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Cómo luchar contra la extrema derecha y el neofascismo desde una posición de fuerza

No hay que construir identidades políticas en función de aquello a lo que nos oponemos. English.

George Lakey
14 marzo 2019, 12.01am
Miembros de Operation Libero en Suiza. | Crédito: Twitter /@operationlibero.

El crecimiento del supremacismo y el neofascismo es noticia últimamente en varios países, con lo que surge la siguiente pregunta: ¿Qué podemos aprender unos de otros? Porque, sin duda, además de sacar enseñanzas de la experiencia propia, cada país puede hallar en otros “mejores prácticas” susceptibles de ser aplicadas con éxito.

En Estados Unidos, por ejemplo, podría ser especialmente atractivo el ejemplo de Suiza, porque lo que ha dado resultados positivos en ese país podría funcionar también para abordar la actual crisis migratoria y la necesidad que tienen los movimientos progresistas estadounidenses de volver a aprender cómo pasar a la ofensiva.

Según Flavia Kleiner, una de las jóvenes líderes del movimiento Operation Libero, la derecha suiza fue creciendo de manera constante durante dos décadas en base al uso que hizo del tema de la inmigración.

Los derechistas fueron hábiles introduciendo una serie de iniciativas anti-inmigrantes relativamente moderadas – que contenían, cada una de ellas, algo de sentido común – y lograron capitalizar su éxito para convertirse en la principal fuerza política de Suiza.

"Operación Libero optó por proponer una visión que ponía de relieve los valores progresistas de Suiza".

Mi impresión es que la estrategia de la derecha suiza fue parecida a la del movimiento contra la elección reproductiva en los Estados Unidos: ir dando una serie de pasos diseñados para socavar el derecho a elegir de la mujer.

En Suiza, los partidos establecidos reaccionaron ante esta ofensiva de la misma manera en que lo hacen los demócratas en Estados Unidos: ponerse a la defensiva y tratar de aferrarse a los logros conseguidos hasta la fecha. En ambos países, los grandes partidos proceden de manera contraria a lo que aconseja la sabiduría popular: que "la mejor defensa es un buen ataque".

Lo que hicieron Kleiner y sus colegas fue originar e impulsar una iniciativa de base. La campaña, dotada con financiamiento colectivo y organizada por voluntarios, derrotó al Partido Popular suizo en cuatro importantes referéndums entre 2016 y 2018.

Operation Libero optó por hacer caso omiso de la estrategia de los partidos establecidos en defensa de las políticas de inmigración existentes. Lo que hizo fue proponer una visión que ponía de relieve los valores progresistas de Suiza. Enmarcaron el voto en su contexto cultural afirmando la vigencia de la constitución pluralista del país como "pilar de la democracia liberal" de la que la gran mayoría de los suizos se sienten orgullosos.

Fueron tan efectivos resituando los referéndums que la derecha se vio forzada a cambiar su argumentario y ponerse a la defensiva. El resultado fue que la causa antiinmigrante perdió por quinta vez el pasado noviembre.

¿Podemos pasar también a la ofensiva individualmente?

En Dinamarca, donde el neofascismo ha ido en aumento, Sherin Khankan, directora de la mezquita Mariam en Copenhague y la primera mujer imán o clérigo del Islam danesa, recibía cartas con insultos y veladas amenazas de muerte.

Desde que empezó a desempeñar sus funciones en la mezquita, en febrero de 2016, sabía que su posición iba a provocar controversia en el país. También esperaba recibir presiones desde el mundo del Islam, ya que uno de sus principales objetivos era usar su liderazgo para desafiar las estructuras patriarcales de las instituciones religiosas. O sea que sabía que no iba a ser muy querida.

"La contra-violencia refuerza la "lógica de acción" de los extremistas de derecha: nosotros definimos el marco de la confrontación y nuestros opositores ceden al seguir nuestros pasos."

El padre de Khankan, musulmán, llegó a Dinamarca como refugiado procedente de Siria tras haber sido encarcelado y torturado allí por su oposición al régimen. Ella sabía pues, por experiencia familiar, qué es tener coraje. Pero aún así, estaba preocupada por las amenazas que recibía.

Una de las personas a las que acudió para pedir consejo fue Jacob Holdt, el artista danés de renombre internacional que es el propietario del edificio en el que se ubica la mezquita. Unos meses más tarde, mi compañero y yo fuimos a visistar a Holdt en Copenhague y le pregunté qué había pasado con las amenazas.

Jacob soltó una risita y dijo: "Se sorprendió mucho con la respuesta que le di, pero confiaba en mí lo suficiente como para intentarlo. Utilizó sus habilidades con las redes sociales para rastrear a algunos de los líderes extremistas del movimiento anti-inmigrante y se fue a verlos. Llamó a la puerta de sus casas, habló con ellos y les demostró su coraje y la madera que tenía".

