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Cuando la corrupción la denuncian niños

Niños de todo el mundo juegan al futbol, y muchos sueñan en convertirse en profesionales. Pero puede que la notoria y generalizada corrupción del deporte tenga sus raíces en las categorías juveniles. Português English

Mark Freeman Malachai Freeman
3 noviembre 2016
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Leo La Valle AP/Press Association Images. Todos los derechos reservados.

Hace cinco semanas, el diario El País publicó un inusual reportaje de investigación sobre la sospecha surgida alrededor de un partido posiblemente amañado que, un año atrás, interrumpió nuestra agradable vida en Barcelona, España. Es en gran medida gracias a la valentía de seis niños, que aceptaron ser grabados en entrevistas con El País como parte de la investigación que este diario llevó a cabo a lo largo de un año, que se conoce la historia de este polémico partido de futbol.

Como describe el artículo, el 30 de mayo del 2015, dos equipos –el UE Cornellà y el Gimnàstic Manresa– se enfrentaron en el último partido de la temporada en una categoría de élite del futbol catalán juvenil. Se trata de una categoría donde, cada semana, los entrenadores preparan a sus jugadores para que vayan “a muerte” a por el partido, y les piden que “se dejen la piel” en el campo.

Como tal, este partido entre el Cornellà y el Manresa debería haber sido un enfrentamiento épico, puesto que el equipo que ganase iba a conseguir la primera plaza en la categoría. Se daban todos los elementos para esperar que los dos equipos pusieran toda su energía y sacrifico para ganar el partido. Recordemos que se trataba de niños de 14 o 15 años que son parte de la élite futbolística de Cataluña y que practican el deporte por pasión y por placer, con la esperanza de convertirse un día en profesionales.

Sin embargo, en vez de un enfrentamiento épico, los que asistieron al partido fueron testigos de un encuentro en el que no se marcaron goles, no se enseñaron tarjetas, no se tiraron saques de esquina, y ni siquiera se chutó contra la portería contraria. Videos del encuentro, que empezaron a circular a las 24 horas de su finalización, dan una idea del ritmo y de la lógica del partido.

Aunque no participamos en el partido, nos enteramos del mismo como padre e hijo afiliados al CE Europa: el equipo que, como resultado del empate a cero, fue excluido de un posible ascenso de categoría la temporada siguiente. Una vez que vimos los videos del partido, y que empezamos a escuchar relatos de primera mano de jugadores del Cornellà que explicaban cómo habían recibido instrucciones del club para que no buscasen la victoria, nos convencimos de que era necesaria una investigación en toda regla –especialmente porque el caso implica no solo posibles cargos por fraude, pero también la corrupción moral de menores.

Visto esto, supusimos que todos los otros padres y jugadores del CE Europa compartirían nuestra preocupación. También habíamos supuesto que la Federación Catalana de Futbol pondría en marcha, como mínimo, una investigación preliminar, una vez vistos los videos del encuentro y al haber sido llamada para revisar el caso a través de una queja oficial presentada por el CE Europa (complementada con nuestra propia queja detallada).

En vez de eso, la Federación declinó tomar acción alguna, explicándonos por teléfono que solo empezarían a investigar el asunto si los supuestos implicados se auto-incriminaban: ¡lo que es un prerrequisito bastante increíble para justificar activar la obligación de emprender una investigación no-judicial!

Igualmente sorprendente fue que la mayoría de los padres del CE Europa, tras haber declarado inicialmente que compartían el ultraje, declinaron cualquier implicación más profunda en el asunto, diciendo, en la mayoría de los casos, simplemente que “las cosas son así”.

Avancemos hasta hoy: ha pasado más de un mes desde que El País publicase los resultados de su investigación, que incluía detalles reveladores gracias a las confesiones de tres jugadores del Cornellà y tres del Manresa, grabadas independientemente. Aún así, la Federación ha insistido en que solo abrirá una investigación si el CE Europa, como club, pone en marcha un recurso extraordinario –un paso que el club ahora ha dado, lo que dice mucho a su favor. Mientras tanto, se ha seguido produciendo un decepcionante silencio público por parte de los padres del Manresa, del Cornellà y del CE Europa (con la excepción de un padre del Manresa y una madre del Cornellà, citados en el reportaje original que publicó El País).

En contraste con este silencio, nos ha animado la respuesta espontánea de prestigiosos bufetes de abogados españoles, varios de los cuales han ofrecido su ayuda para iniciar cualquier acción legal futura, en caso de que la Federación acabe por no poner en marcha una investigación genuina y amplia. De la misma manera, nos ha alegrado ver cómo muchos periódicos y cadenas de radio y de televisión, en España y por el mundo, se han interesado por la investigación de El País, y han planteado nuevas preguntas. Han aparecido artículos por todas partes, desde Bélgica hasta Holanda, pasando por Brasil, y la historia ha sido recogida por blogs de futbol a nivel global, como hemos podido ver hablando con amigos en el extranjero.

En cualquier caso, para nosotros este asunto nunca se trataba simplemente de futbol, sino que nos podía enseñar la dificultad y la incomodidad que implica enfrentarse al abuso de los propios amigos e iguales; sobre cómo prospera y se perpetúa más fácilmente la corrupción cuando la sociedad no la denuncia activamente; sobre la importancia de las instituciones como un necesario contrapeso ante las malas conductas toleradas socialmente; y sobre cómo la palabra de un niño es minusvalorada con frecuencia frente a la palabra de un adulto. (Por increíble que parezca, sólo los clubs tienen derecho a personarse ante la Federación Catalana de Futbol o a iniciar un procedimiento contra un club o un empleado por una infracción de las reglas de la Federación –cerrando aparentemente los ojos ante la unánime resolución de la UEFA sobre la protección de la integridad en el futbol).

Aún así, todavía confiamos en que se pondrán en marcha las acciones pertinentes. Al fin y al cabo, España ya no es un Estado no-democrático. Si se elucida este asunto con detalle, sabemos que las autoridades judiciales del país encontrarán razones más que suficientes para iniciar una investigación en profundidad y que impondrán, si es necesario, todas las sanciones correspondientes. Tenemos igual confianza en los medios nacionales, que han demostrado que esta historia no va a desaparecer a menos que (y hasta que) las alegaciones hayan sido examinadas de manera completa e independiente.

Pero lo que venga ahora depende en gran medida de la Federación. Puede hacer un gran servicio a todo el mundo simplemente actuando con la misma intención con la que actuaron los seis jóvenes jugadores quienes, a través de sus testimonios a los investigadores de El País, proporcionaron una valiosa lección moral a todos los implicados en este incidente.

Dicen que hace falta una aldea para educar a un niño. Pero, por lo menos hasta ahora, parece que sean los niños quienes traten de educar a la aldea. Debería garantizárseles toda la protección necesaria, y asegurarles que serán escuchados por todos aquellos que pretenden estar preocupados por la corrupción.

Malachai Freeman es un muchacho de 16 años, estudiante de bachillerato. Su padre, Mark Freeman, es el director del Institute for Integrated Transitions (IFIT).

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Traducido del original en inglés por DemocraciaAbierta.

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