“Hay un anillo metropolitano que distribuye el agua y de este se manda a tanques que distribuyen a los hogares,” dice Hernández. “Una parte es que no hay suficientes tanques, y los que existen, prácticamente o están vacíos o con niveles muy bajos. Por eso es que no llega el agua a los sectores de la periferia”.
Con más de cinco millones de habitantes, Monterrey, una zona semiárida, ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años. Esto ha provocado una demanda extraordinaria de agua para usos agrícolas, industriales, comerciales y domésticos, generando estrés sobre los recursos naturales. Aproximadamente el 70% del agua del estado va para el sector agropecuario de Nuevo León, explica Hernández.
Rosario Álvarez, directora de la organización ambiental Pronatura, afirma que la planeación urbana ha sido inexistente. “¿Por qué construyes esa cantidad de casas tan lejos de los pozos y de las fuentes de agua si no les puedes suministrar de una manera adecuada un recurso que es básico para la vida?” agrega.
No hay suficientes tanques, y los que existen, prácticamente o están vacíos o con niveles muy bajos. Por eso es que no llega el agua a los sectores de la periferia
Además de la sequía, Hernández y Álvarez señalan la mala gestión del agua y la carencia de infraestructura. A mediados de junio, por ejemplo, una grieta de dos metros en la presa El Cuchillo afectó a seis municipios por varios días. Asimismo, muchas tuberías no han soportado los cambios de presión en la red de distribución provocando fugas y desperdiciando litros y litros de agua.
Racionamiento y descontento
El gobierno de Nuevo León anunció el Plan Agua para Todos, una estrategia de cortes escalonados por municipios a mediados de marzo de este año. Mientras a los ciudadanos se les recomendaba tomar duchas cortas, a los concesionarios industriales y agrícolas que se abastecen de los acuíferos subterráneos únicamente se les pedía que cedieran voluntariamente parte de sus concesiones.
Esta medida causó descontento social masivo y los bloqueos viales y peleas vecinales se volvieron parte del día a día.
“Los camiones con agua ya no vienen tanto porque estaba creciendo la violencia'', explica Francisco Flores Baez, vecino de Valle de San Blas. “La gente se peleaba, se amontonaban y se metían para alcanzar agua. Era un despapaye”.
Para Flores y su esposa Felicia, padres de dos niñas de 9 y 13 años, los gastos incrementaron ya que se han visto obligados a comprar agua embotellada.
“Teníamos diarrea y dolor estomacal y por eso empezamos a comprar agua embotellada pero empezó a escasear el agua también aquí en las tiendas'', cuenta Flores, que durante más de tres meses en la tiendita de la esquina solo le permitían comprar diariamente dos botellas de 10 litros por familia para evitar compras de pánico.
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