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Mientras el mundo anda mirando, hay 59,5 millones de desplazados internos en la tierra

Unos 6 millones de colombianos hacen que el segundo país del mundo con más desplazados internos (DIs) por motivos de violencia no esté en Oriente Medio, sino en América Latina. Português. English.

Jeremy Fox
22 octubre 2015
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Asentamiento de desplazados internos en Bogotá, Colombia, en 2006. Flickr / UNHCR. Some rights reserved

Las noticias que día tras día se suceden sobre un sinnúmero de refugiados atravesando Europa en busca de auxilio y amparo, y sobre los millones que se amontonan a las puertas de Europa en Turquía, Jordania y Líbano, no necesitan mayor explicación. Sólo Siria genera casi 4 millones de refugiados, e Irak y Somalia otros 3 millones. A estos se añaden cientos de miles que provienen de Afganistán, Libia, Eritrea, Nigeria. Son cifras alarmantes, pero que han dejado de sorprendernos porque los medios de comunicación se han encargado de familiarizarnos con ellas.

Lo que ya está menos documentado y es menos conocido – ignorado, quizás, porque sus repercusiones apenas alcanzan el Primer Mundo – es que el número de personas que han perdido o han tenido que huir de sus hogares es mucho mayor. ACNUR (el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) estima que el número de personas desplazadas actualmente en el mundo es de 59.5 millones, de los que ‘sólo’ 19.3 millones constan como refugiados o solicitantes de asilo.[i] En lenguaje oficial, los desplazados que no son refugiados se conocen como DIs (Desplazados Internos).

Refugiados y DIs

Un refugiado es alguien que ha huido de su país de origen por temor fundado a ser perseguido por razón de raza, religión, nacionalidad, pertenencia o afiliación a determinado grupo social u opinión política y que no puede obtener protección en dicho país.[ii] Esta definición, redactada tras la Segunda Guerra Mundial y adoptada formalmente en 1951 con la aprobación de la Convención de Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados, era fruto de la historia bélica vivida y restringía el término a esta experiencia reciente.

Probablemente a los redactores de la Convención de Ginebra no se les ocurrió que el término podía aplicarse también a aquellas personas que han sido expulsadas de sus hogares pero carecen de recursos para emprender la huida, o que se encuentran con que no hay países que quieran aceptarles, o que desconocen si estos países existen. Si uno está huyendo para salvar la vida en Darfur, independientemente de la distancia que haya recorrido o del motivo de la huida, sólo es un refugiado cuando traspasa una frontera internacional; mientras, es meramente un DI.

Casi el 80 por ciento de los 13.9 millones de personas desplazadas en el año 2014 a consecuencia de un conflicto o persecución eran y continúan siendo DIs. La preocupación son los refugiados, que merecen la protección de la comunidad internacional – al menos en teoría. Los DIs, aunque reconocidos y apoyados por ACNUR, ocupan un lugar mucho menor en la conciencia mundial. Y, como veremos, incluso la perspectiva de ACNUR adolece de graves limitaciones.

Los dos principales impulsores de desplazamientos internos son la violencia y persecución, y los desastres naturales.

DIs – por violencia y persecución

No es ninguna sorpresa que Siria cuente actualmente con el mayor número de DIs por motivos de violencia: su número estimado es de entre 6.5 millones y 7.6 millones — la horquilla se debe a la dificultad de recopilar datos precisos en las zonas en conflicto y a la dinámica incesante característica de los movimientos humanos. Tampoco ningún consumidor de medios de comunicación occidentales se sorprenderá al saber que se calcula que los DIs en Irak son más de 3.5 millones, o que hay unos 1.5 millones de sudaneses del sur y un millón de afganos desplazados en sus propios países.

