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Transición a cámara lenta en Cuba

La liberalización económica y política tendrá que esperar al final del embargo estadounidense. Mientras tanto, Cuba conserva sus posicionamientos internacionales, refuerza sus lazos con Rusia y defiende una postura política no radical en América Latina. English.

Augusto Varas
18 noviembre 2015
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Caravana Coca-Cola en el desfile de Cuba en la Sexta Avenida, Nueva York. Richard Levine/Demotix. All rights reserved.

La reciente distensión en las restricciones económicas, financieras y de movilidad por parte de la administración Obama respecto a Cuba ha generado expectativas de un cambio en la economía cubana, su evolución hacia una democracia liberal y de mercado, abriendo nuevas oportunidades para las empresas americanas, francesas y españolas en la isla.

La política y la economía

El próximo desembarco en Cuba de los Rolling Stones, la Coca-Cola, las cadenas hoteleras Marriot y Hilton, los cruceros Carnival, Sony Music y de agentes inmobiliarios son ejemplos del creciente interés empresarial internacional por la reapertura, después de 50 años, de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Este entusiasmo se ha visto también en la vecina República Dominicana, donde su embajador en España manifestó que la apertura del mercado cubano al turismo global tendría un impacto positivo en su país, creando “la posibilidad de destinos compartidos”. De manera más escéptica y refiriéndose a la escena política, Julia Sweig, investigadora de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas en Austin, afirmó que Cuba “será más democrática de lo que ha venido siendo, será más liberal de lo que ha sido, pero esto lo hará desde un sistema de partido único”.

Sin lugar a dudas el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos creará un nuevo clima para los negocios internacionales y promoverá una mejor integración comercial de esta con los países de América Latina y del Caribe. Las ventajas comparativas de Cuba en materia de recursos humanos calificados (según la BBC, “hay 50.000 trabajadores cubanos involucrados en proyectos de salud repartidos entre 68 países, el 50% de los cuales son médicos”); sus capacidades tecnológicas, científicas y de investigación; su localización estratégica para el comercio y transporte internacional generarán indudablemente un mejor entorno para el comercio regional y mundial y la integración financiera de Cuba. Al mismo tiempo, un fin del embargo haría posible que el país tenga cuentas en dólares en bancos de terceros países, acceso a créditos tanto de bancos estadounidenses y sus filiales en terceros países, como de instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Sin embargo, los recientes cambios diplomáticos no bastan para transformar de manera suficientemente significativa el sistema político y económico cubano. La liberación de 53 presos tras el anuncio de reapertura de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, y de otros 3.500 tras la última visita del Papa a la Habana, han sido una señal de buena voluntad. Aún así, a pesar de los esfuerzos del Papa por mejorar las condiciones políticas y de los derechos humanos en Cuba, tomará mucho tiempo hasta que estas mejoras se hagan realidad.

Una condición necesaria será levantar el actual bloqueo económico estadounidense pero incluso si esto se produce el gobierno cubano necesitará tiempo para reajustar y acomodarse a esta nueva e hipotética situación. Según Cynthia Arnson, Directora del Programa América Latina del Wilson Center en Washington, “lo que se ha negociado es la normalización de las relaciones bilaterales, no un cambio en las políticas domésticas”. Últimamente, en este contexto, las delegaciones diplomáticas de Cuba y de los Estados Unidos recientemente se han puesto de acuerdo en potenciar la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, el blanqueo de dinero y el contrabando.

Posicionamientos internacionales

Todos estos cambios no implican un abandono de los actuales  posicionamientos cubanos en asuntos internacionales, particularmente duros frente a los Estados Unidos. En las Naciones Unidas, el presidente Castro –que consideró las demandas norteamericanas de protección de los derechos de los ciudadanos como un modo selectivo y discriminatorio de imponer decisiones políticas- manifestó sus exigencias a la Casa Blanca: fin del bloqueo económico, comercial y financiero; devolución de la base naval de Guantánamo; fin de los programas de los medios de comunicación contra el gobierno cubano; y compensación por los daños humanos y materiales causados. Además abogó por la desmilitarización mundial y exigió el fin del uso de tecnologías de la información para atacar a otros estados en el ciberespacio.

