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Argentina después del kirchnerismo: la derrota del populismo y el proyecto contra-hegemónico de Macri

El cambio político en Argentina es de gran envergadura, puesto que pretende corregir aspectos fundamentales de la política de la era Kirchner. En este sentido, Macri es tan radical como sus antecesores.English

Giorgos Katsambekis Paula Biglieri
16 mayo 2016
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Mauricio Macri saludando sus partidarios tras el discurso sobre el estado de la nación. 1 de marzo de 2016. Foto AP / Victor R. Caivano.

La victoria de Mauricio Macri en Argentina se vio como un acontecimiento muy positivo por parte de los principales medios internacionales y los exponentes de la escena política mundial como the Economist, que habló de “un distanciamiento del populismo”. Su reciente decisión de emitir 16,5 mil millones en bonos al mercado internacional para poder pagar los llamados “fondos buitre”, se vio como una señal de que el país estaba yendo en la dirección correcta, supuestamente acabando su larga lucha contra la deuda. No obstante, esta versión tan optimista del proyecto de Macri muchas veces ignora las duras consecuencias de sus reformas neoliberales, así como los alarmantes signos de autoritarismo que ya son evidentes en la manera en que su gobierno trata a la oposición política y social. A principios de abril se reveló que Macri había sido mencionado en los Papeles de Panamá, lo que provocó reacciones inmediatas por parte de sectores populares. A pesar de las celebraciones iniciales parece que al nuevo presidente argentino le espera un camino lleno de sobresaltos y dificultades. 

 En una oportunidad clarificar la situación, Giorgos Katsambekis habla con la investigadora argentina Paula Biglieri. 

GIORGOS KATSAMBEKIS: Hace poco hubo elecciones generales en Argentina, unas elecciones que podrían ser decisivas para el desarrollo del país en los años por venir, ya que la victoria de Mauricio Macri marca un punto de ruptura con la larga hegemonía del populismo de izquierda que se estableció con los Kirchner. ¿Cuáles piensa que son los factores más importantes de este gran cambio en la escena política argentina?

PAULA BIGLIERI: Hay diferentes factores. Mencionaré solo dos: en primer lugar, el populismo argentino mostró su incapacidad de absorber las demandas generadas dentro de su propio contexto político, particularmente, aunque no exclusivamente, aquellos que no estaban relacionados con el elemento de “igualdad”, el elemento que estructuraba su propia identidad y su colección de políticas públicas desarrolladas durante 12 años. Eso significa que algunos sectores de las clases populares y urbanas tanto medias como altas, después de conseguir lo que pedían (empleo, educación, seguridad social, etcétera), pasaron a nuevas demandas relacionadas por ejemplo con la apertura libre de los mercados, la bajada de impuestos o maneras sofisticadas de consumo. Creo que esto señala los límites más importantes del populismo argentino: la imposibilidad de deshacer la subjetividad neoliberal. En otras palabras, muchas personas se ven como capital humano o como unidades de capital empresarial. Por lo tanto, llega un punto en que no necesitan formar parte de la “gente”, no necesitan que el Estado los apoye más. 

En segundo lugar, el éxito del populismo argentino se construyó inicialmente a partir de una relación paradójica entre un fuerte liderazgo y una serie de movimientos sociales que se movilizaron y juntaron en asambleas. Sin embargo, la satisfacción de sus quejas y demandas, junto a la creciente obsolescencia del gobierno después de muchos años en el poder - que en cierta manera también implica frustraciones -, provocó una tendencia a la desmovilización y el declive de las asambleas y debates. 

GK: Si estos son los dos principales factores para explicar la derrota del kirchnerismo, ¿cuáles crees que son las razones principales del éxito de Macri? ¿Con qué programa electoral fue elegido? 

PG: Creo que un elemento clave del éxito de Macri fue un cierto cansancio y enojo hacia la política. Debemos recordar que el kirchnerismo, como proyecto populista, necesitaba las manifestaciones para legitimizar las acciones que el gobierno llevaba a cabo para modificar el status quo. El kirchnerismo generó antagonismo con una serie de actores que representaban el centro neoliberal: las multinacionales, el FMI, los bancos y el sistema financiero, los “fondos buitre”, los medios de comunicación, etcétera. Sin embargo, el entusiasmo inicial de ser parte de estos antagonismos, donde la gente jugaba un papel central, tendió al declive tras años en el poder. 