Los fascistas se sorprendieron muchísimo. Es más, según me contó Jacob, "se quedaron tan impresionados por su audacia que se comprometieron a hacer cundir la voz de que no había que dañarle o amenazarle".

La mezquita ha prosperado. Hoy cuenta con una co-líder femenina, Saliha Marie Fetteh, y ofrece servicios mixtos la mayoría de los días y un servicio para mujeres los viernes. Tomar la ofensiva es, sin duda, el camino a seguir.

¿Qué ocurre con las confrontaciones en público?

Los extremistas de derecha tienen dos estrategias principales ante el público. Una de ellas es aprovechar determinadas situaciones para hacer victimismo e intentar así conseguir simpatías para su causa, o al menos polarizar los temas y crear confusión acerca de ellos - algo que, por ejemplo, el supremacista Richard Spencer ha venido haciendo en los campus universitarios norteamericanos.

He tenido la oportunidad de presenciar el uso de esta estrategia en mi propio barrio del oeste de Filadelfia. Fue el año pasado, durante una fiesta del Orgullo Pagano, cuando unos evangélicos de derechas se presentaron en el parque donde se celebraba la fiesta para soltar su discurso contra el feminismo, la diversidad de género, la homosexualidad y, por supuesto, el paganismo.

En mi barrio viven muchos activistas y gente progresista. La presencia de los evangélicos hizo que se congregara un grupo de personas bastante numeroso, lo que provocó que hiciera su aparición la policía.

Al principio algunos de mis vecinos, evidentemente molestos por las soflamas de los evangélicos, se pusieron a rebatirles. Yo estaba observando la escena, listo para intervenir si nadie lo hacía. Por suerte, varias personas del público empezaron a denunciar el juego que estaban haciendo los evangélicos, instando a la gente a no caer en la trampa. Mis vecinos “captaron” el mensaje y se abstuvieron de responder. Y a poco los evangélicos, decepcionados, se marcharon. No lograron hacerse las víctimas después de todo.

La otra táctica favorita de los extremistas de derecha es amenazar y usar la violencia para atemorizar a sus oponentes. Utilizar símbolos es menos arriesgado que atacar físicamente, por lo que suelen llevar bates de béisbol, antorchas y cruces en llamas e ir vestidos con sábanas o uniformes. Con ello, establecen el tono de antemano – pero no por eso ganan. Ganan si sus opositores responden de manera similar y tratan de intimidar a los intimidadores.

La contra-violencia refuerza la "lógica de acción" de los extremistas de derecha: nosotros definimos el marco de la confrontación y nuestros opositores ceden al seguir nuestros pasos. La confrontación se convierte entonces en una suerte de competición para ver quién es capaz de atemorizar más al otro.

"Lo que han hecho los progresistas suizos ha sido crear un nuevo marco, establecer un tono diferente, confundir a los derechistas y ganar una y otra vez."

Los extremistas de derecha no solo logran así que los progresistas cambien de comportamiento y copien sus tácticas, sino que la naturaleza misma de las tácticas que utilizan ambas partes drena de contenido ideológico la confrontación.

Lo que hay es simplemente violencia contra violencia - miedo contra miedo. Es por eso que Donald Trump y otros como él pueden afirmar, por ejemplo, que en Charlottesville – la ciudad del estado de Virginia dónde en 2017 hubo una concentración de miembros de la Alt-right, neoconfederados, neofascistas, nacionalistas blancos, neonazis, miembros del Ku Klux Klan y milicianos de derecha que se saldó con 3 muertos y unos 40 heridos - ambas partes tienen culpa.

En Alemania e Italia, en la década de 1920, los ciudadanos que presenciaban las luchas callejeras entre fascistas e izquierdistas llegaron a la conclusión de que lo que se necesitaba era un Estado fuerte para poner fin a la violencia (y ya sabemos a quién eligió la élite económica en ambos países para liderar el Estado: ¡a Hitler y a Mussolini!).

Las alternativas a jugar con el miedo

La solución que han encontrado los progresistas suizos de base no ha sido solo pasar a la ofensiva con una clara visión de futuro. Lo que han hecho ha sido crear un nuevo marco, establecer un tono diferente, confundir a los derechistas y ganar una y otra vez. Pero ¿cómo se traduce esto en la calle?

En varios países, la gente de base ha estado experimentando maneras de colocar los temas en marcos distintos y lanzando mensajes que contrastan claramente con los de la derecha.

