y su existencia, se ven obligadas a perpetuar ese discurso.
Neil: ¿Y qué podemos hacer al respecto? Sabemos que al poner obstáculos a los movimientos migratorios, se crea e impulsa el negocio del tráfico de personas; y que la forma más eficaz de reducirlo es aumentar la permeabilidad de las fronteras. En efecto, el mensaje para quienes hacen las leyes es que toda norma es contraproducente. Sin embargo, son muy pocas las probabilidades de que las y los responsables políticos puedan aceptar la idea de abrir las fronteras totalmente por las razones expuestas anteriormente. Así que, si no vamos a intentar venderles la idea de las fronteras abiertas, ¿qué podemos venderles? ¿qué política es mejor?
Sheldon: Esa idea de que para resolver, reducir o minimizar la miseria humana, basta simplemente con abrir las fronteras y dejar que la gente vaya y venga con libertad, también supone un desafío fundamental para el concepto de Estado o Estado nación. No es una idea totalmente inconcebible. La Unión Europea y el Acuerdo de Schengen son un ejemplo de ello. Pero, por otro lado, tenemos que admitir que no se trata simplemente de mantener las propias fronteras.
En un nivel más profundo, creo que es más un problema de apartheid económico. El concepto lleva un tiempo empleándose, pero hasta ahora no se ha discutido ampliamente. Hemos dejado atrás el apartheid racial, pero el apartheid económico continúa teniendo mucha fuerza. A diferencia de las anteriores generaciones, que impedían el acceso a mejores oportunidades económicas por motivos raciales, ahora intentamos impedir que las personas de un estatus económico inferior al nuestro puedan competir con nosotros o nosotras.
Creo que es una cuestión fundamental, pero muy poca gente quiere hablar sobre este tema. Es una cuestión con una gran carga política. Al fin y al cabo ¿porqué se levantan fronteras en Estados Unidos? Porque no queremos que vengan personas mexicanas al país. Si el país vecino fuera Alemania o el Reino Unido, no creo que tuviéramos ningún problema al respecto. Pasaría como con Canadá, con quien la frontera fue básicamente simbólica durante mucho tiempo. Pero queremos fronteras ahora que hay suficiente gente, tanto entre la clase política como entre la población en general, que no quieren que se facilite el acceso a personas con un estatus económico inferior al suyo. Así, entonces, se perpetúa el apartheid económico.


BTS en Español has been produced in collaboration with our colleagues at the Global Alliance Against Traffic in Women. Translated with the support of Translators without Borders. #LanguageMatters
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