Lo que quizás se conozca menos es que el segundo país del mundo con más desplazados por motivos de violencia no está en Oriente Medio ni en el norte de África, sino en América Latina. Se estima que en Colombia hay unos 6 millones de DIs - víctimas de la violencia interna perpetrada tanto por la guerrilla como por las fuerzas gubernamentales y los paramilitares. Se sabe poco de ellos, quizás porque Colombia no ha sido nunca un campo de batalla ideológico entre Este y Oeste, o entre religiones competidoras, e interesa más a narcotraficantes y a comerciantes de café que a ejecutivos de las corporaciones petroleras.

DIs – por desastres naturales

Según el Internal Displacement Monitoring Centre (Centro de Seguimiento de los Desplazamientos Internos, con sede en Ginebra), entre 2008 y mediados de 2015, el número de personas desplazadas a causa de desastres naturales fue de poco menos de 185 millones. No, no es ningún error de imprenta. Son personas que se han visto obligadas a dejar sus hogares y su modo de vida por terremotos, avalanchas de barro, inundaciones, incendios y sequías.

En 2014, la cifra de desplazados por desastres naturales fue relativamente modesta, 19.3 millones (por debajo del promedio anual), y los países más afectados fueron Filipinas, con 5.8 millones, y China e India con unos 3.5 millones cada uno. Las grandes catástrofes suelen salir en titulares en todo el mundo, pero la mayoría se olvidan rápidamente.

¿Cuántos de nosotros sabemos que cerca de un millón de chilenos e indonesios, 250.000 malasios, 200.000 bolivianos, 150.000 brasileños y ciudadanos de Sri Lanka, 130.000 sudaneses y 80.000 paraguayos se vieron desplazados el año pasado?

Pero ¿son los desastres naturales unos sucesos meramente aleatorios sin relación alguna con lo que los humanos le hacemos a la Tierra? Según el Banco Mundial, que parece haber aceptado el consenso científico sobre la cuestión, en absoluto. Por añadidura, el número de sucesos graves muestra una clara tendencia al alza – especialmente la frecuencia de grandes tormentas e inundaciones.

Si esta tendencia continúa - y a pesar de los esfuerzos de los científicos medioambientales y activistas destacados como Al Gore y Naomi Klein, existen pocos motivos para pensar que no lo hará -, entonces lo que podemos esperar son más desastres naturales y muchas más personas desposeídas y sin hogar.

DIs – por desarrollo económico

Los proyectos de desarrollo económico son la tercera y probablemente la principal causa de desplazamiento humano y miseria en el planeta, en gran parte ignorada tanto por los medios de comunicación como por los organismos internacionales, incluido ACNUR. Michael Cernea, ex asesor principal del Banco Mundial, es probablemente quien más se ha esforzado por dar la voz de alarma.

En una conferencia en la Universidad de Oxford  en 1995, Cernea afirmó que “…en el mundo, unos diez millones de personas entran anualmente en el ciclo de desplazamiento forzoso y reubicación en sólo dos “sectores” – a saber, el de construcción de presas y el sector urbano/transporte… Los desplazamientos provocados por el desarrollo… han resultado ser un proceso mucho mayor que todos los flujos mundiales de refugiados en su conjunto.”

Esta cifra de 10 millones es parcial, señaló Cernea, ya que no incluye áreas y sectores como bosques, parques y reservas naturales, minería y centrales térmicas y muchos otros. Su catálogo de los estragos más comunes del desplazamiento por motivos de desarrollo incluye la carencia de tierras, el desempleo, la falta de vivienda, la marginación, la inseguridad alimentaria, el aumento de la morbilidad y la mortalidad, y la desintegración social; y, como él mismo dejaba claro en un informe del Brookings Institute publicado en 2014, el proceso continúa sin que se le ponga coto.

A las víctimas de los grandes proyectos de desarrollo económico rara vez se les compensa o se reubican adecuadamente. Considerando la degradación ambiental y el sufrimiento humano asociados a proyectos como la explotación de arenas bituminosas en Alberta, Canadá, o la explotación minera de Cerrejón en el norte de Colombia, se hace difícil imaginar qué tipo de compensación podría considerarse realmente restitutiva.