En Suecia, los Payasos contra el Racismo llevaron a cabo una intervención, la primavera el año pasado, en un mitin del Movimiento de Resistencia Nórdica, de extrema derecha, en la ciudad de Ludvika. Con esta acción, la popularidad de los Payasos creció de tal manera que sobrepasaron el límite de personas que, según la ley, pueden participar en una marcha sin necesidad de solicitar permiso, con lo que la policía les impuso una multa - lo cual tuvo el efecto de publicitar todavía más su negativa a seguirle el juego a los neofascistas y sus tácticas.

El recurso a los payasos se ha utilizado también en Finlandia y en Escocia. En un magnífico artículo para Waging Nonviolence, Sarah Freeman-Woolpert describía también las acciones de payasos en varias localidades de los Estados Unidos. Por ejemplo en Knoxville, Tennessee, la brigada de payasos fue tan efectiva que el grupo neonazi que había convocado allí una manifestación decidió cancelarla de antemano.

En Wunsiedel, Alemania, un grupo de alegres bromistas contrarios a la ideología neonazi salieron a animar a los participantes en una marcha de la extrema derecha por la ciudad. ¿Por qué? Porque convirtieron la marcha en un evento para recaudar fondos: los residentes y las empresas de la ciudad se comprometieron a donar 10 euros por cada metro recorrido por la marcha de los supremacistas. Y los fondos recaudados se destinaron a un grupo antifascista que ayuda a personas a salirse de organizaciones de extrema derecha.

¿De dónde sale la creatividad de los activistas?

Las iniciativas estratégicas en Suiza y Dinamarca – así como las innovaciones tácticas en varios países - se deben a activistas que pasan de la parte reactiva de su cerebro (lucha, huida o inmovilización) a la parte creativa, incluso en situaciones de peligro.

Los humanos, incluidos los atletas de élite, resultamos ser mucho más efectivos cuando visualizamos el resultado que deseamos conseguir, recurriendo a la visión.

Tener una visión no solo nos afianza en el terreno de la creatividad – con lo que podemos dejar de jugar al juego del miedo con los neofascistas -, sino que también alumbra la posibilidad de crear un movimiento de movimientos que pueda revertir el dominio de aquellos que representan el 1% de la población.

Décadas de actitud defensiva por parte de los demócratas en Estados Unidos – actitud que han compartido también los principales movimientos progresistas norteamericanos – han hecho que el país, durante mucho tiempo, le haya dado la espalda a tener una visión.

El cambio llegó en 2016 con el movimiento Black Lives Matter que ofreció una visión para Estados Unidos que, por primera vez, nos da la oportunidad de superar el racismo.

Ese mismo año, algunos visionarios propusieron reinventar el transporte en el norte del país en base a la energía solar: el "Ferrocarril de Solución". Y en 2017, el movimiento Resistencia Popular convocó una convención para redactar la "Agenda del Pueblo".

En 2018, un grupo de base en Vermont, tras documentarse acerca de los éxitos conseguidos en los países nórdicos, llegó a la conclusión de que una visión colectiva es el ingrediente crítico para el cambio. Organizaron una “Cumbre de la Visión de Vermont” a la que acudieron cien personas procedentes de todas partes del estado para abordar la creación de dicha visión a nivel estatal.

Y hoy el Movimiento Sunrise y la congresista Alexandria Ocasio-Cortez han hecho que el Green New Deal se haya vuelto un término popular entre los progresistas en Estados Unidos.

¿Está nuestro discurso político preparándose para incorporar una visión? Esperemos que sí, porque tener una visión no solo nos afianza en el terreno de la creatividad – con lo que podemos dejar de jugar al juego del miedo con los neofascistas -, sino que también alumbra la posibilidad de crear un movimiento de movimientos que pueda revertir el dominio de aquellos que representan el 1% de la población.

Permite ver de qué manera grupos dispares que luchan por cuestiones y objetivos distintos pueden, compartiendo una visión, liberarnos a todos de la capacidad que tiene la élite económica para vetar cada una de las esperanzas de cada uno de estos grupos por separado.

Porque es un hecho que todos los objetivos de progreso más importantes están siendo vetados en estos momentos por la elite económica que controla los partidos Republicano y Demócrata.

Sólo un movimiento de movimientos populares puede llevar la acción directa no violenta al nivel superior necesario para forzar un cambio de poder. Cada movimiento precisa de los demás para lograr este cometido. Cada uno debe tener la seguridad de conseguir sus prioridades en la nueva sociedad.

La lección es clara - ya sea la que han aprendido los movimientos de base en Suiza o en otros lugares: sin una visión, perecemos.

No hay que construir nuestras identidades políticas en torno a aquello a lo que nos oponemos. Es hora de alinear nuestras tácticas, estrategias y enfoques organizativos con una visión positiva y de sentido común que nos sirva de inspiración.

Este artículo fue previamente publicado por Waging Nonviolence. Lea el contenido original aquí (parte uno y dos).

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