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Clases medias en América Latina (2). Mitos y realidades

Las "clases a medias" que han emergido en América Latina son vulnerables y reivindicativas de una cultura popular y étnica propia, son democráticas y protestan para comunicar demandas. English

Cecilia Güemes
19 abril 2016
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Avenida Corrientes iluminada por las luces del coche y señales de neón en Buenos Aires, Argentina. Foto AP / Natacha Pisarenko

Hay cuatro medias-verdades que se han difundido ampliamente en los últimos años en la academia, en la prensa y en la conversación cotidiana en relación a las clases medias en América Latina:

1)      Las clases medias se han incrementado de modo espectacular en la última década

2)      Existen destacables diferencias entre las clases medias tradicionales y las nuevas clases medias o clases medias emergentes.

3)      La insatisfacción con los servicios públicos y las demandas sociales de las clases medias ponen en peligro el apoyo a la democracia

4)      Las clases medias han sido actores centrales de las protestas ciudadanas.

Pero es necesario matizar y aportar una reflexión sobreestas medias verdades.

La primera afirmación supone cierto orgullo para los gobiernos de la región. Según datos de consumo del Banco Mundial, en 1995 2 de cada 10 personas podían considerarse de clase media, mientras que en 2009 eran 3 de cada 10 (consumo entre 10 y 50 U$S por día). Las clases medias habían experimentado un notable crecimiento y ello no se atribuía sólo a una coyuntura económica favorable para la región,  sino también a las políticas sociales de transferencia monetaria condicionada que los gobiernos habían desarrollado.

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Fuente: World BankSin embargo, la alegría con que se difunde la salida de la pobreza de millones de personas oculta la vulnerabilidad de la clase media emergente, la persistencia de una dolorosa desigualdad  y las diferentes oportunidades de inserción y futuro que tienen este nuevo estrato social. Quienes forman parte de lo que denominamosclase media emergente se sienten felices en tanto ganan en identificación e integración social simbólica, pero en algunos países no tienen garantizados los derechos elementales de las clases medias tradicionales, como la salud o la educación, ni tampoco la suficiente capacidad de ahorro para prevenirse en caso de cambio de ciclo.

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Segundo, vinculado al punto anterior,las diferenciasobjetivasentre clases medias tradicionales y nuevas clases medias se vislumbran claramente en términos de ingresos y de distancia de la línea de pobreza. En las primeras, el cabeza de familia desempeña una ocupación no manual y el ingreso familiar total fluctúa entre el equivalente a 4 líneas de pobreza, como nivel inferior. En las segundas, sus integrantes desarrollan una ocupación manual que depende en mayor medida del autoempleo, o bien tienen un trabajo de empleado que no está regido por contrato ni goza de cobertura de seguridad social, y sus ingresos per cápita por arriba de la línea de pobreza pero por debajo del umbral de $10.

Los sociólogos y observadores destacanademás diferencias en términos deactitudes y aspiraciones entre estas viejas y nuevas clases medias. A la clase media tradicional, integrada por empleados en trabajos no manuales, citadinos, occidentalizados, que viven en barrios tradicionales cerca de clases altas, se le contrapone este grupo de trabajadores manuales, con gustos occidentalizados pero matizados por un toque cultural reivindicativo, donde el componente racial está más presente y tienen valores socialmente más conservadores (en relación al aborto, el divorcio, el uso del condón, etc).

Sin embargo, en términos de percepciones hacia a las instituciones y el desempeño del gobierno, las diferencias casi no se aprecian. Ambos estratos desconfían de las instituciones, se sienten insatisfechos con los servicios públicos, consideran al gobierno ineficiente y corrupto y están aterrados por la inseguridad ciudadana. La confianza en el Congreso para el año 2015 ronda el 29% entre quienes se sienten de clases media tradicional y el 27% entre los de clase media baja, mientras que la confianza en el Gobierno promedia el 35% y el 34% y la confianza social o interpersonal, el 18 % y el 16,6%, respectivamente.

La satisfacción con los servicios público para 2015 según datos de Latinobarómetro, la satisfacción es casi siempre inferior al 50%. Especialmente preocupante es la  insatisfacción con instituciones fundamentales del Estado de Derecho. En promedio, el 66% de las las clases medias tradicionales y emergentes están insatisfechas con el  funcionamiento de la policía  y el 67%, con el funcionamiento de los tribunales.

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Tercero, tomando en consideración la insatisfacción de las clases medias con los servicios públicos y el desempeño estatal, se teme que las demandas de las nuevas clases medias pongan en peligro la estabilidad democrática y desestabilice el propio sistema y los gobiernos que las hizo posible. Aquí cabe aclarar que el apoyo a la democracia sobre cualquier otra forma de gobierno es del 64% entre la clase media tradicional y del 65% entre quienes se sienten clase media baja, mientras que la satisfacción con el funcionamiento de la democracia es del 42% y 41%, respectivamente. Valores que no han variado llamativamente en el tiempo si se tienen en cuenta las respuestas de otras olas de Latinobarómetro.

Luego, al contrario de lo estimado, los modelos estadísticos que hemos desarrollado prueban quela satisfacción con la democracia no se ve afectada de modo significativo por el descontento y mala valoración de los servicios público. Por el contrario, el principal factor que parece condicionar la satisfacción con la democracia es la confianza en el gobierno y la percepción de desigualdad. De modo que la performance de gobierno no sería determinante en la satisfacción con el régimen y, en cambio, sí lo sería sentir que la sociedad sigue siendo inequitativa o el Gobierno no merece confianza.

En cuarto lugar, y asociado a lo anterior, se considera que las clases medias son las protagonistas de las protestas sociales en tanto demandantes de derechos y bienes que consoliden su estatus.

Sin embargo, los resultados de investigaciones realizadas sostienen que sentirse de clase mediano no sería un factor diferencial para movilizarse. Sentirse de clase media alta, media o baja no conduciría a participar más o menos en las protestas sociales. Sin bien, los niveles educativos sí resultan significativos para explicar la participación política no formal. Mayores niveles educativos advierten una mayor probabilidad de unirse a una protesta. Esto podría indicar que la educación contribuye a un mejor conocimiento de los derechos ciudadanos y su reivindicación.

Por otro lado, la confianza en los partidos políticos y en el gobierno se muestra relevante para explicar la participación en protestas y marchas autorizadas. Con ello, pierde peso la hipótesis según la cual las protestas sociales  se explican como el resultado de clases medias que quieren consolidar su estatus ganado, y toma interés la idea de que las clases medias no buscan desestabilizar a los gobiernos ni son antisistema, sino que utilizan las protestas como vía de comunicación con los mismos.

En síntesis, estas clases medias o “clases a medias” que han emergido en América Latina son vulnerables y reivindicativas de una cultura popular y étnica propia, son democráticas y protestan para comunicar demandas.

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