Sin embargo, actualmente la tasa de deforestación del bosque nativo es alarmante. Hemos convertido los bosques andinos en pastos para ganadería, monocultivos, minería o urbanización. Hemos ampliado la frontera agropecuaria hasta los páramos, llenándolos de cultivos de papa. Hoy es muy común ver vacas, ovejas y cabras entre los frailejones.
Desde la ciudad también hay responsabilidad por el consumo desmedido de productos de la ganadería provenientes no solo de la montaña, sino también de la selva amazónica. Gran parte de la humedad que absorbe la cordillera de los Andes proviene de los ríos voladores, vertientes húmedas atmosféricas que se crean por la evaporación en la selva amazónica y que se estrellan en forma de nubes contra la cordillera andina. Todo está íntimamente relacionado, tal como lo indicaron los investigadores Thomas van der Hammen y Ernesto Guhl, con sus trabajos científicos de alta montaña.
Soluciones
Parte de la solución pasa por regular la producción, el consumo y la trazabilidad de los productos de la ganadería a un nivel personal, regional y político. Reducir significativamente el consumo de carne, especialmente de carne roja, sería un primer paso.
Es imperativo proteger los bosques nativos que quedan y los páramos como ecosistemas estratégicos para nuestra propia supervivencia. Es muy importante conocer de dónde viene el agua que bebemos a diario, debemos saber por qué nuestras ciudades son, año tras año más calurosas, porqué más de la mitad de los frailejones colombianos están en situación de vulnerabilidad o riesgo crítico de extinción y por qué quedan sólo 63 ejemplares de cóndores en la alta montaña colombiana. Las comunidades campesinas, indígenas y de colonos que habitan alrededor del glaciar deben aprender el cuidado de estos ecosistemas, pues son ellos quienes pueden destruir o preservar los bosques y páramos cercanos al glaciar.
La pérdida, prácticamente inevitable, de los glaciares y nevados colombianos debe dejar una profunda reflexión sobre nuestro papel ante la gran crisis del calentamiento global y el cambio climático, especialmente en torno a las acciones locales e individuales que podríamos adoptar para proteger los ecosistemas que sí podemos preservar: el páramo y el bosque nativo.
En 2016, al bajar del Volcán Chiles, glaciar extinto, observamos la danza de cuatro cóndores, con su nido en las escarpadas rocas del páramo. Pareciera que alertaban con su vuelo de lo verdaderamente importante: conocer y preservar los ecosistemas andinos representados en los glaciares tropicales, los páramos y los bosques nativos colombianos es una tarea que implica cambios de pensamiento y de acciones concretas a todos los niveles.
Quizás seamos la última generación que podrá ver los glaciares colombianos, pero también podríamos ser aquella que fue capaz de empezar a actuar y conservar los ecosistemas de alta montaña.
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