Con esta agenda el posicionamiento internacional cubano, en particular sus relaciones con Rusia, es clave. De hecho, después del anuncio, en diciembre de 2014, en que Estados Unidos restablecería relaciones diplomáticas con Cuba, en abril del 2015 el vicepresidente del consejo de ministros cubano, Ricardo Cabrisas, visitó la ciudad de Kazán para una asistir a una sesión especial de la Comisión Intergubernamental de Cooperación Económico-comercial y Técnico-científica. Inmediatamente después, en mayo, el primer ministro ruso Dimitri Medvedev y el presidente cubano Raúl Castro se encontraron para discutir acuerdos conjuntos de interés bilateral. Como resultado de estas conversaciones, Rusia proporcionará generadores para las centrales eléctricas de Máximo Gomes y de Este Habana.

Consistente con estos intercambios en su discurso ante la ONU el Presidente Castro criticó las posiciones de la OTAN y de la Unión Europea por las sanciones contra Rusia; dio su apoyo al acuerdo nuclear con la República Islámica de Irán; estuvo de acuerdo en reclamar para el Estado Palestino las fronteras anteriores  a 1967, con capital en Jerusalén Este; criticó a la Unión Europea por no asumir responsabilidades en la crisis de los refugiados; y se posicionó claramente contra el cambio de régimen en Siria. En este tema el Instituto Cubano y de Estudios Cubano-Americanos de la Universidad de Miami denunció el despliegue de fuerzas militares cubanas en apoyo al régimen de Assad. El director general de Asuntos Bilaterales del Ministerio Cubano de Asuntos Exteriores, Gerardo Peñalver Portal, lo negó categóricamente, refutando esta “información irresponsable e infundada”. La reciente apertura en La Habana de la embajada de los Emiratos Árabes Unidos es otro ejemplo de esta proyección de Cuba en el tablero internacional.

En América Latina el Presidente Castro apoyó a los presidentes de Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina (incluyendo su reivindicación de las Malvinas); se posicionó a favor de la protección de los países del Caribe ante los efectos del cambio climático; pidió la independencia de Puerto Rico y exigió reparaciones por la esclavitud y el tráfico de esclavos; y subrayó la importancia de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, CELAC, (organización internacional que, a diferencia de la OEA, no participa Estados Unidos) y apoyó la declaración de América Latina y el Caribe como zona de paz. 

Al criticar el capitalismo y las sociedades del bienestar tachándolas de modelos fracasados, sugirió que Cuba defenderá su propio camino al desarrollo, quizás siguiendo la senda de Vietnam. Resulta interesante que en este contexto el Presidente Castro no mencionara a la organización regional de izquierda Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), enviando así una señal de que aunque sus posicionamientos internacionales difieren de los de Estados Unidos y la Unión Europea Cuba no es proclive a implicarse en políticas radicales de izquierda en América Latina. Al contrario, Cuba ha mediado diplomáticamente entre Venezuela y los Estados Unidos y jugando un rol clave en el proceso de paz colombiano. De esta manera, puede abrirse un nuevo espacio para la cooperación con Cuba en la región, incluso facilitando algún tipo de alianza contra el narcotráfico en el Caribe. Hablando institucionalmente, José Miguel Insulza, anterior Secretario General de la Organización de Estados Americanos, indicó que sobre la base de la nueva política de los Estados Unidos desde ahora “las puertas de la OEA están abiertas a Cuba”.

Tomado en consideración estos posicionamientos moderados y a pesar de la fuerte retórica cubana contra las políticas estadounidenses, el Secretario de Estado John Kerry  indicó recientemente que es posible ir restaurando gradualmente las relaciones con Cuba antes de que sea una democracia plena, al igual que hizo Estados Unidos con Vietnam y con China: “Personalmente, pienso que el embargo debería levantarse puesto que, al hacerlo, se ayudará al pueblo cubano  […] El Congreso está en lo cierto al preocuparse por los derechos humanos, por la democracia y por el derecho de reunión de la gente” aunque, insistió, la única condición para el levantamiento es que se abra “un camino para mejorar la relación entre el gobierno y el pueblo cubano”.

