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Clases medias en América Latina (3). El apetito de progreso en Argentina

El desafío de la administración de Mauricio Macri será dar respuesta a las expectativas de progreso de aquellos que hoy son víctimas de un modelo fallido de inclusión social. English

Liliana De Riz
20 abril 2016
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Niños volviendo de la escuela. Buenos Aires, Argentina. Foto AP / Natacha Pisarenko.

Mauricio Macri, líder del PRO, una fuerza política nueva, ni radical ni peronista, creada en la década pasada, llegó a la presidencia en el ballotage celebrado en 2015. El triunfo de Cambiemos, la coalición que reunió a la Unión Cívica Radical (UCR), a Propuesta Republicana (PRO) y a la Coalición Cívica (CC), no dejó dudas de que comenzó una nueva época en Argentina. Maria Eugenia Vidal  llegó a la gobernación de la provincia de Buenos Aires y ese resultado  fue el preludio de nuevos tiempos en las urnas. Tras 28 años en el poder, el peronismo perdió el gobierno de esa estratégica provincia. Hoy el PJ cuenta con muchos legisladores, pero es pobre en recursos. Las elecciones de 2015 pusieron en movimiento un cambio en el sistema político argentino. El PRO, el PJ y la UCR ya no son lo que fueron tras los resultados de esos comicios y eso augura una nueva dinámica del sistema partidario.

Entre las novedades que trajo aparejado el resultado electoral importa destacar la dispersión del voto, con apoyos tanto en los segmentos de las clases medias y de las afluentes, como en el segmento de la pobreza. La política argentina está hoy menos condicionada por la estructura social que en las últimas décadas. El perfil social del país cambió a la largo de la última década. El crecimiento de la economía y las políticas sociales y de estímulo al consumo, engrosaron las filas de la denominada clase media emergente. Entre 2004 y 2012, la clase media creció a costa de la clase baja que en ese período perdió 10 puntos de participación y pasó de representar el 55,4% de la población al 45,2%. Desde 2012 se revirtió la tendencia a la expansión de la clase media. La clase media baja pasó de representar el 30,9% al 30.3% en 2015. La inflación y la recesión dan cuenta de ese retroceso que afectó a todos los estratos medios y acrecentó la pobreza. La clase baja incluye a casi la mitad de la población ( 47,5%) en 2015,  la clase media baja (30.2%) y la típica (16.8) reúnen al 47% . La clase media alta y la clase alta representan el 5,5% en ese año, según los cálculos de diversas consultoras y estimaciones de estudios recientes en un país que carece de estadísticas oficiales confiables desde 2007. De acuerdo con Palomino y Dalle, la "clase media inferior" que se correspondería con el grueso de los estratos emergentes está compuesta por microempresarios, cuentapropistas con equipo propio, técnicos, docentes, trabajadores de la salud y trabajadores administrativos.

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Las "nuevas" clases medias surgieron en la frontera con el mundo de la pobreza, comparten rasgos como  la residencia suburbana y poca educación, pero el modo en que se relacionan con el Estado no es el vínculo de dependencia característico de los sectores más pobres que necesitan de subsidios para sobrevivir. Tampoco es la prescindencia selectiva de los que pueden pagar servicios básicos privados como salud y educación.          

Muchos de los ingresos de los hogares son la contracara del gasto público, si se no se ahorra -en Argentina dos tercios de los sectores ubicados en la mitad superior de la escala de estratificación no ahorra según el Barómetro de la deuda social de la UCA,2013- y el ingreso cae porque el país y el empleo crecen menos y la inflación no se desacelera, esos hogares vuelven a la pobreza; son sectores vulnerables, su inclusión está sometida a los ciclos de la economía. Más desprotegidos frente a la inseguridad que la clase media típica, no sorprende que sean sensibles al discurso que exalta la gestión eficiente y el combate a la inseguridad. Aunque no se afilian a partidos, tienden a  "toman partido" por liderazgos desideologizados. Entre sus miembros pueden distinguirse quienes aspiran a un futuro distinto y luchan incansablemente para ascender en la escala social y los que reivindican el "nunca menos" para conservar lo adquirido. Los primeros, los aspiracionales, votaron distinto; los segundos, los reivindicativos, para los que el futuro es pura amenaza, apoyaron al oficialismo. También entre los estratos más pobres de la pirámide social  se produjo esta estratificación del voto. Cada vez se cumple menos que el peronismo gana entre los pobres urbanos y en las provincias más pobres. Los resultados de las elecciones de 2015 muestran que de Buenos Aires a Jujuy gobiernan las provincias y los municipios tanto el PJ como la UCR o el socialismo, con independencia de cuántos pobres, cuánta clase media o cuántos obreros haya en cada territorio.    

La alta inflación, una economía recesiva a lo largo de los últimos cuatro años y con menor ingreso por habitante que en 2011, castiga a estas clases medias emergentes. Se trata de una nueva categoría social y es por lo tanto, difícil conjeturar sobre sus comportamientos políticos. Sin embargo, el triunfo de Cambiemos arroja pistas. Se votó para promover más y mejor gestión en los municipios, las provincias y la nación. La política como escenario de las soluciones a los problemas fue el eje del discurso de campaña de Macri.  Mientras el kirchnerismo colocó el futuro en el pasado, en  los años dorados del peronismo de los 40, y para algunos, en la utopía revolucionaria del 73, Cambiemos proyectó un futuro de progreso en franco contraste con una utopía conservadora que estimuló el consumo, pero no la modernización. Hubo reparación social, creció el gasto en educación, en salud, se amplió la cobertura previsional, pero no se hicieron las reformas del sistema educativo, de la salud o el previsional. El desafío de la nueva administración será encaminar las reformas que den respuesta a las expectativas de progreso de los que hoy son víctimas del fracaso del modelo de inclusión social. Sin esa esperanza, la conflictividad social abriría un nuevo escenario de inestabilidad. 

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