Macri prometió un cambio en ese sentido. Durante su campaña política (cuya consigna era “cambiar”) Macri prometió mantener todos los logros del kirchnerismo (preservar el empleo, mantener los programas sociales, etcétera), pero, digamos, sin política o antagonismo. También prometió responder a las nuevas demandas que el kirchnerismo no pudo absorber. Por ejemplo, es interesante ver que un asunto recurrente en Argentina, que resurge de tanto en tanto, es la demanda de acceso no controlado a dólares americanos. Esta demanda está por una parte enraizada en las prácticas sociales desarrolladas como manera de mantener el valor de los ingresos en momentos de inflación o híper-inflación. Por otra parte, el almacenamiento compulsivo de dólares está relacionado con mayores estándares de vida como viajar, consumo sofisticado, ahorro en moneda extranjera o especulación financiera. La  reactivación de esta demanda tuvo lugar mientras el gobierno kirchnerista estaba en medio de una disputa por “fondos buitre” y se enfrentaba a presiones del sistema financiero. La consecuencia fue asociar “libertad” con “libre mercado”, y la simultánea acusación al gobierno de ser autoritario. Otras de las demandas recurrentes en contra del gobierno populista de los Kirchner fueron la bajada de impuestos, la inflación, la bajada de los subsidios, las acusaciones por corrupción seguidas de reclamaciones de dimisión y la continua y excesiva politización de la sociedad, el carácter divisivo del líder, etcétera. Evidentemente, el discurso neoliberal representado por Macri supo adoptar estos elementos para articular su propia posición discursiva. 

GK: Si este fue el programa preelectoral de Macri, ¿Cómo se tradujo en la práctica gubernamental? ¿Cómo han cambiado las cosas en Argentina desde su acceso al poder y hacia qué dirección va el país ahora mismo?

PB: Claramente lo que estamos viviendo hoy en día es la emergencia de un proyecto contra-hegemónico conservador y neoliberal que es, por cierto, bastante irrespetuoso con las instituciones democráticas básicas. Déjeme darle tres ejemplos.

Ante todo, el nuevo gobierno ha despedido a miles de funcionarios, acusándolos de ser “activistas políticos” (especialmente de ser “kirchneristas”) o de recibir salarios sin la respectiva retribución laboral. Todos estos despidos fueron impulsados por el nuevo Ministerio de Modernización (creado por decreto), argumentando que las decisiones estuvieron basadas en “criterios de racionalidad, eficacia y eficiencia”. Muchos de los despedidos han denunciado “abuso político”, en el sentido de que han sido interrogados por las nuevas autoridades sobre sus preferencias políticas y se les obligó a abrir sus cuentas de Facebook, Twitter o e-mail para inspeccionar su contenido. No hace falta decir que despedir a funcionarios por tener posiciones políticas en democracia es claramente un acto de autoritarismo. 

En algunos casos, estos despidos también han implicado la completa eliminación de programas sociales. Por ejemplo, el programa “Conectar Igualdad” (que redujo la falta de educación digital distribuyendo ordenadores gratis a estudiantes y construyó clases digitales en escuelas públicas) o el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. En otros casos, los despidos provocaron el cierre provisional del Centro Cultural Kirchner (uno de los centros culturales gratuitos más importantes de América Latina), de donde se despidieron a 600 empleados vía Twitter. 

En este contexto, la policía ha reprimido las protestas sociales emergentes hasta ahora. Pero lo verdaderamente sorprendente son los argumentos que se han presentado para justificar esta represión. Por ejemplo, el nuevo alcalde de la ciudad de La Plata, que ha despedido a 4.500 funcionarios, declaró que los manifestantes habían sido contenidos porque “llevaban intenciones políticas”. A mediados de enero 15.000 funcionarios habían sido despedidos. En abril de 2016, se llevaron a cabo más de 100.000 despidos, teniendo en cuenta tanto el sector público como el privado. De hecho, la “contracción” del sector público ha impulsado la reducción del sector privado. El director de la Consultoría Tendencias Económicas, José Luis Blanco, ha declarado: “no recuerdo otro año en la historia argentina en que hubiera tantos despidos. Esta situación ha batido un récord: es setenta veces mayor que la que registramos el año pasado”.

En segundo lugar, es muy triste observar el regreso de los prisioneros políticos en Argentina. Milagro Sala, líder del movimiento social indígena Tupac Amaru en la provincia noroeste de Jujuy (que apoyaba el kircherismo), puede ser considerada la primera prisionera política del mandato de Macri. Fue encarcelada por el nuevo Gobierno Provincial neoliberal de Jujuy. Esto constituye un escándalo que no tiene precedentes en los treinta y dos años ininterrumpidos de la vida institucional argentina. En un principio fue arrestada por una protesta pacífica, pero más tarde ha sido acusada de otros crímenes (sublevación, fraude, incitación pública de actividades criminales, pertenencia a una asociación ilegal) que servirán para retenerla en la cárcel.

Todo esto ha llevado al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), a Amnistía Internacional y a ANDHES (Abogados y Abogadas del Noroeste Argentino en Derechos Humanos y Estudios Sociales) a pedir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que conceda medidas preventivas para garantizar la libertad de Milagro Sala.

En tercer lugar, aquellos periodistas que tomaron una postura crítica hacia el nuevo gobierno, o que apoyaron públicamente al anterior gobierno populista, fueron despedidos del Sistema Público de Medios de Comunicación. Al mismo tiempo, los que trabajaban para medios privados han denunciado la presión que ejerce el nuevo gobierno para cerrar sus programas de radio y televisión. El nuevo gobierno ha dado de baja, de una manera muy eficaz, varios programas de radio. Esto supone que la libertad de expresión también está amenazada.