En Everybody loves a good drought (A todo el mundo le gusta una buena sequía), el magistral relato de la vida de los pobres en la India escrito por el periodista Palagummi Sainath, el autor habla de DIs que llevan 45 años esperando ser compensados. Incluso el Banco Mundial se muestra curiosamente lánguido a la hora de proteger los intereses de las personas marginadas por proyectos financiados por el Banco, a pesar de su compromiso formal de hacerlo.

Entre los proyectos de desarrollo más perjudiciales – esto es, perjudiciales para las personas directamente afectadas – se encuentran las presas a gran escala. Arundhati Roy, en The Greater Common Good (El mayor bien común), un ensayo escrito con rabia e indignación, ofrece un panorama desgarrador de cómo la construcción de grandes presas ha destrozado la vida de campesinos y aldeanos en la India – especialmente las poblaciones tribales (aborígenes sin tierra). Centenares de pueblos se han perdido bajo las aguas de los pantanos, tierras agrícolas y valiosas zonas forestales se hallan submergidas y los aldeanos han caído en la pobreza y la desesperación.

Roy hace referencia en su ensayo a un estudio sobre 54 grandes presas realizado por el Instituto de Administración Pública de la India (IIPA) en el que se estima que el promedio de personas desplazadas por cada presa es de cerca de 45.000. La Comisión Central del Agua de la India mantiene un registro nacional de grandes presas, según el cual el país cuenta actualmente con 4.858 presas terminadas y otras 313 en construcción, lo que arroja un total de 5.171. Tomando una cifra redonda, 5.000 presas, y multiplicándola por una cifra prudente de 20.000 desplazados por presa (en lugar de la estimación mucho mayor del IIPA), llegamos a un resultado de 100 millones de personas desarraigadas por la construcción de presas, sólo en la India.

“Las grandes presas,” escribe Roy, “son para el desarrollo de un país lo que las bombas nucleares para su arsenal militar. Ambas son armas de destrucción masiva… símbolos que marcan un punto en el tiempo en el que la inteligencia humana ha sobrepasado su instinto de supervivencia… indicaciones malignas de una civilización revolviéndose contra ella misma.”

Pero las presas no son, ni de lejos, las únicas iniciativas de desarrollo que implican desalojos forzosos. La minería, la ganadería, la agroindústria, las plantas papeleras, la construcción de autovías y hasta los campos de tiro militares figuran entre las actividades que requieren – o exigen – sacrificios humanos.

Como argumenta el líder Yanomami y defensor de la Amazonía David Kopenawa, “…todas las mercancías que tanto valoran los blancos no tendrán nunca tanto valor como todos los árboles y las frutas y los animales del bosque... Ninguna cantidad de dinero podrá jamás compensar la quema del bosque, la devastación de la tierra y la contaminación de los ríos.”[iii] 

Nos hallamos en un universo incontrolado en el que los ricos, los poderosos y el uso agresivo de las armas más adecuadas a cada circunstancia – ya sean bombas y tanques, o presas, minas e industrias contaminantes – para lograr sus objetivos destruyen la vida de los pobres y vulnerables. Deploramos con razón la trágica situación de los refugiados en nuestras puertas; pero ante los que viven y mueren miserablemente en otros lugares, estamos ciegos o somos indiferentes.

Esforzándonos por imponer a los demás nuestra religión, nuestra política, nuestra forma de vida consumista, incluso nuestras fantasías de desarrollo, terminamos destrozándoles a ellos y al medio ambiente del que son custodios. Los imperativos militares y el desarrollo económico son grandes negocios; y no se permite que nada, al parecer, se interponga en su camino.


[i] Un solicitante de asilo es alguien que ha presentado su solicitud pero al que todavía no se le ha concedido la condición de refugiado.

[ii] La definición formal es algo más elaborada.

[iii] David Kopenawa con Bruce Albert, La chute du Ciel (La caída del cielo), París 2010.

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