
Daniel Scioli. Flickr. Some rights reserved.
"La gente evaluó y eligió. También es un tiempo en que Argentina quiere oxigenar sus instituciones con cambios. Me ligué mucho palo injustamente. Hace seis meses que lucho con esto y hace un mes que duermo poco y como mal. Anoche casi no pude pegar un ojo y recién ahora me estoy tranquilizando. Siento orgullo por esta fiesta cívica". Las palabras son de Mauricio Macri. Pero no las pronunció el lunes 26 de octubre de 2015, después de la enorme elección que realizó pasado domingo 25. Macri evaluaba de esa forma su triunfo electoral del 5 de diciembre de 1995, su primer paso político.
En ese momento, el balotaje, Daniel Scioli, la alianza con la Unión Civica Radical, los tres triunfos consecutivos a la intendencia de la Ciudad de Buenos Aires y la conformación de su partido político (el PRO), formaba parte de un futuro inimaginable. A fines de 1995 Macri ganaba las elecciones para la presidencia del club de fútbol Boca Juniors. La revista de deportes más popular de ese momento tituló "El Berlusconi argentino".
El domingo pasado, la alianza Cambiemos, liderada por Macri, consiguió algo que ni el militante más optimista hubiera imaginado. Accedió a la segunda vuelta en la elección presidencial con una paridad casi total con Daniel Scioli, el candidato del Frente para la Victoria, partido que gobierna el país desde 2003. Incluso le arrebató al peronismo la gobernación de la provincia de Buenos Aires, algo que no sucedía desde 1983. La dimensión del resultado electoral, pase lo que pase en la segunda vuelta, es gigantesca. La hegemonía política del kirchnerismo desde la salida de la crisis de 2001/2 queda coartada, emerge un esquema bipolar.
Macri se ubica en la llamada nueva derecha, liberal en lo económico pero no enteramente antipopular, democrática y atenta a los cambios de humor social. Henrique Capriles, Aecio Neves y Sebastián Piñera en Venezuela, Brasil y Chile son también parte de esa categoría. Por su parte, Scioli y el peronismo representan una versión más bien light del kirchnerismo, sin aspiraciones de grandes hazañas, con ansias de recomponer lazos rotos, desde el FMI hasta la corporación mediática local.
Es decir, tanto Macri como Scioli muestran una preferencia por el centro. Eso tiene frutos electorales por las nuevas demandas de segunda generación de la sociedad, entre las cuales sobresale la infraestructura, también gracias a la búsqueda de cierta la estabilidad "emocional" política aunque sin echar por tierra las conquistas sociales de estos años. Este nuevo ciclo político tiene un tinte más conservador que el de los últimos doce años, a nivel económico, político, cultural y simbólico.
La elección presidencial quedó acotada a dos opciones no idénticas pero menos aún opuestas. El antropólogo Alejandro Grimson plantea que la sociedad argentina podría dividirse en tercios: el tercio kirchnerista, el tercio anti kirchnerista y el tercio indeciso. Este último grupo le permitió a Cristina Fernández de Kirchner ganar en 2011 con el 54 por ciento de los votos.
Ese grupo es el que le dio la espalda al kirchnerismo en esta oportunidad. Grimson sospecha que al tercio indeciso “le resultó más previsible la indefinición económica de un espacio con un liderazgo --Macri-- que otra indefinición, presumiblemente más gradual, pero políticamente más conflictiva –en relación a la puja de poder hacia adentro del kirchnerismo-”.
Sin la posibilidad de una nueva elección para y sin un liderazgo apenas comparable con el suyo, el candidato fue Scioli. Un político ajeno para el kirchnerismo pero kirchnerista para los opositores y encima poco atractivo para los indecisos. Del otro lado, Macri ha podido convencer a una parte del electorado de que no es un Berlusconi argentino.
La segunda vuelta está abierta, aunque promete una definición por penales.
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