En un diminuto islote en medio del río Negro, en el estado de Amazonas, un equipo de científicos en dos lanchas rápidas examina atentamente el cielo. Conocida como la isla Comaru, está sumergida, como todos los años en marzo, y sólo las copas de los árboles asoman por encima de la superficie.
Un grupo de golondrinas azules pasa zumbando, cortando el aire pesado y húmedo de la región, y justo por encima de las lanchas rápidas y la isla, una bandada de puntitos negros empieza a reunirse, formando nubes de pájaros.
Entonces configuran un torbellino sincronizado. Unos minutos más tarde, sin embargo, caen como una granizada negra, incrustándose en los árboles, mientras su sonido se intensifica y ocupa toda la primera hora de la tarde.
En cuestión de minutos este espectáculo termina, dejando de nuevo el cielo inmóvil.
La isla, de sólo cinco hectáreas -casi del tamaño del estadio de Morumbi- atrae a un gran número de estas golondrinas de plumas relucientes. Al ser visitado por unos 250.000 individuos de febrero a abril, se considera uno de los mayores refugios de la especie jamás descubiertos.
El papel que desempeña este lugar en la migración de las aves intriga a los científicos. Los investigadores sospechan que Comaru puede ser el punto de partida de muchos de los 9,3 millones de golondrinas azules que cada año se desplazan de Sudamérica a Norteamérica.
Mario Cohn-Haft, conservador de aves del Inpa (Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia) en Manaos, también cree que la isla podría ser fundamental para entender el constante declive de la especie. "Es la mayor ventana que tenemos para saber qué hacen las golondrinas azules en Sudamérica", afirma.
Se calcula que la población reproductora norteamericana de estas aves ha disminuido un 25% desde 1966. En algunas zonas, el declive ha sido aún mayor. En otros, las aves han desaparecido por completo.
Comentarios
Animamos a todo el mundo a que haga comentarios, Por favor, consulte las intrucciones de openDemocracy para comentarios