Todas estas medidas se tomaron dentro del marco de “emergencia” declarado en diferentes aspectos, como el de la emergencia de la seguridad o de la estadística. El estado de “emergencia” en el caso de la seguridad fue declarado para luchar contra el tráfico de drogas y crímenes complejos así como para “poner orden” a las protestas sociales. Con respecto a las estadísticas, se presentó el estado de “emergencia” como medida necesaria para ordenar el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. De esta manera, durante un año no dispondremos de datos estadísticos oficiales de la inflación, la pobreza o el desempleo. En la práctica, este estado de “emergencia” permite al gobierno entre otras cosas gastar dinero a su discreción y evitar el control de agencias y presupuestos.

Sin querer entrar en un análisis detallado o exhaustivo, algunas de las primeras medidas económicas que se han implementado durante el primer mes de la presidencia de Macri han desencadenado la inflación y han producido grandes transferencias de recursos desde los salarios de trabajadores hacia los sectores más pudientes de la economía, particularmente en el sector agrícola. Hemos experimentado una devaluación de la moneda nacional, la eliminación de impuestos a las exportaciones de trigo, maíz y girasol, y la eliminación de subsidios a las tarifas de electricidad, gas y transporte público.

Otras medidas se han centrado en la liberalización del mercado - en concreto el financiero - y han colocado directamente a Argentina, de nuevo, en la senda de la deuda. Por ende, Argentina está bajo el escrutinio del Fondo Monetario Internacional y en el marco de políticas de austeridad. Especialmente si consideramos que el nuevo gobierno ha decidido realizar una de las emisiones de bonos públicos más grandes de un mercado emergente de los últimos 20 años. Se trata de 16,5 mil millones de dólares para pagar los “fondos buitre”, que fueron recurridos por Argentina. Esto contrasta fuertemente con el anterior gobierno, que promovió una resolución de la ONU, aprobada en septiembre de 2015, contra estos mismo “fondos buitre”. Esto era algo así como una guía de nueve puntos para la reestructuración de la deuda soberana.

Un último aspecto que me gustaría mencionar es que el Presidente Macri ha designado directamente como ministros a una serie de Directores Ejecutivos de varias corporaciones multinacionales. Por ejemplo, la Ministra de Asuntos Exteriores, Susana Malcorra, procede de IBM y Telecom; el Ministro de Producción, Francisco Cabrera, de HSBC; el Ministro de Finanzas, Alfonso Prat Gay, de JP Morgan (por cierto, en el antiguo gobierno este era el Ministerio de Economía); el Ministro de Energía, Juan José Aranguren, de Shell; y la lista continúa. No obstante, estos importantes nombramientos no deberían encubrir el hecho de que la nueva coalición derechista no es únicamente un proyecto económico secundado por corporaciones multinacionales y las empresas locales más grandes, sino que también es un proyecto social, cultural y político, que ha vinculado la oligarquía tradicional y los sectores conservadores con la clase media urbana, e incluso con los sectores populares. Se trata de un proyecto contra-hegemónico, que ha transformado Argentina radicalmente en un par de meses.

GK: En este contexto, ¿en qué estado se encuentra el campo kirchnerista actualmente? Y más general, ¿cuáles cree que son las probabilidades de un resurgimiento izquierdista en Argentina?

PB: El campo popular está pasando por un proceso de re-articulación. Sin ninguna duda, el kirchnerismo tiene un papel importante en él. Cristina Fernández de Kirchner (CFK) es la líder más importante de la oposición, aunque su liderazgo es muy polémico (y de hecho siempre lo ha sido). Despierta tanto emociones de amor como de odio simultáneamente. CFK convocó la re-articulación de un nuevo ‘Frente Ciudadano’ contra el neoliberalismo. Quizás esta es la razón por la que muchos conservadores del ámbito político y el poder judicial están intentando encarcelarla, bajo unos procedimientos judiciales no muy claros y que parecen tener un origen más político que otra cosa. Que CFK sea candidata para las próximas elecciones no son buenas noticias para los neoliberales y conservadores.

Por último, creo que después de la experiencia populista encarnada por el kircherismo, y de su larga e histórica trayectoria política de resistencia popular, Argentina tiene la oportunidad de convertirse en el terreno ideal para la introducción de un renovado proyecto populista de izquierdas en América Latina. Macri, nuestro conservador y neoliberal presidente, ya ha sido el objetivo de tres movilizaciones masivas: la primera, el 24 de marzo, día en que conmemoramos el último golpe de Estado; la segunda, el 13 de abril, cuando CFK fue llamada a declarar ante el Poder Judicial; la tercera, el 29 de abril, cuando cinco de los sindicatos nacionales más importantes se manifestaron contra los despidos masivos que sufrimos, tanto en el sector público, como en el privado. Otras protestas más pequeñas, que se han extendido por el país, refuerzan la resistencia a la política neoliberal y conservadora liderada por Macri. Y esta es la razón por la que tiendo a ser un poco optimista. 

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Traducción del original en inglés a cargo de Carmen Municio, miembro del programa de Voluntariado de DemocraciaAbierta

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