Relaciones regionales

Puesto que Cuba ha sido durante mucho tiempo un símbolo de la intervención norteamericana en la región, estos cambios tienen también sus efectos a nivel regional. Durante su reciente visita a la Casa Blanca, la Presidenta brasileña Dilma Roussef reconoció que éste es un “momento crucial en las relaciones con América Latina. Modifica las relaciones de los Estados Unidos con la región. Es un parámetro a seguir”.

Con un nuevo perfil político, Cuba será más eficiente a la hora de apoyar el proceso de paz colombiano, no sólo con las FARC, sino también con el ENL, incrementando de esta manera su prestigio internacional y su propio perfil.

Como consecuencia de estos cambios se abren nuevas oportunidades para los países latinoamericanos para contribuir a la democratización de la isla. En este escenario la interacción y presencia en Cuba de ONGs regionales e internacionales podrían reforzar un proceso de transición que derive en un espacio político más pluralista.

De hecho, Cuba deberá manejar sus relaciones sociales en la región desde nuevas pespectivas. Después de México, Colombia y Ecuador, Cuba es un importante lugar de emigración en América Latina. Países como Venezuela, México, Chile y la República Dominicana son sus principales destinos latinoamericanos. En Chile y Venezuela los médicos cubanos grafican esta dinámica regional. Es razonable pensar entonces que un incremento de la libertad de movimientos en Cuba aumentaría probablemente los flujos hacia otros países latinoamericanos, creando nuevas dificultades tanto a las autoridades cubanas como a las de los países receptores.

A pesar del optimismo de los ciudadanos y de las autoridades gubernamentales cubanos sobre una mejora de las condiciones de vida gracias a las nuevas relaciones cubano-americanas, se ha visto un incremento en el número de cubanos que han emigrado a los Estados Unidos (31.314 durante el 2015). Ellos están preocupados por un posible fin de la política estadounidense que permite a los cubanos alcanzar los Estados Unidos y quedarse en el país de manera permanente.

La Ley de Ajuste Cubano del 1966 facilita que los cubanos que llegan a suelo americano se queden y tramiten después de un año el permiso de residencia permanente , así como algunos beneficios monetarios y de salud. Es muy probable que estos beneficios terminen siendo eliminados en un nuevo paquete de medidas que Estados Unidos podría adoptar a consecuencia de la mejora de las relaciones bilaterales entre los dos países.

Al mismo tiempo, preocupados por la emigración y en prevención de la fuga de cerebros cubanos las autoridades están cambiando su política hacia los médicos que desertaron mientras servían en programas apoyados por el gobierno en el extranjero. Según Granma, “a los profesionales de la salud que, bajo las normas de la reforma migratoria, han salido del país, sea por causas financieras o por razones familiares o profesionales, incluyendo aquellos que son víctimas de prácticas deshonestas de fuga de cerebros, se les ofrecerá la oportunidad de reincorporarse a nuestro sistema nacional de salud si así lo desean, y se les garantizará una posición con condiciones similares a las que disfrutaban previamente”.  

Este tipo de cambios, junto con la distensión de otras restricciones estadounidenses como las referidas a visitas y remesas, debilitarán a las derechistas organizaciones políticas y de loby cubano-americanas en los Estados Unidos, creando el espacio para que grupos moderados puedan interactuar con las autoridades cubanas en futuros escenarios transicionales.

De manera simultánea, este nuevo ambiente diplomático posibilitará una interacción distinta entre organizaciones latinoamericanas y ONGs internacionales con sus contrapartes cubanas. Puesto que los vínculos colaborativos entre ONGs cubanas e internacionales están a menudo sujetas a las autoridades o son objeto de control político gubernamental, este nuevo contexto posibilitaría un tipo de relación más libre aumentando la presencia y papel de las  organizaciones de la sociedad civil en este proceso de transición en cámara lenta.

En resumen, si bien pueden observarse algunos efectos de las nuevas relaciones cubano-americanas y aun cuando es muy probable que Cuba se reintegre al comercio mundial e instituciones financieras multilaterales, que juegue un papel político cada vez mayor en la región y en algunos asuntos mundiales, estos cambios no tendrán un efecto liberalizador y democratizador automático en su sistema político y económico. En este contexto, los actores internacionales deberán balancear sus intereses como inversionistas con sus propios compromisos con las libertades civiles y políticas en Cuba.

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